Domingo, 19 Marzo 2023 01:06

Café especial, obra maestra que avanza sin apoyo, pero con firmeza

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Los productores del bebestible diferenciado aseguran que no hay condiciones para ofrecer este producto ante la falta de apoyo y al auge interminable de los commodities.

El término café especial no es añejo, igual ha logrado acopiar unos años, pues el concepto salta a la palestra en el inicio de la década de los sesenta cuando la industria puso a disposición de los consumidores estadounidenses una bebida de mayor calidad ya que la gama de cafés era totalmente similar.

La nueva tendencia hizo verdadera carrera en Colombia así como en algunos países cercanos, el vanguardismo colombiano es indiscutible y por eso a finales de los años 90 y comienzos del nuevo siglo empezó un trabajo en café diferenciado por la visible diversidad en grano, lo cual facilitó agregar valor, una calidad superior que abrió mercados y ganó nuevos clientes los cuales se volcaron a una taza muy apreciada, ya que el caficultor con visión ofrecía variedad, beneficio, tostión, fragancia y un sabor a toda prueba. Si bien los noventa son la pista de aceleración para el café especial, en 1986 la Federación Nacional de Cafeteros lanzó la línea de grano de origen, un programa atractivo denominado Cafés Especiales de Colombia en donde se analizaron las cualidades del bebestible, por ejemplo, cuerpo, acidez, balance, suavidad y complejidad en el sabor.

En síntesis, la caficultura experimentó un cambio muy interesante y encontró en los cafés diferenciados un sello aparte y una oportunidad muy amplia de mejorar la rentabilidad en vista que el café pergamino o verde estaba sujeto a la bolsa de valores de Nueva York que en muchas oportunidades tras la caída del Pacto Cafetero en 1989 fijó precios irrisorios que tuvieron al cafetero al borde de la quiebra.

La tarea no fue fácil, pero la innovación y el valor añadido le abrieron la puerta al talento y a una manera distinta de comercializar el famoso café suave colombiano que con varietales de gran exquisitez y un proceso juicioso aferrado a recetas casi que familiares, convirtió cepas y tipos de café en bebidas tipo gourmet, en donde fueron varios los perfiles de taza, los sabores y los aromas ya que hubo cantidad y calidad en semillas, una condición que elevó la posibilidad de ganar más dinero, de mejorar la calidad de vida y utilizar la acidez del grano para optimizar atributos y generar diferenciación.

 

 

La caficultura colombiana decidió a lo largo y ancho de la geografía cafetera que la mejor apuesta era vender cafés especiales con denominación de origen, vastas cualidades y un alto grado de sofisticación. No hay una sola zona productora de café en Colombia que no tenga oferta de café especial, grano enamorador tostado y molido que deja escapar de sus inigualables empaques una fragancia, la cual automáticamente mueve el paladar y todos los sentidos.

Agregar valor ha resultado un buen negocio, el caficultor obtiene mejores ganancias y toma el cultivo como un trabajo artístico en donde son esenciales el sitio en donde se cultivó el grano, la atención que el productor pone en su sembradío, igual una exhaustiva selección de granos, su fermentación, no menos importante el lavado y las mescolanzas con distintas variedades y la torrefacción a la que se somete.

Este tipo de café, el especial, registra no solo la calidad del varietal o el tipo de grano, sino fincas o lotes en donde prospera un deleite para quien gusta de tomar una bebida diferente y altamente calificada. Colombia generalmente siembra variedades de gran calidad y rendimiento como el Típica, a mi juicio el mejor, Borbón, Tabi, Caturra, Maragogipe, variedad Colombia y Castillo entre otras.

No importa si se trata de café de origen que su vez agrupa los regionales, exóticos y los de finca, sostenible o de preparación, el café especial guarda unos secretos y unas características en taza que rompen con los sabores y aromas de una bebida común, esta diferenciación sin duda fue hecha para los dioses.

 

 

En charla con Diariolaeconomia.com, el presidente de la Asociación Colombiana de Cafés Especiales, ACCE, Nelson Moya Moya, dijo que en casi 15 años de actividad el sector de café con valor agregado ha crecido, dejando claro que sus agremiados fueron pioneros. La expansión del negocio es tan grande, apuntó, que actualmente existen cerca de 150 plantas de tostión elaboradas y erigidas en su firma Ingesec Colombia de donde es gerente.

Lo anterior quiere decir que hoy por hoy si se toma buen café colombiano porque para nadie es un secreto que los nacionales no beben grano o producto nacional, pues las marcas tradicionales de cafés baratos que inundan los mercados y las góndolas en Colombia hacen parte de una mezcla de cafés robustas importados de Brasil y Vietnam, unos granos de mala calidad que perfectamente pueden tildarse de basura frente a la calidad del arábica cultivado en las montañas del país.

Tomar café excelso colombiano, manifestó Moya, es una experiencia más que espectacular y el logro de hoy, apuntó, el tema fue imposible 15 años atrás, entre otras cosas porque era prohibido y por todo lo acontece sigue en esa línea de veda porque los Comités Departamentales son muy celosos todavía y prefieren que sus caficultores lleven el café en pergamino a las cooperativas para su comercialización.

Indicó que es claro que los agricultores no quieren hacer eso y caso opuesto insisten en darle valor agregado a sus granos y lograr que ese dinero que se queda en Suiza, Alemania, Italia o Estados Unidos con los procesos de las grandes multinacionales, ingrese a la contabilidad de los productores colombianos, no por dignidad, consecuencia de unas limosnas, sino fruto del trabajo para que los caficultores vivan merecidamente bien.

Expuso que el proyecto de cafés especiales va muy bien porque se le ha trabajado con entrega, compromiso y elevados estándares de calidad, una razón de peso para explicar el porqué del crecimiento exponencial de las empresas que hoy fácilmente superan las 2.000, cada una con su marca, su sello y su origen.

 

 

Lamentablemente las quejas y los argumentos de que el café especial no cuenta con el respaldo tienen asidero porque no hay un estímulo a nivel país para seguir con los cafés especiales toda vez que la Federación Nacional de Cafeteros, quiere exportar café en verde o pergamino seco, pero los caficultores le apuntan a un crecimiento de las exportaciones de grano tostado y molido, valor agregado puro.

 

“Actualmente tenemos las mejores tierras, el mejor café del mundo y adquirimos equipos de alta tecnología tostadora, es decir que ya podemos comercializar grano con valor añadido, como lo dije algún día a manera de parangón, nuestras uvas ya las podemos vender embotelladas, no es necesario enviar nuestro producto para que lo tuesten en otro lado, lo mezclen y nos lo ofrezcan, sencillamente es nuestro café, nuestro trabajo y toda una experiencia que permite hacer empresa, repuntar y mirar con optimismo los mercados”, declaró el señor Nelson Moya Moya.

 

Según Moya, una libra de café procesado en Suiza por Nestlé vale en Colombia cerca de 200.000 pesos mientras que un agricultor normal vende su café en 40.000 pesos la libra. La Asociación Colombiana de Cafés Especiales cree que ese café procesado en Europa es muy costoso porque son líneas de café basura, en Colombia, aseveró, enseñaron a la gente a tomar unos productos que no pasan de 15.000 o 16.000 pesos la libra, entonces eso es básicamente lo que está haciendo el gremio, y contra viento y marea sigue creciendo con café de calidad. Las personas que hoy ven oscuro o enrarecido el panorama de los especiales pueden llamar a la ACCE y saber que nada es imposible y que el futuro del mundo no está en los commodities sino en el valor agregado.

La asociación la tiene muy clara y por eso convierte en realidad los sueños de los caficultores con alma emprendedora que anhelan fundar marca y comercializar grano con sabores y aromas diferentes, lleno de origen y propiedades.

 

 

Desde sus inicios, afirmó el experto, la caficultura ha sufrido, se desarrolló en medio de guerras, enfermedades y climas variantes, igual con unos precios injustos y empobrecedores que maltrataron al campesino dedicado con toda abnegación y fe a esta siembra.

Añadió que casualmente acaba de pasar una cosecha pobre la cual es defendida por las instituciones, algo increíble porque no llegó ni al 50 por ciento de los últimos registros. Si bien la cosecha se cayó, existe la fortuna de un precio interesante debido a dos fenómenos en particular Brasil y Ucrania, pero la caficultura, a criterio del conocedor, como se lleva y como la abordan las instituciones es de total sufrimiento puesto que se padece por todo, La Niña, El Niño, la broca, la roya, mano de obra, violencia, insumos, costos de producción y con todo tipo de inconvenientes.

 

“Esa es la situación y por eso en 15 años de agregar valor al café, las cosas han funcionado con el proyecto y hoy contamos miles de agricultores que reciben no solamente lo justo sino un dinero que se invierte en mejorar la calidad de vida, en potenciar las parcelas y en tranquilidad. Yo soy el promotor de miles de marcas de café que hoy en día se exportan y sinceramente es gratificante despacharle café tostado al mundo, de tal forma que estamos mirando la manera y la estrategia para crecer, lo que incluye crear un frente común para que el promisorio y creciente mercado sea una realidad en su totalidad”, subrayó Nelson Moya Moya.

 

El ingeniero dijo que hay oportunidad para que en todas las latitudes del planeta los consumidores accedan a muy buen café colombiano, una iniciativa que incluye a Colombia.

 

La historia del café tiene otras fechas

 

 

Luego de platicar sobre el café y sus orígenes en Colombia, el presidente de la Asociación Colombiana de Cafés Especiales aclaró que el café hace su incursión en suelo colombiano en 1738 por Salazar de las Palmas en Norte de Santander, cabe recordar que el cultivo llegó a Martinica en 1730 para expandirse por la región utilizando la ruta de Venezuela, ocho años después arriba a Colombia al emblemático municipio nortesantandereano en donde el cura Francisco Romero, como reza en la Real Academia de la Historia, ponía penitencias, las cuales consistían en sembrar café a cambio de perdonar pecados, una historia lúdica porque hay voces que aseguran que el presbítero era un tremendo comerciante de la época.

El experto añadió que existen documentos de 1735 que dan cuenta que de una finca ubicada en la Sierra Nevada de Santa Marta, más allá de Minca, propiedad de unos ingleses de donde salía café a Inglaterra por el incipiente puerto y se cree, explicó el dirigente gremial, que el café no entró por Salazar de las Palmas, algo que se está validando, sino que el grano ingresó al continente casi a la par con su desembarque en Martinica en 1730, es decir que su aparición podría ser la espiritual y enigmática Sierra Nevada, algo razonable si se tiene en cuenta que el bebestible asomó en las Antillas porque venía de Francia, una siembra que dio buenos resultados en suelos colombianos para devolver al viejo mundo después de cinco años, al poderoso Reino Unido.

 

 

Hay documentos que datan de envíos de café a Inglaterra, algo que cambia la historia de la presencia del café en América y más exactamente en Colombia, es decir que el nombre del padre Francisco Romero es totalmente vigente cuando el café llega a Colombia más no cuando se exporta.

Las operaciones de comercio exterior de café colombiano, recalcó Moya, se dieron desde los comienzos del siglo XVII, pero hay instituciones que lamentablemente tienen otra referencia.

 

Café diferenciado y con tinte social

La asociación insistió en que está dispuesta a darle una mano a los agricultores o caficultores del país, aprovechando que las plantas están dispersas por todo el territorio nacional, desde la Sierra Nevada hasta Nariño, ello con espectaculares resultados, a tal punto que hay estructuras montadas en Centroamérica, Suramérica, Estados Unidos y Europa, de tal forma que el valor agregado ya se empezó a mover, es una realidad y una fortuna para los productores colombianos.

 

 

Moya reiteró que aún se ponen trabas, la economía cafetera equivocadamente está comprometida en commodities, pero destacó las bondades del valor agregado que se traduce en mayor rentabilidad, tejido social e inclusión porque todos son bienvenidos al gremio del café especial.

Nelson Moya Moya, especificó que el agricultor se puede ganar un dinero determinado por libra de café vendido, pero ratificó que añadir valor la utilidad fácilmente se duplica en un escenario normal, pero expuso que hay cafés de gama alta y elevado precio que representa más plata para el país y para unos caficultores que terminan premiados por un mercado que le da relieve a las cosas que se hacen bien o de mejor manera, multiplicando ingresos.

Sin duda, afirmó, es urgente cambiar el chip y vender café tostado con utilidades en divisa para el país y mejores remuneraciones para el cafetero y empresario, un trabajo que ya se hace y en que se avanza a buen paso.

Cierto es que para ver más dinero con cafés especiales tostados y molidos es necesario generar mayor volumen, algo que el ingeniero y contertulio quisiera ver mañana, pero señaló que no es una tarea fácil, ya que debe hacerse una reingeniería en la comercialización del grano, algo que podría ser de alguna manera rápida porque al consumidor en el mundo le encanta la propuesta colombiana de cafés diferenciados.

 

“Esa propuesta se la llevé al Gerente General de la FNC hace unos cuatro años a través de una cadena radial en donde dije que, si no se le hacía una rápida reingeniería a la comercialización de café en Colombia, la federación cafetera podría acabarse y no han hecho nada, todo es lentitud, pero en la parte de afuera, los privados, estamos muy dinámicos, trabajando duro y haciendo la labor, para eso estamos aquí”, comentó Nelson Moya Moya.