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Martes, 01 Marzo 2016 22:58

Cáqueza, la tierra del amor…..De la morcilla

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La vía al llano le dio progreso al Meta, pero acabó con Cáqueza y su oferta gastronómica.

El reloj marcaba las doce y treinta de la tarde y un tic tac que va desde el oído, pasando por las pulsaciones hasta el estómago se acompañaron gratamente con un olor típico y provocativo de fritanga y gallina, salía de una bodega dividida en varios puestos destinados para las matronas que tanto saben de eso.

Nos encantó ese olor a comida colombiana, la misma que preparan desde toda una vida manos expertas en la culinaria criolla, esas que tan buen sabor le dan con sus secretos y especias a los chorizos, a la carne, a la proteína que viene del corral y desde luego a la morcilla, la llamada tubería negra que tanto gusta y que así, brillante y acompañada de papa criolla humeante y aromática con olores que van desde el poleo hasta tomillo, laurel y hogao nos ponen a salivar y desear tener la primera porción entre dientes.

Ya con los años encima la señora, Julia Esther Parrado, le dijo a Diariolaeconomia.com que lleva en el negocio de la fritanga más de 40 años. Ella empezó con un pequeño negocio que tenía como techo un toldo, en ese tiempo las ventas eran cuantiosas y la venta no paraba porque el municipio de Cáqueza era paso obligado para ir a Villavicencio, en ese entonces era muy común ver gente descender de los buses naranja de Flota la Macarena, los tricolor de Expreso Bolivariano y otras flotas que hacían ruta entre Bogotá y el llano.

Esta mujer de cara amable, pero visiblemente cansada aseguró que hay tristeza porque las ventas se redujeron a lo que se logre hacer un fin de semana porque de lunes a jueves el pueblo está prácticamente solo.

“En los buenos tiempos la venta de un domingo llegaba a millón y medio y hasta dos millones, de pesos, pero hoy las ventas a duras penas llegan a 500.000 pesos en ese día sin contar que se perdió el dinamismo que hubo de domingo a domingo”, apuntó doña Julia.

Les pidió a las autoridades departamentales y nacionales que se acuerden de los vendedores ambulantes y estacionarios porque desde que se inauguró la nueva vía al llano, estos comerciantes fueron los primeros damnificados sin que ningún gobierno se acuerde de esas personas que pasan necesidades con cargo al desarrollo.

A su turno, María Cecilia Cruz, otra vendedora de caldo y gallina que mató más de un guayabo con su sazón y el humeante consomé, lamentó el olvido en que los dejó la gran obra porque ya pocos van de visita y a quienes les corresponde hacer promoción turística se quedan cortos en su oficio.

“A todos nos cambió la vida en Cáqueza con la vía al llano, nosotros quedamos aislados y perjudicados porque los negocios eran muy dinámicos y demandaban tres o cuatro empleados, este trabajo ayudó a muchas familias de escasos recursos que se quedaron viendo un chispero y por eso le pedimos al Gobernador que se acurde de nosotros”, apuntó María Cecilia Cruz.

Comentó que la clase política única y exclusivamente se acuerda de Cáqueza para ir a pedir votos, pero una vez terminado el proceso electoral, el municipio vuelve al cuarto de San Alejo o a esa fila de municipios a los que les cabe la ni mandada hacer, letra que inmortalizó, Carlos Vives, “La Tierra del Olvido”.

En aras de una mejor reubicación para estos vendedores, hay un lote de la gobernación que podría ser usado para este fin con los consecuentes beneficios económicos, turísticos y sociales porque se trata de una solución a un problema que suma ya quince años en dónde se perdió la actividad económica reflejada hoy en brazos caídos e improductivos.

En la bonita tierra de Cáqueza hay familias que dependen de este oficio, de la venta de alimentos típicos, pero básicamente de la tradicional rellena y de la gallina campesina acompañada de papa, yuca y plátano.

“Yo tengo cinco hijos y los he sacado adelante, pero la verdad como yo, hay muchas familias en dificultades que hemos tenido que apretar el cinturón porque no hay plata que alcance y para colmo de males los gobiernos se olvidaron de nosotros”, comentó María Cecilia Cruz.

Actualmente el flujo de turistas se fue y los pocos que llegan van puntualmente a visitar la población y su imponente fe católica que data desde 1607 cuando se erigió la primera iglesia y de la compleja terminación en 1736 de un grandioso templo, el mismo que mandó a tierra el famoso terremoto del 12 de julio de 1785, justo cuando nació el periodismo en Colombia, y que tuvo reconstrucciones las que finalmente dejaron una basílica hecha entre 1924 y 1934. Cáqueza es una tierra rica en agua, en pastos y agricultura, de sus suelos brotan alimentos como la arveja, la cebolla, bulbo, habichuela y maíz, sin contar con diversas clases de fruta.

En esta tierra prospera la ganadería de leche, los derivados lácteos y la cría de especies menores como cerdos, ovejas y aves de corral.
Esta población majestuosa por dónde fluye la cuenca del río Negro se ubica en el oriente de Cundinamarca y sirvió de puerta al llano en los mejores años de la morcilla. Encaramado en lo alto de la cordillera oriental, el municipio goza de un clima medio de entre 20 y 21 grados centígrados, haciendo de este paraje un sitio ideal para el descanso así como para el turismo religioso, ecológico y gastronómico.

Actualmente hay una diferencia entre los vendedores estacionarios, algunos ambulantes y otros que cumplen la ley con la alcaldía porque solamente hay ojos y contratos para quienes según los pequeños, tienen más dinero, más poder o mayores influencias. Estas personas, las que se instalaron en el llamado “Rincón Turístico”, le pagan un canon a la administración municipal de entre 300.000 y 400.000 pesos mensuales y por eso se quejan que no los tienen en cuenta para contratos de alimentación en momentos de eventos u ocasiones especiales.

La fritanga está en el ADN de los hijos de Cáqueza, son varias las generaciones que metieron la mano en la cocina autóctona, esta labor pasó de generación en generación y fue saboreada igualmente por los viajeros de bus, por lo que atravesaron montañas a lomo de mula y hasta esos que llegaron de cerro en cero a lomo de hombre en tiempos de los cargueros.

La señora, María Cecilia Gutiérrez, la abuela de María Cecilia, la mamá de su mamá, supo de excelente gastronomía y de alta cocina nativa, pero esta actual vendedora lleva 48 años al frente de un negocio que hoy le da estabilidad económica a su familia muy a pesar de la amenaza que tiene de desaparecer.

“La rellena de Cáqueza es la mejor, es muy buena porque tiene mejores ingredientes, pero eso sí, no me pida que le dé la receta, ese es un secreto ancestral que no se puede revelar”, dijo.

El piquete caqueceño también ha sido muy tradicional, pero este es un patrimonio que no fue bien capitalizado por los alcaldes y por los líderes de la región. A la fecha hay un debate porque no hay espacio para los viajeros y turistas porque la zona del “Rincón Turístico” sirve más de parqueadero que de promoción turística.

Una picada en Cáqueza cuesta desde 10.000 pesos, pero para quienes tienen poco billete se les acomoda una de 8.000 devaluados pesos. La famosísima picada caqueceña trae longaniza, rellena, costilla, carne, yuca, papa, plátano, gallina si se quiere y obviamente la mejor atención.

“Me atrevo a decir que soy pionera de la fama que tiene la gallina de Cáqueza, son 48 años preparando caldo y soy fundadora de los puestos de sopas y venta de gallina criolla. Una gallina vale 23.000 pesos y se acompaña de papa, yuca y plátano, pero de manera increíble nos tienen prohibido vender la gallina con yuca y plátano porque según la alcaldía eso es un delito, es tan delicado el asunto que a mi hija la demandaron por vender papa criolla y plátano en un mismo plato con la gallina, porque eso según las autoridades en Cáqueza está prohibido”, precisó Cecilia.

Hoy Cáqueza dejó de ser la puerta del llano para ser tristemente el candado de una población que fue marginada por una mega obra que se hizo sin medir los impactos sociales y económicos de la región.

Hay que decir que en Cáqueza ocurrieron hechos verdaderamente notables como la expedición de la primera partida de bautismo firmada por Fray Juan de la Cruz en 1663, se libraron allí batallas con ejércitos realistas, murió en 1859 el guerrillero, Carlos Muñoz, fue rescatada de su rapto la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá en 1816 por parte de las tropas del Gobierno de las Provincias Unidas y ahora último entre tanta historia se prohibió vender gallina con yuca y plátano.

Esta población de indios Gúchipas, pertenecientes a la federación Muisca y descendientes del Cacique Ebaque, fue fundada el 23 de octubre de 1600 por el oidor, Luis Enríquez.

Cáqueza, capital de la provincia de Oriente, pide una mirada seria y gubernamental a una historia magna, aborigen, patriota y clerical porque hoy como su significado permanece encerrada y sin opción, no en vano en Muisca Cáqueza traduce, “cercado o región sin bosques”.

Allá esta Cáqueza entre las montañas verdes de oriente, esperando que Colombia se acuerde de ella, su catedral rojiza espectacular en donde se escuchan cantos de ángeles y santos, glorifica con su gracia y tranquiliza cada alma caritativa que llega de visita. Muy desde lo alto la patrona, la santísima virgen abre sus brazos y deja abiertas sus delicadas manos frente a las escarpadas y verdes montañas a tiempo que bendice una tierra de caminos vertiginosos y a unas gentes buenas y llenas de amor que saben de cocina y de cómo hacer fértil la aborigen tierra Muisca.

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