Un SOS lanzaron los empresarios colombianos frente a las consecuencias que puede dejar un acuerdo comercial con Japón, país que pide, literalmente todo, a cambio de nada.
En opinión de los industriales, esta negociación es otra pata que le sale al gato por cuanto el campo y los empresarios siguen siendo los grandes sacrificados de la Apertura Económica y de los tratados de libre comercio, que desde la implementación del modelo económico, degastado por demás, ha cobrado la vida de cientos de miles de empresas, todas generadoras de riqueza y empleo.
En su llamado al Gobierno para que reconsidere el acuerdo, los empresarios dijeron que solo en 2020 fueron liquidadas más de 3.000 empresas del sector industrial, así como de servicios, una tendencia que seguirá con un libre comercio mal negociado y en unas condiciones desiguales en donde los ganadores serán los importadores colombianos y los empresarios de Japón que poco producto colombiano quieren ver en sus puertos.
Este país insular fundado el 11 de febrero del año 660 a.C, cuenta con 126´167.000 habitantes. Japón a fuerza de trabajo e innovación es la tercera economía más grande del planeta al tener en cuenta su PIB nominal, empero es la cuarta por paridad y poder adquisitivo después de China, Estados Unidos e India.
Los japoneses han dinamizado sus exportaciones y por eso abastecen mercados como Estados Unidos y China principalmente, a donde llevan equipo de transporte, automóviles, productos de hierro y acero, circuitos de integrado, pero igual partes para auto.
El país del pacífico es importador de bienes de capital, equipos industriales, combustibles, alimentos, química y productos básicos para abastecer sus imparables fábricas.
Un agro pequeño, pero poderoso y blindado
La agricultura nipona es pequeña por la condición insular y es por ello que la labranza representa en promedio el 1,2 por ciento del PIB. El país apenas siembra en un 11.5 por ciento de tierra apta para el cultivo, el cual hace eficiente por el mecanismo de huertas y sembrados en escalones. Independiente de contar con un sector primario pequeño, el gobierno lo tiene protegido y lleno de subsidios.
Un gran lío en Japón es que los agricultores alcanzaron una edad muy adulta y no es fácil adelantar el relevo generacional, algo que hace pensar que habrá problemas con el suministro de alimentos propios en la eventualidad que esa mano de obra no sea suplida.
En pesca, Japón es un paradigma, ocupa los primeros puestos en el mundo, pero algunas prácticas han sido rechazadas en la comunidad internacional y especialmente en los vigías del medio ambiente que han condenado la caza indiscriminada de ballenas.
La industria de este país del sudeste asiático es todo un ejemplo al ser el tercer productor mundial de automóviles en donde las grandes casas han marcado enormes diferencias con otros fabricantes. Japón igual produce herramientas, tecnología y sigue fortaleciéndose en la construcción naval.
Este pueblo lleva la delantera en tecnología e investigación, es por eso que en inteligencia artificial los nipones son los pioneros en robótica, un sector cada vez más importante que llega a todos los rincones del globo. Si bien encontraron fuerte competencia en tecnología con Estados Unidos y China, los japoneses siguen mandando en el mercado de videojuegos y en otras franjas especializadas de la digitalización comercial.
Con todas las dificultades que ofrece su territorio, Japón hace millonarias inversiones en infraestructura, las carreteras están pavimentadas, los trenes son veloces y de alta sofisticación. Hay desarrollo y tecnología en otros modos de transporte como el aéreo que suma 175 aeropuertos, siendo el más grande el Internacional de Haneda en Tokio.
En charla con Diariolaeconomia.com, el vicepresidente de la Asociación Colombiana de Fabricantes de Autopartes, Acolfa, Alberto Macías, advirtió que abrirle las puertas del comercio a Japón en las condiciones que exige su Estado, sería condenar lo que sobrevive del país empresarial a la quiebra y a las familias colombianas a pasar necesidades.
“El acuerdo con Japón es de lo más peligroso y desequilibrado que hay porque vamos a abrirle todo nuestro mercado a los japoneses en productos estratégicos tanto para ellos como para nosotros. Se ven desventajas en sectores sensibles como el agrícola, el lácteo, manufacturero e industrial. Colombia tal y como están las cosas, no ganará nada porque nos darán las flores, el café y la esmeralda, unos bienes que ya estaban abiertos y desgravados desde hace tiempo. Nos darán dos cupos mínimos en lácteos y en chocolatería, eso no es nada”, lamentó el señor Macías.
En el sector industrial, anotó el directivo, hay igual “cupitos para vehículos y productos que Colombia jamás exportará a esa nación. El asunto, expresó, resulta preocupante y risible.
Hace unos años los más conocedores apostaban por Japón porque era el mercado moderno de Asia, una oportunidad para el agro, para la industria y otros sectores productivos, pero el concepto cambió, hoy las propuestas no ayudan y si llegase a rubricarse el acuerdo sería una equivocación más en el afán por el libre comercio o por un comercio bilateral que no le ha representado las utilidades a Colombia de las que tanto se habló. Para Acolfa legitimar ese convenio equivale a la terrible práctica del harakiri.
Para Macías, Colombia no puede repetir los errores cometidos con Estados Unidos y con Europa. Por ejemplo, afirmó, los cárnicos son un tema sagrado en Japón lo que quiere decir que si había expectativas para exportar proteína animal bovina, la opción es casi nula, ello sin contar con los temas sanitarios y requisitos técnicos, un tema realmente complicado.
Aseveró que no se entiende el interés del Gobierno de firmar un acuerdo de comercio con Japón pues dadas las precarias condiciones y las desventajas visibles, cabe pensar sí hay un interés de país o un beneficio particular. Insistió que por encima del interés de un grupo de importadores, prima el devenir de Colombia, su economía, la nación y sus maltratados sectores productivos.
Recalcó que no tiene sentido sacrificar lo estratégico de un país que es su industria, el agro y el empleo, solo por el afán de unos pocos comerciantes. El asunto, insistió, es de soberanía y derecho, porque caso opuesto sería un contexto lamentable.
Acolfa le pidió al Congreso de la República tener ojo avizor con la alarmante negociación y que dando cumplimiento a la Ley 1868 que tiene que ver con los informes de los acuerdos comerciales, revise la conveniencia o no, de esos convenios.
Cifras concretas y no estadísticas mentirosas
El vicepresidente de Acolfa Alberto Macías, exigió que las cifras de dichos balances con el comercio multilateral o bilateral sean reales y no acomodadas para justificar que los TLC han sido beneficiosos, asunto que no ha sido así. Igual el gremio autopartista invocó la intervención de la Corte Constitucional porque hay de por medio temas legales y de alto impacto para Colombia ya que se habla de un detrimento económico y social de grandes proporciones.
“Hay temas constitucionales y de sentido común que no permiten validar un acuerdo comercial con Japón, pero básicamente aprobar la negociación implica empeñar el futuro del país porque si entregamos un mercado que afecta directamente a las industrias y a quienes hacen empresa, es negar que Colombia tiene un futuro, algo injusto y poco sensato”, declaró Macías.
Expuso que se ha querido vender el cuento de que el país no es capaz y poco competitivo sin que se aborden las culpas del Estado en un atraso vergonzante en infraestructura en donde las carreteras apenas empiezan a verse con las 4-G, pero sin inversión en vías secundarias o terciarias, un país sin ferrocarril que hace que la logística sea más costosa, menos eficiente por naturaleza, ello debido a que la industria está asentada en el centro del país.
El debate no pasa si se es o no competitivo, agregó Alberto Macías, el cuento es ser estratégico y allí la estrategia se centra en los beneficios y la calidad de vida para el pueblo colombiano, no para los demás.
La competitividad, aclaró el vicepresidente de Acolfa, no tiene que ser un señalamiento al productor primario porque durante generaciones esperó inversión en vías para la agricultura y el progreso, pero pasaron siglos sin temor a exagerar y las veredas siguieron con las trochas de la época prehispánica, la conectividad entre municipios se convirtió en un despeñadero que invita a todo menos a sacar producción, luego la culpa no fue ni del campesino ni de la vaca.
“El Estado debería ser el primero en desplegar aptitud como también competencia, tendría que mostrarse como un paradigma, porque entre burocracia y trámites se va la competitividad del país, sin alejarse de esa cruda realidad del desdén por mejores vías, por campos productivos, por ferrocarriles eficientes y puertos dinámicos, ha faltado mucha inversión y los presupuestos no cubrieron durante décadas las necesidades de la ruralidad, las bonanzas, salvo las zonas cafeteras, no apostaron por un desarrollo integrado del territorio”, puntualizó Macías.
¿Un acuerdo con alma ninja?
Firmarle un Acuerdo de Cooperación Económica a Japón, señaló, es entregar lo poco que queda en Colombia, eso que representado en industria y cultivos siguen dando empleo y pagando impuestos, activos que si se marchitan o se van a la bancarrota, desatarán una tragedia, no hay duda.
Macías, un reconocido vocero gremial, añadió que el acuerdo Samurái no deja nada bueno para la economía y sus industrias, tan solo la lápida y el hueco, losa de mármol importado con un epitafio escrito con letras niponas “Aquí reposa el empresariado colombiano”, una fosa que empezó a cavarse con los otros TLC pues basta ver qué pasó con textileros, confeccionistas, zapateros, laboratorios y agricultores.
Sobra decir que es urgente hablar con empresarios, analistas, trabajadores, gremios y la Superintendencia de Sociedades para determinar con cifras verdaderas, los efectos de los TLC. No sobra subrayar que Colombia vio cerrar desde el día uno de la Apertura Económica un número alarmante de factorías, asistió a la misa de réquiem del agro y continuó la tendencia de quiebra de la industria y el sector primario con unos acuerdos comerciales que hicieron parte de un modelo económico, según algunos expertos y versados en economía, mandado a recoger por su tremendo fracaso, pues cambió empleo y mercado por importaciones, un error que pasará una factura aún más onerosa.
Las exportaciones en opinión de Alberto Macías, no pueden quedarse en vender 100 toneladas de aguacate hass que valen un millón de dólares a cambio de 20.000 vehículos que suman 5.000 millones de dólares anuales, algo muy complicado.
Comentó que por esa razón México no ha firmado un TLC con Japón, porque no le caminan a ese esquema de cambiar aguacates por carros, entendiendo que los mexicanos son exportadores mundiales de aguacate, un vendedor muy fuerte de la fruta en el mundo.
Para tener idea del impacto de la Apertura y los acuerdos bilaterales de comercio en Colombia, es oportuno señalar que hace diez años la industria nacional abastecía el 25 por ciento de autopartes, hoy tan solo proporciona el nueve por ciento, lo que quiere decir que las importaciones desplazaron la producción local.
Los empresarios consideran que para los bienes que están en cero, no se necesita un acuerdo comercial. Hoy el país importa 6.000 millones de dólares y exporta tan solo 300 millones de dólares en algunos productos de industria.
Acuerdo con Japón, comercio con oriente sin un verdadero norte
Japón destapó sus cartas y en las categorías de la negociación se puede apreciar que el arancel cero de este país con el mundo alcanza las 457 líneas. En la oferta a Colombia los nipones piden desgravación inmediata en 281 partidas arancelarias, un 14,3 por ciento, desgravación entre cuatro y ocho años para 50 líneas o codificación numérica de los productos objeto de importación, desgravación entre 11 y 16 años a 309 partidas arancelarias, el equivalente al 15,7 por ciento, exige seis preferencias arancelarias, un 0,3 por ciento, 37 cuotas, el 1,9 por ciento y 823 exclusiones, ni más ni menos que el 41,9 por ciento.
La balanza comercial y la comparación en la dinámica de importación y venta de productos al mercado internacional revelan unas diferencias abismales. Entre 2013 y 2015 Japón le compró a Colombia productos por valor de 372´575.667 dólares, en ese mismo periodo la factura importadora de Japón llegó a 58.497´762.667 millones, la locura.
Una anotación importante hace referencia que en las 823 exclusiones de Japón, Colombia tiene 238 productos de interés exportador con un registro de exportaciones al mundo de 843 millones de dólares y de importaciones de Japón desde el mundo de 9.500 millones de dólares, un dato que muestra a las claras que Colombia no le ocasionará daño al país del Sol Naciente.
Con la apertura y los TLC, el país se enseñó a aplaudir migajas, a celebrar, no el hecho de ganar sino de perder menos, una mentalidad quebrantada, de pongo todo y gano nada. En los años del nuevo modelo el país no ha visto una, pues perdió hasta con las privatizaciones ya que de esas negociaciones no se vio un peso.
El tema con Japón tiene a los empresarios angustiados, aseguran que es un negocio unilateral porque los asiáticos ponen las condiciones y Colombia el mercado, un caos en las actuales circunstancias en las que se necesita de la demanda interna y de asegurar unas ventas voluminosas para recuperar el terreno perdido con la pandemia.
Firmar tendrá un solo nombre en japonés, 倒産 Tōsan, traducido después del acuerdo, a secas, “quiebra”.