Según los expertos la ganadería sostenible es la misma que no acude a químicos y mucho menos a hormonas en el desarrollo de los bovinos. De igual manera es aquella actividad que trabaja para disminuir las emisiones y hace gestión racionalizando el uso de los recursos naturales. Es así que los bienes obtenidos en este tipo de hatos o fincas, llámese leche o carne son mucho más apreciados por ser cordiales con la naturaleza.
Vale decir que Naciones Unidas sostiene que las dietas equilibradas apoyadas en alimentos de origen vegetal y animal que generalmente se producen de manera sostenible, una técnica que genera bajas emisiones de gases de efecto invernadero, GEI, brindan mayores opciones para adaptar la actividad ganadera al cambio climático y delimitar sus efectos.
De manera increíble leche, carne, queso y otros derivados lácteos van dejando silenciosamente una estela o huella ambiental según el organismo multilateral. El impacto no da para desestimarlo, pues la ganadería emite el 14,5 por ciento del total las emisiones de GEI, un dato suministrado por Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, que socializó el informe “Enfrentando el cambio climático a través de la ganadería”.
Según la FAO, la producción de carne y leche de bóvidos están a la cabeza de la lista con el 41 y 29 por ciento respectivamente, en tanto que la carne de cerdo y los huevos de explotación avícola contribuyen con el nueve y ocho por ciento.
La situación es alarmante e invita a tomar acciones, la misma FAO sostiene que el consumo de alimentos de origen animal no para de crecer y calcula que para 2027 la ingesta de carne estará por el orden de los 38 kilos por personas al año. Viendo más a futuro, a 2050 con una población de 9.600 millones de habitantes la demanda cárnica podría crecer un 73 por ciento y la de leche 58 por ciento.
En síntesis, llevar alimentos confiables y saludables a un mundo exagerado de personas y de manera paralela mantener un medio ambiente óptimo se convierte en un enorme desafío. Al retomar las inquietudes del Objetivo de Desarrollo Sostenible, ODS 2, orientado a asegurar acceso de la población entera, en particular de la más vulnerable, a una alimentación sana y suficiente, trazando como meta el fin de la malnutrición en todas sus expresiones.
Un reto así, dice la FAO, acabar con el hambre y alcanzar holgadamente la seguridad alimentaria obliga a redireccionar los sistemas de obtención de productos para el consumo humano.
Un estudio del BBVA dice que en 1987 la Comisión Brundtland definió el concepto de desarrollo sostenible como aquel que cubre las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer la habilidad de las generaciones futuras para cubrir las suyas.
Pasaron más de 10.000 años para que el hombre le diera un derrotero a la ganadería y el beneficio obtenido de los productos animales. En el documento se dice que el máximo exponente de la ganadería sostenible es la producción ecológica regulada. Entre otras buenas prácticas prohíbe el uso de sustancias químicas como antibióticos, antiparasitarios y hormonas en el tiempo de producción o explotación, salvo en casos extremos que comprometan la salud de los animales en donde los medicamentos son necesarios. En las granjas o haciendas ganaderas se hace ineludible el bienestar animal y por ello es determinante hacer uso de espacios amplios en donde los bovinos puedan desarrollarse con naturalidad, por fuera del maltrato y el mismo estrés emocional causado por miedo habitual o dolor.
La ganadería según estimativos de la FAO representa el 46 por ciento del PIB agropecuario de América Latina, sector que repunta anualmente 3,7 por ciento, por encima de la media global, a expensas de una presión progresiva sobre el medio ambiente, desde luego con consecuencias deplorables como la deforestación, la contaminación de recursos vitales y el aumento de emisiones GEI.
La región es muy fuerte en producción de vacunos, siendo Brasil con el 24 por ciento de participación, Argentina, 7,45 por ciento y México 4,97 por ciento, los principales productores en Latinoamérica.
Casualmente por estos días fue grata noticia el apoyo que Solidaridad Network y Tropical Forest Alliance (TFA) le dieron a la Mesa de Ganadería Sostenible de Colombia (MGS-Col) en todo lo que tuvo que ver con la construcción del Marco Nacional de Referencia de Paisajes Ganaderos Sostenibles (MNRPGS), todo a fin de contribuir al diseño y formulación de la política pública hacía una Ganadería Sostenible.
Según los expertos la construcción del marco nacional de referencia de paisajes ganaderos sostenibles, que hoy hace parte de los lineamientos de política para una actividad de cría razonable y llevadera en Colombia, será fundamental en una dinámica productiva con enfáticos resultados ecológicos, experiencia por demás oportuna, ya que mejora los indicadores ganaderos, pero igual los del medio ambiente.
En charla con Diariolaeconomia.com, el Gerente del programa Andes Amazonía y Coordinador para Colombia del Tropical Forest Alliance, TFA, Javier Ortíz, explicó que los paisajes ganaderos sostenibles serán aquellos en donde se armonizará el manejo de la ganadería, desde luego en su parte productiva, con el resto de los componentes del paisaje, es decir aspectos sociales, ambientales y económicos, concretamente, apuntó el experto, para que una vista, un panorama o la campiña ganadera se pueda considerar sustentable, debe tener elementos de la sostenibilidad ambiental, esto es que no haya deforestación, que tenga un manejo adecuado del recurso hídrico, unos sitios en donde la biodiversidad esté preservada tanto en áreas naturales como en el sistema productivo lo que incluye suelos y demás.
Aseveró que la condición de paisajes ganaderos se obtendrá siempre y cuando no haya emisiones de gases, efecto invernadero en la medida de lo posible y que caso opuesto existan mecanismos que coadyuven a regenerar los suelos y a mantener las condiciones ambientales. En lo social, explicó, hay una serie de criterios e indicadores que definen la sostenibilidad a ese nivel, a lo cual se suma en términos de paisaje, una estabilidad social en materia de cumplimiento de las normativas de derechos humanos, unos ingresos adecuados para los productores, que por lo menos se promueva una consistencia y continuidad en los diferentes elementos sociales, organizativos y demás de la población que habita en ese territorio.
“Por supuesto en lo económico, para que una actividad sea sostenible debe perdurar en el tiempo, generar unos ingresos, distribuidos de manera equitativa, y, en resumen, que se cumpla con esos tres ámbitos de la sostenibilidad en el paisaje, habida cuenta que hay una interrelación muy importante entre dos ejes y si uno de ellos falla, la actividad no será sostenible en el tiempo”, declaró el señor Javier Ortíz.
Ante de continuar es prudente decir que los principios y criterios propuestos en el marco quedaron recogidos en la resolución número 00126, expedida por los Ministerios de Agricultura y desde luego, Ambiente y Desarrollo Sostenible por la cual se adoptan los Lineamientos de Política de Ganadería sustentable, GBS 2022 –2050”.
El MNRPGS, puntualizó Ortíz, es resultado de un esfuerzo colaborativo, liderado por las Comisiones de Gestión del Conocimiento y de Mercados, de la Mesa de Ganadería Sostenible. La base del marco, dijo, se construyó junto con instituciones como TNC, WWF, Instituto Humboldt, Proyección Ecosocial y Solidaridad, entre otros.
La idea, manifestó Javier Ortíz es propender por una ganadería responsable y viable desde el punto de vista económico y ambiental, teniendo en cuenta que en Colombia hay en promedio unos 35 millones de hectáreas ya en uso ganadero, casi la tercera parte del territorio. Expuso que lo importante es que la ganadería no siga ampliando su frontera, dicho con otras palabras, que no continúe deforestando, interviniendo páramos y otros ecosistemas naturales para ampliar la actividad de cría, por el contrario, afirmó, se busca que las áreas en donde ya está establecida la explotación, mejore el desempeño introduciendo prácticas que pueden ser árboles dispersos en el potrero o en las cercas, un manejo más adecuado de las pasturas para que la labor sea más intensiva y se pueda tener mayor número de animales en menos área o en la misma destinada al aprovechamiento, todo con buen procedimiento y método.
Agregó que felizmente, la ganadería entre más sostenible es mucho más productiva, como quien dice que no hay que reñir con rentabilidad o productividad en la actividad cuando se mejoran los métodos. En Colombia, enfatizó el docto, la mayoría de la ganadería es extensiva, pues se tiene menos de una cabeza por hectárea en promedio y por ello se promueve una actividad ganadera con mejor desempeño, con sobresaliente manejo, por fuera de los ecosistemas y caso opuesto gestionando prácticas que conduzcan a una óptima administración del agua, de los suelos e inclusive fomentar la siembra de árboles cuando hay explotaciones silvopastoriles que aumentan la carga ganadera o la posibilidad de tener más animales por hectárea.
En opinión del directivo, el asunto es ir adoptando ese tipo de prácticas sin intervenir los ecosistemas naturales en busca de ampliar la frontera, no introduciendo semovientes en las áreas naturales.
Como en Colombia es ilegal deforestar desde 2011, lo más apropiado es apostar por la siembra de árboles con diferentes sistemas y de acuerdo con la zona, porque por citar un ejemplo en sabanas inundables no es pertinente arborizar porque ello altera el mismo ecosistema. En ambientes en donde con antelación a la cría de ganado hubo bosque, es oportuno sembrar boscaje porque ayuda a generar sombra, captura carbono, mejora los suelos, regula hídricamente y optimiza el bienestar animal.
“Dentro de los sistemas sostenibles, el silvopastoril que ha sido ampliamente probado tiene muy buena perspectiva y es a donde se quisiera llegar en el largo plazo con procedimientos intensivos, con muchos más animales por hectárea, adición importante de árboles y los favores que con estos llegan, pero hay sistemas sostenibles que no necesariamente introducen platas arbóreas en la producción, luego, plantar árboles sí, pero no siempre porque los ecosistemas no son los mismos, un ejemplo son los páramos en donde la vegetación no es boscosa sino arbustiva. En esos sitios de reserva natural si hay suelos bajo uso ganadero, lo más recomendable es optimar las prácticas, ojalá con la reducción del área mediante intensificación y mejoramiento del manejo, buscando liberar superficies para los páramos tan esenciales en la producción de agua, insumo determinante en cualquier actividad agropecuaria o humana”, detalló el Gerente del Programa Andes Amazonía.
Con los paisajes ganaderos sostenibles, añadió el vocero, se hace una apuesta decidida por unas insuperables prácticas ganaderas que redunden en una insuperable producción, por lo tanto, más y mejor carne, leche y en consecuencia, espectaculares derivados, todo posible en medio de tierras fastuosas, totalmente protegidas y preservadas. En este tipo de zonas con forrajes adecuados y un visible bienestar de los bovinos, aumenta la productividad en la misma área o quizás es una más reducida.
Ante el reto que implica suministrar proteína para el mundo en Colombia algunos hablan de la necesidad de duplicar el hato ganadero, empero para Javier Ortíz, doblar el número de cabezas no será necesario, posiblemente aumentar considerablemente la carga ganadera y aumentar la cantidad de carne y leche en los espacios destinados para la explotación e inclusive en menor área porque hay predios que no son de vocación ganadera y están en conflicto de suelo. Recalcó que el rebaño se puede aumentar sustancialmente en sistemas silvopastoriles productivos que pueden tener cinco vacas por hectárea, una buena notificación porque como se anotó, en Colombia el promedio no llega a una.
Fue enfático al decir que el país no necesita más áreas y sí mejor manejo y para ello es necesario capacitación, asistencia técnica o extensión rural para que los productores conozcan cómo hacer los procedimientos, pero demandan también recursos, inversión, concurso del sector financiero y mayores capitalizaciones en áreas sostenibles para perfeccionar los sistemas productivos. Al lado de todo eso, afirmó, se hace perentorio contar con sistemas de monitoreo y toma de indicadores para que el ganadero que actualmente se da poca cuenta de lo que sucede en su actividad, tenga mejores elementos de juicio para planificar mejor y tomar decisiones al interior de su predio y dentro de su paisaje.
A criterio del experto, se trata de conocer las interacciones existentes, ya que dentro del paisaje ganadero aún hay muchas falencias, no solo por deforestación sino por la ganadería en sí, en muchos casos por el tipo de manejo que se hace. Acentuó que hay un problema grande porque la ganadería es el sector que más aporta a las emisiones de gases de efecto invernadero, a la degradación de suelos y a los daños del ecosistema en general.
Así las cosas, anotó el también Coordinador para Colombia del Tropical Forest Alliance, hay un desafío enorme con el fin de mejorar la actividad ganadera, concientizar mucho más a los productores de apoyarlos en asistencia e inversión, extensión y para optimizar la investigación. Con todos los modelos probados de ganadería que operan en diferentes regiones, hay información, ahora lo determinante, expresó Ortíz, es que esa averiguación llegue.
Reconoció que, si bien hay que rodear a los ganaderos y darles apoyo, cierto es que también hay que ejercer en ellos alguna presión para que mejoren todas sus prácticas y logren estándares elevados de eficiencia. Subrayó que hay muchos productores que mantienen su cultura ganadera extensiva y demás, pero no tienen la información ni la intención de cambio, aspectos que deben ir de la mano, ello en aras de promover un mejor uso del suelo para que los empresarios entiendan que el sector ganadero puede ser un motor de desarrollo mucho más importante de lo que se observa en el entorno rural.
Razas criollas, ideales para preservar suelos
Un dato nada menor es que el uso de razas criollas tipo Bos Taurus e inclusive algunos Bos Indicus o cebuinos, son bastante adecuados para cuidar los suelos si se tiene en cuenta entre tantos elementos, el manejo de los forrajes y el mejoramiento genético ya que un ganadero le puede dar la misma comida a un animal que produce mucha leche en tanto otro bóvido ofrece la mitad o menos con la misma alimentación, entonces, por supuesto las razas también influyen.
Sobre ese particular comentó, hay acciones a tomar en paralelo porque los productores deben abogar como es apenas obvio, por mejorar las razas y suministrar la mejor alimentación, eso dice que se hace necesario apuntarle al bienestar animal, tenerlo en buenos pastos y con ello poder registrar crecimiento acelerado y mejores conversiones, puntualmente, más leche y carne, todo sobre pilares de cruces y potenciamiento génico, un ingrediente fundamental para optimizar los productos provenientes de la ganadería, expresados en cárnicos y lácteos de mayor calidad, pero igual que ofrezca resistencia a las plagas y al cambio climático que hoy afecta la actividad, y allí en ese contexto se cuenta con unas razas que son mucho más tenaces, a tal punto que soportan con mayor severidad las variaciones en la temperatura y los vaivenes atmosféricos.
“Ese es un tema que definitivamente se debe trabajar y que desde luego se viene haciendo en Colombia con razas mejoradas, linajes nativos o estirpes introducidas, pero insisto mucho en el manejo porque un ganadero puede mejorar de manera importante la raza, pero si no le da buena alimentación lo afecta gravemente, inclusive en animales de razas más productivas, una dieta precaria o insuficiente hace que el bovino sufra por esas deficiencias y baje los rendimientos. Es por eso que lo primero que recomiendo es mejorar la producción de forrajes, ya que la genética se puede optimizar en paralelo o gradualmente, pero nada se hace si no hay un buen manejo, insisto”, sostuvo el conocedor.
Las razas potenciadas, bien nutridas y con rígida manipulación están llamadas a ser protagonistas en la producción de proteína, aún en medio del complicado cambio climático, más si se tiene en cuenta que Colombia se comprometió a reducir a 2030, un 51 por ciento las emisiones de GEI, y el sector agropecuario del país o de uso de suelo aporta en promedio el 59 por ciento de dichas emisiones, lo que señala que en donde hay mayor margen de acción para cumplir con la palabra es justamente en el sector agropecuario, una meta que lleva a los productores a bajar los índices de deforestación y bajando emisiones por ganadería como también en otros sectores agropecuarios que con el uso intensivo de agroquímicos también liberan gases de efecto invernadero.
La agricultura, subrayó, es el sector con mayor potencial y posibilidad para cumplir las metas trazadas en materia ambiental.
La síntesis química tendrá que ir saliendo del campo
En línea con otros expertos y científicos, el Gerente del Programa Andes Amazonía, indicó que el mundo ya se prepara para la transición de la síntesis química a los abonos y productos biológicos en vista que los consumidores en el globo están exigiendo alimentos llenos de inocuidad, totalmente orgánicos, sin venenos y por fuera del riesgo de aumentar las patologías de perfil oncológico.
Para el experto, con todo lo que ha sucedido con el precio de los agroquímicos y de los fertilizantes de síntesis química que escaló hasta hacerse imposible su compra, lo que se dice a nivel de política en el contexto local es que hay que producir los insumos agrícolas en Colombia, sin embargo, poco se escucha de la transición porque es urgente mejorar los suelos, su biología, usar elaboraciones orgánicas y producir agroecológicamente con prácticas regenerativas para que el mismo suelo haga el trabajo porque la aplicación excesiva de química en el agro, forja más emisiones, mayor dependencia del productor y precios elevados para el consumidor.
La transición agropecuaria, dijo Ortíz, debe ser rápida, de manera gradual para que la agricultura sea en su totalidad limpia, sana y apta para el consumo humano, todo extraído de suelos viables, vigorosos y desintoxicados que a la larga terminan mejorando la productividad y rentabilidad de ganaderos y labriegos en general. Razonó que en ese aspecto se necesita mucho más apoyo, asistencia técnica, conocimiento y promoción de prácticas sostenibles, así como agroecológicas y regenerativas, pero no insistir en sustituir la demanda de agroquímicos con producción nacional.
El paisaje ganadero sostenible no se queda en bovinos, puesto que involucra especies menores y a todos los sectores de la agricultura porque ningún paisaje es exclusivamente ganadero habida cuenta que en esos escenarios conviven diversas actividades humanas y también ambientales. Las personas que recorren los campos ven en el paisaje cría de animales, pero también huertos, cultivos agrícolas, turismo y agua que brota de las montañas para suplir varias dinámicas de la humanidad léase ruralidad o zonas urbanas, y del mismo hábitat. Por tal razón, apuntó Javier Ortíz, hay una conexión entre todas esas prestezas que deben considerarse para poder planificar e intervenir bien los territorios y concretamente los paisajes.
En ese orden de ideas, resaltó el Gerente, el productor debe conocer cada vez más esos niveles de sujeción y saber con exactitud de qué depende su sistema productivo y allí se conjugan agua, climas apropiados, suelos y biodiversidad, todo para regular plagas y enfermedades, un cúmulo de factores que terminan siendo útiles en la planificación en donde se depende del paisaje y del planeta como es el caso del calentamiento global.
Estimó necesario poner en diálogo todos los sectores que intervienen en el paisaje para justamente gestionarlo de la mejor manera. Un tema sugestivo es el rescatar muchas cosas del pasado por cuanto hubo momentos trascendentales de la ganadería en donde se producía bien y se adelantaron trabajos de mejoramiento genético que hoy siguen dando de qué hablar. En los tiempos añejos, aclaró Ortíz, los suelos no estaban tan golpeados.
Actualmente y como complemento a un legado de buenas prácticas ganaderas, hay innovaciones y tecnologías que se pueden adoptar, algo tan plausible que las casas de agroquímicos se están metiendo en el desarrollo de tecnologías limpias para el control de plagas y enfermedades, así como para la fertilización de suelos.
“Claramente hay que rescatar diversas cosas del pasado, pero también hay muchas prácticas nuevas, totalmente innovadoras y vanguardistas que pueden aplicarse, gracias a la ciencia y a la evolución tecnológica que sin duda ayudan a mejorar todos los sistemas productivos”, expuso Ortíz.
Sobre Tropical Forest Alliance, TFA, su coordinador dijo que la Alianza por los Bosques Tropicales, es una iniciativa que nace del foro de bienes de consumo y del Foro Económico Mundial que lo que atiende es la problemática de la deforestación asociada a la producción de las principales materias primas o commodities a nivel global, por ejemplo, palma, carne, leche, cacao, soya y otros que tienen impacto en el despoblamiento del bosque.
El trabajo puntual de TFA, explicó Javier Ortíz, es promover el diálogo y la acción colectiva en torno a reducir la deforestación asociada a la producción de commodities, todo generando sinergias con el sector público, los ministerios de Agricultura y Ambiente, con la empresa privada, empezando con los productores e involucrando a todos los actores de la cadena, llegando al comprador final. Igual son bienvenidas todas las asociaciones de la sociedad civil alrededor de ese objetivo, el desarrollar condiciones habilitantes, en avanzar en mecanismos financieros, crédito, asistencia técnica, herramientas para el monitoreo y la trazabilidad.
El éxito, comentó, radica en que todos empujen el vagón en el mismo sentido para lograr reducir la tala de árboles y mejorar las condiciones de las actividades productivas agropecuarias y así cumplir con esa meta que es el desafío global más grande que tiene la humanidad a nivel ambiental. Todo está diseñado para que TFA promueva diversos acuerdos a través del diálogo y discusiones, básicamente con sectores tales como palma, leche, cacao, café y ahora último aguacate hass, para reducir los efectos en la naturaleza y poder producir de manera sostenible.
TFA, igual tiene incidencia en política pública, trabaja con el sector financiero para elevar el estándar de colocación créditos hacia actividades que no deforesten, que sean más sostenibles, trabaja con plataformas de trazabilidad y de monitoreo para facilitar el desarrollo de esos mecanismos. Adelanta labor con financiadores para habilitar más cooperación internacional en los temas ambientales. Groso modo la entidad se desenvuelve en un sinnúmero de frentes de trabajo, todos asociados a reducir la deforestación, la degradación, y por supuesto los impactos relacionados como las emisiones, pérdida de biodiversidad, afectación en las culturas o comunidades que viven cerca o en los bosques.
El tema de amenaza ambiental no solamente se queda en ganadería, precisó el directivo, pues hay inconvenientes con aguacate, arroz y otros productos que pueden afectar y crecer a costa de los ecosistemas naturales, no solamente los bosques y el aguacate hass particularmente está creciendo mucho en Colombia, no en vano el país suma 40.000 hectáreas en explotación, todo porque es la fruta que pide el mercado por su calidad en grasa y por la extracción de aceite para múltiples usos.
“El asunto no es dejar cultivar aguacate hass, el reto es hacerlo en zonas que ya estén bajo otro uso, y en Colombia hay muchas áreas en uso ganadero que se pueden reconvertir hacia aguacate para seguir atendiendo la demanda, generar empleo y desarrollo. El tema no es dejar de hacer las cosas, el punto es hacerlas bien y es algo que rige para toda la agricultura. Si hay un sector de la economía que se afecte con el cambio climático, con la escasez o exceso de agua, con los desbalances en biodiversidad y los ecosistemas es precisamente el agropecuario, lo que pasa es que hasta hoy no hemos logrado internalizar o interiorizar esas externalidades y costos asociados a las actividades, lo hemos ido acumulando, nadie paga por esas decisiones, por el detrimento del recurso hídrico y en la medida en que haya mecanismos para que eso se valore, nos vamos a dar cuenta de todo lo que hemos perdido y de lo que podemos seguir perdiendo si no lo gestionamos mejor”, concluyó el Gerente de del programa Andes Amazonía y Coordinador para Colombia del Tropical Forest Alliance, TFA, Javier Ortíz.