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Sábado, 08 Diciembre 2018 03:22

Café del Cesar no será una leyenda: Cuando el amor se siembra en las serranías

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Los productores de café de esta región del país volvieron con entusiasmo a una caficultura que se vio mermada por líos económicos, fitosanitarios y desde luego por la violencia.

Bajo un cielo azul por el que pasan en verano algunas nubes blancas que semejan algodones que se lleva el viento, y por donde surcan aves multicolores de varias especies y cantares diversos, allá en esas montañas septentrionales que une al Cesar con la Guajira y Norte de Santander, pero que de igual forma articula los andes colombianos con Venezuela, en esos montes verdes y espesos que a la distancia lucen azules está la emblemática y siempre imponente Serranía del Perijá. Lo mejor de todo es que en ese complejo, pero inigualable y bello sector de la geografía, brota un café excelso y de gran sabor que hechizó al mundo con su sabor único, café fruto noble de la madre tierra que lo puso en las manos del hombre y la mujer de esas productivas faldas para que lo beneficiaran llenos de amor y ofrecieran lo mejor de una caficultura que se está rehaciendo como el Ave Fénix ya que de unas cenizas esparcidas, el optimismo, el compromiso y el valor, le dieron aval a esta tierra para volver con los delicados cultivos.

La caficultura del Cesar y la Guajira hoy está diciendo presente, sin embargo hay que reconocer que aún en medio de los grandes problemas económicos, unos por revaluación, algunos por bajos precios y otros sanitarios, no impidieron dejar una siembra respetada y muy apreciada. Lo más triste es que los conflictos, las guerras ajenas, el poder territorial armado, la muerte y las amenazas a caficultores inocentes, asolaron fincas por una violencia absurda, cruel y sin límites que proscribió a un número importante de productores. De todas maneras el arrojo les sirvió de escudo y con cautela y mucha fe, subieron de nuevo a las montañas para esparcir con sabiduría y eficiencia la semilla del café suave colombiano.

En esa prolongación de la cordillera oriental que reporta una altura de 3.630 metros sobre el nivel del mar, la voluntad de Dios se convirtió en café y quizás por ello las extensiones sembradas con el grano hacen parte de una labor sagrada que le da sustento a muchos caficultores del Cesar y la Guajira, esa tierra en donde las voces alegres en cosecha y melancólicas con el recuerdo se acompañan de caja, guacharaca y acordeón para ponerle sello vallenato y sabor a la delicia de su café único.

El Cesar puntualmente goza de café en sus poblaciones y en su dominio montañoso del Perijá, empero, goza de la generosidad de la gran dama de las montañas en Colombia, pues cuenta con los sitios de estribación para sus siembras en la Sierra Nevada de Santa Marta. Con 5.700 metros de altitud y una extensión de 17.000 kilómetros cuadrados, este sistema montañoso el más elevado en la Costa Norte, ofrece también un grano de calidades especiales y con unas tonalidades que lo ubican muy bien en taza.

El pico Cristóbal Colón que es la montaña más alta de Colombia vigila las especies de fauna y flora y con su solidez de roca fuerte le pone el pecho a la fuerza los vientos alisios. En la majestuosa Sierra Nevada de Santa Marta, el café es un fruto bueno y leal que pese a las dificultades sigue insertado en la parte media de las eminencias en donde prospera, ofreciendo felicidad, trabajo y calidad de vida.

Como olvidar esa toma de café aromático y fresco preparado por unas manos bellas de mujer indígena que le puso un toque espectacular a esa preparación con un poco de jengibre, raíz igualmente apetecida y medicinal que le devolvió la voz a quienes bajaron afónicos del avión que aterrizó en la muy bella ciudad de Valledupar. Claro el frío intenso de Bogotá afectó las cuerdas vocales, empero el mal del sistema fonador pasó al recuerdo con un café caliente servido con mucho respeto en las cálidas faldas de la Sierra Nevada.

En charla con Diariolaeconomia.com, el representante por el Cesar ante el Comité Nacional de Cafeteros Leonardo Rodríguez, afirmó que la caficultura del departamento ha venido recuperándose en el último tiempo toda vez que hay un parque de café que fue decreciendo por la violencia y otros inconvenientes. Actualmente, dijo, la gente volvió a creer en el café y es por eso que considera que el momento es bueno de cara a mejorarlo como ha ocurrido en la historia de este cultivo.

Destacó que ha habido renovación cafetera en buena parte de ese parque cafetero lo cual ha hecho de la caficultura un negocio que entusiasma, pero reconoció que lastimosamente los precios internacionales convierten una sonrisa en una cara larga y angustiada porque los costos de producción muchas veces superan las ventas de grano.

“El Cesar fue impactado fuertemente por la violencia, hubo desplazamiento y todo tipo de aberraciones que hizo que se perdieran casi cinco años de caficultura y avance porque los predios quedaron prácticamente solos y cuando los propietarios regresaron para empezar de nuevo, retomaron unas fincas abandonadas a las que debieron dedicarles mucho tiempo para recuperarlas de maleza y monte para hacerlas rentables a fuerza de trabajo, empuje y mucha convicción, porque afortunadamente las familias retomaron la caficultura como la base de su sustento”, declaró el señor Rodríguez.

El productor enfatizó que tanto la Bolsa de Nueva York como las multinacionales que compran café casi que regalado, deberían tener en cuenta que unos pocos centavos de dólares no compensan el esfuerzo y el sacrificio de muchas familias que hacen una caficultura casi que con las uñas y en escenarios en donde antes hubo amenazas, asesinatos y mucho terror. Apuntó que Nestlé, las grandes procesadoras y las tostadoras deberían ponerse la mano en el corazón puesto que detrás del café hay historias muy difíciles y lamentables, pero el afán de ganar unos dólares, sostuvo, no permite que la razón prime, obviando la parte humana y compleja de la caficultura.

Rodríguez comentó que la Federación Nacional de Cafeteros maneja unos recursos que vienen de la contribución cafetera y de unas ayudas del gobierno, sin embargo precisó que los dineros nunca alcanzan por lo que hay que adelantar una caficultura a pulso y con mucho esfuerzo que como ya se hizo costumbre no es remunerada con precios rentables y sensatos. Una mejor paga por carga de café debería tener un componente social y de paz porque hoy el café se está sembrando en donde hasta no hace mucho hubo violencia y pavor.

La caficultura costeña, esa que no permitió que la doblegaran siguió con un trabajo juicioso y aplomado que dio sus frutos y unos recursos que aunque no suficientes para los costos que demanda un cultivo, si les permite a los caficultores subsistir y pagar las acreencias, y todo eso fue posible por el corazón que hay en la tierra y porque sin duda alguna es lo que les gusta y aman hacer.

Otro desafío en la caficultura y particularmente en la del litoral Atlántico es el cambio climático porque en ocasiones hay excesos de agua que afectan los cultivos y en otros tiempos la sequía es inclemente, disparando los problemas fitosanitarios y dañando los árboles. Ese problema, es otro factor a vencer y es por ello que los cafeteros del Cesar ya piensan en innovar y en mejorar las prácticas agrícolas para conjurar un problema que afortunadamente se enfrenta con la ayuda del Centro de Investigación del Café, Cenicafé.

“Si las multinacionales y la cadena del café mirara un poco más el trabajo que hace el caficultor en campo y se pusieran del lado del productor, muy seguramente cambiarían la tendencia de pagar mal el café porque todo se lo están dejando al productor primario y a una base ilíquida y endeudada que debe poner café barato a una industria cada vez más multimillonaria y arrogante frente a las penurias de los agricultores”, señaló Rodríguez.

Hoy el Cesar tiene 8.550 familias que viven del café y que tienen al día su cédula cafetera, pero hay otro tanto que no cuenta con la cédula y podría subir de manera importante el número de productores. La renovación ha tenido sus bondades y hoy el departamento así como la Guajira está vendiendo más café porque cooperativas como Caficosta compra más de 10 millones de kilos mientras que el mercado común absorbe el resto de la producción.

La caficultura del Cesar tuvo más de 10.000 productores de café, pero el número bajó alarmantemente porque el café dejó de ser rentable como en la década de los setenta o en los albores de los ochenta cuando todo iba bien y llegó el dramático rompimiento del Pacto Cafetero o acuerdo de cuotas. El café fue un motor de desarrollo y un negocio que llevó sonrisas por todo el país, tristemente, expresó Rodríguez, los tiempos cambian y hoy hay un clima inexorable, unos precios injustos y un renacer de la caficultura costeña que llegó sin plata, sin respaldo y si por el contrario con el desdén y la indiferencia de la industria.

“Los tiempos de la caficultura hace más de veinte o treinta años fue mejor, yo recuerdo que de niño, cuando tenía nueve años, cargaba un billete de 200 pesos en el bolsillo para comprar la merienda del recreo. En ese tiempo ese billete era el de más alta denominación y es como si un estudiante de primaria llevara en su mano un billete de 50.000 pesos en este momento. Eso muestra que el café dio dinero y que pasó por una bonanza, ahora esos 50.000 pesos tan solo sirven para hacer a duras penas el mercado de la semana”, escribió el cafetero.

No olvida este buen ser humano y ejemplar caficultor que cuando la violencia llegó a su región fue algo muy duro y complicado de asimilar. Recuerda que fue uno de los últimos en abandonar su finca por lo que le tocó ver fincas totalmente abandonadas, solas y saqueadas porque en ese momento muchos amigos de lo ajeno sacaron provecho de los actos ominosos.

Dice sin equivocación que una cosa es contar el hecho y otro vivirlo como le correspondió pues vio las haciendas arrasadas por los deshonestos. Esos fueron tiempos muy tristes, fueron momentos de dolor y lágrimas en donde el café quedó pudriéndose en el suelo, los otros bienes en manos extrañas y una historia que resulta muy triste contarla. “La verdad, hay cosas que no me gusta ni recordarlas, me lastiman el alma y me invaden perversamente el pensamiento, no quiero volver a ese tiempo terrible”.

Después de todo lo que pasó la caficultura del Cesar y de la Guajira surge prácticamente de la nada porque por renovación pagan 150 pesos por árbol renovado lo cual es un impulso, pero no la ayuda que realmente necesita el caficultor, sobretodo aquel al que le tocó arrancar de cero. Manifestó que los recursos para rejuvenecer la caficultura son limitados porque si una persona quiere renovar dos hectáreas tan solo le ayudan con una lo que se vuelve un problema porque hay productores que no tienen el dinero a la mano.

Otra queja de los productores de Café del Cesar son las vías terciarias que más bien parecen cuaternarias porque cualquiera que visite una finca puede fácilmente pensar que la máquina del tiempo lo llevó a la era cenozoica que de no ser por el calor del departamento podría tener semejanza con las montañas de los glaciares por donde caminaron mamuts y bisontes, pero no, tan solo se trata de una región abandonada en donde las vías de la competitividad siguen siendo un anhelo porque no son incluidas en los presupuestos y si las consideran, van con muy bajo presupuesto.

Los productores del Cesar tienen que enfrentarse a diario con la calamidad de las vías extrañamente en tiempos en los que se habla de globalización e internacionalización de la economía, términos de las grandes ligas que por obvias razones deben venir acompañados de competitividad, desarrollo y obras para el progreso.

Esos tozudos caficultores ven con optimismo el trabajo que pueda hacer el actual gobierno al que le creen y en el que confían porque aseguran que puede romper ese paradigma de olvido y atraso en el que está la Costa Atlántica y otras regiones colombianas que de igual manera viven del café.

En opinión de Rodríguez, el mejor café que se cultiva en el Cesar es aquel que sale de la Serranía del Perijá que le puso un punto muy alto al café de la Sierra Nevada de Santa Marta que se caracteriza por una taza muy bien calificada. Los caficultores están realizando siembras en alturas que van desde los 1.200 metros y 1.800 metros, es decir que a esas alturas es fácilmente garantizar un café de muy buena calidad.

Hay que precisar que hay una cosecha concentrada en los 1.200 metros sobre el nivel del mar lo cual es un punto a favor porque no es tan exigente en inversión para recolectarla. El café de las montañas del cesar en pergamino seco reporta factores de 89, 92 y 96 puntos, indudablemente una súper calidad.

Otra apuesta de la caficultura del Cesar es por los cafés especiales, orgánicos y de origen, pero como en todo también falta ayuda porque existe la intención de pasar a un café con alto valor agregado, sin embargo llega la limitante de la plata y por eso hay unos micro-lotes que han salido adelante por la cooperación internacional lo que no es suficiente porque ese tipo de caficultura especializada demanda mucha inversión, entre otras cosas ante la exigencia de abono orgánico que es el más costoso que hay en el mercado lo que suele complicarse porque en su aplicación son muchos más los kilos que hay que poner en la tierra.

En Pueblo Bello hay asociaciones que surgieron para cambiarle la cara al café y todo eso va atado a una prima por calidad. Hoy la nueva tendencia de mercado exige productos diferenciados y de elevada calidad que le dan a las finas otro concepto ya que se trata de empresas cafeteras que finalmente exportan su grano.

Un dato no menor es que la caficultura de este departamento, de la tierra del mítico “Francisco el Hombre”, ese que derrotó al mismísimo demonio interpretando con su acordeón el credo al revés, en un 80 por ciento está bajo sombra y en su beneficio utiliza terrazas de secado. Es por ello que los cafeteros están pidiendo mejorar aspectos como el beneficio que cuesta mucho dinero porque requiere tecnología y mecanización.

El parque cafetero del Cesar requiere de grandes ayudas, nacionales o internacionales porque hay un espacio para crecer y optimizar siembras, pero los recursos no dan para cumplir con un propósito ambicioso, responsable y perentorio.

Los productores de los 18 municipios están esperando que los compradores internacionales visiten las siembras de la Serranía del Perijá de donde bajarán enamorados con un café de calidad que solamente toman quienes tienen fino el paladar.

Los caficultores cesarenses no quieren quedarse atrás y por ello hacen votos por unas siembras mucho más de punta y con mejor beneficio. Igual no quieren dejar de subirse al tren de los cafés diferenciados y por ello no quieren que les pase lo de Francisco Moscote, el famoso “Francisco el Hombre” o lo de la bella Rosario Arciniegas que salió del barrio Cañaguate para nadar en las aguas del río Guatapurí en donde terminó convertida en Sirena, la misma del pozo de Hurtado. En síntesis, la empresa cafetera del cesar no será, seguramente por lo que está pasando, una interesante leyenda.

Mira cómo se va, mira cómo se va, cómo se va la noche en la montaña, y con el frío de la mañana llegará el eco triste de mi canto a tu ventana.

Y llegará y llegará mi canto errante como vagando una pena que dejará, que dejará sobre tu lecho la última rosa morena… Inmarchitable letra del maestro Santander Durán Escalona y éxito rotundo de los hermanos Zuleta.

Muy grato hablar hoy de la caficultura del Cesar, sin duda, la “Diosa de la Serranía”.

 

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