Sin duda alguna el tema de Venezuela hace parte de un contexto supremamente humanitario que después de verlo y analizarlo invita al análisis y a mirar a esas personas con unos ojos más solidarios, respetuosos y de alguna manera con agradecimiento porque hay mucho dinero que está llegando a Colombia y se está quedando en la economía local.
No se trata de nada que no sepan muchos, pero mientras unos reniegan y dejan ver la peor cara de la absurda xenofobia, de Venezuela vienen empresas, capital y muchos recursos para alimentar la economía colombiana, todo un fenómeno que arranca en zona de frontera, justo a donde nos trasladamos para ver y saber de primera mano cual es la situación de los migrantes y de la misma población colombiana. De entrada vimos a Cúcuta con un dinamismo económico espectacular y nada comparable a la de hace unos seis o siete años en donde la contracción de la demanda fue el común denominador, aspecto que se reflejaba en locales desocupados y en grandes avisos de letras rojas y en mayúscula de se vende o se arrienda.
El cuento es otro, hoy los hoteles están con su capacidad a tope, para ir a almorzar o cenar hay que buscar horas o tiempos adecuados porque todo está lleno, en Cúcuta y en las poblaciones aledañas de Norte de Santander aumentó el consumo y mejoraron las ventas por la llegada de los venezolanos. Hay que decir verdades, de esa nación sumida en el caos y la desesperanza llegan gentes muy buenas, amables y trabajadoras, hay honestidad y de alguna forma incomodidad porque muchos duermen, desayunan, almuerzan y comen en la “Perla del Norte”, pero igual llegan bandas de delincuentes y personas poco gratas que dañan la imagen de un país en donde la mayoría de sus gentes son buenas, amables y agradecidas.
En la zona de frontera, en ese afable tercer país, hay una realidad indiscutible, allí converge hermandad por sangre y por vecindario, allá en esa región extremadamente caliente hay oportunidad para el encuentro de familias entrelazadas por lazos de consanguinidad, empero caminan impávidas y con ilusión quienes llegan de Caracas o de regiones más lejanas, la meta es salir del atolladero y buscar afable refugio en un oasis llamado zona de frontera. Son interminables las filas para muchas cosas, pero hay ancianos y ancianas de sonrisa opaca que amaron como el que más a su terruño venezolano y saben que su última morada posiblemente esté en Colombia, lo mismo pasa con los párvulos que corren por las calles o por los centros comerciales con un helado o con una golosina en la mano, ellos crecen felices porque ven un mundo de equipajes y nuevos sitios, esos venezolanos que llegan con chupos en la boca, tomando tetero o sonriendo mientras caminan casi corriendo de la mano de sus afanados progenitores, al parecer crecerán bajo el cielo y el amparo de Colombia, a ellos, a todos, les arrebataron el derecho a ser nacional y a vivir tranquilos y felices.
Esta nota busca sensibilizar a tantos colombianos que señalan a los venezolanos, que los maltratan o los critican, lo cierto es que esa minoría que no sabe de sufrimiento extremo, omite que los venezolanos y sus familias hacen un esfuerzo grande por permanecer en condiciones de dignidad, comprando y pagando lo mínimo que consumen.
¿Hay líos en la bella Cúcuta?, sí, claro que los hay, ¿hay descomposición social?, en efecto hay brotes, pero son recurrentes las quejas por la creciente ola de prostitución, y a decir verdad Colombia no es un país que deba sonrojarse por el tema porque duele y avergüenza decirlo, este terruño fue un exportador de prostitutas a gran escala y nadie dijo nada. El otro aspecto es que si bien hay mujeres vendiendo su cuerpo, esa es una opción y no una obligación, como quien dice, cada quien se busca sus males.
La ciudad deja ver varias facetas, un ingreso casi desesperado de cientos de personas que se observa en el sector de La Parada a unas cuadras del puente internacional Simón Bolívar, un eje de cambio, supermercados, restaurantes y transporte. En síntesis una solución para llevar mercados a buen puerto o para negociar otras opciones, unas buenas y otras malas. Allá en ese punto llega todo tipo de gente y por ello se hace vulnerable para colombianos y venezolanos.
Para tener más luces sobre la realidad de la frontera, Diariolaeconomia.com, habló con el empresario y miembro de la Junta Directiva de la Federación Nacional de Comerciantes, Fenalco Cúcuta, Wilmer Tarazona, quien precisó que en este momento la capital de Norte de Santander está teniendo una coyuntura especial debido a que los venezolanos están recibiendo divisas de sus familiares en el exterior quienes les giran para que la vida de sus allegados sea mucho más llevadera. Anotó que no en vano van más de 4.5 millones de nacionales de Venezuela que han dejado el país.
Para el caso de Cúcuta, las personas que manejan el tema de cambios y giros en la ciudad dan un reporte de cuatro millones de dólares por día en promedio, es decir que haciendo cuentas de los giros que se hacen entre lunes y sábado, la urbe recibe unos 120 millones de dólares al mes, suma que se queda en Cúcuta en donde hay un suministro de productos básicos que son los que escasean en Venezuela llámense abarrotes, harinas, arroz y aceite, pero igual hay un mercado importante en medicamentos, tecnología celular y productos de industria que han reactivado a la frontera, especialmente a Cúcuta.
Explicó que pese a que Venezuela cerró la frontera para carros y personas por un tiempo, el mercado y el suministro de víveres jamás desapareció porque se hizo por la dura ruta de las trochas, que inclusive sirvieron de corredor para aquellas personas que buscaban llegar a Colombia desde sitios no tradicionales o cercanos a la frontera. Con la apertura de los pasos legales hacia Colombia, fue posible pasar y hacer compras de productos básicos.
Algunas personas llegan a pie en medio de unas temperaturas infernales, pero otros optan por usar el coche el cual dejan en sitios de parqueo en San Antonio o Ureña y llegan a Colombia en donde buscan taxi o bus para que los lleve al centro de Cúcuta y así poder hacer diligencias de cambio y las posteriores compras. Hay que decir que alrededor de esta situación se ha establecido un mercado informal nada pequeño para satisfacer las necesidades de los ciudadanos venezolanos en productos esenciales.
Hay un mercado para productos suntuosos que fueron el común denominador del venezolano, verbigracia perfumería y telefonía celular de gama alta. Actualmente no se lleva al vecino país verduras por las restricciones y si eventualmente se lleva de manera irregular el producto crece en valor, haciendo casi que imposible su adquisición por los costos que genera la cadena de intermediación. Tampoco van a ese mercado carnes como de res y pollo aunque paradójicamente una de cada tres reses vendidas en Cúcuta viene ilegalmente de Venezuela en bolsas, por trochas o carnes adheridas al cuerpo de las personas. El tema es más que delicado asqueroso porque una persona puede pasar en promedio 12 kilos de carne en medio de sudor y hasta enfermedades, algo que puede hacer perder el gusto por la carne sudada.
Desde la perspectiva del negocio el asunto es comprensible porque un kilo de carne se adquiere en Venezuela a 5.000 pesos aproximadamente y es comercializado en 15.000 o 10.000 pesos en la Cúcuta de las brisas del Pamplonita. Con ese comercio la gente se gana el doble o más y con la utilidad llevan mercado al país hermano. El tema es para preocuparse porque está de por medio el tema sanitario ya que se habla de carne de muy mala calidad y con un alto riesgo de traer el contagio de la fiebre aftosa. La salubridad puede verse aún más expuesta si se observa que esas carnes no cumplen con las exigencias de la cadena de frío, factor que pone en duda cualidades para el consumo humano como la trazabilidad y la inocuidad.
En opinión del amable vocero, los productos que más compran los venezolanos para llevar a sus casas son arroz, harinas, aceites, salsas y en cantidades importantes dulces y confitería como Bom Bom Bum, el pirulito, las carnes frías como salchichas, jamón, pan de perro y pan de hamburguesa. Igual, reveló, está disparado el mercado de harina Pan, Nutellas, Nucitas y Cocosette, productos que antes llegaban en número importante a Colombia, pero que ahora se procesan o se comercializan en ciudades colombianas para enviarlas al mercado venezolano.
Un libra de harina Pan que cuesta en Colombia entre 3.100 y 3.200 pesos, anteriormente se compraba en Venezuela en 300 pesos, hoy el precio de este producto en territorio venezolano es de 6.000 pesos en promedio, algo increíble. Es por eso que la gente prefiere llegar a Cúcuta y hacer las compras porque el dinero les rinde más y pueden aumentar las compras.
Para tener en cuenta está el factor inversión puesto que muchos empresarios con actividad industrial o comercial en Venezuela optaron por llegar con sus negocios a ciudades colombianas como Bogotá, Medellín, Cali o la misma Cúcuta. El fenómeno resulta una muy mala noticia para los venezolanos porque se ese país salieron firmas acreditadas, de muy buenas ventas y de alta calidad americana e internacional. Muchas llegaron a la frontera generando buenas oportunidades de crecimiento, riqueza y empleo.
“Las oportunidades en Cúcuta se centran en la Zona Económica y Social Especial, ZESE, que contemplan el desarrollo empresarial más cómodo toda vez que no hay pago de impuestos nacionales como la declaración de renta, pero hay otro tema especial y es que la ciudad no tiene industria, que en Venezuela el sector industrial está totalmente acabado y que la coyuntura invita a crear empresas regionales para fortalecerlas hacia el vecindario. Al haber una oportunidad de crear factorías durante diez años con exención de impuestos, las empresas pueden acceder a una operación tranquila por largo tiempo tal y como se hizo con la Ley Páez en el Cauca o como las zona especial del Quindío”, explicó el señor Tarazona.
El empresario destacó igualmente las bondades que brinda la Zona Franca en donde también se pueden abrir más y mejores empresas, dándole ese impulso empresarial que demanda la región y que le permitirá crecer en los indicadores económicos y sociales porque habrá, si todo sale bien, una reactivación productiva que permite pensar en prospectiva.
Un aspecto que afecta a Cúcuta es que registra indicadores muy altos de desempleo, los segundos más elevados en Colombia con una variación negativa del 17 por ciento y una informalidad que llega a la indeseable cifra del 73 por ciento aunque la percepción es del 25 por ciento en desempleo y 80 por ciento en informalidad, números que se consolidan como un reto para crecer y generar empleo.

A Cúcuta le hace falta, sin duda alguna, una estructura legal porque hay muchas cosas que se pueden hacer por la metrópoli nortesantandereana. Una perspectiva de desarrollo está en la construcción de la doble calzada Cúcuta-Pamplona y ello resulta afortunado porque por el tema de infraestructura y su precariedad la ciudad es mucho más costosa, es decir que pierde en competitividad más si se tiene en cuenta que los viajes con mercancías a Cúcuta son viables, pero el negocio no llama la atención porque de la capital norteña al resto del país no hay nada que llevar y eso implica que a los empresarios de la región les cobran el flete completo.
Igual hay oportunidades para acceder al Magdalena Medio por Ocaña en donde no hay peajes y facilita la llegada a Cúcuta porque la vía a Bucaramanga es una colcha de retazos en donde prevalece la trocha, haciendo que cada viaje tarde hasta seis horas. Igual situación de carencia en obras públicas muestran otros municipios de Norte de Santander, urgidos de vías y competitividad para aprovechar mercados, pero lamentablemente cercados por el subdesarrollo y el atraso. Hay tramos de 40 kilómetros que demandan más de tres horas sin contar todos los daños que las carreteras vetustas o por hacer causan en los equipos.
La migración aumentó las enfermedades
Las cosas malas de las migraciones son muchas y en ocasiones no son culpa de quienes salen de sus países sino de las dificultades y los entornos que deben enfrentar. Según Fenalco Cúcuta, la enfermedad infectocontagiosa ha crecido de manera alarmante en la frontera, especialmente los casos de Sida y otras enfermedades de transmisión social.
El gremio anotó que las ONG y la comunidad internacional están ayudando y financiando la atención en salud de las personas que migran en difíciles situaciones de salubridad. Lo anterior dicen los comerciantes va desde la atención médica y los tratamientos hasta el pago de hoteles a las personas afectadas por enfermedades. Dicen que la situación es tan efectiva que resulta más viable y más rentable atender los casos de la migración que al cucuteño como tal.
Es factible que se vea una mejor atención en los extranjeros o en los venezolanos en lo que tiene que ver con salud, pero para Fenalco Cúcuta, se trata de una situación obvia porque hay pagos o desembolsos más rápidos y mucho más oportunos, es decir que la gente tiene que entender que los temas médicos son efectivos para los venezolanos porque no dependen del sistema como tal sino de unas donaciones y unos apoyos a los migrantes.
“La situación es elemental, mientras una ONG tarda sesenta días o menos en pagar los servicios de salud, las instituciones en Colombia pueden demorar en hacer ese mismo pago entre seis meses o un año, cuando no tres años, demoras que hacen que no sea atractivo atender a las personas de la región y resulte más benéfico para una empresa de salud y su flujo de caja dedicarse a los extranjeros, una formula consecuente y elemental”, expuso Tarazona.
Los hoteles están haciendo su agosto
Un sector ganador con la crisis venezolana es el de la hotelería porque los giros llegan a Cúcuta y mucha gente que vive mucho más allá del estado Táchira debe recorrer hasta un día para llegar a la frontera. Ese recorrido que suele cansar hace que las personas ya con dinero en mano opten por quedarse uno o dos días haciendo uso de las comodidades de una ciudad como Cúcuta que aparte de todo permite hacer compras de todo tipo de mercancías.
En Cúcuta los hoteles trabajan a la inversa porque no están llenos jueves, viernes, sábado y domingo sino lunes, martes y miércoles. Muchos llenan los hoteles los domingos porque hacen mercado, disfrutan la ciudad y parten luego para sus sitios de origen.
“No podemos negar que Cúcuta está viviendo una bonanza, pero tristemente la informalidad hace que no se vea reflejado en un beneficio pleno para todos, es decir que los impuestos para la ciudad no sumen más por recaudo porque el 80 por ciento de informalidad no le genera renta a ninguna región. Aquí seguimos viendo subempleo y gente que labora por 10.000 pesos diarios, es decir tres dólares aproximadamente, una cifra que se ganan en Venezuela trabajando en un mes, la cifra muchos la consiguen doce horas asegurando comida y dormida, lo que explica porque cayó la oferta de empleo en la ciudad y en la región”, señaló el empresario.
Wilmer Tarazona y sus empresas hacen parte del Grupo Empresarial Betel, lo mismo que en hebreo significa “Casa de Dios”. La cercanía con el creador es tan grande que el progreso se ve reflejado en las empresas, tanto en los supermercados y las comercializadoras así como en las firma de comunicaciones que opera al amparo del mismo nombre. Esta firma vende granos y alimentos, pero trabaja con una marca propia llamada “La Huerta”.
Este grupo no solamente crece en Cúcuta sino que recopila casos de éxito a nivel nacional como Unidos Pereira que fortalece y fomenta la asociación. Ese modelo ha hecho que las grandes tiendas que llegaron a Cúcuta con formatos de precios bajos, no hayan podido restar mercado a una firma que cada vez hace las cosas mejor. La venta, expresó Tarazona, no se desplomó porque hubo una sinergia desde antes que llegara la nueva competencia haciendo que el grupo consolidara su crecimiento.
Sin bien hay enormes filas de personas buscando la manera de comprar en Tiendas D1, Justo & Bueno o ARA, lo cierto es que las personas de la región y los mismos venezolanos siguen buscando marcas blancas muy fuertes que para el caso de Betel suma ya 1.040 referencias de las cuales unas 600 se están haciendo en Cúcuta, potenciando la industria del arroz, de las salsas y de muchos productos que se están demandando dándole paso a la creación de empresas como algunas de carnes frías, granos y otros, un salto de calidad en industria para brindarle desarrollo a una ciudad y a una región, incluida desde luego la zona de frontera.
El gran logro de este importante grupo es que creó y potenció productos de la región con empresas nortesantandereanas, haciendo que el departamento y la ciudad crecieran gracias a una dinámica empresarial considerable y a unos impuestos que se quedaron en Norte de Santander para decir presentes en el tema de desarrollo.
El inconveniente de Venezuela pinta para largo rato porque no hay forma de repeler la corrupción estatal o expresar inconformismos expresados en la pérdida de la calidad de vida, en el marchitamiento de la propiedad y hasta en el límite de dejar al garete la seguridad alimentaria, ello sin contar los dineros fugados, las deudas ajenas canceladas y la pérdida de valor de los activos. El escenario macroeconómico espanta y por eso la inflación está en indicadores absurdos, haciendo que vivir en Venezuela sea más que un reto, un riesgo.
Los empresarios y el comercio ven una Venezuela sin mayores sobresaltos, con la frontera cerrada y con muchos venezolanos haciendo sus diligencias cambiarias en Cúcuta o en otras ciudades de frontera para poder llevar algo de alimentos a sus casas. En este momento se habla de dolarización de la economía y de aumentar la dinámica de las criptomonedas, ese escenario a futuro más el destruido aparato productivo del país hermano, hace que se avizoren buenas opciones para el capital cucuteño en el mediano o largo plazo, pensando en montar centros de distribución partiendo desde Cúcuta.
Lo único cierto es que lo que no hicieron varios presidentes en muchos años, el actual mandatario, Iván Duque, logró darle forma y vida a la Zona Especial que brindará condiciones económicas e impositivas para desarrollar industrias y empleos que es lo que la región está necesitando. El asunto binacional es complejo y por ello el futuro de Venezuela se ve opaco, tan solo, dijo el empresario, resta aguantar, esperar, trabajar en productividad y competitividad para crecer y no dejar sola a una hermandad bicentenaria.
Así las cosas el tema económico seguirá difícil en Venezuela, el dólar valdrá tres veces más en el mercado negro, la inflación ya no será de un millón por ciento sino de dos millones por ciento. Con ello los incrementos en los salarios no serán suficientes para que las personas puedan subsistir lo cual hace prever una crisis económica y social que obligará al gobierno a buscar mecanismos de salvación o conciliación porque tal y como están las cosas, el futuro es muy complejo.
Existe una situación real y es que Venezuela quiso cambiar su modelo económico con una biblia llena de sabiduría, pero súbitamente terminaron jugando con una tabla Ouija que llenó al país de incertidumbres por querer cambiar cosas sin tener la capacidad de mirar la reacción económica que se iban a producir. Hoy mientras la China Roja de Mao se fortalece en el capitalismo y en el mundo de los negocios, en tanto la Rusia de la otrora Unión Soviética optó por volver al dinero, a las compras y a un modelo de economía de escala, países como Venezuela quieren matricularse en escuelas políticamente románticas, pero económicamente en banca rota.
“Hay modelos para no seguir, pero Venezuela apostó por eso y hoy el país con mayor número de reservas probadas de petróleo, no percibe ni una cuarta parte de los que canalizaba hace unos diez años. Hoy al mundo lo mueve la industria y el comercio y por eso no es inteligente alejarse de ese contexto para buscar gobiernos o modelos que nada aportan, tan solo su fracaso y su ruina, eso sin dejar de lado la quiebra moral y la pérdida de institucionalidad fomentada sobre pilares de democracia y orden”, afirmó el experto.
Llamó la atención a lo que pasa en Colombia porque de los 570 proyectos de ley que fueron presentados a instancias del Congreso desde el mes de julio, más de 270 van en contra de la libre empresa lo cual no tiene contemplación si se tiene en cuenta la situación de las regiones y allí habló de la elevada contribución de Cúcuta por energía la cual es de casi el 13 por ciento cuando en Medellín no llega al siete por ciento. El kilovatio que en Colombia cuesta aproximadamente 480 pesos, en Cúcuta vale620 pesos y un alumbrado público muy caro que supera la tarifa del doce por ciento, es decir que hacen de algunas ciudades imposibles.
En ese sentido y pensando en el famoso impuesto para la seguridad, Cúcuta se está haciendo una capital poco atractiva para el empresariado, lo cual es increíble toda vez que la región es prometedora y resiliente, una condición que debería premiarla y no afectarla. Por todo eso hay esperanzas en el Alcalde electo que viene del sector industrial, padeciendo las vicisitudes de crear empresas.
En las ciudades de frontera todo está por hacer y oportunidades las hay todas como igual amenazas. Hoy se habla de más de veinte bandas delincuenciales de Venezuela, más de siete grupos paramilitares de los cuales ya tres son venezolanos. Por todo eso aumentó el secuestro express, la extorsión, el sicariato y el tráfico de drogas. Como se ve una frontera bastante permeable de los dos lados y una capacidad de corrupción en Venezuela en donde por 100.000 pesos se hace o se consigue lo que se quiere allá en ese país. Por eso se habla de mafias al interior del estado lo cual demanda inteligencia y acción policiva para ratificar hechos y atacarlos o simplemente desvirtuar rumores.
Los sufrimientos de Venezuela buscan aliciente en Colombia
El ingeniero Franklin Andrade, es un venezolano con dos sentimientos encontrados, el primero, desde luego, una tristeza gigante por el hecho de abandonar su país al que no quiere volver salvo algunos acontecimientos que lo hagan más apacible y confiable. El segundo una ilusión también enorme de la que habla con mucha fe porque proyectó viajar a Colombia en donde quiere darle inicio a una nueva vida, con oportunidades y con la tranquilidad de crecer como persona y como profesional. Su próxima meta es Medellín, la ciudad de la eterna primavera lo aguarda y es allí en donde quiere hacer de él un nuevo ser humano, capaz de reponerse y reconstruir el bonito mundo de los sueños.
Nació en la hermosa Valencia, la ciudad de los hombres cumplidores y las mujeres bonitas. Con sus 29 años aún se acuerda de la buena vida que se daban los venezolanos. Evocó la famosa Cuarta República cuando en medio de todo tipo de inconvenientes había forma de hacer compras y llenar el carrito de los víveres. En Venezuela, dijo, era fácil comprar cualquier producto en las centrales de abastos y quien anhelaba un coche lo adquiría porque era muy fácil acceder al crédito o a unas ventas inmediatas porque había dinero y se podía ahorrar.
“Había inseguridad en esos tiempos, decir otra cosa no sería cierto, pero cualquier cosa que se perdía era de fácil recuperación porque el salario daba para eso, lo mismo que para vestir muy bien o aplicar la fragancia de la casa de perfumes que uno quisiera, en fin eran muy buenos tiempos. Hoy el salario mínimo lo acaban de subir, pero estaba en 40.000 bolívares con lo que se pueden adquirir dos libras de harina porque cada una cuesta 20.000 bolívares bachaqueda o revendida a valores altísimos”, apuntó Franklin.
Reveló que los empresarios de la pequeña y la mediana empresa, la inversión extranjera, y los grandes empresarios decidieron aceptar la situación y alejarse de Venezuela. Sostuvo que solamente La Polar es la única empresa que está quedando, dejando claro que con todos los desastres que hubo, la reconocida firma reportó pérdidas. Este venezolano del común lamentó el cambio drástico y equivocado de su país en donde todo se hizo a la fuerza, incluida una expropiación que asoló ejes productivos y fábricas.
Para el joven ingeniero, un ejemplo deplorable es su natal Valencia, una ciudad de tradición industrial en donde hoy tan solo la soledad se acompaña de más soledad y los techos en tejas carcomidas hacen el único ruido que traen los vientos que pasan afanados ante el paupérrimo panorama. Hoy la pujante Valencia de grandes empresas tan solo tiene puertas enormes con candados permanentes, esos que ven con angustia y pesar las mujeres bonitas y los pocos cumplidores que quedan.
Desde su perspectiva, la ciudad perdió el encanto productivo porque el gobierno vio fácil quitar, sustraer o dar un vulgar raponazo a la propiedad privada, a lo ajeno, a los activos que costaron trabajo, años de sudor y mucha inversión. Fue fácil acabar lo que servía, fue sencillo sacar a los que daban empleo y hoy Venezuela camina en harapos sin que su gobierno se ponga livianamente colorado, posiblemente hasta la vergüenza fue proscrita de ese país, antes, amañador y boyante.
“Hoy vemos que el capital de Venezuela se vino para Colombia, partió para otros países de la región o migró a los Estados Unidos. Muchos conocidos que tenían empresas y microempresas, entre ellos unos primos, están importando porque no hay nada, no hay materias primas, no hay condiciones y no hay mercado, no hay a quien venderle. Colombia es un muy buen país y hay ciudades como Bogotá, Medellín, Cali o Barranquilla que abren una opción porque son industriales y muy turísticas”, afirmó Andrade.
Este joven empresario muy inclinado a los sistemas pudo ahorrar para salir de Venezuela y entrar a Colombia, después de mucho esfuerzo decidió partir definitivamente de su país luego de decirle a su señora madre adiós para siempre. Asegura que si él lo hizo, muy seguramente muchos que aún pueden maniobrar, están saliendo con prisa del que fuera el país de la gran vida, aspecto que era posible porque la riqueza así lo permitía. Hoy no hay nada, no hay sueños, no hay esperanza y no hay posibilidad.
Andrade, el hombre moreno de mirada firme que dejaba reposar su cuerpo en las barandas del segundo piso del centro comercial Ventura Plaza, el emporio vecino de la Avenida Cero, dejaba por momentos escapar su mirada hacia los costados, quizás recordando el último abrazo a su mamá o los tiempos amenos de música y felicidad en la recordada Venezuela. Volvía a la charla y con voz quebrada sostuvo que igual le duelen los niños venezolanos y los abuelos de su país porque prácticamente perdieron todo.
Aseguró que para fortuna de muchos, Colombia y la frontera es una oportunidad de estar tranquilos, de tener un ingreso y de llevar una vida, no con lujos, pero sí con algo que vale más que el oro, la tranquilidad y la dignidad así este cueste un salario mínimo colombiano. Cuestionó el anuncio del gobierno venezolano que le dio la bienvenida al año escolar diciendo que todo había arrancado muy bien, lo cierto es que no hubo clases en ningún colegio porque faltan muchas cosas, cuadernos, calzado que a propósito un par cuesta más de 400.000 bolívares, blusas, camisas, uniformes, sudaderas y muchos enseres y útiles que cuestan demasiado dinero en un país imposible.
“Yo tengo una hermana de 15 años y tuvo cambio de tercer a cuarto año lo cual conllevó a mudar de aires, es decir comprar uniforme nuevo y muchas cosas, yo le di una carpeta para que comprara hojas ponchadas o rayadas, como pudimos le compramos los cuadernos e hicimos de tripas corazón para que pueda ir al colegio, ella es hija única, imagínese a esas familias con dos, tres o cuatro hijos, no sé cómo hacen. La única es venir a Colombia trabajar y ahorrar porque con lo que se gana alcanza para colegio, para helado y para cine. Todas esas posibilidades las tuvimos nosotros, hoy no, ahora estamos viendo que si va gente de Colombia, Chile o Perú empiezan a pedirles papeles y divisas y otras cosas, claro sin esa magnitud de xenofobia que hay en otros lados, pero lo cierto es que el turismo que es una opción lo están dañando en mi país y la verdad vengo a Colombia con mucho agradecimiento porque este es el único país en donde no nos están poniendo límites”, añadió.
Este ingeniero ya tuvo que recibir malas noticias de sus amigos en el exilio, un gran compañero falleció en Chile y su última morada la encontró en el país austral porque no hubo forma de trasladar sus despojos mortales a Venezuela, era una misión literalmente imposible. Lo triste es que a más de uno le ha pasado eso, inclusive hay casos de personas que atravesando páramos en Colombia fallecieron, lo cual incluye niños y es por la falta de conocimiento de la geografía y de los sitios de alta vulnerabilidad. “Tristemente ya muchos se han ido, ojalá no siga pasando porque son hermanos y lo que les pase nos duele mucho, más si se trata de menores de edad o de personas de edad avanzada”.
En medio de todo hay una opción, la voz entrecortada de Franklin fue por salir para siempre y no poder ver a su padre o a su hermano porque estaban trabajando. En medio de abrazos y lágrimas su recordada madre le dio a este ingeniero una esperanza, “hijo voy a intentar vender la casa que si lo puedo hacer nos vemos en Colombia, pero como sea te acompaño en uno de los dos días especiales de diciembre, la noche buena o el año viejo”.
La situación es terrible a tal punto que un niño luego de una larga caminata se dirigió a un puente y sin mediar palabra procedió a lanzarse al vacío, optó por acabar su cansancio y su sufrimiento con el suicidio en la frontera con Ecuador, muy seguramente lo arrinconó la presión.
Franklin tan solo le debe a su gobierno el bajar de peso, este hombre que pesaba 120 kilos ahora está finesse, un favor que se traduce en salud y en muchas ansias de dar todo de sí para abrir caminos de progreso.
Una mirada cameral, aplomada y sensata
La Cámara de Comercio de Cúcuta igual reconoció que hay un crecimiento importante porque afortunadamente se ha hecho una tarea juiciosa y articulada con distintas entidades, partiendo de la misma Presidencia de la República con lo cual se han podido identificar las necesidades inmediatas de la ciudad y el departamento para poderlas contrarrestar. Indicó que igual todo el trabajo adelantado fue posible por el apoyo de gobiernos amigos y de una comunidad internacional que también pusieron sus ojos en la problemática, no solamente migratoria sino también social que aqueja a la región.
El ente cameral reconoció la labor de la Policía Nacional y de los entes territoriales los cuales han determinado que cuando se trabaja en equipo se consiguen mejores cosas y hacer con esfuerzo y mucho empeño que las dificultades se conciertan en verdaderas oportunidades.
El Presidente Ejecutivo de la Cámara de Comercio de Cúcuta, Héctor Jesús Santaella Pérez, dijo en este medio que luego del cierre de la frontera en el año 2015, Cúcuta logró dinamizar algunos sectores productivos e importantes como la agroindustria, la hotelería y el comercio. Deploró eso sí las cifras poco gratificantes en desempleo e informalidad, pero no dudó que la ciudad va a poder dar ese giro perentorio para transformarse y sacar la ciudad y el departamento adelante.
A criterio de Santaella, a Norte de Santander y a Cúcuta en particular les ayuda que siempre han sorteado con valentía y carácter las diferentes situaciones que han planteado en indistintas épocas la zona de frontera, sus vicisitudes, sus fortalezas y sus lamentos. Hoy hay una ciudad mucho más dinámica y todo porque hay un trabajo mancomunado y ordenado.
Actualmente en Norte de Santander, en sus 40 municipios y en los 18 que competen a la jurisdicción de la Cámara se ha observado que en los últimos meses se ha incrementado el número de creación de empresas. Hoy por hoy, dijo el señor Santaella, se puede hablar de 8.000 o 9.000 empresas más que se crean por año de las que normalmente se venían creando.
En ese orden de ideas, dijo, hay que apostarle a nuevas y más eficaces políticas de emprendimiento para que los nortesantandereanos y los venezolanos entren por la senda productiva y empresarial con el fin de seguir creciendo y de ir poniéndole punto final a los problemas que pueden ser menos traumáticos con oficio y la cristalización de proyectos en favor del empresariado porque quedó claro que los venezolanos no buscan obsequios sino la manera de hacer parte de la fuerza empresarial y productiva.
“Muchos empresarios pusieron sus ojos en Cúcuta, pero también hubo un grupo que quiso ir a ciudades principales como Bogotá, Medellín y Cali, empero muchos vieron en Cúcuta el sitio ideal para erigir empresa o para darle continuidad a una actividad que ya tenían en Venezuela. Aquí es bueno recalcar que en la ciudad de Cúcuta a través de diferentes programas con entidades gubernamentales internacionales fue posible desarrollar proyectos que actualmente se encuentran en ejecución para fortalecer y brindar apoyo a esos emprendimientos que vienen desde el hermano país para que esos migrantes hoy apostados en la ciudad, aporten a la cadena productiva del departamento con sus ideas y empresas. Podemos decir con toda tranquilidad que no solamente hemos apoyado el crecimiento de los cucuteños y nortesantandereanos sino que también impulsamos a la población migrante que proviene de Venezuela”, asentó Santaella.
Un desafío de la Cámara de Comercio de Cúcuta es enamorar al cucuteño y al nortesantandereano de lo que produce y fabrica la región, no es fortuito que la moda de Cúcuta es reconocida al igual que sus manufacturas y sus creaciones. La Cámara adelantó con mucho éxito el evento “yo compro en mi tierra”, una feria que precisamente buscaba eso, el consumo del producto de Norte de Santander y lo bueno del evento fue el identificar el potencial de la cadena productiva regional que puso en el mercado software, cárnicos, lácteos y una agroindustria que compite con cualquiera en el país.
El dirigente cameral explicó que del cien por ciento de empresas que se constituyen por año, cerca del 90 por ciento desaparecen pues no logran superar la dramática barrera de los doce primeros meses y tan solo un pequeño porcentaje es el que logra salir a flote y sostenerse por los primeros 24 meses. Lo bueno de todo es que muchos hogares de la ciudad y el departamento están llevando producción local a sus hogares y muy seguramente en un tiempo relativamente corto será Colombia la que compre el producto con sello motilón.
Sobre el éxodo de venezolanos la Cámara de Comercio dejó claro que amen de las circunstancias, Cúcuta respeta, valora y apoya a todos los migrantes venezolanos o de cualquier país. Especificó que principalmente Venezuela ha sido un país con el que ha mantenido intercambios y comercio. Indicó que por fortuna el término xenofobia no ha tenido cabida en la capital de Norte de Santander como sí ha sucedido en otras partes del país porque en la región se sigue viendo al hijo de Venezuela como una persona buena, trabajadora y gentil, que tristemente se ve afectada por el accionar de unas minorías amigas de las fechorías.
“Hoy más que nunca extendemos una mano amiga, una mano hermana porque queremos que hoy tanto cucuteños como venezolanos podamos integrar la cadena productiva de Norte de Santander”, puntualizó Héctor Jesús Santaella.
La mano de obra de Venezuela, añadió, es bienvenida, no solamente en los cultivos de café sino en la floricultura de la Sabana de Bogotá, en empresas algodoneras y en la industria de la palma de aceite entre otras. La Cámara está convencida que de seguir gestionando el escalonamiento productivo del departamento será posible abrir las oportunidades de empleo que indefectiblemente será para todos aquellos que de manera lícita quieran llevar el sustento a sus hogares.
Finalmente Santaella reconoció que en los primeros años del cierre de la frontera los tiempos fueron muy difíciles, sobre todo en ese 2016 en donde hubo problemas en Norte se Santander, pero igual la quiebra y el cierre de muchas empresas en otras regiones que tenían como destino de sus exportaciones a Venezuela. Hoy la provincia aprendió a diversificar y por eso exporta a Chile, Perú, Ecuador, Nicaragua, Honduras, México y Costa Rica.
Hoy la misión se enfoca en la internacionalización de los empresarios cucuteños, en todas las líneas y en todos los sectores hacia Europa y el continente asiático, dos regiones de gran demanda en donde puede llegar la mano de obra nortesantandereana porque es competitiva, porque ofrece precio y calidad.
Un trabajo que ya se está reconociendo es el hecho en moda porque en Colombiamoda en Medellín muchos empresarios preguntan y piden la moda de la inquieta Cúcuta, una ciudad en la que todos caben siempre y cuando las reglas se acaten y respeten.
Desde ya se trabaja para crear las condiciones para optimizar la oferta de productos y alimentos para que el día que quede superado ese diferendo colombo-venezolano, haya suficiente abastecimiento para los hermanos venezolanos, hay que mirar hacia el futuro y pensar que algún día caerán las barreras para darle paso a una integración bajo condiciones de hermandad en donde la despensa venezolana será abastecida por manos y por empresas nortesantandereanas o por quienes quieran acoger al departamento como su nuevo domicilio empresarial.
Como decían los abuelos, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista y por ello hay que seguir pensando en Venezuela y preparando el aparato productivo para cuando el vecino decida retomar el comercio con su socio natural. Posiblemente haya que esperar, pero de toda adversidad quedan grandes enseñanzas y Colombia, Cúcuta y Norte de Santander, aprendieron a vivir en medio de las aguas turbias.
Hoy los niños de Venezuela corren por las calles y los centros de comercio de Cúcuta, son gratamente inquietos, se deslizan boca abajo por los brillantes pisos del céntrico emporio cucuteño, creen que están en el cielo, pero no ven por su misma inocencia el infierno que viven sus padres, unas personas que deben luchar muy duro para no desfallecer y poderles dar a esos pequeños algo tan elemental como un helado, eso sí, lleno de amor.
No se olvida la Venezuela hermana, la de la libertad sublime, cargada de gloria inmarcesible y bicentenaria. Igual queda en la retina la frontera, esa de migraciones añejas como las de 1800 o las más recientes procedentes de Europa en las guerras y de otras latitudes como oriente próximo. En el recuerdo están los viajes, las fiestas, los regalos, las reinas y todo ese ambiente especial que unió a las dos naciones bolivarianas.
Hoy desde Bogotá o cualquier ciudad es fácil llenar el corazón de melancolía con la música espectacular de Los Melódicos, la Billos Caracas Boys, La Tremenda, el Súper combo los Tropicales y tantas orquestas fantásticas como la de Oscar de León y otras emblemáticas, del calibre de Los Blanco. En la mente siguen las telenovelas como Esmeralda, Topacio, Doña Bárbara, Las Amazonas, Estefanía, Mi Gorda Bella y tantas que hicieron de Venezuela un país de inmejorables producciones. Igual se siente por esta época el aroma de hayacas y arepas, de pavos y carnes sazonadas.
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