Sábado, 23 Noviembre 2024 07:38

Las condiciones están dadas para que desaparezca la caña y mucho más

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Los agricultores no encuentran trabajadores, la mano de obra es un lujo y todo por asistencialismo o actividades que pagan más. El campo se volvió inviable y tiene las alertas encendidas.

Hace un tiempo visitamos la población de Villeta en el departamento de Cundinamarca, un municipio cálido y atractivo capital de la Provincia del Gualivá que fue fundado el 29 de septiembre de 1551, tierra panelera que evoca con orgullo sus orígenes precolombinos en donde los grandes patrones del territorio fueron los fieros indígenas Chapaimas pertenecientes a la nación Panche.

En ese viaje hecho hace unos cuatro o cinco años detectamos que hubo graves problemas, la panela no valía y hoy que retornamos siguen los inconvenientes, casi no hay producto, los precios repuntan y lo paradójico es que este alimento no logra un punto de equilibrio pues escala en precio o se desploma, pero no logra un comportamiento estable por diversas variables.

Villeta fue convertida al catolicismo desde 1552 luego de que llegarán al sitio tres comunidades religiosas, todas de reconocido protagonismo en el mundo, en su momento desempacaron valijas franciscanos, agustinianos y dominicos que se dieron a la tarea de enseñar la Biblia a los aborígenes de la muy bonita provincia que tuvo iglesia en ese mismo periodo.

Igualmente conocida como la “Pequeña Villa” o “Ciudad Dulce de Colombia”, Villeta empezó a cultivar caña de azúcar en el momento de su fundación ya que en ese tiempo fueron llevadas unas semillas que luego de la cosecha fueron transformadas en trapiches primitivos. Este pueblo ha visto pasar todo tipo de historias, unas tristes, otras alegres, algunas nostálgicas y posiblemente circunstancias para el olvido, ello sumando los precedentes prehispánicos considerando que allí vivieron tribus guerreras y de elevada agresividad, dicen los historiadores que inclusive practicaron la antropofagia, luego algunos discrepantes fueron con ellos a la mesa, pero no como amigos, sencillamente hicieron parte del menú.

 

 

En esta tierra de 32.655 habitantes fue erigido el primer trapiche hidráulico, un logro reportado en 1840 cuando el señor Timoteo Román decidió apostar por esa agroindustria en la hacienda de Cune, en esa época los trabajos fueron orientados por William Willis, la persona que influyó directamente en la importación de esa tecnología, todo un salto de calidad e innovación en la transformación de la caña que logró afianzar una industria con un producto esencial en la alimentación

Hoy la caña de azúcar es trascendental en la economía agraria del país, la siembra suma más de 400.000 hectáreas cultivadas de las cuales el 62 por ciento tienen como finalidad la obtención de panela. El sector panelero agrupa algo más de 70.000 productores y 20.000 trapiches de donde salen al mercado miel y panela de comprobada calidad.

La caña panelera genera ingreso y dinámica económica en 28 departamentos y 564 municipios, aunque según la Federación Nacional de Productores de Panela, Fedepanela, tan solo 164 municipios concentran el 90 por ciento de la producción.

El gremio calcula que el consumo per cápita asciende a 19.5 kilos en promedio y destacó que los agricultores han trabajado duro amén de las circunstancias económicas, logísticas, financieras, sanitarias y de seguridad para abastecer el mercado interno y exógeno.

La panela, un producto propio y distintivo de Colombia, cuenta con propiedades alimenticias importantes, pero igual es clave a la hora de tratar enfermedades como algunas gripes por sus componentes notables expresados en vitaminas C y B1, igual tiene minerales naturales como hierros muy apropiados para blindar el sistema inmunológico por lo que sobra decir que resultó básica en tiempos de pandemia.

En panela Colombia produce aproximadamente 1.2 millones anuales de las cuales se exportan algo más del uno por ciento a mercados que van creciendo como Estados Unidos y España, aunque habrá nuevos compradores por las gestiones que el gremio viene haciendo, de hecho, ya hay actividad comercial panelera con Chile, Italia y Canadá, una noticia dulce de cara a la expansión mundial del producto.

Colombia como ya se citó produce panela desde la colonia, este producto viene de la caña de azúcar que es originaria de Nueva Guinea, si bien se dice que Cristóbal Colón la trajo en su segundo viaje al Muevo Mundo en 1493, fue hasta 1538 cuando arribó a Colombia de la mano de los conquistadores.

Hoy la panela hace parte trascendental de la economía campesina y del tejido social rural, es un producto que apenas dando pasos logró exportar en 2022 15.5 millones de dólares con la expectativa de aumentar las ventas habida cuenta que los empresarios tuvieron visión e incursionaron con valor agregado, es por eso que se consigue panela en polvo, miel de panela, panela saborizada y otros subproductos. La agroindustria panelera genera en promedio 278.000 empleos directos, 40 millones de jornales al año y les lleva ingreso y calidad de vida a 350.000 familias en distintos componentes de la cadena.

La panela es un alimento primordial de la canasta familiar local, además es un producto insignia de los colombianos ya que hace parte de la cultura, la historia y la economía rural, hoy este derivado de la caña atraviesa por serios problemas como pasa con el campo en donde hubo pasión, compromiso y mucho trabajo, pero hoy con el desdén, el olvido, la indiferencia y el alejamiento de las juventudes campesinas, eso que fue amor pasó a otra orilla porque a los productores el modelo económico les hizo cardiectomía, hoy no hay un corazón que palpite en las veredas y la seguridad alimentaria sigue en alto riesgo. Los exministros de hacienda y agricultura no tuvieron claro el tema de economía agraria, se quedaron en las importaciones, en malgastar lo poquito que llega del petróleo y en acabar con un campesinado defraudado por un grupo de indoctos tantas veces consultados sobre cómo salvar una economía que ellos mismos destruyeron. Con el agro no hubo benevolencia, hoy el sector primario está entrando en ese escenario pretérito que tanto les va a costar a los colombianos, hablar del pasado productivo y de un futuro sin campo tendrá facturas pues no solo de cemento y condominios vive el hombre a ese que por naturaleza le da hambre, solo que cuando despierte del letargo será demasiado tarde, pues no habrá oro, petróleo, gemas o dinero que compre un plato de comida o un simple vaso de agua, la que a propósito se está acabando, suena apocalíptico, pero es real, Colombia se consolidó como el país experto en matar a la gallina de los huevos de oro, jamás aprendió sobre el verdadero valor de las cosas.

 

 

En charla con Diariolaeconomia.com, el empresario y productor de panela Elkin Flores reveló que preocupantemente la agricultura de la provincia del Gualivá, de Villeta, Cundinamarca, y del país está agonizando por la falta de mano de obra pues expuso que puede haber dificultades climáticas, de seguridad o de insumos, sencillamente no hay gente para trabajar lo cual es causa efecto de la indiferencia del Estado con los labriegos pues es visible, apuntó, que los gobiernos no se han interesado por los campesinos dejándolos a la deriva y viendo cómo se ocupan en otras cosas que no son puntualmente la panela.

 

“La situación está llevando al productor a la quiebra porque como si fuera poco los precios del mercado son manipulados por los grandes comerciantes que vienen de la Central de Abastos de Bogotá, Corabastos, los que pagan el precio que quieren y como impongan. Ellos traen el dinero y se aprovechan que en Villeta hay gente de escasos recursos, generalmente pequeños productores que viven a ras defendiéndose de la situación y sobreviviendo con el día a día, contexto que lleva a que el agricultor seda o se entregue de la manera que ellos quieran, no tienen lío en fijar precios así no sean remunerativos, es elemental, pagan lo que ellos digan, les importa su negocio mientras los de ruana seguimos en el total desamparo”, aseveró el señor Flores.

 

Actualmente el precio de la panela en Villeta ha subido porque hay escases de panela y eso conlleva a que se cumpla la ley de la oferta y la demanda, lo que más cuesta es lo que no se consigue, pero igual hay problemas considerables porque no hay mano de obra en este momento.

 

 

El empresario deploró que los campos que fueron altamente productivos están dejando la actividad agropecuaria para entregar tierras a las constructoras que tienen en franco crecimiento la construcción de vivienda, condominios, hoteles y zonas especializadas en turismo. El asunto, explicó Flores es que mientras a un jornal le pagan 50.000 pesos en la construcción le ofrecen 70 y hasta 80.000 pesos, algo que lleva a entender porque la gente arranca para el sol que más caliente y donde las labores no son tan exigentes, hoy, sentenció, no hay mano de obra para hacer la panela.

En opinión del agricultor hoy las condiciones están dadas para que desaparezca la caña y otros cultivos, no solo de Villeta, de la región del Gualivá o del departamento, de todo el país, el tema es que la gente hace cuentas y piensa, no hay quien trabaje, por la edad muchos no pueden trabajar luego la coyuntura está obligando a un número importante de agricultores y productores de caña a vender la finca, ya varios vendieron y hoy esas propiedades son fincas de recreación, también condominios, quintas y todo tipo de construcción suntuosa, activos que están haciendo que la caña siga esfumándose.

 

“Esto lo digo con todo el conocimiento y convicción puesto que en mi vereda hay muchas fincas que ya no están, fueron adquiridas para otras actividades muy lejanas de la agricultura”, apuntó el productor de caña Elkin Flores.

 

Es tan apremiante la situación panelera y ahondado el desabastecimiento que algunos empresarios de la hoya del rio Suárez están yendo a Villeta a comprar panela, una verdadera muestra de la crisis porque si en algo es potente esa región de Santander y Boyacá es en la producción de panela, algo increíble porque la obtención del dulce alimento es mucho más grande en esa zona de Colombia, todo por la mano de obra y desde luego asuntos complementarios como el clima y otros factores.

 

El campo necesita mejor trato

 

 

A juicio del productor de panela Elkin Flores, el agricultor colombiano demanda mejor trato y verdaderos incentivos porque todo lo paga a muy alto costo, con IVA y adicionalmente debe pagar por su producción vendida, es decir muchos egresos, muy bajo ingreso y bancarrota porque el negocio queda en el bolsillo de los intermediarios y las deudas los rubros pendientes en la libreta de quien siembra.

Reconoció que últimamente el Banco Agrario ha facilitado el tema de liquidez con unos créditos blandos, pero llegan problemas como el de hoy porque Flores tiene producción para sacar, pero no encuentra gente que trabaje y eso como a todos genera un perjuicio muy grande. Precisó que a la caña le pasa lo del café pues cuando llega la cosecha y no hay quien la recoja se cae y en el piso, detalló, el café no vale un escenario afín con el de la caña, hay mucho para cortar y moler, pero no se consigue gente por ningún lado.

Elkin Flores tiene 55 años y es nacido en Villeta, comentó con orgullo que nació entre cañaduzales en los que gateo tal y como lo hicieron sus padres, abuelos y bisabuelos, toda una saga dedicada a una siembra bendecida que dejó buenos momentos, pero que hoy agoniza ante la mirada impávida del gobierno.

Hoy el tema laboral es una pesadilla, no hay personal ni relevo generacional y la persona más joven que uno consigue para seguir con el cultivo de caña tiene 60 años, la juventud no trabaja en la caña.

 

“Este trabajo lo hago por mis hijos que viven en Bogotá y tienen sus compromisos, a mi es a quien le toca quedarse en la finca y hacerle frente a la situación. Esta semana estoy alistando unas cajas de panela, pero como le digo la gente que ayuda tiene 60 o 70 años, los únicos que más o menos siguen trabajando en el campo, todo un desafío porque debido a la topografía de montaña los cultivos no dan para tecnificar, algo diferente al Valle del Cauca o los Llanos Orientales, tierras planas y tractoréales, aquí por el entorno de lomas nos toca más artesanal, a machetazo limpio, a la antigua usanza”, puntualizó el productor.

 

 

 

La situación del campo sigue siendo lamentable, aparte de que hay que cosechar a mano hay que tener unas buenas mulas para sacar caña, igual después de moler las panelas bajan en bestia porque no hay acceso a carreteras y a bienes públicos en general lo cual incluye el fluido eléctrico, algo increíble en pleno siglo XXI, todo acondicionado para que aumenten los costos de producción y baje ostensiblemente la rentabilidad.

En su finca de ocho fanegadas crece la muy buena caña de Elkin Flores, un villetano que sigue incólume en el agro sin perder la fe, pero viviendo las angustias que no debería porque trabaja, invierte, lucha, pero se siente solo, no hay política para el campo, no existe una motivación adicional, todo es sacrificio y carencia. Agradeció no tener más área cultivada porque estaría en un serio aprieto con la mano de obra, un lío de marca mayor puesto que los predios se atrasan porque no hay quien los limpie, una labor que debe hacerla alguien con experiencia.

En el sector panela una unidad productiva necesita como mínimo cinco personas para operar o sacar adelante medianamente tranquilos una molienda, tres corteros, un arriero y un encarador, gente que llega y sale hasta que entrega la producción programada, eso sí, contada, ordenada y empacada.

 

“El asunto es serio porque si se consiguen dos no es factible dar con tres jornaleros, en algunas ocasiones los trabajadores dicen, yo le ayudo en el corte, pero no en la molienda porque estoy enfermo, me duele la columna y no me le comprometo a eso, si ayudan a cortar y a arrimar, pero el tema de la mano de obra es complicado, está igual el factor riesgo porque no se puede tener gente corta de oído o de vista porque en temas de trapiche al menor descuido cualquier cosa puede suceder y son asuntos para tener en cuenta”, especificó el agricultor.

 

 

 

Un jornal en caña pagado en Villeta cuesta 80.000 pesos, 50.000 pesos libres y 30.000 pesos de comida, hoy el precio es justo porque cuando se vendía a 50.000 y 60.000 pesos la base no daba, era muy difícil encontrar el punto de equilibrio, la rentabilidad, y como en todo, anotó el cañicultor, si la base no cuadra lo mejor es renunciar a las buenas o a las malas, nadie tiene que decirle al finquero que se vaya, por obvias razones el agricultor se va solo.

La realidad de Villeta aflige, este municipio tiene una de las mejores tierras de Colombia, allí no solo se cosecha caña de azúcar, también aguacate, frutas, maíz frijol y todo lo relacionado con la huerta, asimismo plátano y ganadería, pero toda esa actividad agrícola y pecuaria quedará en el recuerdo ya que la edificación de inmuebles está en boga y el campo pasará a ser una vetusta postal, unas inversiones en activos fijos que no para por la cercanía de Bogotá con Villeta, pueblo que tiene clima cálido y muy buena presencia, toda una oportunidad para el turismo también considerando que un turista tarda en llegar de Bogotá entre hora y media y dos horas.

Anotó que si tuviera a la ministra de Agricultura de frente le pediría por el rescate del campo habida cuenta que este sector es trascendental, tan sencillo que sin el campo no come la ciudad, le recordaría que la seguridad alimentaria está en la ruralidad en donde ningún gobierno ha puesto sus ojos.

El agricultor aclaró que el campesino por fortuna no aguanta hambre porque tiene huerta con, frutas, frijol, cebolla, plátano, gallinas, pollos y otras obtenciones, no siente una amenaza por quiebra o inconvenientes, pero, apuntó que de todas maneras si se ve obligado a buscar otras salidas, pero de inanición no muere, posiblemente a eso se vea abocado quien habita en la ciudad, posiblemente el campesino o el dueño de una finca no tenga plata, pero por fortuna tiene qué comer.

Concluyó que el campo injustificadamente está demasiado desprotegido, adolece de todo, pero reconoció que esa zona del Gualivá goza de seguridad física y jurídica, algo importante para invertir y sacar proyectos adelante, pero no solo de construcción sino estructuras agrícolas de gran musculatura porque la fertilidad de la tierra villetana da para pensar en grande no para sepultar una dadivosa agricultura.

 

Clima, tras de cotudos con paperas

 

 

Por otra parte, la propietaria de la tradicional bodega artesanal La Villetana Luz Ángela Bohórquez Otálora dijo en este medio que en el momento actual la panela tiene un costo supremamente alto debido entre otras cosas a la escasez de caña que ha habido en la región como consecuencia de los fuertes veranos que impactaron la región en los últimos meses, un factor que mermó considerablemente la producción en distintas provincias paneleras del país.

La empresaria expresó que actualmente hay alta demanda y poca oferta lo que explica que los precios estén por las nubes un factor que se agudiza porque como se sabe los comerciantes de Santander están llevando panela villetana agudizando la situación en Cundinamarca por la caída de inventario o disminución de producto a disposición. Eso demuestra que los problemas climáticos y de carencia en la mano de obra tienen al país rural con freno de mano y los históricos comercializadores de la cuenca media del Suárez ante la ínfima producción llegan a la plaza de los paneleros en Villeta a mirar que consiguen porque todo el mundo necesita panela, un alimento con alto porcentaje de consumo, de grandes propiedades e infaltable en la canasta familiar.

Bohórquez Otálora afirmó que una caja de panela de libra se ubica hoy en 95.000 pesos, es decir que una carga de panela puede estar aproximadamente en 500.000 pesos, un valor alentador para quien puede vender porque hace un año la carga estuvo en 250.000 y 300.000 pesos, una subida estimable que impacta el costo de vida, pero que le ayuda al productor primario.

 

“Si bien los precios están buenos lo cierto es que hay muy poca caña, los agricultores hablan de un bajonazo en los rendimientos por el cambio climático pues las plantas pasan por estrés hídrico o temperaturas altas y extrema sequía. El asunto es retador porque para sacar una buena molienda es perentorio hacer un corte bastante grande, lo que implica más hectáreas y el rápido agotamiento de la caña, llevando a problemas de insuficiencia, eso sin hablar de la pérdida de calidad en la panela cuando hay excesos de calor porque se pierde volumen y peso, la panela se hace menos sólida y si melcochuda, sin los atributos que ofrece Villeta en ese alimento esencial”, comentó la Gerente de la bodega panelera La Villetana.

 

 

 

Igualmente opinó que es muy deplorable ver como muchas fincas salieron a venta ante la imposibilidad de tener una mejor y gratificante agricultura, fenómeno que también influyó en la disminución de la oferta panelera en el municipio que hoy se calcula en un 50 o 60 por ciento, igualmente explicado por precios endebles en el mercado de la panela y una ganancia que se volvió ajena, todo justificación para que los productores salieran de sus fincas y Villeta, al paso en que va, advirtió la empresaria, dejara de ser la “Ciudad Dulce”, algo que no alegra porque en otros tiempos la panela le dio identidad, empleo, desarrollo y poder económico a la región, hoy esos fértiles suelos están siendo utilizados para la construcción de fincas agroturísticas y de recreo, pero igual para edificar viviendas y condominios, todo porque los costos de producción de la panela son muy altos y esa agroindustria paradójicamente se convirtió en una carga. Un problema paralelo en Villeta es que los productores no supieron hacer diversificación para abrirle opción al agro-negocio con otros productos de fuerte demanda nacional e internacional, la mayoría por no decir que todos se quedaron en el cultivo de caña panelera, negándose con ello la posibilidad de cubrir las necesidades cuando los precios de la panela estén baratos, seguramente faltó visón y cultura productiva de mayor ambición, falto sin duda el plan B.

Gran parte de las veredas dejaron la caña y otras siembras para convertirse en quintas y condominios, una perdida invaluable porque el campo entregó sus dominios al urbanismo, no hubo política agraria y faltó visión en beneficio del desarrollo rural, todo se quedó en agencias, pero todas como acompañantes de las lastimeras exequias y el más paupérrimo entierro de la necesaria y vital agricultura, por la que lloraremos y lamentaremos en muy poco tiempo, las señales las está dando el planeta, pero el libre comercio y los aperturistas siguen fundidos en la miopía. Que Dios nos ampare, a los gobiernos el tema les quedó grande, no sé si de buena o de mala fe, pero oh fracaso e indeseable ocaso.

Muy grata es Villeta, turística, cálida y coqueta, es una tierra que gusta porque tiene magia, pasado y balcones, igual reactivó su ferrocarril, una vía que poco a poco empieza a tomar forma porque el tren aumentará el desarrollo y las posibilidades de la provincia, si se hace realidad reactivar la línea férrea, habrá espacio para todo, los viajes, las visitas, gastronomía y desde luego una agricultura que tendrá de primera mano una herramienta verdaderamente competitiva, hay que luchar y empujar hacia el mismo lado porque el país no puede conformarse con historias y narraciones en sepia, es urgente pasar de lo patético a lo poético, dejar las cuitas y traerlas al nuevo tiempo a este siglo XXI que puede devolvernos muchas cosas, entre ellas, trenes, agricultura, sueños y futuro, nada imposible.

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