Sábado, 09 Enero 2016 09:49

La paz solo llega con inversión e inclusión social en el campo: Asonapfrijol

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Actualmente hay familias enteras de campesinos que llegan de trabajar para aguantar hambre o para comer arroz, pasta y papa.

El programa del gobierno, “Colombia Siembra” tiene a muchos suspirando porque demasiados le creen a la reactivación del campo y al retorno de la economía rural que fue la que le dio una base ecuánime y justa a Colombia.

Hay propuestas y apuestas de muchas partes en donde le dicen al ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, Aurelio Iragorri Valencia, que su iniciativa es viable, que es muy oportuna y necesaria por el bien de un país que ha tenido verdaderas fábricas de alimentos en sus predios así como de agua en sus maltratadas cordilleras, pero que se fueron a pique por pensar más en los productores extranjeros.

Antes de darle inicio a esta nota algunos labriegos decían que el punto final del petróleo se puede ver como una bendición porque solo así el gobierno le pondría atención a las zonas rurales las cuales necesitan mucha ayuda para reconstruir una producción que puede llegar a tener inclusive una importante oferta exportable con generación de empleo y empuje fiscal.

Un ejemplo de trabajo, constancia, empuje y fe lo dan muchos campesinos colombianos que aún con las importaciones encima le siguen apostando a sus fértiles tierras, que le sacan provecho a sus tierras las cuales siembran con amor y con la convicción que la soberanía empieza por la agricultura, la seguridad alimentaria y la explotación de los recursos que brinda la hermosa naturaleza, de por sí muy generosa con Colombia.

El presidente de la Asociación Nacional de Pequeños Productores de Frijol, Asonapfrijol, Bonisalvo Susa, le dijo a Diariolaeconomia.com que el campesino tiene confianza en el gobierno y en los voceros de las FARC por la consolidación de una paz sólida y duradera que le hará mucho bien a los productores toda vez que muchos dejarán los fusiles para retomar los azadones, los tractores, las semillas y volver al terruño a sembrar vida, progreso y tranquilidad.

Actualmente la cadena del frijol cuenta con 46 asociaciones organizadas en nueve departamentos productores del alimento. A la fecha el gremio tiene 11.400 productores afiliados a la cadena de frijol con 14 asociaciones que son las más fortalecidas de Colombia.

La afiliación cuesta entre 100.000 y 200.000 pesos, pero hay algunas asociaciones que por su tamaño y experiencia pagan entre 500.000 y 600.000 pesos como es el caso de Cabrera o las de Bolívar, Putumayo y Santander que ven retribuida su afiliación con servicios y el fortalecimiento de sus actividades.

Susa aclaró que en el renglón del frijol los mismos productores son los dueños de las asociaciones, es decir que hay decisiones que se toman, pero con el visto bueno de la Asamblea General de Asociados. En este cultivo participan madres cabeza de hogar, jóvenes rurales y desplazados que hacen parte del tema agrario del país.

El dirigente gremial y campesino explicó que si bien la siembra de frijol es la cabeza visible de la agremiación, hay también cabida para otros productos como frutales, hortalizas y verduras así como productos de la cadena pecuaria, como lácteos y demás.

La situación da para pensar en el campo

En opinión del señor, Bonisalvo Susa, presidente de Asonapfrijol, hay varios escenarios para tener en cuenta y uno de ellos pasa por lo económico en donde la devaluación ha llevado enormes beneficios toda vez que por una carga de frijol se pagan entre 800.000 y 900.000 pesos como consecuencia de que no hay importaciones. En ese orden de ideas hay entusiasmo por volver a la agricultura porque hay rentabilidad con la llamada sustitución de importaciones que les deja utilidades a los productores y a los pequeños campesinos que pueden mejorar su calidad de vida.

De todas maneras y en medio del buen momento, hay preocupación porque el país adolece de verdaderos distritos de riego que les suministre recurso hídrico a las plantaciones en tiempos de complejidad climática.

Otro punto básico para los productores es la negociación de paz con la guerrilla la cual aseguran se va a dar porque hay muchos puntos de encuentro entre el ejecutivo y los alzados en armas.

“Eso nos va a ayudar mucho a los campesinos que seguimos sembrando y más a los que cultivamos frijol porque este producto está ubicado en las zonas más críticas del país y en las regiones más pobres en donde los campesinos trabajan muy duro y por muy poca plata”, precisó el presidente de Asonapfrijol.

Uno de los grandes problemas en el cultivo de frijol es que su riego no se hace por aspersión sino por goteo y las regiones productoras lamentablemente no tienen distritos de riego lo cual se afianza como un reto a solventar a mediano plazo porque Asonapfrijol ya tiene listo un proyecto para presentarle al gobierno del cual espera todo el respaldo porque se trata de distritos de riego muy viables para beneficiar por región a 20.000 y 30.000 productores en promedio.

Especificó que para la sola zona del Sumapaz puede haber un beneficio en riego para unos 20.000 productores de frijol y de otras cadenas productivas.

Una agricultura rentable y sostenible

Dentro de los proyectos de estos tozudos productores está la puesta en marcha con el aval del gobierno de un centro de acopio el cual es un proyecto que cuesta 56.000 millones de pesos que trae implícita una planta de transformación de productos agropecuarios de los pequeños productores del campo colombiano con miras abastecer el mercado nacional de manera competitiva y el mismo mercado internacional que ya está en vigor.

“Estamos convencidos que los tratados de libre comercio no son malos lo que pasa es que los pequeños productores no contamos con las herramientas ni con la tecnología para poder hacer una transformación con verdadero valor agregado y si logramos consolidar este centro de acopio que tendría el respaldo de la gobernación de Cundinamarca, del gobierno a través del ministerio de Agricultura y de la comunidad internacional por medio de una ONG con seguridad que seremos más viables ambientalmente y financieramente, lo que nos daría todo el soporte de sostenibilidad”, comentó el señor Susa.

El compromiso no es mínimo porque de los 11.400 productores se comprometieron a comprar cuatro enlatados de productos colombianos semanalmente, es decir se estarían comercializando más de 50.000 enlatados lo que le daría musculatura financiera al proyecto y así sostener la planta que tendría impacto social en vista que generaría 300 empleos directos en mano de obra calificada y 1.7 millones de empleos a nivel rural con la sola cadena frijolera.

Este proyecto ya fue presentado a instancias del gobierno tanto nacional como departamental así como a los empresarios y está a la espera de un espaldarazo porque tiene todos los elementos de factibilidad y porque resulta muy conveniente para Colombia en vista que busca sinergias propositivas que impulsen el crecimiento económico y el desarrollo.

Los productores de frijol agrupados en Asonapfrijol manifestaron todo su deseo de participar en el posconflicto porque conocen el problema por ser el frijol un producto que se siembra en zonas de conflicto y en donde algunos miembros de las FARC son propietarios de algunos terrenos que podrían pasar a manos de los subversivos arrancados de la ruralidad y que pueden ser muy útiles con proyectos productivos amparados por el gobierno.

Con esta iniciativa, fácilmente se podrían recuperar unas 5.000 hectáreas que pasarían de la guerrilla a subsanar los males de los campesinos que terminaron en la guerrilla o afectados por esta. “Nosotros podríamos ayudar a trasladar conocimientos de siembra y manejo de cultivo, es un tema difícil, pero creemos en la paz y estamos seguros que lo vamos a lograr”.

El vocero de los productores de frijol indicó que tristemente los grandes perdedores con el conflicto armado son los campesinos porque son quienes ponen sus hijos para la guerra bien sea para los grupos al margen de la ley o para el mismo Ejército. El campesino, expuso, pone los muertos, le dejan viudas, huérfanos y miseria, sin contar con la proscripción, de tal manera que deben ser reparados de alguna manera.
Asonapfrijol considera que tiene que estar en la mesa técnica con el gobierno porque conoce muy bien el problema del conflicto y tiene las salidas económicas y sociales para sumar en un propósito que clama todo un país.

“Si no hay inversión social en el campo olvidémonos de la paz, nosotros conocemos este proceso, pero hay muchas personas que tienen razón cuando argumentan que si no hay ayuda e inclusión para los guerrilleros rasos que no están en la mesa de negociación, no habrá una verdadera solución porque ya muchos se preguntan qué será de ellos cuando los comandantes firmen la paz. La idea es crear condiciones para ese tipo de combatiente para que retome su función agrícola y no se vuelva presa fácil de otros grupos delincuenciales”, sostuvo.

El Niño, “Hay Dios mío”

Según Bonisalvo Susa, el fenómeno climático de El Niño tiene a muchos padeciendo y a punto de quebrarse porque cada vez es menor el recurso hídrico. Aún, dijo, no hay una medida cierta que revele la dimensión de los daños porque en plena temporada de elecciones el lío pasó por debajo de la cerca y en opinión de Susa porque muchos alcaldes se desconectaron irresponsablemente del tema por estar de salida.

En la Zona del Sumapaz se perdió a hoy el 50 por ciento de la cosecha de frijol, en el Tolima la pérdida es del 60 por ciento y en Chitagá y en la región de Chucarima en Norte de Santander las pedidas también pasan del 60 por ciento.

Para el caso de Chucarima la situación es bien complicada porque de Cúcuta a esta población hay una distancia que se recorre en nueve horas, camino que termina en una pobreza extrema, sitio en el cual el campesinado aún cocina en fogones de hornilla, en donde las casas siguen siendo de piedra y en donde la miseria está a un paso de los hogares que nada conocen de dignidad. En ese sitio la cosecha se perdió en 60 por ciento y desde luego esa situación genera inconvenientes sociales más agudos.

Caso opuesto es de las cosechas de zonas como Sanjuanito en el Meta, la de Gutiérrez en Cundinamarca, el Guavio y otras en dónde ha llovido y las recolecciones se hicieron sin problema. En medio de todo, el país tiene una crisis superior al 60 por ciento por el clima, pero la adversidad por El Niño la compensa el precio en vista que la carga de frijol está entre 900.000 y un millón de pesos.

Siguiendo con el asunto climático, el presidente de Asonapfrijol dijo que la única manera de enfrentar el cambio climático y el calentamiento global es trazando desde ya políticas de agua en donde los distritos de riego ocupen puestos de privilegio porque de lo contrario no habrá comida para alimentar las grandes ciudades, fenómeno que ya se ha visto porque la sequía está acabando con muchos cultivos como frutales, tubérculos, leguminosas, las hortalizas y hasta el maíz que es un producto de reconocida resistencia.

Las cifras hasta diciembre de 2015 dicen que en Colombia hay 76.500 productores de frijol los cuales siembran 134.000 hectáreas con esta planta trepadora que dejan una producción de 280.000 toneladas de frijol al año. Hay que indicar que el consumo interno de Colombia es de 340.000 toneladas anuales es decir que hay un déficit de 60.000 toneladas que son las que puede producir la agricultura del posconflicto en 20.000 hectáreas con lo cual quedaría nivelada la demanda interna.

“Tenemos como ayudar al campesino y al desmovilizado porque hemos ganado en experiencia, sabemos lo que hacemos y tenemos nuestro norte definido, por eso estoy seguro que en dos años seremos la mejor cadena productiva de Colombia, no tengo dudas”, expresó Bonisalvo Susa.

Una ayuda del gobierno es la de promover unos precios coherentes en los insumos que generalmente son elevados y prácticamente imposibles para un productor que pierde en competitividad. El gran apoyo para el millón de hectáreas de “Colombia Siembra” sería por el lado de los fertilizantes y otros elementos básicos para cultivar y recolectar.

S.O.S ambiental

Los productores de frijol consideraron de vital importancia trabajar con el gobierno y con todas las autoridades ambientales porque la agricultura, la ganadería y otras actividades del campo están acabando con los árboles, evento para nada desestimable porque se trata del balance del ecosistema.

La sola cadena de frijol reconoce que tala anualmente 500.000 árboles problema que a la fecha el gobierno desconoce y que debe abordar con los productores para lanzar una reforestación perentoria.

“Necesitamos un plan B para darle al campesino elementos de cosecha reciclables y salvar así la naturaleza. Los productores no tienen otro remedio que tumbar el árbol para sacar 20 o 40 bases que sostienen el sistema de tutorado para poder elevar productos como el frijol, la arveja, las flores, tomate, habichuela, pimentón, pepino cohombro y la mora por citar algunos productos que le pasan una factura al bosque muy elevada y con ella al medio ambiente y al oxígeno, ese problema lo tenemos que arreglar de la mano del gobierno. Ya los productores de frijol se comprometieron a recuperar una buena extensión de bosque, pero necesitan el respaldo estatal para volver a contar con 40.000 hectáreas de bosque”, dijo Susa.

La intermediación, un cáncer

Un mal al parecer de nunca acabar es la intermediación que es la que se queda con el negocio sin importarle el sudor o la tragedia financiera del productor. En ese frente los productores de frijol proponen que el gobierno retome la absorción de cosechas y le de vida a un canal directo de comercialización entre el campesino y las cadenas que compran alimentos.

Lo ideal, anota Susa, es volver a esquemas como el del Instituto de Mercadeo Agropecuario, IDEMA, pero totalmente vertical y fuera del alcance de los corruptos.

“La cadena de intermediación es un mal muy grande que tenemos que morigerar porque por citar un ejemplo en la zona del Sumapaz que es un núcleo de producción de frijol que normalmente saca 12.000 toneladas del alimento al año porque hoy por El Niño salen tan solo 5.000 toneladas, los intermediarios se ganaron 5.200 millones de pesos, mientras que el campesino obtuvo pérdidas y deudas”, denunció el dirigente agrario.

Para colmo de males el frijol que comercializaron los intermediarios fue fiado porque los comerciantes fueron y llevaron algo de dinero, pero quedaron debiendo sobre el argumento que el producto estaba muy barato, casi que sustentan que lo que hicieron fue un favor.

En el campo hay hambre

El presidente de Asonapfrijol, Bonisalvo Susa, aseguró que pese a que hay tierra cultivada en los campos colombianos, lo único real es que hay hambre y desnutrición en la población campesina.

El pequeño productor que es un campesino común y corriente tan solo come carne el fin de semana, puntualmente los viernes, sábados y domingos cuando es día de mercado porque lo que gana no le alcanza para llevar proteína para toda la semana.

El complemento es huevo y eso porque las gallinas de la finca suministran este alimento. Generalmente la dieta semanal del campesino la componen arroz y pasta o pasta, arroz y papa. La precarización del campesino es cada vez más grande, sin embargo hay una salida y una oportunidad de oro para recuperar esta economía postrada y venida a menos justo cuando más se necesitan los alimentos. La pobreza la inequidad social es el común denominador de los labriegos en Colombia. “¿Dígame cuando ve usted a un campesino con la señora y los niños en Cartagena?”

La situación pudo ser peor en tiempos pasados y para no ir tan lejos el año 2014 fue de poca grata recordación porque las importaciones conllevaron a unas pérdidas que llegaron a 50.000 millones de pesos cuando el frijol se vendía a tan solo 200.000 pesos por carga. Ese fue el favor de los grandes comerciantes de las centrales de abastos que internaron 70.000 toneladas, inundando el mercado de frijol, tumbando el precio nacional.

Hay que pensar en grande

Para los cultivadores de frijol el programa “Colombia Siembra” es muy importante y necesario, pero consideran que ante la realidad fiscal del país en donde el petróleo pasó a la historia por los bajos precios y la precaria producción, el campo es la salida en una estratégica articulación con la agroindustria.

Para el gremio lo ideal sería arrancar con un programa ambicioso de cinco millones de hectáreas con todos los subsidios e incentivos para garantizar la seguridad alimentaria y tener una oferta exportable importante y variada. Los productores consideran que el gobierno debe administrar ese programa y garantizar de manera paralela la asistencia técnica.

Esta es la situación del campesino colombiano, del que produce los alimentos, muy entusiasmado por el programa del gobierno que le devolverá protagonismo a la economía rural, pero muy angustiado por el clima, por las tasas de interés y por los anuncios de la gran reforma tributaria.

Los lugareños tienen viva la esperanza por lo que puede ser el fin de una guerra canalla que les costó la vida a millones de inocentes sepultados en sus propios feudos por no ceder en la entrega de su predio o por no regalar su ganado o la cosecha. El campesino quiere hoy volver a ver el sol y la lluvia para arar la tierra y hacerla productiva, ganando con ello el derecho a vivir dignamente y con toda tranquilidad.

El campesino quiere jubilarse en su tierra y saber después de muchos años qué es un ingreso decente.
Asonapfrijol tendrá Asamblea Nacional de Socios el próximo 26 de enero en Bogotá y ese día es especial porque vendrán los representantes de cada departamento o región productora de frijol a exponer su situación. El encuentro se llevará a cabo entre las nueve de la mañana y las tres de la tarde.

Cierro esta nota con una reflexión campesina en una bien surtida y abigarrada tienda de Cundinamarca que nos sacó risas, pero que nos dejó pensativos a muchos. “Para que pensar en reforma tributaria si lo que el país necesita es una reforma a la rama judicial para que los hampones de cuello blanco y los corruptos no salgan tan rápido y tan ricos de las cárceles. Es mejor prevenir y cuidar que tributarias inventar”.

 

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