Sábado, 16 Marzo 2024 13:25

Guayatá: Tesoro turístico en las montañas boyacenses con aroma de café

Por

En este fastuoso municipio de Boyacá sus gentes siguen apuntándole a la excelencia en servicios de excursión, descanso y relajación. Seducen la mogolla guayatuna y la arepa cariseca.

Muy temprano en la mañana, llegamos a Guayatá, el día era frío y las calles al igual que los techos aún brillaban por la lluvia pertinaz que cubrió andenes y calzadas, el horizonte dejó ver montañas arropadas por gélidas nubes y una neblina espesa que hizo presagiar un día pasado por agua, nada desestimable porque los embalses han bajado y los productores de la ruralidad claman por la presencia recurrente del preciado líquido, sin él no hay cosechas y la sequía marchita no solo sembradíos sino bolsillos.

Si bien haremos tres entregas de Guayatá por todo lo que acopia este territorio fértil y dueño de una caficultura especializada, no podemos obviar que el comité de recepción estuvo a cargo de una mansa y alegre perra que se acercó a la camioneta batiendo su cola, procedió a olfatearnos y paso siguiente nos condujo a la casa museo, un sitio lleno de historia en donde se activan los motores de la máquina del tiempo. Parecía increíble, pero a juzgar por todo el protocolo, el animal, bautizado Rezandera, tenía claro todo lo relacionado con nuestra agenda, ya habrá tiempo para ocuparnos de la increíble canina.

Guayatá, municipio bañado por el río Súnuba recibe aguas igualmente de quebradas corredizas como Risatá, La Negra, quebrada del tencua y Romaquira, fue fundad en 1810, pero se erigió como municipio el seis de abril de 1821. Este hermoso pueblo de casas grandes y balcones de colores tiene una parroquia sensacional a donde acuden llenos de piedad los creyentes y una comunidad católica que se ha fortalecido gracias a unas familias honorables que fueron moldeadas bajo rigurosos esquemas de valores, respeto y amor por Dios.

 

 

Su población supera los 5.100 habitantes los cuales sienten orgullo por el café que producen y al que le dan valor agregado para ofrecer una taza diferenciada muy oportuna para los turistas que empiezan a crecer en número, visitantes que disfrutan también de la emblemática mogolla guayatuna y la arepa cariseca, entre tantas opciones gastronómicas, todo en un entorno afable que se hace mucho más acogedor por un clima templado que forja más grata la estadía.

Otros productos imperdibles son los cabullos y los bizcochos hechos con harina de sagú, golosinas de gran demanda todo el año, especialmente en las Fiestas de Mitaca en Mayo, asimismo en la celebración del Corpus Christi, las Ferias y Fiestas de San Isidro Labrador en el segundo puente festivo de noviembre, el aguinaldo guayatuno entre el 16 y el 24 de diciembre y el festival de la Mogolla y el café en agosto.

Al consultar sobre el origen de su nombre, Guayatá al parecer tomó su nombre en homenaje a la quebrada de Guaya que cruza por el municipio de Tenza, el ta, dicen, viene del idioma Chibcha que traduce “Tierra de Allá”, otros aseguran que el municipio puede venir del término “Guaita” que significa “sembrado o dominio de la cacica”, cabe anotar que ta, se lee como labranza en Muisca.

La agricultura es dinámica en Guayatá, sus labriegos plantan arveja, calabaza, arracacha, yuca, plátano, frijol, papa, ahuyama, maíz, frutas y con todo el empuje, café. En algunos sitios se hace extracción de maderas.

El pueblo invita a disfrutar de un turismo diferente y caracterizado por valores agregados, pero también enamora su ruralidad en donde el paisaje es un símil del edén y las aves cantoras terminan de optimizar un ambiente propicio para el respiro y esa pausa necesaria que debe darse todo ser humano en la vertiginosa vida.

 

 

En Diálogo con Diariolaeconomia.com, el cura párroco de Guayatá, Carlos Hernán Bernal Dueñas, aseguró que este municipio tiene todo por descubrir y explorar más cuando hay dos puntos favorables en la región, la ubicación geográfica, muy cercana a Bogotá y a Tunja, tan solo dos horas de cada punto y de otro lado el inmejorable clima, no frío, no muy cálido, excelente para vivir en un entorno campesino que brinda productos agrícolas de manera generosa para vivir.

Destacó el sentido de pertenencia de los guayatunos por su tierra y dijo que lo característico de esa tierra es la agricultura y la ganadería ya que en la provincia es un común denominador sentir el orgullo de los nacidos en este municipio por su deslumbrante terruño, a tal punto que, si los hijos de las pasadas generaciones nacen fuera de Guayatá, los padres llevan a sus retoños para los eventos religiosos y culturales en donde esa descendencia hace parte de todo. El padre, por ser de la región, conoce al 80 por ciento de los habitantes e inclusive a quienes viven fuera.

En su plática el presbítero indició que afortunadamente Guayatá tiene una encomiable historia de café que empezó a consolidarse hace más de 50 años con la Federación Nacional de Cafeteros, FNC, gremio que con su sólida institucionalidad ayudó con el desarrollo de la caficultura. Infortunadamente con la caída del Pacto Cafetero el cuatro de julio de 1989, el escenario cambió para los cafeteros boyacenses y en general para los productores de los 73 países miembros de la Organización Internacional del Café, OIC.

Con la pérdida de valor por el marchitamiento del acuerdo de cuotas muchos productores en la región, comentó el religioso fueron perdiendo las fincas porque el café llegó a ser una segunda opción en el Valle de Tenza y en el departamento que logró rescatar el sabor, la fragancia y las características gourmet de los granos cosechados en los minifundios, algo que a la fecha redundó en bendición porque la gente se especializó en cafés diferenciados en donde el valor agregado tomó muchísima fuerza.

 

 

Una mujer responsable en el repunte cafetero de Boyacá y del Oriente del departamento fue Nina Pizarro quien promovió un movimiento de mujeres asociadas en torno al café y gracias a ese liderazgo la región volvió a levantar la mano en lo que a café especial se refiere, excelente trabajo, expuso el reverendo, hacen Magda Aragón, Benjamín Piñeros, Ramiro Villalobos, Germán Novoa y tantas personas que ya producen su propio café.

La tragedia económica que llegó con la caída del Pacto Cafetero le pasó factura a muchos que debieron vender sus haciendas o cambiar el estatus al interior del gremio cafetero, ese fue el caso de Héctor Garzón, Víctor Hernández, Virgilio Castro y Uriel Marcelo que llegaron a destacarse por su liderazgo al interior de la FNC.

Un turismo apropiado es el religioso y Guayatá conserva unas muy especiales tradiciones en la Semana Santa que hace que muchos se desplacen hasta el municipio para conmemorar la muerte de Jesús en una atmósfera sacra, de máximo respeto y sin cambios en una usanza que se mantiene inamovible porque no hubo mezcla con otras culturas, un caso muy diferente en poblaciones vecinas que aceptaron la mezcolanza hasta perder su identidad.

Otro festejo alegórico y muy llamativo es la navidad en donde hay desfile de disfraces y se afianza con mucha fuerza la identidad cultural de Guayatá. Una de las costumbres de la comarca es poner la comida en un tablero de madera para exhibirla, allá llegan gallinas, arepas, bebidas y otras ofrendas que llenan de alegría a los guayatunos, muy desprendidos en la época, razón por la cual existe el espacio para reunir familias que amasan, cocina y preparan muchísimas cosas para brindar en las noches navideñas pues todo se lleva a la iglesia.

Evocó el padre Carlos Hernán Bernal Dueñas, los juegos de aguinaldos que involucraba juegos como pajita en boca, tres pies, tirón, hablar y no contestar, el sí y el no, así como otros. Todo se complementaba con otras expresiones culturales como las murgas y sus coplas, algo que hacía especiales y únicos los momentos, algo que prácticamente atomizó la tecnología.

Recalcó que la Semana Santa despierta un fervor muy grande, y por eso, anotó, la gente se decide por Guayatá sin importar en dónde esté porque muchos quieren ayudar a cargar un paso, asistir a las ceremonias religiosas y participar activamente. Comentó que la celebración igualmente especial, pero que concita el interés de la comunidad y de los visitantes es el Corpus Christi, un acontecimiento de fe demasiado emblemático.

 

La agricultura no la pasa bien

 

 

En opinión del sacerdote Carlos Hernán Bernal Dueñas, una particularidad de Guayatá es que fue bendecido con campos productivos en donde brotaron no solamente alimentos sino las más hermosas flores. Hoy, deploró, con el exceso de fumigación y uso de química menos ramilletes se producen porque sencillamente los venenos adicionales disminuyen la población de abejas, colibríes y otros polinizadores, dijo que las prácticas agrícolas a gran escala y saturadas de síntesis química atenta contra la fauna lo que incluye los pájaros y otras especies, actualmente amenazadas por unas siembras que destruyen el ambiente por sus agroinsumos.

El menor número de flores afecta y puede golpear con mayor fuerza la elaboración ya tradicional del tapete de flores, totalmente oriundo de Boyacá y exhibido por los lugareños con mucho orgullo por las calles del municipio.

La situación rural fue motivo de conversación y en ese punto el sacerdote dijo que hay un terrible deterioro en los campos, el tema invita a cambiar fusiles por azadones, odios por emprendimiento y asociatividad, así como escenarios de guerra por proyectos productivos, solo que hay un inconveniente, el país se volvió urbano dejando atrás la ruralidad, esa condición se tuvo solo hasta los años sesenta o setenta porque se producía de todo.

Los jóvenes mayoritariamente salieron de los campos a los cascos urbanos y hoy solo queda gente mayor, casualmente Guayatá es uno de los pueblos con alto índice de longevidad en el departamento de Boyacá, de tal forma que divinamente puede asegurarse que el 70 por ciento es gente que supera los sesenta años, luego los campos guayatunos no tienen quien los ponga a producir con todo su potencial.

 

“Hoy el campesino no está sembrando cebolla, cilantro y otros productos, todo lo están comprando fuera de la comarca, el pan inclusive ya no se amasa en los pueblos, ahora aparece un carro de determinada marca y vende el especial alimento. Yo disiento de eso, todos tienen derecho a buscar plata, pero nos venden plátanos y otras obtenciones, solo que al pueblo no le compran ni siquiera una mogolla. Todo se ha hecho muy complicado, tanto así que el pueblo llegó a tener 14.000 habitantes, actualmente la población alcanza los 4.000. Guayatá tuvo almacenes grandes de ropa, tiendas de abarrotes, era muy dinámico en la parte comercial y se vio como todo un polo de desarrollo, la realidad, lamentablemente es otra”, subrayó el padre Carlos Hernán Bernal Dueñas.

 

Este municipio tuvo un hospital demasiado bueno, allí, dijo el cura, se hacía cirugía de ojos, se atendían partos, pero hoy tan solo hay un puesto de salud, igual hubo admirable educación, gracias a un colegio fundado por Marco Aurelio Bernal, como quien dice que Guayatá tuvo una historia de mucho apogeo y fuerza, hoy para superar escollos, celebró el religioso, es que todos se integraron sin pugnas, dejando claro que hay mucho por mejorar empezando por la oferta campesina que debe ser una prioridad a la hora de comprar y sin pedir rebaja porque la utilidad del sector primario es irrisoria y lo perentorio es estimular al agricultor para que retome sus labores sin humillaciones en vista que en el campo se sufre mucho para tener un peso, para rematar con la pandemia y la crisis global logística todo subió de precio y nada bajó, un dolor muy grande.

 

Un tapete de recuerdos

 

 

Monseñor Luis Felipe Bernal, tío del clérigo, decía que esta elaboración del tapete ya era una tradición, si el obispo viviera hoy, tendría probablemente 102 años, de tal manera que esta práctica ha sido de siempre. Es tal el compromiso que de diferentes lugares de Guayatá llegan jóvenes con distintos tipos de flores y ayudan con la creación del tapete, una tarea en la inclusive participan turistas y practicantes de otras religiones.

Dijo que dentro de las celebraciones llama la atención la Fiesta de devoción de un Santo y puntualizó que es demasiado hermosa la imagen del señor caído, de las pocas que reflejan tanto la obra con la realidad de Cristo.
Manifestó que el templo de Guayatá es sencillamente espectacular, atiborrado de belleza y con algunas semejanzas porque tiene un poco de la basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá y otro poco de la Iglesia de la Capuchina en Bogotá, de tal forma que es un conjunto de cosas bonitas del pueblo, la región y el país.

En el parque, señaló el párroco, convergen una serie de homenajes y reconocimientos pues están los monumentos a la arepa, la mogolla, a las mismas tradiciones de la molienda, algo espectacular en donde está la rúbrica de la familia Piñeros Pineda de Guayatá, la misma que tuvo a bien hacer una custodia giratoria en el expositorio de la iglesia, hace poco esa misma familia hizo la contrapuerta o puerta de cancel.

Evocó en su charla al General Santander, muy querido y admirado en la región, y de quien se dice cayó rendido ante la hermosura de las sobrinas del recordado padre calderón, tan intenso fue el gusto que el General dejó algunos retoños, una herencia genética para Guayatá y otras poblaciones del Valle de Tenza.

 

Geopolítica invita a la reconciliación

 

 

Ante la serie de conflictos en el mundo, más de 55, en donde tienen mayor impacto guerras como la de Europa Oriental protagonizada por Ucrania y Rusia, pero igual la de Israel con Palestina en Oriente Próximo, el globo sigue expuesto a una Guerra Mundial que generaría una hecatombe entre la humanidad que sigue repitiendo sus lóbregas historias. Con una brújula pérdida y el extravío de la hoja de ruta es urgente propender por la reconciliación.

 

“Hay que insistir, la historia se repite con todos sus altibajos en las diferentes generaciones. Nosotros hemos heredado mucho de la fe del pueblo de Israel y esa es la situación, Jesús era judío, entonces ese pueblo recibió los diez mandamientos, pero el problema radica en que se comunicó con otras culturas que no eran afines a su religión, dicho de otra manera, pervirtió sus propias enseñanzas y los valores de Dios, de su familia, de su comportamiento social, étnico y religioso, es decir se contaminó o contagió. Nosotros estamos en lo mismo porque hoy da igual ser bueno que malo, pero más premio es quien atenta contra la vida y la dignidad de los demás porque es un valiente, algo que no pasó siglos atrás”, explicó el vicario.

 

¿qué le pide Moisés a Dios?, dijo, mira tu pueblo y Dios le dijo vamos a hacer una cosa, llévameles en paciencia y me les vas a hacer esto, Moisés, expresó el cura, dijo bueno, ahí está el pueblo rebelde, palabras a las que el creador respondió, “Con gusto, seguimos cuidándolo”. En otro momento, retomó el padre Carlos Hernán Bernal, el profeta le dijo a Dios, “mira que tu nos prometiste el amor por Abraham, por Isaac, por Jacob, no nos abandones, no les tengas furia, no nos castigues como merecen nuestros pecados” y Dios tuvo y mantuvo la misericordia.

 

 

A criterio del cura párroco de Guayatá, lo importante con los cual se puede identificar el pontificado del papa Francisco es la compasión porque la piedad lo que hace es ver con el dolor del otro más no en la venganza porque los seres humanos son prácticamente bélicos y por eso hoy es urgente bajarle a toda esa presión y en los momentos actuales lo más importante es decirles a los jóvenes, que valoren lo que los ,mayores tienen, pero para eso, dijo el religioso, hay que saber contar la historia porque generalmente con la prédica no basta, se necesita el testimonio de muchos para que el mundo se entere de cómo Dios permite perdonar y la gracia de luego ser perdonados.

El cura razonó que Colombia viene de una cultura que sabía dar y por eso anotó, el que sabe dar tiene manos también para recibir, parte de la misericordia y de la paz porque ya se viene la Semana Mayor.

Invitó a controlar la música porque hoy esta expresión cultural tiene un tinte de mala calaña, hoy Colombia no tiene una música bonita que identifique, manifestó que la música romántica de hace unos años hablaba de cosas lindas, del ensueño del alma que tenía por conquistar, por pedir perdón, hoy deploró el clérigo, no hay nada de eso ya que las canciones culturales eran valorar una loma, exaltar el famoso pueblito de las cuitas, elogiar al llano, hacer lo de Jorge Veloza que enalteció una vaca, esencial en la vida de los campesinos.

Ha faltado, afirmó, valorar desde el interior de cada colombiano la rica y variada cultura. Instó a los nacionales a glorificar la Semana Santa que tiene componentes religiosos y culturales, algo que invita al reconocimiento y a cultivar amor por Dios. La idea, formuló, es ir a la parroquia y tener contacto con la comunidad, algo necesario, porque la pereza hace que todo se haga a través de la Internet y el celular. Acentuó que es importante tocar las imágenes y potenciar la fe, la misma que cura en otros escenarios, aunque parezca poco consecuente y en asuntos de Dios hay que seguir encendiendo la vela, acudir al agua bendita y ponerle la mano al Divino Niño en la cabeza. El tema es socializar y tener buena relación con las personas que tienen los mismos credos cristianos, aunque de distinta obediencia, la idea es que nadie ataque a su semejante.

Finalmente se logró establecer en donde nació el expresidente de la República, Enrique Olaya Herrera, fue alumbrado en Guayatá, no obstante, es de tener en cuenta que el otrora mandatario, poco cariño tuvo por su tierra, adoptó algunas costumbres de su esposa antioqueña lo que explica el por qué renunció a su arraigo.

En otros tiempos Guayatá hizo parte de Guateque que fue un pueblo liberal, pero justo el costado de los actuales guayatunos reportó mayorías conservadoras, tan solo tres veredas del pueblo eran liberales, una situación que hace pensar que el expresidente no iba a buscar votos liberales en donde no los había en cantidad.

Finalmente evocó la importancia de la Cadena Sutatenza de Colombia y de la Acción Cultural Popular, ACPO, tremendamente útil porque Colombia fue un pueblo analfabeto que logró dar un salto gracias al empuje de monseñor José Joaquín Salcedo Guarín.

 

Presupuesto del agro es importante, pero ejecutando con celeridad

 

 

El Alcalde de Guayatá Julio Alberto Romero Camacho dijo que el presupuesto aprobado para el agro en el Plan Nacional de Desarrollo, suma que se acerca a los diez billones de pesos, es una buena noticia para los agricultores, una decisión que puede resultar muy afortunada para las alcaldías del país, en especial las de los municipios del Valle de Tenza que pueden cristalizar con facilidad los planes trazados para reavivar el sector agropecuario, destruido por la masiva importación de alimentos y los casi que imposibles costos de producción.

Al detallar sobre el asunto, reconoció que el Gobierno actual sí se ha preocupado e interesado por el campo lo cual se ve reflejado en unos dineros importantes que ya recibieron la bendición del legislativo para beneficiar la ruralidad y el agronegocio, totalmente impactado por la pérdida de rentabilidad.

 

”Estos recursos tan importantes que aprobaron, darán una mano trascendental porque los dineros de nuestros municipios de sexta categoría son muy limitados, pero con dinero para inyectarles en productividad campesina habrá futuro puesto que un porcentaje alarmante migró de las veredas y de las unidades productivas a las ciudades porque sintieron con mucha fuerza la falta de oportunidad”, puntualizó el señor Alcalde.

 

 

Con las ayudas del Gobierno Nacional y con recursos frescos en caja, indició el mandatario municipal, los campesinos tendrán muchas opciones para mejorar su ingreso, comercializar directamente y evitar a los intermediarios que tanto daño le han hecho a un campesinado pobre y sacrificado por costos, escasez de mano de obra y dificultades de todo tipo lo que incluye la inseguridad, en este momento, enfatizó, se pueden trabajar las tierras y hacerlas productivas de manera sostenible.

Las políticas actuales para el agro, dijo el Alcalde, garantiza el saldar una enorme deuda en bienes públicos e infraestructura. Vio con buenos ojos retomar el modelo del Instituto de Mercadeo Agropecuario, IDEMA, entidad que con gente honesta y comprometida resulta de lejos un gran modelo y una solución coherente. La nueva propuesta expresada en la Agencia Nacional Agroalimentaria, ANA, nada por fuera de la realidad, ayudará a los productores y meterá en cintura la leonina intermediación avalada con la apertura económica que le dio su estocada a los agricultores porque al salir un instrumento como lo fue el IDEMA, el negocio quedó en unas cuantas manos, las que defienden a capa y espada la globalización, las que hablan de fracaso, omitiendo el saqueo en una entidad verdaderamente necesaria que jamás debió irse.

Esta figura, ANA, le ayudará de manera importante a los pequeños productores porque un axioma es que es campesino que trabaja y trabaja es el menos beneficiado, algo que sabe todo el país.

 

“Vamos a cambiar ese modelo excluyente y maltratador con el labriego. La participación de este Gobierno con el campo permite ser muy optimistas porque si todo sale de la mejor manera nos irá bien a todos. Con recursos el campo logra el sosiego, con inversión y apoyo los lugareños optan por quedarse y apostar por la labranza. Guayatá como pueden darse cuenta muchos, es una región muy sana que sin duda anhela la ayuda de la Casa de Nariño y del Gobernador de Boyacá, el ingeniero Carlos Amaya que está trabajando duro porque quiere al campo, le duele y sabe que solo allí hay paz y futuro económico, eso hace que igual empujen el carro los alcaldes y los empresarios, como ya lo vienen haciendo con apuestas y emprendimientos admirables”, aseveró Romero Camacho.

 

Mogolla, todo un legado, todo un ícono

Un producto centenario y que se incrustó en la mente y en el corazón de los guayatunos es la mogolla negra, un encanto moreno con los sabores amorosos y naturales de la provincia, un amasijo que inspiró a las matronas de las sagradas familias y deleitó y sigue deleitando a propios y extraños.

La receta tuvo un techo lleno de casta, fue elaborada en hogares conservadores con reconocidos nombres y apellidos, en esos tiempos la enorme casa de ese altillo especial de Guayatá albergó gente trabajadora, agricultores y a personalidades de la época, tanto así que en esa propiedad aún en pie arribaron presidentes, empresarios, médicos, músicos, visitantes extranjeros y verdaderos mecenas, allí compartió el señor Nemesio Camacho, abogado y político liberal, empresario y exministro quien donó el predio para la construcción del estadio que finalmente llevó su nombre, la sede futbolera de equipos de gran nombre como Santa fe y Millonarios, dos escuadras saciadas de historia.

 

 

Fue gratísimo visitar la respetable y bendecida casa de doña Rosa Castro de Mendoza, hija del señor Segundo Castro y Ana Rosa Rubiano de Castro, nada más y nada menos que los pioneros de la mogolla Guayatuna.

Por fortuna el sol salió y nos abrazó con unos rayos intensos que facilitaron el ingreso a una propiedad en donde la custodia está a cargo de Dios y de unos perros de variados tamaños, la pesadilla de quien busque lo ajeno. La conexión fue inmediata, en esa casa impecable, mirador del municipio, siguen estancados los años, el tiempo logró congelarse y eso hace muy apacible estar allí porque se hace contacto con personajes y grandes hombres y mujeres trascendentales en la época.

La muy amable señora Rosa, de muy buena conversación platicó de asuntos del pasado, la política, el desarrolló de Guayatá e inclusive de la conmemoración del centenario del municipio, a tiempo que nos reveló una foto con personalidades de todos los sectores, uno de ellos don Nemesio Camacho.

Hace por lo menos cien años doña Ana Rosa Rubiano empezó a darle vida a una receta, le dio vida a un amasijo que logró mostrarse cuando salió de un vetusto horno de leña. De esa panadería y afamado negocio se acuerda la contertulia que tiene recuerdos del lugar cuando apenas tenía siete años.

 

 

Recordó que en esos tiempos su señora madre, gestora de la mogolla guayatuna, tenía una receta espectacular, inicialmente el mojo del amasijo consistía en ponerle agua a una harina de trigo morena llamada cema, esta se identificaba por tener salvado y afrecho, un insumo sumamente saludable, en la época conocida como harina de segunda que era bañada con miel de caña, mezcla que igual llevaba esa harina blanca de notable calidad, eran tiempos de prosperidad cuando los molinos de Colombia trituraban sin parar el trigo producido en los fríos suelos de Boyacá, Cundinamarca, Santander y Nariño.

Eran épocas amables y de mucha responsabilidad, en esos finales del siglo XIX e inicios del siglo XX la industria utilizaba el saludable yodo para mejorar la agroindustria del trigo, insumo que cambió por Bromuro, un químico complicado que mejora los ingresos de los molineros, pero con cargo a la salud de los nacionales.

En la industria panificadora de doña Ana Rosa se colaba el aguamiel para evitar que salieran en el amasijo residuos de caña, el proceso pasaba luego a unas artesas grandes de madera en donde la harina ya bautizada con miel de caña recibía agua caliente. El proceso no tuvo levadura porque el insumo aún no había llegado al país, los grandes panaderos del momento suplieron el producto determinante para leudar o darle volumen al pan con la llamada sopa de harina de maíz o masato hecho en grandes ollas de barro, un proceso que tardaba mínimo tres días y que ofrecía una obtención artesanal que ayudaba en la elaboración de los amasijos, en este caso de la mogolla.

La masa llevaba aliños, manteca de cerdo, mantequilla o la gordana que extraían de la carne de res, igual iban a la masa otros productos para mejorar el sabor. La masa era revuelta para mezclar sabores y colores, todo de manera rústica, pero con logros impresionantes, una deliciosa mogolla, sinigual y sello gastronómico regional.

 

 

Luego de amasar y medir con tazas, la mezcla era cubierta con sábanas muy limpias en donde había un reposo que le iba dando mayor volumen y consistencia a cada amasijo moreno producto como lo dijimos de usar cema de trigo. Acto seguido la masa iba a mesas de madera en donde pasaba por rodillos y así conseguir adelgazar la masilla, la preparación recibía masa blanca, se le daba forma a cada mogolla que seguía en reposo para poderla leudar.

La fila de porciones pasaba luego a manos de las amasanderas, todas de un carácter recio, mujeres fuertes y comprometidas que amedrantaban con la mirada. La mogolla era decorada con cordones de masa y hecho un arte panadero que salía de grandes zarandas, paso previo a la puesta en latas para dorar en un horno de leña que era encendido desde las tres de la mañana, hay que precisar que el horno era “toreado” con unas mogollas pequeñas, una prueba de la puesta a punto del incipiente fogón.

Hay orgullo porque de las manos de doña Ana Rosa Rubiano salió una identidad guayatuna bastante particular, puede decirse que Guayatá sabe a mogolla y la mogolla a su vez sabe a Guayatá, un producto que ha pasado fronteras y cautivando paladares extranjeros. No sobra señalar que la creadora de la mogolla no permitía ni toleraba ver partir una mogolla con la mano, siempre fue amiga de la etiqueta y exigió el uso de cuchillos adecuados para darle buen trato y excelente corte a un amasijo especial.

La siempre recordada Ana Rosa Rubiano de Castro vivió y terminó sus días matizando sobre la excelencia de un producto casero que le dio cédula a una población, la mogolla guayatuna llegó para quedarse e inmortalizarse. La gran matrona aún perdiendo su visión y pasando sus últimos días en la oscuridad de la ceguera, siguió amasando sus mogollas con una precisión admirable. Hoy Guayatá sigue recordando a una mujer tozuda, valiente y dueña de una inventiva electrizante, que se hace visible día a día con el monumento a la mogolla guayatuna, exhibido con sana presunción en la plaza principal.

Visto 4603 veces