Martes, 04 Junio 2024 11:32

No por mucho madrugar amanece más temprano

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Las buenas intenciones del gobierno de contribuir a la reducción de las emisiones de GEI para combatir el Cambio climático se ven neutralizadas por la contribución de otros países.

Según el Informe de la Agencia internacional de energía, con corte a diciembre de 2023, se estima que la producción de Colombia bajará ligeramente en 2024 frente a la del año anterior, situándose alrededor de los 770.000 barriles y acordes con sus proyecciones para el 2025 la producción será de 710.000 barriles/día, para el 2026 680.000, para el 2027 650.000 y para el 2028 de 620.000, para una caída del 20.5% con respecto al 2023. Como es obvio, la única manera de revertir esa tendencia es incorporándole barriles a las reservas. La ex ministra Irene Vélez lo apostó todo al mejoramiento del recobro, mediante técnicas que permitan producir más con menos, en defensa de “la política del Gobierno de mejorar las reservas vía eficiencia en la explotación a través del recobro”. Pero las cifras no le han dado la razón.

Ahora, en momentos en los que el número de taladros activos en el país (110), la cifra más baja desde 2021, está cayendo, según la Cámara de servicios petroleros (CAMPETROL), un 26.2%, migrando a otros países como Guyana o Brasil, atraído por la febril actividad petrolera en esos países, se intenta con la estrategia de que ECOPETROL entre a suplir la “inactividad” de las empresas adjudicatarias, contrarrestar la caída en la producción.

En mi concepto, ello puede llegar a amortiguar la caída en la producción pero no a su incremento significativo, de manera que mientras no se firmen nuevos contratos de exploración y producción, como lo están haciendo todos los demás países que cuentan con reservas probables o prospectivas, a Colombia, dadas sus precarias reservas , que solo le alcanzan para 7 años, la va seguir rondando el fantasma de la importación de hidrocarburos, así sea cierto que, como lo afirma el Ministro “ni más contratos garantizan más reservas, ni los mismos menos reservas”.

Lo cierto es que el éxito de la actividad exploratoria es aleatorio, pues se rige por la lógica binaria de cero o uno. Nadie se puede llegar a ganar el baloto si no le apuesta. De manera que mientras más contratos se firmen la probabilidad de un hallazgo es mucho mayor que si no se firman. El Gobierno, en lugar de dar tantas vueltas, debería reconsiderar su negativa a firmarlos. Todo por el bien del país, al fin y al cabo, el petróleo sigue siendo el primer renglón de exportación, la principal fuente generadora de divisas y de financiamiento tanto de la Nación como de las entidades territoriales.

Huelga decir que el petróleo que no produzca y exporte Colombia no lo dejarán de consumir en el resto del mundo, otros países lo producirán y exportarán en su lugar. De hecho, el año anterior, según cifras de la Agencia internacional de energía (AIE), el consumo de crudo en el mundo alcanzó un nuevo récord de 101 millones de barriles/día y según su más reciente reporte “se pronostica que el crecimiento de la demanda mundial de petróleo alcanzará un promedio de 1.2 millones de barriles/día”. Es más, contrariamente a las previsiones de la AIE el punto de inflexión y de aplanamiento de la curva de demanda de crudo se está corriendo más allá del 2030. Con razón afirma la columnista de Oilprice.com Tsvetana Paraskova que “una y otra vez el petróleo ha desafiado las expectativas con respecto a los picos. La lógica y la historia sugieren que lo seguirá haciendo”.

De manera que las buenas intenciones del gobierno de contribuir a la reducción de las emisiones de GEI para competir el Cambio climático se ven neutralizadas por la contribución a las mismas por parte de otros países. ¡Nos terminamos quedando con el pecado y sin la gracia! Colombia no debe asumir el papel de polizón climático, cruzándose de brazos sin asumir su propia responsabilidad e incumpliendo su compromiso de reducir sus emisiones en un 51% hacia el año 2030, aduciendo que su contribución a las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI) no superan el 0.5%, pero tampoco puede pretender asumir el papel de atlas climático con la falsa creencia de que vamos a salvar a la humanidad de los estragos del Cambio climático.

Sabiamente en la 26 Conferencia de las partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio climático (COP 26), que tuvo lugar en 2021 se ratificó el principio de responsabilidad común diferenciada (PRCD) que data desde la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro y la propia Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio climático (CMNUCC) que tuvieron lugar en 1992. Según este principio, “los países que han sido los responsables históricos del calentamiento global deben asumir los costos mayores de la mitigación, adaptación y reparación”.

Colombia, entonces, afana más que el dueño de la olla y está siendo más papista que el Papa, apresurándose a darle la espalda a los combustibles fósiles cuando en la más reciente COP 27, que se realizó en noviembre del año pasado se resolvió alejarse de ellos, pero no darle la espalda prematuramente, que es en lo que está empecinado el actual Gobierno, sin reparar en los costos en los que está incurriendo. ¡Bien dice el adagio que no por mucho madrugar amanece más temprano!

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