Domingo, 17 Octubre 2021 00:30

Plazos casi cumplidos: En materia de TLC a Colombia le cogió la noche

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Plazos casi cumplidos: En materia de TLC a Colombia le cogió la noche Imagen-de-Kevin-Phillips-en-Pixabay

Los cerealistas dijeron que el tiempo se agotó y el país se quedó en el pasado, lo que lo obliga a enfrentar una dura competencia con naciones avanzadas, tecnificadas y subsidiadas. ¡Hay Dios mío!

Hay consecuencias por desidia que cuestan mucho, y eso parece, le puede ocurrir a Colombia por no haber tomado en serio, en medio de la negociación de los TLC, la agenda interna de competitividad, que al parecer se quedó en el empolvado cuarto de San Alejo. Al país le dijeron sobre las bondades de abrir el comercio y asociarse con Estados Unidos y Europa, pero también le advirtieron sobre los riesgos, como quien dice se hizo el llamado DOFA, debilidades, oportunidades, fortalezas y amenazas. Sin temor a exagerar el término predominante era debilidad.

Desde noviembre de 2003 cuando el representante comercial de Estados Unidos Robert Zoellick, notificó de la intención de su país de negociar un TLC con Colombia, las voces empezaron a salir de todas partes, la mayoría haciendo advertencias sobre la disparidad de naciones, mercados y opciones. Ese mismo día algunos agricultores visionaron serios problemas por el atraso que el país tenía en vías y en todo lo que tiene que ver con infraestructura productiva.

El 18 de mayo de 2004 con Regina Vargo, jefe del equipo negociador de Estados Unidos en Cartagena, empezó a concretarse el TLC con el Gobierno de Washington, y en los corillos del Centro de Convenciones de “La Heroica”, eran igualmente alarmantes los murmullos, tan solo algunos gremios expresaron abiertamente su optimismo. El 15 de mayo el TLC con Estados Unidos entra en vigor y la tarea en infraestructura y adecuaciones no se había hecho, hoy en octubre de 2021, los avances son mínimos y los tiempos se agotan para el ingreso de productos, muchos del sector primario.

 

 

En diálogo con Diariolaeconomia.com, el Gerente General de la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales, Leguminosas y Soya, Fenalce, Henry Vanegas Angarita, aseguró que el TLC pleno con Estados Unidos agarró a Colombia con los pantalones abajo en vista que los tiempos otorgados para la entrada en vigencia plena del acuerdo, prácticamente se vencieron y el país siguió con los atrasos, sin inversiones importantes y en algunos lugares en la edad de piedra.

El problema no será mínimo, estimó, porque lo mismo está aconteciendo con la Unión Europea, bloque comercial que entrará libremente con productos y sin más plazos, luego hay temores y reserva porque al país, de manera preocupante se le hizo nuevamente tarde y busca soluciones a destiempo y en medio de las tinieblas.

En principio se dijo que por fuera de las canastas acordadas, quedaba pactado un plazo o periodo adicional a sectores productivos y al Estado para que adecuaran el país al nuevo escenario competitivo, hoy el territorio sigue sin vías, sin estructura productiva, y muy lejano de disparar las exportaciones. Para los cerealistas, todo quedó listo, casi que sistemáticamente preparado, para las importaciones y con ello, lo que ha pasado desde la apertura económica, una profunda quiebra económica y social con mayor impacto en la ruralidad.

 

“Claro, nos cogió la noche también, porque Colombia debería estar involucrada en procesos de transformación, igual en las formulaciones y para el caso de restaurantes, la demanda de productos nacionales, incluida como prioridad, pero como eso no ha pasado la gente trabaja o se abastece con lo que haya en el mercado sin que interese si es importado. Después el consumidor recuerda la calidad del maíz colombiano como el del Tolima, o el que se producía hace años en los Llanos Orientales o en la misma Sabana de Bogotá, pero eso ya es historia. No hicimos lo de los gringos que mandan 100 o más especialistas a mostrar cómo incorporar y qué ventajas tiene el anexar esos productos en nuevas enunciaciones, en procesos innovadores y revolucionarios, pero lamentablemente aquí nos quedamos produciendo solamente materia prima en bruto. No ha habido un proceso de modificación, de integración y negación de valor con lo nuestro”, aseguró el señor Vanegas Angarita.

 

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Aclaró que cuando el país esté totalmente abierto y se pueda importar productos agrícolas en cantidades abismales, la competencia puede arrasar con todo porque los bienes nacionales del sector primario e inclusive transformado, no tienen ningún arraigo que lo mantenga y le permita ser sostenible en el tiempo. Para El Gerente General de Fenalce, esa es una situación que el país no ha pensado porque cierto es que la producción local no está incorporada en la elaboración y agregación de valor, ni siquiera en la agroindustria.

En medio del debate, queda al descubierto que el país hizo todo lo posible por quedarse desarropado y desprotegido en un asunto vital, la seguridad alimentaria ya que con el tiempo y tal y como están las cosas, habrá que traer pollo gringo, cerdo chino, huevos brasileros y leche de Nueva Zelanda. El tema, expuso el directivo, a los políticos les importa un bledo.

Lamentó que la iniciativa neoliberal siga con la idea de apostar por importaciones agrícolas para marchitar el agro nacional, todo porque quienes financian las campañas son los grandes importadores y comercializadores. Ahí entra la gran industria que todavía insiste en adelantar sus procesos con materias primas traídas del exterior. En ese sector de empresarios y amigos del producto extranjero, están lo que piden que les nombren los ministros.

 

Los líos logísticos pueden ayudar, pero no serán determinantes

 

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Los fletes marítimos que pasaron de 1.500 dólares a 20.000 dólares para el caso de un embarque China-Colombia o 12.000 dólares Buenaventura- New Jersey, están obligando al mundo a replantear sus modelos de compras y comercio porque si la tendencia seguirá de largo, como se cree, va a pasar, no habrá quién importe y menos quien asuma los sobrecostos.

Algunos han dicho que de seguir agravándose el problema, habrá necesidad de retomar siembras como trigo, cebada, sorgo, soya y aumentar las áreas cultivadas con maíz porque si hay inconvenientes, el plan “B” debe estar listo. Lo mismo ocurre con algunas fibras como el algodón que podrían volver a ocupar sus sitios ante una caída en la oferta por el caos logístico, algo así como volver a la agricultura por fuerza mayor.

A propósito del planteamiento, Vanegas manifestó que, desafortunadamente los tecnócratas y quienes equivocadamente trazan la política económica en el país, se resisten a un cambio en la estrategia y a replantear las habilidades productivas porque quieren seguir aferrados al neoliberalismo, política que fracasó hace 30 años y que sigue generando estragos en la economía y en el frente social. El tema es complejo, pero a los defensores de esa política, agregó el Gerente General de Fenalce, les es difícil aceptar que la situación cambió.

Precisó que así el mundo esté enviando señales y evidenciando un momento para replantear manejos y posturas frente a la economía y la producción, ellos, mientras estén al mando, preferirán esperar para saber si el tema es coyuntural, si será pasajera en lugar de preparar al país para que responda ante esa situación de mercado que ya no es coyuntural porque lleva más de un año.

Expresó su preocupación por la inflación mundial que ya empieza a sentirse por cuanto hay carestía en todos los bienes, eso sí, dejando claro que el problema no pasa exclusivamente por los contenedores ya que muchas cosas no se transportan en container sino que son despachadas a granel, tal y como ocurre con los granos básicos. El maíz por ejemplo, 5.5 millones de toneladas viene en volumen, el arroz y otros granos. Vanegas explicó que en contenedor solo viajan vitaminas y ciertos aditivos que se le agregan a los alimentos balanceados.

 

“Esas vitaminas que traían de China les está saliendo a los exportadores muy costosas, como se dice popularmente, por un ojo de la cara. Los contenedores y los fletes se encarecieron, además muchos buques no quieren llegar a Colombia, prefieren estar inmóviles que hacer cola para ir a China. Una factura de cobro de esta situación es la liquidación de la Flota Mercante Grancolombiana, porque el país salió de ella en plena inserción de Colombia al mundo y hoy nos muestra las vueltas que da el mercado. A alguien le debe doler el contexto actual, alguno tiene que estar echando de menos unas embarcaciones que tendrían al país menos nervioso. El costo en carga sigue subiendo y la complicación se irá de largo, no cabe duda”, puntualizó Vanegas Angarita.

 

Otra arista a examinar en materia de carestía en productos básicos, es que el valor de las mercancías está elevado desde el arranque en granos y leguminosas. En el caso del maíz, entre la cotización en Bolsa de Chicago, una tonelada de maíz por encima de 200 dólares en época de cosecha americana con tasa de cambio a 4.000 pesos da 800.000 pesos y transportarla cuesta 100 dólares adicionales, es decir que la tonelada se ubica a 300 dólares, con dólar caro, el precio es de 1.2 millones de pesos.

 

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A juicio de Vanegas, en Colombia, el maíz por encima del millón de pesos es muy buen negocio. El ejercicio y las cuentas, recalcó, es importante para decir que la operación de importación desde el comienzo está a precios elevados. Precisó que debe tenerse en cuenta que los fletes están caros, la divisa sigue arriba pese al repunte en el valor del petróleo y la cotización desde el origen o las bolsas en donde se evalúa y valoriza ese commoditie, están igualados al alza. Si alguno de los ítems bajara, especificó, los demás seguirían en la parte alta del coste.

Actualmente, informó El Gerente General de Fenalce, hay escasez de todo en el globo porque no hay bienes para despachar, verbigracia los carros que son comprados y los entregan tres meses después. El sector de las motos que vendía en Colombia 56.000 unidades mensuales pasó a 72.000 y lo grave es que no hay motocicletas.

El dirigente anotó que tampoco hay peroles y sartenes debido a que todo el mundo quiere abastecerse al tiempo para reactivarse en simultánea, luego eso conllevó a una mayor demanda en todo el planeta. Lo cierto es que el país que se abastece primero atiende las necesidades internas. Para no ir tan lejos dicen los empresarios, todo lo que exporta Colombia estará caro, pero igual seguirán costosos el maíz, la soya, el algodón y otros productos esenciales importados. Tal y como están las cosas, se alinearon los planetas para que los productos en el mundo no paren su tendencia alcista.

 

Subsidios a la agricultura, un problema de tesorería

En opinión de Fenalce, muchos rubros que se cree, son ayudas para el productor no lo son, porque por citar un ejemplo, hay crédito subsidiado para una línea de comercialización la cual se la llevan las grandes superficies porque compran algunas hortalizas y mercantilizan, pero el crédito que sacan es de tal magnitud que se llevan la mayor parte de la plata.

Cuando el gobierno dice que está subsidiando con miles de millones la línea de comercialización de cosechas, el beneficio no es para el agricultor. Según el Gerente General del gremio, la línea LEC y otros mecanismos del Fondo para el Financiamiento del Sector Agropecuario, Finagro, tiene que ver con recursos que van dirigidos a la agroindustria, más no para quien siembra o produce en sus fincas. El tema, insistió amerita un análisis porque esos apoyos se le cargan al sector agropecuario y la realidad es otra.

Hay asuntos que no deben pasar por debajo del alambrado porque a toda la línea pecuaria le devuelven el IVA en su totalidad y a lo largo de toda la cadena productiva. Si una empresa hace una compra y paga el IVA, no tiene inconveniente porque el impuesto lo recupera la firma pecuaria, todo porque los empresarios de la agroindustria son exentos, un mecanismo que ayudó a formalizar sectores como el porcícola, avícola y gran parte de la ganadería.

 

“Esa misma gabela no la tiene el sector agro, entonces no tiene sentido que digan que en Colombia están subsidiando al sector agropecuario, eso no es cierto, tan solo al pecuario porque el agro como tal lo dejaron por fuera de esos beneficios”, indicó Henry Vanegas Angarita.

 

En su opinión antes de repartir algunos dineros de manera inoficiosa y tirar la plata a la basura, el ejecutivo debería invertir ese capital en bienes públicos y hacer anualmente cuatro secadoras de 15.000 millones de pesos, es decir apostar por la construcción ambiciosa de una infraestructura productiva que con urgencia necesita el país.

 

El campo necesita infraestructura y manejo empresarial

 

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En el análisis que hace el dirigente gremial, mientras Colombia no tenga infraestructura de pos-cosecha, no podrá romper la estacionalidad existente en La agricultura, razón por la cual en el país todo se vende como si fuera perecedero por adolecer de ese tipo de medios y por eso granos como el arroz, el maíz, la soya, el frijol y otros, son como el café, no tienen por qué ser temporales.

El cafetero, por pequeño que sea, expuso el Gerente General de Fenalce, tiene infraestructura para secar y una vez cumplido ese paso puede almacenar. Apuntó que eso mismo no pasa en arroz, maíz y los demás cultivos.

Otra de las inquietudes de Fenalce es que todo el mundo en el sector agrícola sale a sembrar al mismo tiempo por las lluvias y por ese factor igual salen a vender en paralelo porque no hay infraestructura para secar o almacenar. Para el caso de frutales y hortalizas, enfatizó el gremio, no hay líneas de frío ni una cadena de refrigeración óptima que genere tranquilidad y comercialización. El tema es muy diferente en Ecuador, en donde la cadena de frío arranca desde la frontera hasta el puerto en Guayaquil. Si el recorrido se hace por Venezuela, es fácil encontrar más secadoras, silos e infraestructura productiva de la que tiene Colombia, otrora el país modelo y de avanzada.

 

“Hay que reconocerlo, en Colombia solo tenemos lotes pelados en donde no hay bodegas, estructuras para la producción o una logística que nos permita estar a la altura de los mejores de la región, los que eran mirados casi que despectivamente en el área Andina por su atraso, hoy nos llevan años luz, pero aquí seguimos hablando de un campo próspero, productivo, competitivo y rentable”, dijo Vanegas Angarita.

 

Como si fuera poco, las alertas climáticas siguen encendidas y así lo ratifica un estudio de la Organización Mundial de la Salud, OMS. Para el organismo rector del comercio internacional, la crisis climática se constituye en la máxima amenaza para la humanidad por cuanto afectará la salud y los ambientes habitados. Nuevamente se hizo un llamado a los líderes mundiales para tratar de morigerar el problema que contempla también riesgos sanitarios, pero esa misma convocatoria suele terminar en lo mismo.

Para los médicos, enfermeras y profesionales de la salud, el entorno es difícil y hace pensar que si no se actúa vendrá una crisis mucho más catastrófica que la propiciada por el Covid-19, inclusive de mayor extensión en el tiempo.

Para los galenos y los colaboradores del sector salud, es hora que quienes aprovecharon una economía extractiva y ganaron con el uso de los combustibles fósiles, responsables de la contaminación del aire, tienen la responsabilidad de hacer todo lo posible por ayudar a los que hoy están en mayor riesgo.

Dentro de las recomendaciones se sugiere la promoción de la producción sostenible de alimentos, garantizando nutrición y salud, igual escenarios productivos que con la ayuda de los gobiernos restauren la biodiversidad y protejan la vida sobre pilares de inocuidad e inmunidad.

 

Si se eliminan los subsidios, debe ser para todo en el globo

 

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En algunos sectores de opinión y de análisis económico se habla de la necesidad de eliminar ayudas y subsidios para la agricultura en Colombia porque el productor posiblemente pierde el camino de la competitividad y la productividad. El asunto es que si los agricultores colombianos no tuviesen subsidios, entonces el gran debate sería cómo convencer a las grandes potencias agrícolas de apartarse de dichos apoyos para darle transparencia a un mercado globalizado, porque es apenas entendible que una economía rural asistida como la de Estados Unidos y totalmente blindada, no es competencia para países como Colombia y otros de la región.

La inquietud persiste, ¿es honesto firmar tratados de libre comercio a sabiendas que el país tiene desventajas y que perderá lo poco que le queda, incluyendo la seguridad alimentaria y el empleo?

Tremendo coco, porque dentro de los marcos de probidad, la competencia debe ser leal y los famosos TLC, vistos desde esa óptica están llamados a ser revisados porque muchos en Colombia no saben lo que se firmó y lo que el compromiso acarrea. Ojalá el país no pierda hasta la camisa, quede por afanes y cuentos chinos, despojado, totalmente desconectado de las actividades agrícolas y pecuarias que son las únicas que pueden darle soporte a una crisis suscitada por hambre. El agro necesita políticas, el campo demanda dolientes y voces honestas porque durante décadas tan solo le arrancaron votos, lo marchitaron y lo entregaron como si nada en bandeja de plata.

Hay que hacer una salvedad, desde mucho antes del Covid-19, el país estaba en franca quiebra, la solvencia no existió, los gobiernos decidieron aferrarse a la economía extractiva acabando con el sector primario, las pymes y todo el componente de valor agregado.

En el credo neoliberal, radical y terco, hay factiblemente temas que pueden rescatarse como política económica, pero nadie puede hacerle creer a una nación que sembrar es malo, que poner semillas en la tierra es un delito o que proyectar planes asociativos de productividad limpia amerita un laudo terrible.

Colombia cayó en una trampa o pecó por inocente, sin embargo, las políticas económicas de los últimos 30 años no tienen presentación, los ministros de Hacienda fallaron, no tuvieron cabeza para definir los problemas puntuales del país y muestra de ello es la cadena interminable de fallidas reformas tributarias, todas estériles y acomodadas al afán del momento, como si fuera poco creció la deuda externa, aumentó el estrés por el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos y Colombia afianzó las importaciones en desmedro del empleo. Por otra parte la gobernabilidad en el campo terminó desplomándose, las políticas agrarias brillaron por su ausencia, empezando por unos presupuestos irrisorios que no le daban oxígeno a ningún cultivo.

Resulta triste, pero el único producto que prospera en el campo es la hoja de coca, en ese sector espurio el crecimiento es exponencial y se hace oportuno que el gobierno de Washington revise el tema porque a los mandatos de Colombia, indudablemente, el asunto les quedó abismalmente grande. El agro local quebró, o mejor expresado, le propiciaron su bancarrota, y mandó mano de obra y seguirá enviando personal a las plantaciones prohibidas, no hay de otra, la gente tiene que comer así su vida penda de un hilo.

Es urgente retomar las siembras perentorias, el mundo está cambiando, prueba de ello el costo de los fletes, habrá un solo dueño en el planeta y no será Estados Unidos, luego cada quién deberá ocuparse de su casa, y Colombia está obligada a darle espacios de participación al campo porque el rato de los pocos intermediarios con todo lo que pasa en oriente y seguirá pasando, terminó. La realidad es una, sembramos bien, con buenas prácticas agrícolas o nos morimos de hambre.

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