La familia indígena wayúu, un pueblo que se reconoce por ser la huella del abandono estatal y que habita en la parte más septentrional de Colombia, tiene sus reservas por los proyectos energéticos trazados como vitales en la transición energética. Esta familia, emblema de la península que comparte en la franja nororiental límites con Venezuela no solo sufre por hambre y sed sino por la severidad del clima sofocante que tiene igualmente fronteras con el mar Caribe.
Estos indígenas con mil historias por contar, inspiración de grandes composiciones vallenatas, testigos de luto y crueldad en tiempos de la “bonanza Marimbera”, pero igual caficultores, artesanos, ganaderos, pescadores y narradores de hazañas así como de tristezas, han sido capaces de superar los rigores del clima y la inclemente temperatura social para decirle al mundo que aún en medio del olvido y los atropellos siguen vigentes como cultura, igualmente guardianes vetustos del territorio que se muestra entre arenas secas e incandescentes al norte extremo y con tierras increíblemente bondadosas y fértiles al sur en la bella provincia por donde corre majestuoso el río Ranchería.
Según los expertos en Colombia, los Wayúu ocupan un territorio de 15.300 kilómetros cuadrados al interior del departamento de la Guajira y unos 22.000 kilómetros cuadrados en Venezuela más exactamente en el estado Zulia. Esta región es reconocida por su aguante y tremenda convivencia en una zona en donde las lluvias suelen aparecer entre los meses de septiembre y diciembre cuando se refresca el árido Juyapu. En la alta Guajira decora el paisaje el Macizo Guajiro, unido por las serranías Macuira, Jala´la, Chiare, Corojo y cocinas, pero también el cerro Petisú, alturas que tienen hasta 900 metros sobre el nivel del mar. En el sur de la baja Guajira bajan imponentes los ríos Ranchería y Limón que tienen seguro puerto en el oriente.
Estas tierras áridas, agrestes y en gran parte inhóspitas e ignotas albergan la familia indígena más nutrida de los países hermanos, suman en promedio el 11 por ciento en el estado Zulia y aproximadamente el 45 por ciento en la retadora Guajira. La cultura se preserva y se cuida ya que el 97 por ciento de la población habla su lengua tradicional, el wayú también conocido como wayuunaiki de la familia lingüística Arawak, y un 32 por ciento se comunica en español.
Al ver el censo de 2019, la población wayú en Colombia asciende a 380.460 individuos, el 20 por ciento de la población indígena nacional, de lejos la familia indígena más numerosa. En Venezuela, el censo de 2011 contó más de 415.498 aborígenes wayú que en los dos países tienen una organización social matizada por clanes.
Es clave señalar que la wayú es una de las etnias arahuacas caracterizadas por su tendencia migratoria toda vez que se trasladó por la Amazonía, pero también con rumbo a las Antillas lugar al que arribaron aproximadamente en el año 150 antes de Cristo. Un dato bastante interesante es que los indígenas wayú fueron muy difíciles de conquistar, claro está, aparte de la dura resistencia que opusieron, tomaron como aliado y estrategia de blindaje el clima desértico que tenía unas condiciones atmosféricas imposibles para los españoles que finalmente fueron sometidos con la independencia de Colombia y Venezuela, aunque se dice que el contacto con invasores europeos se dio en el siglo XVI.
Los indígenas wayú pueden tener varias esposas y ese poder o gusto lo determina la musculatura económica de cada quien, ya que, si hay cómo remunerar el matrimonio cotizado en animales de cría y joyas, habrá unión, tan sagrada como no se imagina pues la mujer es símbolo de respeto y unidad.
Los sitios en donde convergen las familias se llaman rancherías que están separadas unas de otras, pero representadas por líderes y parientes que encarnan el conocimiento ancestral, de hecho, se rinde tributo y profundo respeto al piachi, el único en la comunidad que adquirió poder espiritual, virtudes y visión.
Los wayú con sus hermanos de la Sierra Nevada de Santa Marta, Koguis, Arhuacos, Wiwa y kankuamos asistieron juiciosos a la Yanama Guajira adelantada en el Centro de Convenciones Ágora, apéndice de Corferias en Bogotá, todo para expresar su posición frente a las obras de desarrollo y puntualmente a las que tienen que ver con nuevas fuentes de generación de energía como la eólica y la misma fotovoltaica. En wayuunaiki, el término Yanama se refiere al trabajo colectivo, a la armonía y a un inquebrantable compromiso, no solo en pensamiento sino en emociones como en intención.
En diálogo con Diariolaeconomia.com, el líder Geovanny Uriana, dijo que los nuevos proyectos de generación eléctrica, eólicos y solares, en tierras ancestrales tendrán cada uno su respectivo impacto en las comunidades, una inquietud que lanzó como padre y hermano, pero también como wayú y habitante del territorio. Dijo que resultará importante identificar las necesidades de cada familia y habitante para medir los alcances de las empresas interesadas en desarrollar el parque eólico y toda la infraestructura de generación fotovoltaica.
A criterio del líder los desarrollos traerán impactos que afectarán a la población indígena de la Guajira, un aspecto que invita a analizar en principio los pros y los contras, pero así mismo, darle rienda suelta a una consulta con todas las autoridades que habitan dentro de los territorios comprometidos y no los de las ciudades habida cuenta que, si hay un daño, este recaerá directamente sobre aquellas personas que están en los comarcas o espacios indígenas.
Agregó que como productor agropecuario siente que la puesta en marcha de los proyectos impactará sus actividades y finalmente la producción pues no cree que los compromisos rubricados en Francia no se cumplirán como debiera ser y denunció que al parecer ya se está violentando la tranquilidad porque hay conflictos entre las mismas familias a raíz de la incertidumbre, una situación que afecta a las comunidades. Apuntó que el gobierno y las etnias tienen que ser muy cuidadosos respecto a las empresas que llegarán al país y de manera preocupante a tierra indígena, un sitio ancestral y privado, totalmente intocable tal y como reza en la Constitución Política de 1991.
“Por eso nosotros tenemos que ser muy meticulosos y por eso autoridades y habitantes de los municipios de Uribia, Maicao, Manaure y Albania tienen que tener ojo avizor porque si bien se vislumbra un detrimento para el departamento de la Guajira, los pueblos mencionados registrarán mayores daños. Yo soy de Uribia, del corregimiento Flor del Paraíso y estoy analizando todo lo que veo y escucho para poder tener fundamentos a la hora de opinar. Igual hice investigaciones con varias personas que tienen conocimiento de los impactos que pueden traer esos proyectos y gracias a Dios dimos con el diagnóstico y las marcas que puede dejar en nuestro terruño la energía eólica”, declaró el señor Geovanny Oriana.
En un tiempo los indígenas vivieron de la ganadería y el pastoreo, también de ovinos y caprinos. Oriana actualmente se dedica a la cría de ganado vacuno, pero también de ejemplares ovino-caprinos y hoy quiere compartir con sus hermanos wayú el conocimiento adquirido en otras tierras o traídas de otros lugares pues estima que las cosas buenas deben replicarse, tomarse como punto de partida en competitividad y propiciar mejoras en cría y rentabilidad.
Hoy obtiene en su núcleo productivo leche, carne, lácteos y otros productos que conforman el proyecto que adoptó y proyectó para triunfar desde el sector primario, algo positivo porque a la hora de saber más su empresa y sus coterráneos deben irse con todo. Aclaró que es un productor agropecuario que no tiene la ayuda del Gobierno, pero es y son dolientes los demás ganaderos porque son los dueños de su explotación.
Para evitar contratiempos y problemas en salud, la comunidad indígena Wayúu no descarta el hacer consultas médicas con reconocidos profesionales de la salud porque ya se habla de posibles daños audiovisuales que factiblemente ocasionen el accionar de las aspas, todo un lío de contaminación auditiva por el ruido recurrente que daña el tímpano de las personas, así como el de los animales, incluidas las aves, un apuro de marca mayor porque se comparten impactos entre humanos y ecosistemas. Esta amenaza hizo que las investigaciones se trasladarán a México, país en donde este tipo de infraestructura dañó el ambiente por los aceites que brotan de los elementos utilizados para producir la nueva energía, un factor que destruye y puede deforestar el territorio ancestral.
La precaución, subrayó, debe ser toda porque finalmente los afectados serán todos los Wayúu que verán su región impactada en tanto las empresas se llenan los bolsillos, aumentan sus riquezas más allá del efecto que su operación vaya a tener en las comunidades.
Manifestó que las experiencias como Cerrejón invitan a desconfiar porque históricamente al indígena le han mentido, como pudieron lograron engañarlo y todo porque se buscó el grupo de personas más débiles y en este caso se abusó de la ignorancia de la familia Wayúu.
“Desde mi perspectiva, si llega una empresa multinacional con el proyecto que sea, convocaré con el concurso de los hermanos Wayúu a un debate para escuchar las propuestas y saber puntualmente a que vienen a mi territorio porque no los voy a aceptar de buenas a primeras. En este caso no se repetirá la historia de los años noventa porque las nuevas generaciones tenemos más formación, estudio, instrucción, conocimiento, estamos preparados para analizar propuestas, en el pasado quedó el sí a las multinacionales por baratijas como la bolsa de azúcar y la libra de café, hoy el cuento es otro porque pasamos por colegio y universidad y principalmente porque somos seres humanos”, enfatizó Uriana.
Recalcó que el desarrollo es bienvenido, pero con beneficios para las comunidades indígenas y ojalá con el apoyo al sector agropecuario de las etnias que como nunca antes demandan seguridad y soberanía alimentaria, nada similar a los años anteriores cuando al indio le correspondió ver crecer patrimonios desde la sombra de la miseria, en donde campeó el hambre, la deshidratación y se multiplicaron las enfermedades, entre ellas, el cáncer por las inhalaciones que se daban en cercanía a las minas de carbón.
Para darle mejores avales a la producción primaria, Uriana sugirió aperturar los tres puertos que hoy están clausurados en la Guajira para atraer mayor inversión y ampliar las opciones a las exportaciones indígenas que siguen pidiendo pista frente a conceptos hoy determinantes y dentro del mandato Wayúu como productividad, competitividad, buenas prácticas agrícolas y ganaderas sin pasar por alto sanidad e inocuidad.
En opinión de Uriana, si hay inversión los agricultores del territorio podrían negociar el suministro de alimentos con países del Caribe, Aruba, Bonaire, Curazao, República Dominicana y otros. El tema es alcanzar el desarrollo con el apoyo del Estado que podría sumarse a la iniciativa agrícola de los Wayúu con bienes públicos al día, cadenas de frío, vías e infraestructura porque la idea de las comunidades es salir de la pobreza trabajando sobre pilares de emprendimiento, innovación e inventiva. Al lado de las exportaciones alimentarias irían las artesanales que son muchas en la Guajira, creaciones fantásticas y exclusivas de una comunidad indígena que no solicita caridad sino la mirada consecuente del gobierno para cumplirles a sus nacionales con base a la Carta Política.
Insistió en la reapertura de los puertos porque el intercambio que otrora se dio con Venezuela está frenado por la crítica situación del país hermano, un problema grande porque hay oportunistas que pagan el kilo de carne a 6.000 pesos, un precio que no cubre trabajo ni costos de producción teniendo en cuenta que hay de por medio fertilizantes, alimentos, suplementos y medicinas, ello sin apartarse de lo que cuesta la atención veterinaria, un gasto obligado para ofertar productos de calidad y certificados, un logro que hace parte de la nueva generación Wayúu.
El agricultor indígena llamó la atención para que intermediarios de las ciudades no abusen de la condición de los agricultores y ganaderos indígenas de la Guajira que muchas veces por necesidad entregan su esfuerzo por unos pocos pesos. Instó también al gobierno para frenar la pobreza en las comunidades, a intervenir para que no mueran más niños de hambre o enfermedad, igual les pidió a los empresarios de Bogotá solidaridad para que les enseñen a los aborígenes a progresar sobre emprendimientos industriales porque la idea no es pedir nada regalado ya que hay consciencia que solo trabajando se pone pan en la mesa y se decora la existencia con dignidad.
PNUD respalda inquietud de las comunidades indígenas
Al abordar el tema del desarrollo energético en la Guajira y todo el plan de transición sobre la base de inversiones y nuevas formas de generar, la Representante del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, en Colombia Sara Ferrer Olivella, expuso que son válidas las inquietudes de los indígenas wayúu mas si se tiene en cuenta que de por medio están el desarrollo de las comunidades, su ancestralidad, costumbres, entorno y el mismo medio ambiente.
Apuntó que hasta la fecha no se ha hecho socialización con las etnias teniendo en cuenta las particularidades citadas y la conexión con la tierra, dejando de lado y no entendiendo que son pueblos dueños del territorio, asunto que genera los conflictos existentes sin dejar ver los beneficios tanto de la transformación que se hizo años atrás con el Cerrejón como ahora en donde no se ven acciones en favor de las comunidades.
“El no entender, el no trabajar con ellos la transición sino imponer desde una visión cómo debe ser el modelo, no ha funcionado aquí y por eso con el foro de la Yanama se pretendió y se pretende de alguna manera, es abrir la conversación de qué es y quienes conforman este pueblo, cómo es la conexión con ese territorio y cómo ellos podrían acompañar esta transición. El cambio se viene, ellos también necesitan energía, pero no se puede trabajar sin los indígenas guajiros o del Magdalena”, comentó la Representante del PNUD en Colombia Sara Ferrer Olivella.
En opinión de la funcionaria el asunto no es convencer al indígena ya que cuando el Estado colombiano piensa y traza una hoja de ruta para el desarrollo territorial debe hacerlo en diálogo con el pueblo Wayúu. Expuso que es cierto que esta etnia ha tenido sus dificultades en organizarse como pueblo y así interlocutar con las empresas y los entes del gobierno ya sea local, Regional o nacional, pero el hecho, manifestó, no es imponer sino entender el territorio y acercarse a sus habitantes con modelos de copropiedad, co-creación, entendida como forma de innovación colaborativa, para que haya un éxito total, pero no solo éxito en la provisión de energía sino también de los beneficios compartidos, es decir para las comunidades indígenas como para el Estado.
En su plática, Sara Ferrer Olivella indicó que hay mucha desconfianza en las comunidades indígenas, precisamente porque no se les ha tenido en cuenta en la construcción de una visión de desarrollo territorial donde ellos se pueden beneficiar de las obras planteadas como solución para determinado tema. Infortunadamente, aclaró, las etnias han tenido impactos muy negativos en su región que los condena a la pobreza, falta de agua, carencia de alimentos y otras necesidades.
Hoy desde el PNUD estamos abogando por inclusión y verdades, es decir que, en lugar de solo estar apoyando proyectos sin dialogar con este pueblo, que hablen con ellos y no es solo un Wayúu y una consulta previa, ya lo expresamos, debe existir un diálogo intercultural de cómo trabajar esa visión de desarrollo, no solo económico, sino social y sostenible para ese importante pueblo y su territorio.
El PNUD entiende y sabe que los indígenas defienden sus costumbres, su ancestralidad y menos quieren desarraigarse de su historia y su pasado, pero allí, explicó, la Yanama también ha sido un proceso de fortalecimiento de sus capacidades, sin embargo es de igual forma una autocrítica porque no han hecho todo bien y reconocen que han tenido debilidades en la forma de organizarse, en la forma como deben abordar los proyectos y además asumen que no han sabido involucrarse en la construcción y diseño de los planes sugeridos para el progreso.
El asunto, agregó la Representante del PNUD, conlleva a una buena organización, a aplicar el conocimiento para estudiar los proyectos y a promover una vocería estructurada sobre lo que debe ser o no la obra trazada en las tierras ancestrales, una iniciativa que busca la escuela Yanama, concebida en 2020 la cual resultó un acompañamiento afortunado del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo con la Universidad del Rosario, labor hecha con los indígenas y en la medida que el pueblo Wayúu ha querido avanzar porque una entidad de estas características, per se, no puede imponer.
“Vemos que después de tres años hay una apropiación de algunos de los conceptos en donde los Wayúu se autocritican y donde ven esa necesidad de organizarse mejor para defender ese territorio, pero al mismo tiempo aprovechar y diseñar ese desarrollo que quieren para sus dominios”, detalló Ferrer Olivella.
En síntesis y para no ir tan lejos la idea en territorio es propender por un mejor país, desarrollando, pero no arrollando porque el cambio es inevitable y para nadie es un secreto según el PNUD las grandes necesidades que tiene la región Guajira en su parte alta, ahora bien, expuso, el tema es cómo se reparten de superior manera los beneficios de la sonada transición energética.
Una necesidad es que en medio de aspas y estructuras energéticas sigan notándose las coloridas mantas guajiras, no parar con el folclor y el baile de chicha maya, seguir entonando tonadas vallenatas y fortalecer todo eso que genera arraigo, todo en medio de una sana convivencia.
Por eso y utilizando la herramienta de Yanama, las comunidades expresaron que quieren recuperar su lengua, promover toda su cultura y seguir incólumes como etnias para lo cual necesitan organizarse y tener un diálogo con el Estado que les permita también enseñar, reconocer y respetar sus tradiciones porque el temor de la familia Wayúu es que se repitan acontecimientos, ingresar a las tierras indígenas sin respetar absolutamente nada, pasando por alto las tradiciones.
Los hechos a través de la historia muestran que los indígenas han sido vulnerados, algunos desaparecidos y la gran mayoría engañados, tal y como pasó con los pueblos indígenas de Canadá en donde los aborígenes sufrieron con una colonización y por ello la transición energética pasa por reconocer esos hechos del Estado, unas verdades vitales para construir un país mejor.
Ferrer Olivella reconoció que en Colombia o en la mayor parte del mundo, son los pueblos indígenas los que conservan el 80 por ciento dela biodiversidad global, algo que en aras de optimizar la vida natural y reivindicar los ecosistemas, conlleva a pensarlo con las familias nativas, las dueñas de la tierra.
La Representante de PNUD destacó que el trabajo con los indígenas ha sido un proceso muy importante de construcción de confianza durante los últimos tres años en donde se ha dialogado con el peso del pasado, la desconfianza y otros aspectos que llevaron a un diálogo multicultural de varios, poblaciones indígenas, empresa privada y gobierno nacional. En su momento, explicó Ferrer la susceptibilidad llegó por algunos pensaron en que se estaba defendiendo la agenda gubernamental, los modelos económicos de la industria y múltiples aspectos que hicieron más tenaz el trabajo para fortalecer las capacidades de las etnias para que pudieran dialogar de igual a igual y evitar así el desequilibrio de poder en esa discusión y en la información, algo determinante para tomar decisiones y saber sobre los impactos negativos y positivos que con un nuevo proyecto llegarán a las comunidades.
“Repito, esta conversación se está dando ahora en Canadá y es muy relevante para Colombia y también las etnias colombianas pueden ver que se tienen las mismas discusiones en donde hay para tomar algunos ejemplos sin dejar de reconocer que apenas se está construyendo y lo que pueden hacer los Wayúu es aprender ya para no empezar de cero y saber qué ingredientes son claves para tener en cuenta estos proyectos y determinar cuales son los modelos que más funcionales. El foro se hizo para aproximar muchas experiencias para poder hablar desde la experiencia Wayúu en la Guajira, tema que aplica para muchas otras partes de Colombia”, concluyó Sara Ferrer Olivella.
Hay que volver a empezar: Universidad del Rosario
Por su parte la Coordinadora del Centro de Estrategia Liberal de la Universidad del Rosario, Lina Ascencio dijo que, ante los incumplimientos, las promesas no honradas y el escepticismo reinante en las etnias lo realmente importante es hablar claro, definir, hacer y ejecutar.
Expuso que por los antecedentes es necesario recomenzar y revisar cada uno de los prejuicios que han generado una desconfianza histórica y estructural, pero precisó que para poder llegar allá será perentorio demostrar que cambiarán las circunstancias porque la sola palabra, según estimó, no cambia en nada la realidad. Agregó que la primera acción que debe darse es mejorar las condiciones de vida del pueblo Wayúu porque tristemente hay unos contextos inconstitucionales lo que impide empezar conversaciones de confianza o procesos de transformación.
Dijo que desde el fortalecimiento de un pueblo que ha experimentado toda la desigualdad estructural, la cantidad de rezagos que se hablan hay con el Cerrejón y de muchas empresas que entraron al territorio y que posiblemente no generaron el bienestar esperado, es lo primero a cambiar y a partir de allí el Gobierno tiene que promover un diálogo intercultural en donde los actores tengan la certeza que todos saldrán beneficiados.
Reconoció que un pueblo excluido, marginado, con hambre y con sed difícilmente va a creer lo que le prometan y entraría a negociar en circunstancias en las cuales no debería hacerlo porque a la hora de conciliar aspectos como necesidades básicas, no puede concretar nada favorable porque está negociando con agua, comida y transporte, unos derechos sociales y económicos que deberían garantizarse como gobierno y como sociedad.
Ascencio dejó también claro que de cara a fomentar desarrollo con diálogo inclusivo la universidad no tuvo que convencer a nadie, tan solo cumplir con un rol determinante que consistió en que cada actor se reforzara así mismo desde los valores, algo que se olvida todo el tiempo como sociedad, inclusive apartando del rol humano talantes como bondad, solidaridad y sinceridad que resultarían grandes aliados a la hora de cambiar el lugar en donde las personas están hablando. Comentó que antes que convencer, lo que se ha intentado es que cada actor recuerde su origen y a partir de allí que rememore cómo se construye de manera colectiva.
“El pueblo Wayúu recordó que era el tejido y su importancia en el entorno familiar, económico y social y conmemoró de qué manera se conversaba entre ellos para propiciar generosidad. Allí ya no se está hablando de transición energética ni de cómo hacer para que una empresa se una con un pueblo sino cómo construir a partir de seres humanos, una sociedad más justa, más equitativa y basada en valores, razón por la cual se habló de abrir mente, corazón y estómago para básicamente decir que cuando conversamos es determinante romper todos los estigmas y allí de nuevo no hemos convencido sino que hemos permitido una plataforma para que esos actores lleguen y puedan conversar desde un lugar distinto”, aseveró la Coordinadora del Centro de Estrategia Liberal de la Universidad del Rosario Lina Ascencio.
Más allá de las preocupaciones por animales y aves que pueden verse impactadas por aspas y otros mecanismos, explicó Ascencio, uno de los grandes problemas existentes es que no se comprende qué significa el viento, el sol o el mismo territorio ya que muchos prefieren vivir en un desierto o en un bosque seco y no en un lugar en donde haya agua, evidencia que no se ha logrado entender la cultura propia y el lugar desde el que ellos, los Wayúu, se conectan con la naturaleza, siendo un solo ser con la madre tierra.