Se acerca el gran evento ferial del año, Agroexpo 2023, un traslado del campo a la ciudad que muestra lo último en tecnología, avances en ganadería, aves y especies menores. Todo está listo para la gran fiesta de la ruralidad colombiana que se cumplirá entre el 13 y el 23 de julio en Corferias, la gran vitrina de Bogotá que reunirá en un solo sitio agricultores, ganaderos, granjeros, fabricantes y distribuidores de insumos, tecnología de última generación, pero también abrirá espacios al conocimiento y los negocios, todo para identificar oportunidades, mejorar procesos productivos y crecer en los diferentes sectores agropecuarios.
Según los expertos, Colombia siembra en promedio 5,3 millones de hectáreas, apenas el 13,5 por ciento, una pena porque la cifra se queda muy corta frente a las 39,2 millones de hectáreas con potencial para cultivar. Analizando los números del campo se puede decir que la actividad se quedó estancada en el tiempo y que mientras los países más vulnerables de la región crecieron y siguieron de largo, el sector productivo local no pudo despegar, seguramente por el conflicto armado, los imposibles costos de producción, las irrisorias tasas de interés y un fomento que se quedó en el nombre porque el campesino no siente acompañamiento, asume que lo abandonaron, pues en Colombia prospera y repunta un importador de insumos o de alimentos que los empresarios que le meten alma, vida y corazón al campo, actualmente, muchos casi en la ruina, con una lánguida rentabilidad, sin bienes públicos, endeudados, con la amenaza climática encima y los agentes violentos cobrando sus absurdos impuestos, viviendo del trabajo ajeno, circulando amenazas y extorsionando a los de ruana.
Los números dicen que Colombia cuenta con 114 millones de hectáreas y que de ese total hay cultivables 39,2 millones, sin embargo no hay como activar la agricultura y sacar provecho de las bondades de los pisos térmicos, del agua que todavía abunda y de unos suelos vivos y bendecidos que producen de todo, eso si hay que reiterarlo, Colombia no es solo coca, tan solo lo que los gobiernos le han permitido ser en agricultura y que para los mandatos neoliberales el mejor negocio estaba en acabar cultivos, importar lo que bien se recolectaba con el respectivo saldo, bancarrota en unos, cambio de actividad económica en otros y destrucción de empleos, pero en el país del Sagrado Corazón, hay solución para todo, emergió del inframundo el asistencialismo, el perverso programa Familias en Acción y con esa política, la atomización productiva porque resultó más favorable fomentar pereza y patrocinar vicios que trabajar, los campesinos ya no añoran las siembras o las épocas de cosecha, tristemente les dañaron el corazón, de agricultura no quieren saber y tan solo esperan con desespero la llegada de una plata que jamás se ganaron, injustamente el sacrificio de quienes hacen patria en la Colombia empresarial y del agro-negocio, los que de manera increíble no tienen derecho.
En medio de tanta adversidad hay que reconocer el valor y el compromiso de quienes trabajan en el campo, tan de gran valía que no dejaron morir de hambre a los nacionales en tiempos de pandemia. Algunos señalan que el agro es uno de los motores de la economía, pero con la realidad actual, la ruralidad no necesita motores sino turbinas. Hay trabajo, es innegable, los agricultores siguen apostándoles a la innovación, a las inimaginables herramientas tecnológicas y a unos bienes de capital cada vez más sorprendentes.
A lo anterior hay que agregarle la diversificación de cultivos y todo ese paquete digital que hace aleación afortunada con la fuerza de trabajo, la imaginación de los productores que se las arreglan como pueden y obviamente el infaltable factor fe, antes sembraban o criaban variedad de especies de la mano de San Isidro Labrador, hoy con todas las amenazas llevándolos contra la pared, se ven en la necesidad de invocar en sus labores a la Virgen Santísima, al Padre, hijo y Espíritu Santo, no hay de otra.
En días pasados Colombia celebró el día del campesino, pero pasó por alto que con las perspectivas en producción y el marchitamiento de la rentabilidad, fácilmente tendrá que cambiar de agasajo porque hoy, sumando el casi nulo relevo generacional y el pavor existente en las veredas, el lugareño está en desgraciadamente en vía de extinción.
Los últimos registros hablan de exportaciones del campo colombiano por valor de 6.116 millones de dólares, un crecimiento del 38,8 por ciento, una cifra demasiado tacaña para el potencial que hay en la inexplorada frontera agrícola, un indicador demasiado pobre frente a lo que exporta Ecuador, Perú o Chile, por citar competidores en la región, ni que decir de Brasil, un referente mundial.
Llegó la hora de tomar decisiones, no podemos conformarnos con tan poco cuando en la tierra está el verdadero tesoro de el Dorado, el país agrario reclama seguridad, condiciones y un tratamiento preferencial porque quien produce comida o materias primas en tiempos de dificultad, merece todo tipo de apoyos, los que si reciben muchos vía exenciones.
Actualmente, Colombia exporta lo poco que produce a Estados Unidos, Países Bajos, Bélgica, Alemania, Canadá, España, Japón, Reino Unido, Italia y Egipto, el futuro no se ve tan prometedor porque el sector llamado a ser líder no despega, sigue atornillado y con baja productividad, el tema de las tierras se convirtió en una obsesión que de nada sirve si no hay términos para la producción de alimentos de ciclo corto, almacenamiento, infraestructura, crédito barato y una mejor visión porque a juzgar por lo que se ve en el mundo o en la región, Colombia optó por tirar el ancla en la playa dejando de lado un mar de oportunidades.
En charla con Diariolaeconomia.com, el expresidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC, y célebre agricultor, César de Hart Vengoechea, anotó que es innegable que Colombia tiene potencial si se decanta por el campo de manera más ambiciosa y haciendo uso de la generosidad de los climas así como de los suelos. Afirmó que al igual que en 1993, cuando asumió las riendas del gremio agricultor en 1993, tuvo una apreciación que cada vez se reafirma más y es que en Colombia no puede haber paz sin bienestar en el campo. Es decir el punto de equilibrio, de quiebre o la piedra angular de la armonía en el país.
En opinión del ingeniero industrial y palmicultor que participó del 51 Congreso Nacional de Cultivadores de Palma de Aceite en Barranquilla, tiene que haber un equilibrio entre lo rural y lo urbano porque durante muchas décadas Colombia ha vivido en medio de esa inestabilidad y oscilación.
“El país que fue 75 u 80 por ciento rural, dio un alarmante giro ya que hoy es 20 o 25 por ciento rural en un periodo de 30 años, algo tremendo, un impacto muy grande sobre toda Colombia que no se adaptó puesto que el cambio no se produjo por atractivos en la zonas urbanas sino porque la gente salió expulsada de los campos por la falta de oportunidades, marchitamiento de la rentabilidad, problemas en productividad y por narcotráfico principalmente. Mientras los colombianos no resolvamos ese desequilibrio entre lo rural y lo urbano perderá el tiempo buscando soluciones al tema de la paz”, declaró el señor de Hart Vengoechea.
El agro que va sobre los hombros del sector privado, que hace patria con las uñas y adolece de bienes públicos e instrumentos para perfeccionar los distintos renglones productivos, sigue a la deriva porque en pleno siglo XXI aún hay fincas sin acceso, en medio de trochas y recurriendo a bestias para sacar alimentos o productos de los predios en cosecha. Reconoció que en medio de los problemas, en los últimos años pudo verse un progreso expresado en las carreteras y facilidades logísticas que no existían hace veinte años, sin vacilación, apuntó, algo muy superior.
Desde su perspectiva, las soluciones actuales no son suficientes porque hoy en día transportarse de Bucaramanga a Santas Marta se ha vuelto un viaje de nueve o diez horas en carro particular, si al conductor le va bien, en carga que es mucho más importante el asunto, dijo, es más traumático.
Lo increíble del tema es que hace 20 o 30 años ese mismo recorrido se hacía en seis o siete horas, como quien dice, dos décadas después, el viaje se demora más y eso es porque hay más tráfico lo que lleva a resolver el asunto y mirar cómo se transportan bienes en camión o tractomulas que además deben soportar novedades diarias en la vía como bloqueos, daños o inseguridad.
Según el empresario, actualmente y por efecto de la globalización, los líos geopolíticos están pesando como se vio en la pasada crisis global logística que dificultó el suministro y encareció los productos. El campo, por todo lo que aborda, debería tener un trato preferencial como acontece en otras latitudes, unos apoyos expresados en crédito de bajo costo, insumos baratos y condiciones jurídicas que convoquen a los inversionistas a poner capital en esa gran empresa llamada campo.
Sobre el planteamiento el agricultor y empresario César de Hart Vengoechea expuso que es innegable que la ruralidad necesita espaldarazos y el acompañamiento del Estado, empero, anotó que la internacionalización de los mercados es una realidad y sin reparos se hace perentorio competir en un entorno económico frente al mundo, pero remarcó que para que eso funcione es urgente crear las condiciones lo que incluye desarrollos trascendentales en infraestructura.
El campo no la pasa bien y está el inconveniente del relevo generacional que tiene a los agricultores en calzas prietas, precisamente porque el equilibrio rural y urbano no se ha atendido adecuadamente y por eso muchos no quieren estar en los campos porque no existen las condiciones de bienestar para que la gente decida quedarse en las fincas.
A criterio de Hart, muchas cosas han pasado, se firmaron acuerdos comerciales y se acordó una agenda interna de competitividad para balancear los impactos, hoja de ruta que no se ve. Agregó que el campo merece una atención más allá de los parámetros estrictamente económicos que desde luego son importantes, pero expresó que el agro es un tema de política y de ocupación pacífica del territorio nacional que redunde en una atención prioritaria a la ruralidad productiva, todo en medio de consensos y mesas especiales que reivindiquen las grandes falencias campesinas.
“Siempre ha sido así, pero la prioridad nunca ha sido atendido debidamente. El sector ha tenido ministros de Agricultura totalmente idóneos, llenos de voluntad e incansables trabajadores, pero se estrellan, y de qué manera, contra todo un aparato que no permite hacer las cosas, los jefes de la cartera hicieron y hacen su mejor esfuerzo, pero la realidad es otra”, acentuó el palmicultor.
El campo, por todos los retos que tiene, necesita más recursos y atención porque se está hablando de presente y futuro. A juicio de César de Hart Vengoechea, el tema pasa por la concepción del desarrollo del país lo que lleva a darle prioridad a las cosas y actuar de acuerdo a esas prelaciones.
En su charla el expresidente de la SAC dijo que un tema agudo en el campo ya que impactó seriamente la productividad es el asistencialismo porque a la gente se le olvidó trabajar y llevar progreso con dignidad a los hogares. El problema es muy delicado, dijo, porque cuando una persona deja de hacer lo que le corresponde a voluntad, sin duda las cosas van muy mal pues no se puede perder la condición de esfuerzo y merecer lo que se gana con cargo al trabajo.
El asistencialismo, comentó, está llamado a replantearse y por el contrario deben garantizarse condiciones muy especiales para el campo, pero todas por fuera de la mendicidad porque solo quien trabaja devenga un salario y lleva calidad de vida a su casa, algo inherente porque nadie puede hacer lo que a otro con responsabilidad y autonomía le corresponde.
Finalmente reconoció que hay cosas que van bien en el campo, un tema que no debe generar conformismo porque mirando oportunidades, es mucho lo que se debe empujar, evitando aplazamientos o prórrogas malsanas, el futuro y la prosperidad, concluyó, no dan espera.