Los indígenas en Colombia gozan de todo tipo de protección y privilegios, tanto así que muchos reclaman tierras ancestrales como acopio de poder y tenencia, pero no con fines agrícolas que ayuden a subsanar los agudos inconvenientes alimentarios. La población indígena no ha entendido que por naturaleza los predios deben ser destinados para las actividades agropecuarias con el fin de propender por una verdadera productividad y evitar con eso estar ejerciendo la mendicidad, mostrando las lesiones que les dejó la colonia para reclamar cheques que pagan los colombianos decentes por la vía de los impuestos.
Colombia y todas sus comunidades tienen que entrar por el sendero productivo, aprovechar las incontables tierras que tienen y sumar en agricultura, ahora bien, quienes reclaman baldíos de igual manera están en la obligación de comprometerse porque ya ha sucedido que el Estado dio tierras y estas después de unos años terminaron vendidas. Es urgente mirar el listado de reclamantes o solicitantes de predios porque no puede ni debe repetir un proceso de entrega quien ya fue beneficiado con algunas hectáreas. Al Gobierno le corresponde revisar con lupa los planes de reforma agraria y ayudas pues no sería justo que algunos avivatos repitieran mientras que los más necesitados se chupan el dedo.
Hoy llama la atención la inexplicable perdida de institucionalidad en la ruralidad productiva en departamentos como el Cauca en donde campea el crimen, el abuso y todo los relacionado con o espurio.
Con enorme alarma en desarrollo del 40 Congreso Agropecuario Nacional, promovido por la Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC, el sector de la caña elevó su protesta y lanzó un S.O.S, por la invasión de tierras, amenazas y asesinatos de los colaboradores de los ingenios azucareros que ya son deplorable blanco en los ingenios azucareros del Norte del Cauca.
En diálogo con Diariolaeconomia.com, la presidente de la Asociación de Cultivadores de Caña de Azúcar de Colombia, Asocaña, Claudia Ximena Calero Cifuentes, anotó que infortunadamente hoy la realidad del sector agroindustrial de la caña es sumamente alarmante ya que en lo corrido de 2023 el gremio registra el asesinato de cinco trabajadores, nueve colaboradores heridos y tres que fueron secuestrados y después puestos en libertad. Como si fuera poco, apuntó Calero, hay 5.600 hectáreas invadidas cuando muchos propietarios de predios no ofrecen para su venta esas áreas porque les resulta más rentable cultivar, hacer patria trabajando y reclamar que lo arrebatado les sea cuanto antes devuelto.
En opinión de la dirigente gremial el país demanda plena institucionalidad, respeto por la propiedad privada y seguridad física, jurídica, así como justicia que hoy brilla por su ausencia.
“Si no tenemos justicia, tenemos impunidad y mayor impunidad genera más violencia. A esto se le suma que se trata de una zona en donde los ánimos están absolutamente exacerbados, donde coinciden varias acciones de criminalidad. Algo que lleva a pensar que, para el Norte del Cauca, definitivamente se necesita una oferta institucional o del Estado completa para poder asegurar condiciones mínimas de bienestar”, declaró la señora Calero Cifuentes.
Tristemente hay zonas o departamentos de Colombia que están prácticamente pérdidas o en manos de las estructuras criminales que hacen y deshacen, una de ellas el Cauca, una zona muy importante en donde subyace una espectacular caficultura que siembra en algo más de 98.000 hectáreas. El Cauca, informó la presidente de Asocaña registra 42.000 hectáreas de caña de azúcar, la zona, agregó, tiene asimismo una destacada oferta de carne y leche, producción de cítricos y una economía campesina demasiado importante.
El mensaje, sin lugar a dudas, señaló Claudia Ximena Calero Cifuentes, es que comunidades, grupos étnicos, trabajadores y sector productivo, no solo apuestan, sino que seguirán jugándosela por el Cauca, pero ojalá de la mano del Estado el que se necesita a plenitud en esa zona.
Asocaña, fundada el 12 de febrero de 1959 con la misión de representar al sector agroindustrial de la caña para promover su evolución y desarrollo sostenible, afirmó que espera cerrar un 2023 con una producción de 2.2 millones de toneladas de azúcar habiendo molido un poco más de 22 millones de toneladas de caña. De igual manera espera continuar con sus exportaciones a más de 60 países.
Según dijo la presidente de Asocaña, el sector es fundamental en la generación de riqueza, pero del mismo modo en la oferta de empleo, la inclusión y tejido social porque con un PIB agrícola solo en el Valle del Cauca del 22 por ciento y cercano al 11 por ciento en el PIB industrial se muestra como un renglón potente y esencial en el desarrollo.
La caña, dijo, está presente en la transición energética pues no en vano producirá 343 millones de litros de etanol o alcohol carburante al término de este año, un insumo importante para oxigenar la gasolina. De igual manera, comentó, el cultivo y agroindustria de la caña pondrá en el mercado más de 1.750 megavatios de energía producidos de los cuales el 50 por ciento se va al Sistema Interconectado Nacional.
“Nosotros somos un sector energético, cultivamos un alimento que produce energía y también otros bienes que van a la canasta de soluciones que hacen parte de la transición energética del país”, puntualizó Calero Cifuentes.
El cultivo de caña que está en cinco departamentos y en 51 municipios de Colombia genera la no despreciable cifra de 286.000 empleos directos e indirectos. Al revisar las estadísticas manejadas por Asocaña, seis de cada diez familias pertenecen a la agroindustria de la caña, un circuito virtuoso de economía circular que le ofrece el suroccidente colombiano al país.
La presidente de Asocaña, Claudia Ximena Calero Cifuentes, manifestó que duele mucho saber que quienes hacen un esfuerzo económico por apostarle al país y a su agricultura, hoy por hoy ven sus inversiones amenazadas y la gente que trabaja para fincas e ingenios asesinada.
“Esta es una zona en donde nosotros hacemos parte, pero en donde igualmente caben las comunidades y los trabajadores que posibilitan la agroindustria de la caña, una actividad prospera por la articulación de esfuerzos”, concluyó la presidente de Asocaña.
Los violentos generan pánico, pero no es prudente amilanarse
Con una sonrisa humilde y grata, el labriego Marco Antonio Carabalí habló con este medio y reveló que es muy grave lo que pasa en el Norte del Cauca, especialmente en el municipio de Villa Rica, un lugar paradisiaco en donde brotan productos como caña de azúcar, maíz, plátano, frutas y verduras, sin vacilación un ADN agrícola que debería tener felices a todos.
Este buen hombre, digno representante de la Colombia afrodescendiente, pero igual trabajadora lleva cerca de 30 años en los campos sembrando y cosechando productos para llevar alimento a las familias colombianas. Este villaricense estuvo de igual forma 16 años en la agroindustria, pero sembró maíz, millo, soya, zapallo y otros productos que lo dejaron mal económicamente, llevándolo a su mundo, la caña de azúcar.
Villa Rica, fundada en 1936 y con una población de 16.189 habitantes pasa por un momento sumamente difícil, allí esos abnegados cultivadores que muy duro trabajan no son vistos con buenos ojos por quienes buscan riqueza fácil, sin mayor esfuerzo y fruto de la violencia, los hijos de la pereza, la arbitrariedad y enemigos de una Carta Constitucional que contempla deberes y derechos, los que se pasan como si nada por debajo de la cerca.
El agricultor dijo que el Cauca atraviesa quizás por el peor momento de inseguridad que no se dan exclusivamente por la tierra sino por otros actores que están en la mitad del conflicto. Lamentó que muchos productores grandes, medianos y pequeños estén perdiendo el estímulo de labranza, precisamente por falta de garantías y seguridad en vista que mientras por un lado algunos piden el pago de vacuna y por el otro lado hay personas atacando al agricultor para quitarle la tierra y erradicar la producción, pero como ahí no termina el problema, está el accionar de la delincuencia común, un escenario deplorable y peligroso que cada vez se agudiza en detrimento de las personas de bien.
“Estamos prácticamente rodeados por actores violentos que ponen palos en la rueda a la agricultura, la guerrilla, los indígenas y los carretilleros que no tienen inconveniente en meterle candela al cultivo cuando la caña está lista, o dado el caso la cortan y lo triste es que el agricultor debe aguantarse todo eso, el conflicto en ese sector es muy duro”, expuso Carabalí.
El labriego tiene cuatro hectáreas sembradas con caña y hectárea y media que está destinada al pancoger o lo que se conoce como finca tradicional. Lo grave es que su pequeña propiedad también está en el obturador de la delincuencia que no sabe de esfuerzo, consideración o piedad.
“En este foro, después de escuchar a la ministra de Agricultura, de saber lo que pasa con banano, arroz y palma de aceite, la verdad salí bastante preocupado, ello porque las palabras de la jefe de la cartera agrícola intranquilizan cuando hace precisión a la necesidad de tomarse las tierras productivas, todo un apuro porque no ayuda en lo menos mínimo la concepción agrícola del Estado”, enfatizó el cultivador.
Unas tierras que debería tomarse el ejecutivo son las sembradas con hoja de coca pues mientras en caña hay 237.000 hectáreas en coca el registro supera las 250.000. Expuso que lo que pasa con la agroindustria de la caña de azúcar es impresentable en razón que genera empleo, paga impuestos y le cumple a la sociedad.
El labriego cuestionó la estigmatización por la que pasan los productores del campo mientras pasa de agache el grave problema de narcotráfico.
Finalmente criticó las llamadas tierras ancestrales porque su familia que data de 1810 se hizo a unos predios que trabajó y mantuvo para llevar bienestar a las futuras generaciones, el tema, explicó, no pasa por exigir suelos o propiedades, la razón de ser del campo es producir porque cuando el hambre azote será tarde y será cara la factura por jactarse con acopiar tierras totalmente ociosas.
El problema de los indígenas es que no trabajan la tierra, pero tampoco permiten que los demás lo hagan, como quien dice, ni rajan ni prestan el hacha. Carabalí sentenció que desgraciadamente se ven como muy distante las soluciones que deben darse desde el Gobierno para unos agricultores o agroindustriales que no necesitan regalos ni consideraciones tan solo seguridad, buen trato y respeto.