Después de unos agradables momentos por los cielos que conectan Bogotá con la ciudad de Neiva, el avión blanco de EasyFly aterrizó en el aeropuerto Benito Salas de la “capital bambuquera de América”, nos recibió un sol pleno y una temperatura que superaba los 30 grados centígrados, sin duda estábamos en el majestuoso y alegre Alto Magdalena, en donde retumba el San Juanero y las rajaleñas, fue grato mirar el entorno de la ignífera urbe fundada en 1612, allá donde llueven bendiciones de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción y sonreír en otro escenario para la vida, ni más ni menos que arrancar una aventura cafetera por la “Tierra de Promisión”.
Salimos de inmediato para las tierras del sur huilense, la meta inicial fue Gigante, un municipio floreciente en donde la agricultura y la ganadería marcan la diferencia por la manera en la que estas actividades se realizan, íbamos en carretera y fueron notorios los cambios en la región, al pasar Campo Alegre y sus interminables cultivos de arroz entramos por una sabana verde y poblada de árboles naturales del trópico bajo. A la orilla de la carretera es normal ver opciones gastronómicas para ponerle sabor a la ruta, ya que hay oferta de quesillos, almojábanas, bizcochos, achiras, pandebonos, jugos, frutas y muchas alternativas en gourmet, entre ellas, un café colombiano especial con sabor diferente atiborrado de características, origen y calidad.
Al dejar el enorme negocio, avanzamos hacia Gigante y su parte alta, la de los cultivos de café, moría la tarde y se acercaba la noche, todo un espectáculo para la retina y la inspiración, arreboles rojos se tomaban el firmamento, haciendo del ocaso un momento encantador, una pintura, una composición, toda una obra de arte abocada en lienzos, tejidas por nubes y mostrando detalles enamoradores en la lontananza, especial, única, signo de deidad y poder en el paisaje.
Llegamos a Gigante, nos saludó el bonito pueblo y empezó la escalada a los altozanos en donde prosperan sendas siembras de café, las mismas que reciben la caricia de las nubes o de los estratos, esas masas de agua tipo neblina que dan la noticia de buenos tiempos.
No puedo dejar de reconocer los avances de Gigante, este municipio logró acoplar su agricultura con el turismo y por eso creció una oferta maravillosa en diversión que pasa por restaurantes a los costados de la vía y unos lugares impecablemente dotados para brindar la mejor experiencia en la tierra del cacao, pero también del café y la ganadería.
El amable pueblo se encuentra taciturno en el centro oriente del Huila, en ese ampuloso sistema montañoso de los Andes por donde corre con brío el río grande de la Magdalena, quizás huyendo de lloronas, poiras y patasolas.
La “Capital Cacaotera del Huila”, tiene una población de 34.500 habitantes en promedio y tiene una altitud de 860 metros sobre el nivel del mar, desde luego su temperatura supera fácilmente los 24 grados centígrados. Es una tierra grata de donde brota riqueza petrolera y una interesante oferta de especies acuáticas, fruto de la profesionalizada piscicultura, como si fuera poco, Gigante hace parte o está en zona de influencia de la represa del Quimbo, lo que la hace generadora de energía.
En charla con Diariolaeconomia.com, la empresaria y caficultora Jeiny Daniela Díaz Cumbe, afirmó que la caficultura necesita cambios de fondo, pero reconoció que es urgente hacer de la actividad cafetera, una labor más sostenible y sustentable porque el medio ambiente se volvió una prioridad y un tema sensible por cuanto los cambios extemporáneos de clima tienen en jaque, no solo la caficultura sino la agricultura como fuente de alimentos y materias primas.
La situación es apremiante, genera incertidumbre y hace parte del gran desafío porque sin exagerar, quien siembra hoy no sabe con certeza que le espera mañana o los días siguientes, sencillamente porque se rompieron los regímenes meteorológicos y ya el verano puede estar pasado por agua o el invierno alterado y convertido en la más inclemente sequía.
Otro reto para la caficultura y que bien ha experimentado Daniela es la escasez de mano de obra por cuanto en cosecha es muy necesario contar con el más idóneo personal, una cadena social de alto impacto porque se trata de caficultores contratando personas que tienen bajo su responsabilidad el sustento de sus familias y su bienestar, es un mundo de recolectores y trabajadores, todos indispensables para sembrar, cosechar y darle transformación al grano, seguramente el mejor compendio de valor agregado.
La finca cafetera de Daniela Díaz reúne todos los componentes de un sembradío con atributo, pero igual del valor añadido porque no solo obtiene un excelente café, sino que creó su marca, Umai, y le dio vida a su proyecto de cafés especiales, con el trabajo, el compromiso y su prestigio acreditó Know-how, goodwill y una reputación cafetera digna de admirar. Esta joven mujer cafetera sigue incólume, de pie y firme, defendiendo una tradición que le permite crecer como persona, pero claro está empresarial y económicamente.
Sostuvo que a los jóvenes que están llegando a tomar las riendas de las haciendas y que impulsan el gris relevo generacional, les corresponde cambiar el chip en varios aspectos de la caficultura y así en toda la agricultura, por ejemplo, mejores prácticas agrícolas, productivas, administrativas, de eficiencia en la fertilización, manejo de cultivos y manejos ambientales porque el mundo está cambiando y con él aparecen las tecnologías inatajables, disruptivas y obviamente necesarias.
En opinión de Díaz, hay problemas en relevo generacional porque no hay motivación ni un escenario amable para el agronegocio, pero también porque hay padres que se niegan a soltar el negocio para que sus hijos vayan haciendo de sus fincas, verdaderas factorías exportadoras e impulsadoras de valor agregado.
Para Daniela, resultaría ideal que los cafeteros de vieja data o con una edad avanzada que reclama descanso, fueran haciendo la cesión de los trabajos o encargos de la hacienda a su descendencia de manera paulatina para que sus hijos vayan tomando y madurando responsabilidad en el tiempo. El asunto, recalcó, es empezar porque los almanaques caen, la vejez abraza y la juventud debe arrancar con sus proyectos, haciendo de la mejor manera el tortuoso relevo generacional, el mismo que pide nuevas mentes como también innovadoras propuestas.
“Hay algo serio y muy preocupante, los años pasan y ya notamos que la caficultura se está envejeciendo en Colombia y en el Huila, si no hacemos algo con prontitud, el negocio se puede marchitar”, advirtió la empresaria.
Daniela es una mujer joven, dinámica e igualmente comprometida, maneja ímpetu en el trabajo, sabe que tiene prospectiva y perspectiva, algo muy positivo de cara a los retos que asume y lleva a cuestas con la actividad cafetera como prueba diaria.
Los retos del nuevo Gerente
Por estos días el país conocerá los retos del nuevo Gerente General de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, muy a pesar de las demandas, las críticas y los revanchismos, algunos regionales, teñidos de enojo y mostrando que, en el país muchos son pésimos perdedores. La terna, como lo declaró en este medio el ministro de Comercio, Industria y Turismo, Germán Umaña Mendoza, cumple con los requisitos y hace parte de un proceso democrático. Quizás a algunos se les olvidó que la caficultura es de todo un territorio y no de uno o tres departamentos.
A criterio de la empresaria y caficultora Jeiny Daniela Díaz Cumbe, hay demasiados contextos en donde debe mejorar la labor cafetera, por cuanto necesita ser más ecuánime, equitativa, incluyente y razonable a la hora de manejar los recursos de los productores que alimentan el Fondo Nacional del Café, ello porque hay caficultores muy bien, pero otros demasiado mal.
La principal labor estimó Daniela, es propender por la unión de los caficultores y apaciguar unos ánimos caldeados de manera innecesaria porque en caficultura nadie es más que otro, se trata de una gran familia que debe trabajar de la mano y demostrar porque el cafetero es el gremio y el sector productivo para presumir y replicar porque atiende y ayuda a grandes, medianos y chicos, entre otras cosas porque hay productividad, la clave del ingreso y del verdadero desarrollo expresado en vías, tecnología y cualesquiera bienes públicos.
Dijo que los pequeños caficultores, los del minifundio y que hacen parte de la base cafetera demandan mayor atención porque infortunadamente no tienen la estructura financiera para sostener el día a día en una actividad que pide a diario insumos, atención y fertilización, todo de alto costo. Esta mujer del café está convencida, y con razón, que, si todos los caficultores trabajan al unísono, a la totalidad le irá bien porque uno solo no hace eco y lo cierto es que el café de Colombia es la suma de muchos esfuerzos.
Hablando de liquidez que por estos días solo se ve con el invierno, la caficultora puntualizó que, si hay inyección de dinero para renovar, fertilizar y fortalecer la caficultura, habrá movimiento, mejores ejercicios económicos y un beneficio grande para toda la cadena cafetera, algo que no se avizora y que lacera al pequeño caficultor, en muchas ocasiones pasando por alto que más allá de sembrar y recolectar café está de por medio un ser humano bueno y abnegado que hace su mayor esfuerzo por llevarle el mejor producto al consumidor final.
Café especial, bueno ganar, pero sin abusar
El secreto del éxito cafetero tiene nombre propio, café especial, un producto que ofrece mejores condiciones porque se sale del régimen de la bolsa de Nueva York, optimizando los ingresos, mejorando el negocio y mirando hacia el futuro porque no toda la vida las grandes torrefactoras serán las dueñas de la gran industria cafetera, ya hay muchos mejorando las condiciones de sus granos, los están tostando y moliendo, dejando atrás la rutina de despachar en verde, lavado o café pergamino.
Colombia, dijo la interlocutora, debe aprovechar que tiene el mejor café del mundo y las mejores ventajas en taza para agregar valor, trabajar y mejorar, algo que se ve con mucha progresión en los cafés diferenciados que dicho sea de paso están siendo bien aceptados por los consumidores en el mundo, una labor juiciosa que generó mayor oferta y demanda, todo favorable para el cultivador.
Con variedades especiales, comentó Díaz, se está cumpliendo la misión, la gente en Colombia y en el mundo está tomando café de calidad, nada de mezclas o engaños de mal sabor, hoy es posible pedir origen de café, pero también variedades de gran sabor como Borbón Rosado, Borbón Rojo, Geisha, Tabi, Típica, Caturra y otros.
Independiente de las calidades y del trabajo que exige este tipo de bebestible, hay un reclamo o una queja de Daniela Díaz y tiene que ver puntualmente con los precios que se le han fijado sin control algunos al café especial, si bien tiene mayor cotización por su condición de diferenciado, no es justo que los precios hayan subido a niveles alarmantes, puesto que hubo café por libra que costaba 19.000 o 23.000 pesos en 2019, hoy ese mismo producto adquirido en algunas cooperativas vale 33.000, pero puede subir a 40.000, 50.000 o 60.000 pesos.
“Con los precios del café especial están abusando, la gente, de manera increíble, está matando la gallina de los huevos de oro, y si bien es cierto que debe haber ganancias, lo lógico es que, por ahorro o costos extremos, la gente se devuelva al café de góndola. He luchado mucho por ese tema, estoy en el medio del comercio exterior con especiales, lo que estresa, porque a los productores que mejoraron taza se les abrió la tasa y con eso pueden perder mercado y tendencia”, sentenció la excelente, inteligente y amena mujer cafetera.
En su análisis, Díaz Cumbe, apuntó que los productores deben entender que lo importante es fidelizar al cliente, ser competitivo y flexible con el precio porque la idea es vender muchas veces o para siempre, pero no una sola vez y listo, la idea, reiteró, no es esa, pues el cafetero debe adaptarse al mercado y dejar la comodidad que brindan las subastas y los pagos exagerados.
Insistió en que la caficultura no debe perder de vista que, en el negocio, el consumidor también debe ganar porque caso opuesto se estaría dando el mismo ejemplo de las multinacionales que compran barato y venden caro. En Colombia, detalló, hay valores exorbitantes en café especial y al ritmo al que va la vida y sus costos, el ejercicio no será sostenible, el cliente por limitado que sea saldrá espantado.
Un aspecto para tener en cuenta son las frecuencias de compra y lo que éstas dejan, motivo de peso para ser más inteligentes y vender volumen, crecer y bajar precios, los de hoy no son viables.
Por otro lado, está el poco valor que la gente le da al café en Colombia, muchos o la gran mayoría de nacionales no saben de la bebida, toman cualquier cosa que oferten en supermercados y lo sorprendente es que les sabe, les gusta, algo que no ocurre en el exterior en donde tienen el grano especial en el olimpo.
Para nadie es un secreto que hay muchos países en el mundo sembrando café, pero lo cierto es que Colombia tiene diversidad de suelos, de climas y paisajes, una mixtura que le sigue añadiendo valor al negocio.
Resultó un gran placer estar en la finca, Villa Mercedes ubicada en la vereda El Piñal, a 1.400 metros sobre el nivel del mar, un balcón apacible desde donde se contempla el centro poblado de Zuluaga en Garzón, un lugar con mejores particularidades que muchas poblaciones en Colombia, además productor de un café inigualable.
El paraje tiene un clima variado, cálido en las mañanas, frío en las noches, pero aún de montaña en donde se respira aire puro. Hay una preocupación y es que las veredas de este sector cafetero de Colombia están experimentando cambios de temperatura ya que ha subido y la tendencia es a que seguirá adoptando un clima más cálido, una mala noticia para el café que con estrés calórico se vería afectado, eso sin hablar de los líos fitosanitarios que ocasionarían todo tipo de problemas.
La comercialización, aseveró Díaz, está llamada a replantearse porque Colombia malenseñó a los compradores de café suave, pues les suministró café de muy buena calidad a precios irrisorios, tanto así que muchas veces el productor despachó grano a pérdida. Hoy en día, subrayó, Colombia tiene muy buen café y un productor que recurra a las buenas prácticas agrícolas, pone en el mercado un café de calidad, no tiene que pasar por el relicario de procesos, simplemente haciendo las cosas bien, fermentando como se debe y recolectando con detalle, sacará café con el mayor atributo.
Un asunto en el que se debe trabajar es en la educación de los cafeteros, porque casi todos venden su cosecha y compran café de la industria local que no es bueno, que tiene granos o pasillas traídas de Brasil y otros países, solo tomando café de la finca, el productor se enamorará de su trabajo y podrá saborear su esfuerzo expresado en caficultura, posiblemente artesanal, pero más rico y mucho más confiable.
En los últimos años la tendencia de consumo cambió y todo gracias al café especial porque los productores ya hacen el esfuerzo, se han educado y el café empezó a tomarse en las fincas y en el mercado sigue disparado cuando se ofrece origen y taza.
La tecnología en café se necesita, pero la topografía no ayuda
La caficultora Jeiny Daniela Díaz Cumbe dijo que, sin lugar a duda, y en medio de la cuarta revolución industrial o era digital, la tecnología es una necesidad, sin embargo, explicó que la agricultura de precisión no es una opción por la topografía y la característica de los suelos. Afirmó que de manera increíble la calidad del café colombiano obedece a la recolección a mano o artesanal, algo que incrementa los costos, pero que hace único al país en su manera de recolectar y beneficiar el café.
El tema es diferente en Brasil porque en el enorme país de Suramérica las siembras de robusta se hacen en zonas planas en dónde un tractor dotado con agricultura de precisión trabaja de manera eficiente, la idea para Colombia no es muy afortunada por ser la caficultura local muy de montaña.
Demandó del centro Nacional de Investigación del café, CENICAFÉ, más y mejores exploraciones, por cuanto los suelos en Colombia varían de una región a otra, algo que obliga a trasladarse y trabajar por regiones, tomado en consideración la diversidad de tierras, climas e impactos.
A juicio de la empresaria, CENICAFÉ, ha hecho investigaciones asombrosas y ha puesto en las manos de los productores variedades resistentes a la roya y con mayor productividad porque fueron creadas pensando en la rigurosidad del clima. Por ejemplo, especificó, CENICAFE 1, la última variedad dio unos buenos resultados porque bajó los costos en plaguicidas.
Ante el comportamiento de la atmósfera, Díaz comentó que poco a poco hay que empezar a sacar los herbicidas y la síntesis química del café porque la factura por impactos medioambientales sigue creciendo de manera amenazante.
La situación actual por la guerra entre Rusia y Ucrania, la huella en costos que dejó la crisis global logística y todo ese embrollo por inflación, devaluación y elevadas tasas de interés y complejidad económica, puso los insumos agrícolas en una situación demasiado difícil por precios porque algunos productos crecieron en 150 por ciento o más, tal y como pasó con los nitrogenados.
A todo lo anterior se suma el casi que imposible costo del transporte que invita a que vuelva, y pronto el tren, pero igual otras aristas como acaparamiento y unas prácticas que golpearon y siguen afectando al cafetero, pero de igual forma al comprador final.
El café, los productos agrícolas y la economía en general, reclamó la empresaria, no pueden seguir saliendo por trochas, sin la menor inversión en competitividad y aplazando soluciones como la del ferrocarril. Si el Gobierno quiere, señaló, las labores rurales pasarán a ser una empresa sólida y sostenible.
En este momento los precios de manera lenta están bajando para el caso de la urea, siguen en 210.000 o 220.000 pesos el bulto, pero aún hay un amplio margen de encarecimiento porque hace tres años se conseguían a 70.000 y 90.000 pesos, algo absurdo a valores de hoy, inclusive sumándose a situaciones como mano de obra escaza y costosa, pero como si fuera poco con un monto del café que va cayendo en valor.
“Nadie se imagina como es esto de la agricultura, pero de verdad que es muy duro sostenerse en el campo. Hay campesinos que viven sin nada y como todos saben el café no es rentable todo el año e implica muchas crisis económicas en un periodo”, expresó la caficultora.