La molinería en Colombia tiene su historia y es tan vieja como las piedras que usaron los indígenas para romper semillas o pulverizar algunos cereales como el maíz, alimento autóctono y con cédula indígena.
La panadería y el trigo llegan prácticamente en 1538 con la conquista y es allí en donde viene todo un intercambio culinario en vista que los aborígenes tenían como base de su dieta el maíz y muy pronto tras la llegada de los hombres de coraza, montados en un animal de cuatro patas, conocieron el bendecido trigo.
Los nobles españoles que extrañaban su pan fresco de gran olor y de aspecto tostado y crocante enviaron por semillas de trigo a la tierra madre y luego de recibirlas las sembraron en diversas regiones del país y de América. De manera acelerada prosperó el nuevo cultivo del cual salió la harina para la industria panificadora y hasta para el clero que contaba en el nuevo mundo con la base para fabricar las hostias.
Ya en 1567 la industria crecía y los molinos de Ubaté abastecían con trigo y harina a los mineros de Muzo. En los tiempos de la Colonia el altiplano cundiboyacense fue el epicentro de los cultivos de trigo motivo por el cual estas siembras fueron propiedad de unos pocos que manejaron el mercado a su acomodo.
Colombia conoció el trigo y con él ha pasado mucha agua por debajo del puente, el trigo presenció guerras, diferendos, acuerdos y patriotismo. Ese grano de oro se consolidó como una base clave en la alimentación y por tal razón fueron naciendo empresas y molinos en todo el país.
Saliendo de las remembranzas del siglo XVI y entrando en la realidad del siglo 21, Colombia importa 1.5 millones de toneladas de trigo aproximadamente y de esa cantidad ingresan entre 70.000 y 80.000 toneladas de granos forrajeros para la producción de alimentos balanceados, el resto es para productos derivados del trigo.
El director de la Cámara Fedemol de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia, ANDI, Jaime Jiménez, dijo en Diariolaeconomia.com que la cadena del trigo en su totalidad, es decir, desde la espiga, las harinas, los panes, las galletas y las pastas cuentan con una rebaja en los aranceles del 100 por ciento, puntualmente con los países con los que se tiene TLC, es decir con Estados Unidos, Canadá, Unión Europea y Mercosur, mercados que hoy están en cero arancel.
El vocero industrial explicó que actualmente la tonelada de trigo está en 230 dólares FOB comprada en el Golfo de México, pero aclaró que su precio cambia de acuerdo a las variedades. Según Fedemol, en moneda nacional esa tonelada puede costar 531.296 pesos y puede ser un grano tipo hower rinther dos que es el más común de los que se importan.
Indicó que el resto del precio lo fija la tasa de cambio y los fletes los cuales están en 14 dólares la tonelada transportada desde el Golfo de México hasta los puertos colombianos. Lo ambiguo ocurre en Colombia en donde las falencias en infraestructura disparan costos y demoran el cereal. Se puede decir que una tonelada de trigo cuesta 250 dólares puesta en Buenaventura, pero el drama está en la internación porque el flete de Buenaventura a Bogotá está en 30 dólares aproximadamente, más del doble del flete internacional.
En opinión del director de Fedemol, el trigo y la harina de trigo son supremamente sensibles a la tasa de cambio y al precio internacional más en un mundo abierto en asuntos de comercio.
“Lo que ha hecho la cadena completa del trigo para enfrentar la devaluación es mantener una reducción progresiva de los márgenes y morigerar así las alzas y no aplicar un traslado inmediato al consumidor como lo han anunciado otros sectores. El precio en este grano lo fija la dinámica del mercado el cual es de muy lento crecimiento con una muy baja elasticidad en el factor precio de la demanda que es como lo denominan los economistas, pero reacciona muy poco y la posibilidad de hacer los traslados inmediatos es mucho más lenta”, el señor Jiménez.
Harina para todo
La harina de trigo básicamente es de vital jerarquía en la panadería y su importancia es incuestionable, es un producto insustituible en la panadería, sin embargo, haciendo las cuentas, la harina de trigo en el costo total de la panadería no supera el 20 por ciento.
Fedemol precisó que ahí entran factores como mano de obra, combustibles y arriendos que son cuentas que por lo general el panificador no hace y es cuando se pondera con creces la importancia de la harina de trigo. “Obviamente este producto es imprescindible”.
Molinos, una empresa de ayer y hoy
En Colombia hay registradas 28 empresas molineras de las cuales un número importante tiene instalaciones en varias zonas por lo cual la cifra llega a 40 molinos funcionando en el territorio nacional.
El país llegó a tener 150 empresas molineras, pero con la apertura económica el mercado empezó a cambiar y hoy de manera estratégica los molinos se ubican en los puertos o en zonas con grandes concentraciones de mercado.
Los hay en Bogotá, Barranquilla, Valle del Cauca, en cercanías a Buenaventura y algunos en Bucaramanga relativamente pequeños.
La molinería genera un empleo bajo porque el verdadero empleo lo ofrece la comercialización y la transformación del trigo en pan y en otros productos de mesa.
En Colombia el trigo genera 150.000 empleos en promedio sin tener en cuenta los empleos que ofrecen las cafeterías y los restaurantes que también dependen de la harina.
La apertura molió a muchos
Varios molinos forjaron la historia en Colombia e hicieron de manera justa parte de la historia económica del país y por qué no de una nostalgia que embarga a cualquiera cuando recuerda los paquetes que las medres o las abuelas abrían para amasar, tostar o para preparar muchas comidas hoy muy recordadas y anheladas.
Molinos la Monja o La Monjita era una reconocida empresa que tenía su operación en Bogotá, pero la factoría fue adquirida por alguien en Santander y el producto y la marca se venden ahora en ese departamento, su nuevo dueño es Precocidos del Oriente.
Muchos molinos pequeños que operaban en cercanías de Bogotá fueron desapareciendo lentamente porque la molienda entró en el concepto de economía de escala que pese a tener un margen muy pequeño, demanda musculatura financiera, solidez, muy buena logística y un funcionamiento rápido.
“Las empresas pequeñas en la agroindustria tienen dificultades especialmente en estos productos de consumo masivo”, afirmó Jiménez.
Molinos Ricaurte que fue una próspera empresa cerró su fábrica y como él muchos decidieron poner el candado y casi que remembrar el tema “Las Acacias” porque los cerraron para siempre. Ese es el caso de Molinos Don Pepe, El Viejo Molino, San Luis y muchos que no aguantaron las condiciones de mercado.
La salida para estas factorías eran las alianzas, las sinergias y las inversiones en tecnología y productividad, pero no hubo capital para esas mejoras y tristemente se fueron.
“Eso pasa en todo, se ve en el arroz, en el aceite, la leche y en casi todos los renglones de la agroindustria y es por demás una tendencia mundial muy elemental porque la unión hace la fuerza”, comentó el director de Fedemol.
Los molinos viejos que ya no operan suelen producir nostalgia y recuerdos en sepia pero lastimosamente allí llegaron por la organización que demandan los tiempos modernos y el esquema gerencial y empresarial que debe ser de punta y muy a la vanguardia.
La apertura económica partió en dos la historia de la molinería porque antes de la desgravación arancelaria en 1991 se necesitaba mucha más gente para esas empresas toda vez que no había mayor tecnología. Hubo cambios fundamentales en la parte administrativa y para poder sobrevivir, las empresas debieron fusionarse, buscar eficiencia y crecer con mayor productividad en la misma mano de obra y en la innovación. Los empresarios que le sobreviven a la apertura aprendieron también cuidar y multiplicar sus capitales lo cual se hizo sobre pilares de rotación.
Unas cuitas doradas como el trigo
El trigo tiene una virtud o una particularidad y es esa parte nostálgica del calor de hogar y las cuitas de las familias que se reunían alrededor del horno con la fragancia cálida de los amasijos o del pan que alimentaba hombres, mujeres y niños.
El director de la Cámara Fedemol de la ANDI, Jaime Jiménez, dijo que hay gran expectativa en el sector, el cual espera que la industria siga creciendo y les brinde y les garantice abastecimiento a los consumidores con productos inocuos, de buena calidad, al alcance de todos y con un significativo crecimiento del mercado.
Especificó que el trigo no se siembra a gran escala en Colombia por razones de tipo técnico, ambiental y de tierras. La puerta, según el experto, no está cerrada del todo para este producto porque hay producciones internas dentro de unos niveles razonables.
Las siembras de trigo en Colombia están en tierras de minifundio y con predios de ladera que no permiten contar con tecnología muy desarrollada. En la Sabana de Bogotá y en Boyacá que era en donde se sembraba trigo ha habido un cambio en el uso del suelo que es muy complejo reversar, pero aún hay cultivos en Nariño que abastecen la región con un grano relativamente suave que es recibido por la industria en la medida en que el agricultor se lo entregue.
La arepa liuda
Sigue y seguirá existiendo el trigo casero para la arepa del desayuno, para el cuchuco, para las sopas, el pan, las galletas, la pasta, las acolchonadas arepuleas freídas de la abuela y otros usos culinarios.
En los registros de Fedemol, Colombia pone en el mercado del trigo entre 50.000 y 60.000 toneladas lo cual no es muy representativo.
Sobre el libre comercio, Jiménez indicó que la lectura es diferente desde la molinería porque esta difiere con las tesis de otros sectores agropecuarios. En su opinión, la situación se da simplemente porque el trigo siempre ha tenido un elevado porcentaje de importación y porque es un producto que ambientalmente exige demasiadas horas de sol y por eso las siembras se desarrollan con mayor facilidad en las zonas templadas de la tierra que en el trópico.
“El país pensaba que en el momento en que el trigo se liberara vendría una invasión significativa y un crecimiento muy grande de las importaciones y que esas internaciones afectarían otros cultivos como el arroz, la papa, la yuca, el maíz y otros alimentos, pero lo que ocurrió al entrar el modelo de comercio es que el mercado por sí solo logró un nivel, creció y ha venido creciendo al mismo ritmo que venía antes del acuerdo”, apuntó.
En su análisis, no hubo tal hecatombe con la liberalización de las importaciones, puntualmente las de trigo y anotó que finalmente quedó demostrado que el país tiene arraigadas costumbres y razones culturales que hacen que otros cultivos tengan oferta y demanda de productos similares o sustitos que se mantienen.
Otra de las lecturas de la industria molinera es que el sector del trigo tiene como particularidad que tiene un equilibrio precario entre oferta y demanda como pasa con otros sectores. Este, confirma la Cámara, es un producto para los pobres de todo el mundo y se caracteriza por ser muy rústico es decir que aguanta estrés hídrico, suelos con pobreza de nutrientes y climas extremos.
Al tocar temas coyunturales como el clima y el efecto invernadero, Fedemol dice que en principio por el fenómeno de El Niño no hay una amenaza inmediata de desabastecimiento o de daño en las cosechas.
“Cualquier modificación climática en Rusia, en Estados Unidos, Canadá, en Australia o en Argentina puede significar precios altos, pero la oferta está muy a la par con la demanda lo cual hace que no haya grandes inventarios ni escasez del cereal”, expuso.
Colombia importa trigo 100 por ciento de los países americanos y se observa que Canadá ha venido ganando participación en el mercado pues no en vano ese país septentrional pone el 65 por ciento del trigo el cual es limpio, de buena calidad y de excelente rendimiento. El otro país que vende es Estados Unidos con un 30 por ciento y Argentina que entra y sale del mercado con participaciones relativamente pequeñas, pero ahora, a criterio de Jiménez, esas son importaciones del Mercosur en donde ha habido un desplazamiento de la oferta a los países miembros de ese bloque económico, básicamente hacia Uruguay y Paraguay.
Un sector dinámico
Según la ANDI, en 2014, la industria molinera de trigo se ubicó como la octava más grande en ventas entre los sectores dedicados a la producción de alimentos, y como la sexta en términos de patrimonio.
Pero la importancia del sector no se reduce exclusivamente al volumen de ventas. Al ser un potencial importador se afianza como un importante generador de carga y transformador de materia prima.
A la cadena del trigo y derivados, ingresan otros subsectores como el sector de panadería, repostería, galletería, y de pastas alimenticias.
La ANDI sostiene que el consumo del país en trigo supera las 1,3 millones de toneladas que se traduce en un consumo por habitante al año de 30 kilos de productos panificables, 2,5 kilos de galletas y 2,9 kilos de pasta; alimentos que representan el 1,7% del total del gasto de un colombiano de ingresos promedio y el 2,4% de uno de ingresos bajos.
Cabe precisar que estos alimentos, parte de la dieta básica y fuente de energía para los colombianos, son producidos con harina de trigo fortificada para suplir la deficiencia de algunos micronutrientes en la población colombiana.
Esta es la situación del trigo y de la industria molinera en Colombia que como bien lo pudimos ver ha estado en todos los momentos de la vida.
El trigo es un producto de la familia de las gramíneas que tuvo sus orígenes en Anatolia más conocida cómo Asia Menor en tiempos antiguos de Roma y Grecia, hoy esa península corresponde a la parte asiática de Turquía.
Muy alta productividad tuvo este alimento en Oriente Próximo en donde las cosechas alimentaban grupos de familias nómadas y sedentarias en tiempos milenarios.
Los primeros molinos fueron muy rústicos, a tal punto que se cree que hace unos 8.000 o 10.000 años la molienda se hiciera con morteros o con piedras usando el sistema de golpe y frotación.
En su evolución el hombre usa animales para darle vida a los molinos de tracción, pero los romanos impusieron el molino hidráulico el cual resultó muy eficiente, luego llegó el molino de viento y actualmente los hay con grandes motores que operan a base de combustible o electricidad.
Es sin duda el trigo sinónimo de abundancia, de buen alimento y de parabienes pues no en vano Jesús lo bendijo en la última cena y el Padre Nuestro lo evoca como el regalo de todos los días. Si bien en Colombia se fueron las siembras hoy el mundo abastece las mesas colombianas y de manera aislada algunos campesinos se resisten a abandonar un cultivo que alimentó sus familias y que hizo muy buen relevo con el sagrado maíz.
Según registros tomados del periodismo de 1791 y el de 1832 el inquieto y emprendedor, Pedro Briceño, creó el primer molino para producir harina de trigo en el nuevo mundo.
El trigo y sus derivados han dejado huella en todos y en cada uno de los capítulos de la historia, en la Guerra de los Mil Días por allá en 1899 doña, Paulina Briceño, funda una pastelería muy famosa que pronto conoció la expansión. Con la llegada del siglo 20 se incorporan nuevas reglas del juego para la industria y aumentan las importaciones de trigo que ingresan con altos impuestos. De todas maneras ese escenario no fue obstáculo para que creciera el número de molinos y por consiguiente de panaderías en ciudades de gran dinámica comercial como Bogotá y Barranquilla.
De todas maneras fue este grano un buen regalo para América y para la Colombia de la conquista y la Colonia así como para Bogotá y el centro del país porque aún se siente el aroma especial, cálido y dulce del pan amasado por doña Elvira Gutiérrez, la primera persona que se atrevió a mojar harina, darle sabor y hornear pan en las tierras descubiertas por Cristobal Colón, las del nuevo reino en donde el verdadero rey fue y será el generoso trigo.