Por Rene Sierra
Hay una gran diferencia entre tener petróleo y ser un país petrolero. En nuestro caso, la producción es cercana hoy a los 750 mil barriles diarios (Bpd) y las reservas probadas cercanas a los 1.8 millones de barriles (Mbls). En producción diaria esta cifra es 5.7% inferior a lo producido en el primer trimestre del 2020 (781,352 Bpd) y, en materia de reservas, inferiores en un 24 % al máximo de 2.445 Mbls estimado en el 2013. Valga repetirse que las reservas probables no estiman los barriles a recuperarse y las posibles son reservas no descubiertas que están en el imaginario. Es decir, no suman ni un solo peso ni adicionan barriles, tal y como lo expresaba el senador Hugo Serrano Gómez.
Esto quiere decir que, si bien tenemos un número importante de reservas, esto no nos hace un país petrolero con capacidad de feriar nuestro petróleo criollo.
Las cifras públicas de World Energy Trade indican que las reservas probadas de petróleo de Venezuela en el 2021 eran de 303,300 millones de barriles, una cifra nada despreciable. Esto hace del vecino país el nicho de mayores reservas probadas, superables solo por Arabia Saudita. Es de entender el odio personal que existe entre los presidentes Duque y Maduro, pero lo que no se puede entender es la pataleta pública hecha en política internacional.
Quizás pudo ser este un gesto espontaneo y bien intencionado del presidente Duque que no dio pie al debate interno. Sin embargo, es claro el riesgo que dicha oferta habría generado en el precio de nuestra canasta energética. Para entenderlo, solo basta con analizar el ingrediente de precio parida exportación que está establecido en la fórmula que usamos para calcular el precio interno de venta de nuestra gasolina y que es debatible, por cierto.
Sin embargo, lo sucedido si daría paso para cuestionar a quienes le hablan al oído al mandatario, pues esta inexplicable iniciativa se dio solo a horas de que el presidente Biden desestimara la oferta de suministro hecha por el premier de Alberta, principal provincia petrolera de Canadá, como alternativa para estabilizar el alza en los precios de los combustibles, producto de las sanciones a Moscú por la guerra en Ucrania. Alberta representa el 81.8% de la producción petrolera de Canadá, estimada en 5.2 millones de barriles diarios.
Es decir que el presidente Biden prefirió optar por mirar a Venezuela como proveedor estratégico antes que entrar a negociar con Canadá, su principal aliado comercial. Y la explicación es simple, si bien Canadá ofrece capacidad de suministro hoy, estas no son suficiente en el largo plazo. Las importaciones diarias de crudo ruso al mercado interno de los Estados Unidos sumaron en el 2021 cerca de 700 mil barriles diarios; es decir, casi el total de la producción que actualmente producimos en Colombia. De entenderse entonces el gesto de buena voluntad de nuestro mandatario, pero la realidad es que las circunstancias actuales de la geopolítica mundial hacen que el palo no este para cuchara.
Y hablando de energía, si bien es debatible la incertidumbre que ha generado la propuesta hecha por algún candidato de revisar los contratos exploratorios, debería igualmente debatirse la ausencia de estrategias reales en materia de energías limpias. Con euforia celebramos la presentación de un automóvil a base de hidrogeno en nuestras calles, como ejemplo de transición energética, sin detenernos a analizar cómo vamos a vender esta hoja de ruta, proyectada a generar resultados en 30 años, sin siquiera tener centros tecnológicos para su desarrollo. Claro está que esto será problema del nuevo mandatario y su gabinete.