La siembra de caña en Colombia que llega con el descubrimiento de América introdujo la fabricación de panela, un producto milenario e indispensable que lleva solucionando asuntos alimentarios desde hace más de 3.000 años. Este producto que empezó a consumirse 1.000 años antes de la era cristiana pasó de mano en mano con invasiones y conflictos.
Al parecer su cuna es India, pero estuvo, por las campañas militares de vieja data, en Persia en donde el Rey Darío seguramente disfrutó de ella y de sus sabores especiales, también los árabes la conquistaron, aunque a juzgar por su dulce novedad, la panela conquistó a los árabes. Luego las cruzadas sacaron provecho de las arremetidas santas y la pusieron en Europa, de allí en adelante ya sabemos el cuento, pero igual al final vamos a repasar.
Es increíble que ese alimento milenario esté en proceso de patente en Colombia, una petición absurda y abusiva, todo un exabrupto para sus creadores, pues le dieron vida a un producto para el pueblo raso y ahora con la eventual exclusividad pedida la quieren volver un gran negocio, una propiedad privada. Falta, y no sería de extrañar, que la otra semana, alguien más avispado entre a la Superintendencia de Industria y Comercio a patentar la piedra o el aire como enorme invento, repito, en este país esa diligencia es plausible.
El tema panelero es muy interesante porque igual que el café está rodeado de un entorno familiar y paisajístico que encanta, todo un obsequio para la retina y los sentidos porque el entorno implica ver montañas interminables, ríos, árboles y aves surcar cielos en veranos intensos. No menos impresionante resultan los inviernos inexorables desde la enramada en donde operan el trapiche que va manando olores a dulce mientras hombres y mujeres de aguante, muelen caña. El escenario es de mucha laboriosidad, hierve el jugo del cañaduzal y con calor intenso va transformándose en la infaltable panela luego de pasar por pailas o recipientes que le van dando textura.
En las afueras del sitio, un paso adelante del salón en donde mujeres apresuradas envuelven y empacan el dulce bloque en cajas, esperan mulas, caballos y asnos, recuas completas que van y vienen de los cultivos repletas del jugoso tronco. Esta actividad es empleo, crecimiento económico, dinámica así como seguridad alimentaria. La industria panelera, longeva y noble, ha puesto todo su empeño para mejorar y optimizar siembras al igual que procesos y de esa forma llevar el apreciado insumo a los hogares colombianos, en algunas ocasiones, la única posibilidad de poner algo de alimento digno en la mesa.
En diálogo con Diariolaeconomia.com, el Gerente General de la Federación Nacional de Productores de Panela, Fedepanela, Carlos Fernando Mayorga, aseguró que después de dos años consecutivos de malos precios y una caída estrepitosa de la rentabilidad, producto del fenómeno de la oferta y la demanda que golpeó duramente a los productores de panela, el sector quedó muy resentido y producto de ello fue que los paneleros no le hicieron las mismas labores culturales a sus cultivos lo que explica que el inventario actual sea inferior al que normalmente se tiene.
El precio, dijo, reaccionó levemente y en el momento en el que empezó la situación apremiante de salud pública que obligó al gobierno a declarar la cuarentena obligatoria preventiva, los colombianos reaccionaron abasteciéndose de alimentos dentro de los cuales iba incluida la panela que aparte de servir como bebida energizante natural y muy propicia para la salud pues con ella es posible sobrellevar algunas enfermedades de tipo respiratorio.
Por el encierro coaccionado y las mayores compras del alimento, el precio reaccionó y con ello vino la recuperación en los valores en favor del productor después de un par de años amargos con cifras a la baja.
“Tengo que destacar la actitud solidaria que tuvieron los paneleros de Colombia ya que a pesar de la coyuntura pandémica, siguieron produciendo panela para mantener abastecida toda la cadena. Ese fue un gesto superlativo con el país y ellos, los productores, estuvieron a la altura de las exigencias de la sociedad colombiana”, apuntó el Gerente General de Fedepanela.
El gremio de juiciosa labor ha venido trabajando con las gobernaciones de los departamentos paneleros, haciéndoles ver la importancia de que incluyan la panela en todos sus programas de ayuda y alimentación, lo cual será fundamental para que el sector siga superando escollos. Para tal fin la federación elaboró unos documentos con elementos técnicos, normativos y jurídicos que le puedan servir como herramienta a cualquier alcalde o gobernador con el fin de que consideren la panela dentro de las compras públicas, tema trascendental porque con ese tipo de acciones hay apoyo a los paneleros y al gremio en general.
Un frente en el que hay oficio sin bajar la guardia es en el exportador y el esfuerzo es notorio ya que entre 2015 y 2019 las ventas internacionales de panela aumentaron en 104 por ciento. Al comparar el primer semestre de 2020 con igual periodo de 2019, las exportaciones crecieron en 29,4 por ciento. En lo corrido del año las ventas oscilan los 11 millones de dólares solamente en el mercado internacional, algo muy positivo.
El dirigente gremial especificó que la dinámica es vital porque cualquier kilo de panela que se deje de vender en Colombia impacta el mercado por las presiones que genera, un fenómeno que no inquieta cuando los volúmenes del producto fluyen.
Fedepanela trabaja de manera ardua en promoción al consumo, razón por la cual articuló una campaña con algunos mandatarios departamentales bautizada, “Paneleros Fuerza Solidaria, Paneleros Fuerza Vital” y a través de ésta cursa invitación a todos los colombianos para que consuman más panela en vista que se trata de un alimento dotado con minerales y vitaminas, pero igual con otras bondades de tipo monetario por cuanto refuerza un renglón productivo que ayuda a mejorar la economía de los 564 municipios colombianos en donde es manufacturada, un aspecto determinante a la hora de fortalecer las estructuras sociales y por ello la importancia de consumir más panela.
Colombia tiene una producción promedio de panela de un millón de toneladas anuales, actividad que se hace en 70.000 fincas aproximadamente al alrededor de unos 20.000 trapiches paneleros. En la cadena son generados 470.000 empleos directos.
El sector hace sus mejores esfuerzos por ir desarrollando el subsector, blindando a los paneleros de cualquier impacto negativo que se pueda tener por diferentes acciones internas o externas. Fedepanela considera que para crecer y retomar el ímpetu productivo se hace necesario contar con el apoyo de los ministerios de Agricultura y de Comercio, aliados estratégicos y necesarios para retomar los caminos amables. Destacó el respaldo del Banco Agrario que en la medida de sus posibilidades y atendiendo la norma ha venido dándoles la mano a los paneleros del país, desarrollando unas estrategias para diferentes sectores dedicados a la agroindustria de la panela.
Actualmente la entidad crediticia de los campesinos, aparte de las prórrogas y reestructuración de créditos, adicionó facilidades de acceso a los recursos para que los paneleros puedan mejorar su productividad en las fincas. Igual hay refuerzo en favor de jóvenes paneleros y mujeres del campo que trabajan en el sector para la optimización de cultivos y mejora de la rentabilidad en la actividad.
Los paneleros saben que el campo, los cultivos de caña de azúcar y la agroindustria demandan innovación, tecnología, mecanización, herramientas de agricultura de precisión y todo un contexto de mejoras competitivas que finalmente redundarán en mayores producciones y mejoramiento de producto. El agroindustrial sabe que la eficiencia es importante y por ello Fedepanela ha hecho acuerdos con organismos de investigación y de desarrollo tecnológico como lo alcanzado con Agrosavia y algunas universidades, entidades con la que fue trazada una agenda en exploración científica dentro de un marco estratégico que coadyuve con la eficacia.
En ese orden de ideas está toda la línea de cultivos para la panela y para el desarrollo de inmejorables procesos lo cual va desde la calidad de semillas y el cuidado de los cañaduzales hasta la agroindustria y la inocuidad.
La meta es clara y tiene que ver con crecimiento porque están en la mira jóvenes y niños a quienes hay que demostrarles que el consumo de panela tiene muchas bondades y de esa manera, apelando a la fidelización del nuevo consumidor, poder llegarles con un producto acorde con sus necesidades y expectativas. Es por ello que Fedepanela estima necesario impulsar el desarrollo de producto y la diversificación de presentaciones, un tema igual importante es la detección de mercados especializados.
El fitosanitario es un reto grande
En la agricultura los desafíos sanitarios o fitosanitarios son el pan de cada día y todo el escenario de cambio climático ha hecho que las plagas se exacerben, que lleguen unas nuevas y que la resistencia en otras empiece a notarse. En caña hay dos problemas que restan mucho porque maltratan y acaban cultivos, se trata del barrenador de la caña y la hormiga loca. No ha resultado fácil combatir estos problemas, hay inconvenientes en muchas regiones y en extensiones importantes de caña.
Una región golpeada entre tantas es la hoya del río Suárez en donde la hormiga hace de las suyas, por su parte el barrenador les daña el rato a muchos productores en todo el país. El gremio y el Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, como autoridad sanitaria está en la mira de la Federación para intensificar los trabajos y poder así, de manera coordinada, bajar los impactos de dos plagas sumamente nocivas.
El tema económico, los bajos precios de la panela y la desmotivación son un reactor para que las dificultades se agudicen porque sin dinero y con pérdidas es casi que imposible exigir mayores cuidados y mejores resultados, aunque eso no quiere decir que hay necesidad de renovar el sector, hacerlo más productivo, más competitivo y mucho más eficiente, un trabajo que suele ser un reto cuando los precios al agricultor están por debajo de los costos de producción.
La situación no es fácil por todo el componente ancestral y cultural, en opinión de Fedepanela es perentoria una política pública para entrar a revisar menores producciones o la misma diversificación, todo evitando que un productor pierda dinero en tiempos de vacas flacas. Una medida en tal sentido mantendría a los paneleros metidos de lleno en sus trapiches porque si hay garantías, estímulos y Estado en el campo, la agroindustria se mantiene inamovible porque hay de por medio beneficios.
Hay que tener en cuenta que la Ley 2005 aprobada el dos de diciembre de 2019 genera incentivos a la calidad, promoción del consumo y comercialización de panela, igual a mieles vírgenes y sus derivados. La disposición estimula la conversión y formalización de trapiches en Colombia. Con esta herramienta de fomento, Fedepanela considera que hay muchos motivos para seguir apostando por un sector que amén del repunte en precios, sigue con unas cifras que lo ubican en terreno negativo.
Un proyecto que igual hace curso en el Congreso de la República es el de Fondo de Estabilización de Precios de la Panela, un asunto de mucha importancia porque permite que los paneleros aseguren mercados, vendan con utilidad y no apaguen la tenue luz de una agroindustria que puede ser muy fuerte con mecanismos útiles, sólidos y que garanticen rentabilidad. La situación es clara, señaló Mayorga, porque la idea es pasar de una economía de subsistencia a una de utilidad, en donde los precios permitan que los jóvenes se queden en el campo y que las zonas paneleras sigan desarrollándose para que los miles de familias que están sembrando el dulce alimento y haciendo agroindustria vivan por muchos, haciendo parte del contexto campesino con apoyos, ingreso y estabilidad.
Un tema real, que no admite discusión es que el mundo cambió con la pandemia y que posiblemente las amenazas para la humanidad no se queden en la Covid-19, hay nuevos virus, muchos vectores y un planeta echado a perder por tóxicos, contaminantes, carburantes y destructores de la capa de ozono. Una hambruna, dicen los expertos está muy cerca y por ello los países tienen que trabajar sus aparatos productivos y entregarle toda la musculatura a la economía rural. El discurso no es apocalíptico sino traído de la realidad y hoy el planeta está inquieto, asustado y según algunos, en total riesgo, porque hubo una plaga peor que las pestes en conjunto llamada humanidad, una especie que devastó bosques, selvas, que llevó los animales a la extinción, hizo uso de sustancias prohibidas, obligó a sembrar con venenos y esclavizó a sus congéneres. Eso por decir unas pocas citas del largo listado de ignominia, ambición y maltrato.
La agricultura es la salida, unas siembras sanas, hechas a la antigua usanza, que garanticen alimentación, pero también salud es lo que pide el globo. Esa condición de urgencia y emergencia hará posiblemente que vuelva la autonomía en las siembras y que las casas productoras de insumos inadecuados cambien de actividad porque ya los consumidores están exigiendo alimentos confiables y ambientalmente amigables.
“Con la compleja situación de pandemia quedó demostrado que los hombres y mujeres del campo son fundamentales para que un país pueda salir adelante. Esta coyuntura de alguna manera nos envía mensajes positivos definiendo unos recursos adecuados que tengan como destino el sector agropecuario. Aquí si es prudente, con el máximo de respeto, hacerle un llamado al gobierno nacional con el fin de que centre su mirada en la ruralidad y propenda por su mejor esfuerzo en favor de los agricultores, una situación que tiene que llevar a que el ministerio de Agricultura sea dotado con mayores recursos. Los dineros de 1,5 o 1,7 billones de pesos no son suficientes para cubrir las enormes necesidades del campo y de sus nada ínfimos compromisos”, declaró el señor Mayorga.
Por todo el protagonismo en la situación de Covid-19, por su entrega y compromiso, Fedepanela consideró que los productores del campo merecen una cartera agropecuaria mucho más boyante, más sólida y con circulante para llevar un verdadero desarrollo sostenible en los campos.
La Federación panelera recalcó que es muy urgente devolverle su importancia al sector agropecuario, invertir en infraestructura y promover el desarrollo de la empresa agraria. Un punto que resulta determinante para el gremio es el de los bienes públicos toda vez que hay necesidad de electrificación rural, acueductos, centros minoristas y mayoristas de comercialización, así mismo los productores requieren de vías terciarias, distritos de riego, drenaje, comunicaciones y conectividad entre otros. En este punto es bueno hacer una pausa y recordar que la misma Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE le solicitó al ejecutivo priorizar ese capítulo, muy importante para el desarrollo rural.
Sobre el tema, una petición recurrente desde la tribuna agropecuaria, el Gerente General de Fedepanela, Carlos Fernando Mayorga, manifestó que definitivamente ese asunto, el de los bienes públicos, es más que una necesidad, lo calificó como fundamental para el verdadero desarrollo agropecuario en Colombia. Expresó que la pandemia hizo evaluar las dinámicas nuevas que pueden tener los diferentes sectores productivos del campo y la agroindustria, lo cual genera grandes retos para ser más eficientes y conseguir con ello mayor productividad y así atender los mercados nacionales e internacionales.
De otro lado resaltó el trabajo de muchos paneleros que desde la empresa formal le dan mayor relieve al agro más con su trabajo permanente en desarrollo de mercados y en todo lo que demanda el bloque exportador.
El país suma 20.000 trapiches, pero Colombia tiene como característica en el sector de la caña que muchas fincas cuentan con la molienda y la fabricación familiar, una razón para pensar que pueden haber muchos más trapiches en fincas y veredas.
En panela el 88,7 por ciento de los productores son pequeños paneleros que encajan dentro de la economía campesina, muchas veces se supervivencia porque en temporadas de malos precios, el sufrimiento y los problemas son una carga que sobrelleva cada quien y eso no debería ser así.
El modelo de agricultura familiar, de tremendo éxito en Brasil que permite producir para la finca, alimentar la familia, vender productos al mercado local y generar oferta exportable, es un mecanismo que ya se mira en Colombia porque muestra bondades. Hay en eso investigadores muy aplicados como es el caso de Gonzalo Rodríguez, un funcionario de Agrosavia que viene trabajando alrededor del tema de Agricultura Familiar.
El caso de Avianca, ajeno en esta charla, es un ejemplo que sí se puede, pues si hubo dinero para salvar a la internacional y exógena aerolínea, es muy posible sacar recursos generosos para el campo, igual para la salud y la educación. Si hay cheques y voluntad para tirarle el salvavidas a eso que no nos pertenece, mucho más fácil debe ser girarle unos dineros al campo, y vaya que los necesita.
A criterio de Mayorga, el campo adolece de apoyo, carece de recursos y necesita ya la mano del estado. Reconoció que es importante todo lo que se está haciendo en financiación, en nuevas plataformas para comercializar, en subsidios para la compra de insumos y en otros frentes, pero subrayó que las soluciones llegan con dinero y paralelo a eso insistió, es fundamental fortalecer prioridades que para el caso agrícola está en garantizar los bienes públicos con el objetivo de ser más competitivos.
Los colombianos deben entender que el Campesino es un empresario, que merece mejor trato y hacerlo digno de inclusión porque es un actor principal en el desarrollo de la economía y el directo responsable de la seguridad alimentaria. El tema es que si le quitan instrumentos, esa responsabilidad la asume el gobierno.
Para Mayorga hay muy buenas iniciativas privadas, por lo general cargadas de inventiva e innovación, pero repitió que urge la decidida ayuda del estado la cual no se reduce a regalar plata, tan solo a hacer la tarea que como estado le corresponde y que con voluntad, muy seguramente lo puede ejecutar.
Foto tomada de Mvanguardia.com
Hoy el kilo de panela corriente está por el orden de los 2.700 y 2.750 pesos, el precio deja ver una recuperación interesante porque ese mismo kilo era pagado hace menos de un año a razón de 1.400 pesos. Al ver los nuevos precios muchos quedan convencidos que llegó la panacea para los paneleros, pero no todos saben que los costos de producción para esa cantidad de panela se acercan a los 2.300 y hasta los 2.400 pesos por kilo.
“Con el mercado de hoy estamos haciendo fuerza por la recuperación de precio porque hace un año las pérdidas eran de 800 y hasta 900 pesos por kilo de panela”, comentó.
Sobre la famosa patente para la panela, Mayorga dijo que la preocupación se mantiene viva porque la solicitud sigue radicada en la Superintendencia de Industria y Comercio eso sí con la debida oposición de Fedepanela. El tema no será fácil porque inclusive hace unos días fue radicada una objeción de terceros, más exactamente de la Unión Europea que se opone a dicha licencia.
La panela es un activo nacional, en un tiempo fue mirada con desdén, pero ahora que se ve como la gran alternativa sana de endulzar, algunos genios la quieren tomar para sí, dejando el producto a su entera potestad. Para defender lo único que posiblemente les quede a los colombianos y que fue una herencia milenaria, el gremio panelero se rodeó de expertos juristas y técnicos, los cuales dejaron claro que la tal solicitud de patente es frente a un proceso o método que vienen desde siglos atrás desarrollando los productores de panela, los mismos que siguen endulzando vidas con todo un patrimonio ancestral y el invento de los inquietos milenarios, hoy amenazados con la malsana ambición.
Si bien la caña de azúcar llegó en el segundo viaje de Cristóbal Colón en 1493 a la enamoradora isla de la Isabela, hoy la flamante República Dominicana, tan solo hasta 1538 arribó a Colombia por el caribeño puerto de Cartagena. En 1540 el dulce producto pisa tierras del Pacífico y entra por el puerto de Buenaventura para extenderse por esa margen espectacular del río Cauca y fundar con sus bondades los primeros imperios azucareros en la vecindad de la naciente y siempre amable Cali.
En ese tiempo la industria dio pasos importantes con la puesta en marcha de unos trapiches de gran tamaño y altos rendimientos.
Paulatinamente la caña y los trapiches van avanzando por Colombia y para el caso centro puede decirse que la aventura empieza en la siempre fértil María la Baja, para expandirse hacia el interior aprovechando la cordillera. En ese proceso fue llegando Cundinamarca, específicamente a los valles de Apulo, la región de Rionegro y Guaduas.
La ruta de la caña y la panela igual fue instalando cultivos y trapiches a lo largo de su viaje escogiendo sectores muy adecuados para su siembra como Boyacá, puntualmente en el Valle de Tensa y la Provincia de Vélez, inmejorables tierras en Santander.
Con la caña hubo progreso, alimentación sana, prevención de enfermedades e inclusión, pero los inicios de sus cultivos fueron muy duros ya que por estar en zonas tropicales colombianas acarreó morbilidad y mortalidad en la primera mano de obra utilizada que fue la indígena, para superar este lío fueron traídos esclavos africanos de mucha más resistencia y adaptación a climas extremos. Eso explica la llegada de 70.000 africanos en 1650 y el tema eterno del gran Joe Arroyo, “No le pegue a la negra”.
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