Colombia es el segundo país con el mayor número de plantas en el mundo, con un registro de 26.900 especies nativas (Bernal et al., 2019); de las cuales, las especies endémicas corresponden a un 24%, es decir, que más de 6.000 plantas solo se han encontrado en Colombia. Sin embargo, estudios recientes, encontraron que, de las especies de árboles endémicas, existen algunas poco conocidas y que están en peligro de extinción; por ello, asegurar su preservación es un compromiso ineludible.
“Una nueva iniciativa, promoviendo la participación comunitaria para la conservación de árboles amenazados en la cuenca del Río Claro en Antioquia, liderada por el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt y financiado por la Fundación Franklinia; permitió ubicar las poblaciones de ocho especies de árboles endémicos que están en peligro de extinción”, explicó Jorge Bedoya, investigador del Centro de Colecciones y Gestión de Especies del Instituto Humboldt.
Tres de estas especies se encuentran en un estado de alta vulnerabilidad, ya que de la Matisia serpicostata solo se ha encontrado un individuo adulto (un árbol), del Rhodostemonodaphne antioquensis solo dos adultos (dos árboles) y del Melicoccus antioquensis solo doce individuos (dos adultos y diez juveniles).
Ocho árboles bajo la lupa de la ciencia y la comunidad
Río Claro es una cuenca ubicada en el suroriente de Antioquia, entre los municipios de Puerto Triunfo, San Luis, San Francisco y Sonsón. Se trata de una región con características geográficas y geológicas que han propiciado la evolución de una flora diversa. Allí se destaca el ecosistema kárstico, poco común en el mundo, pero que Colombia tiene el privilegio de tener en su territorio; razón por la cual existen especies con distribución restringida y que se encuentran en categoría de amenaza.
Algunas de ellas hacen parte de las ocho especies identificadas por el investigador colombiano Álvaro Cogollo; las cuales han sido recientemente estudiadas por científicos del Instituto Humboldt (ver: los líderes detrás del proyecto):
Matisia serpicostata: presenta la mayor vulnerabilidad de las ocho especies estudiadas, ya que solo se ha encontrado un individuo adulto (se desconoce si existen plántulas) en la zona. Está en el listado de la UICN en categoría de Peligro Crítico (CR), debido a actividades antrópicas, como deforestación para ampliación de la frontera agrícola y pecuaria. Algunas personas lo han llamado “zapote de monte” y es un individuo de unos 12 metros de altura, con tallo marrón y hojas gruesas.
Caryodaphnopsis cogolloi: su raíz se extiende fácilmente, permitiendo el crecimiento de nuevas plántulas que se toman y trasladan a otras zonas donde crecen sin dificultad. Es un árbol de 30 m de alto y el fruto tiene forma de aguacate. Crece en suelos calcáreos y zonas rocosas. Se incluyó en la Lista Roja de la UICN como especie en Peligro Crítico (CR) a causa de la deforestación y la sobreexplotación de madera. Se le conoce como “Yumbé”.
Cybianthus cogolloi: es la especie más conocida por la comunidad. Es un árbol de hasta 12 m de alto y se incluyó en Lista Roja de la UICN como En Peligro (EN), debido a la reducción de su población por la ampliación de la frontera agropecuaria.
Duguetia colombiana: conocida como “guanabanito” o “piñito”, por su fruto que tiene forma de guanábana pequeña. Un árbol que crece adherido a la roca (zona cárstica) y puede alcanzar los 17 m de altura. Su presencia está disminuyendo debido a la ganadería, el aprovechamiento hidroeléctrico, explotación y exploración de hidrocarburos.
Melicoccus antioquensis: es otra de las especies más amenazadas, ya que solo se han identificado doce individuos (dos adultos y diez juveniles). Es conocido como “mamoncillo de monte”. Es un árbol de hasta 26 m de alto, categorizado en Peligro Crítico (CR) en la Lista Roja de la UICN, principalmente por deforestación para ampliación de frontera agrícola, pecuaria, para ganadería, cultivo de café y panela y construcción de infraestructura para minería.
Pseudoxandra sclerocarpa: especie de la que se han recolectado semillas y se ha iniciado su propagación, aunque su periodo de germinación y crecimiento es muy lento. Son árboles que pueden medir hasta 28 m de altura, su madera es amarilla y con hojas jóvenes. Categorizada como vulnerable (VU) en la Lista Roja de la UICN, debido a la ganadería, explotación forestal y actividades de minería legal e ilegal. Se le conoce como “garrapato” o “frísolo”.
Rhodostemonodaphne antioquensis: también muy escasa en la zona, solo se tienen dos individuos adultos identificados (se desconoce si puede haber plántulas). Es un árbol de 15 m de altura, con tallo de color marrón; se encuentra en el bosque húmedo tropical. Categorizada en Peligro Crítico (CR) según la Lista Roja de la UICN, debido a la extracción de rocas calizas y arcillas, la deforestación y la ganadería. Se le conoce como “chupo colorado” o “laurel”.
Simira hirsuta: tiene una de las mejores expectativas, con mayor número de individuos y plántulas en crecimiento. Son árboles de hasta 25 m de alto con tallos hirsutos y hojas ligeramente oblanceoladas. Categorizada como En Peligro (EN) en la Lista Roja de la UICN, debido a que su hábitat está siendo afectado por la explotación de roca caliza y arcilla.
¿Cómo evitar su desaparición?
La conservación de la biodiversidad es imperativa si se quiere garantizar el bienestar de las comunidades humanas, dados los servicios ecosistémicos que recibimos de la naturaleza. Es bien conocida la crisis actual de extinción de especies y pérdida de biodiversidad, por tanto, se deben seguir ejecutando esfuerzos de conservación.
No preservar las especies significa la afectación de la cadena trófica (o cadena alimentaria), ya que las especies están conectadas. Cuando desaparece una especie vegetal o animal, las interacciones se ven afectadas y pueden poner otras especies en peligro. Por tanto, en ecosistemas como los kársticos, que no son usuales, existe un endemismo que se debe preservar.
En este sentido, para lograr la preservación de las ocho especies de plantas de la cuenca de Río Claro se han establecido diferentes estrategias como la propagación por semillas. Según explica Jorge Bedoya, del Instituto Humboldt, “al ser especies muy “raras” o únicas, no ha sido fácil obtener semillas para su propagación. Hasta el momento, mediante semillas, hemos logrado obtener dos especies y vía vegetativa propagar otras dos”.
En el caso de la especie más vulnerable, de la cual solo se tiene un individuo, la Matisia serpicostata, se pretende realizar ensayos de propagación vegetativa con acodos aéreos, esto es, raspar parte de la rama del árbol, allí aplicar hormonas y generar un medio de cultivo con tierra y musgo, para luego -si se da crecimiento de rama nueva-, cortar y luego sembrar. En otros casos, también se están extrayendo y relocalizando plántulas que crecen alrededor de árboles adultos, que son llevadas a viveros para adaptarlas y luego ser trasladarlas a terreno.
En este trabajo, la comunidad ha sido fundamental, porque las personas están a cargo del monitoreo, de recolectar semillas e incluir información en las bases de datos. A partir de su trabajo, los ejercicios de propagación de estas ocho especies han sido posibles.
Es así como se han firmado actas de compromiso para la conservación. La comunidad ha decidido, de manera autónoma, establecer 178 hectáreas de bosque para conservación en la zona del Río Claro. Y, además, el turismo científico se ha convertido en un aliado, porque estas áreas se han vuelto en sitios de interés.
Los líderes detrás del proyecto
Este trabajo parte de la investigación previa del profesor Álvaro Cogollo, investigador colombiano experto en especies únicas; quien, desde hace más de 40 años, viene estudiando los árboles de la Cuenca de Río Claro, logrando identificar especies de plantas que hoy cuentan con algún grado de amenaza.
“Él es quien invita al Instituto Humboldt para que analice dichas especies y proponga un plan de manejo. Luego, gracias a otros aliados, como la Fundación Grupo Argos y la Fundación Natura, que llevan años de trabajo en la región; se logra gestionar el interés de la Fundación Franklinia”, explicó el investigador del Humboldt.
La Fundación, una organización suiza que trabaja en la preservación y protección de árboles en el mundo, especialmente los amenazados o endémicos; estableció la alianza con el Instituto Humboldt y es actualmente el financiador del proyecto, el cual se viene gestando desde finales del 2021.