Hablar de Timaná en el Huila obliga a abordar la máquina del tiempo y navegar hasta 1538 cuando fue colonizada por los españoles, un antecedente que hace de este agradable municipio uno de los más vetustos de Colombia. Allí llegaron los emisarios de la Corona por orden de Sebastián de Belalcázar, misión que fue encabezada por el poco grato pedro de Añasco quien al final, según algunos, tuvo una terrible muerte, literalmente su crueldad le salió no por un ojo de la cara, la venganza cobró sus dos vistas. La historia
Como es bien sabido hubo una fuerte resistencia indígena y el cacique Timanco encabezó una dura lucha contra los advenedizos que intempestivamente llegaron al territorio aborigen cegados por la idea de enriquecerse a como diera lugar, todo en sus mentes ilimitadas estaba marcado por el oro y otras riquezas que finalmente lograron arrebatar.
Pedro de Añasco invadido por la ira capturó a Timanco y sin pensarlo dos veces procedió a quemarlo vivo públicamente, un acto despiadado que movilizó las tribus que lo declararon objetivo, no hubo que esperar demasiado, el español fue capturado y llevado como un trofeo a las comunidades que aún lloraban a Timanco. Su madre la Cacica Gaitana ordenó sacarle los ojos con una flecha y acto seguido la dolida madre procedió a degollarlo, acto seguido presentó la cabeza del tirano exacerbando a la comunidad indígena que abarcaba tierras en el Huila y parte del Cauca, de hecho, parte de la estrategia española consistía en abrir un paso más seguro y rápido a Popayán, iniciativa que debió aplazarse porque cerca de 15.000 guerreros atacaron enfurecidos y causaron el más grande martirio a un comandante que no conoció el derecho a la vida.
La histórica “Villa de la Gaitana” es un hermoso paraje que la geografía insertó en un valle adornado con espectaculares montañas por donde avanza con prisa el río Magdalena, una jurisdicción erigida en la cordillera Oriental a unos 1.100 metros sobre el nivel del mar, con una temperatura aproximada de 24 grados centígrados, Timaná suma actualmente 20.463 habitantes, pero el dato puede subir por los éxodos de personas que llegan desde el Caquetá y el Putumayo.
Este emblemático municipio vive de la agricultura en donde el café es el principal producto, un renglón que supo agregarle valor a su sembradío insignia, llevando su café especial o diferenciado a enormes cúspides.
Aparte de plátano, yuca, caña panelera, tomate y frutas, Timaná, población vecina de Pitalito, es una tierra adecuada para la cría de ganado y la obtención lechera.
Qué bueno es hacer remembranza, aunque en este caso las cuitas pasan por una muerte infame y una venganza dura y sin ningún tipo de piedad, como quien dice, da que te vienen dando.
Por lo que vimos en una mañana gris y pasada por lluvia, Timaná es una población que sigue en raudo crecimiento, es un municipio en donde se nota la mano generosa del café en su desarrollo y en la sonrisa permanente de sus ciudadanos que pasan orgullosos y cargados de fe por la iglesia de San Calixto.
Allá en las imponentes estribaciones de la cordillera oriental, esa cadena de altozanos que conforman el sistema de los Andes y en donde la historia dejó una tremenda huella vive un hombre bueno, trabajador, colaborador, amigo de los amigos, pletórico de fe, leal y aferrado a su familia así como de Dios, se hizo educador para formar niños y proyectarlos como personas de bien, una carrea que atomizó una dura experiencia, el secuestro del que fue víctima, pero que encontró en el cultivo de café la mejor salida para conjurar los espantos que quedan tras un cautiverio en donde se piensa de todo menos en la continuidad de la existencia.
En charla con Diariolaeconomia.com, el caficultor Lisardo Vargas Pinto, aseguró que su vida estuvo matizada por momentos agridulces, su secuestro, el conformar una bella familia con una princesa que celebró gratas 15 primaveras y la siembra del café, una terapia inigualable que le permite reencontrase con la vida, pues por un instante la perdió y aún se pregunta ¿por qué?
Vargas Pinto es opita por adopción pues nació en Cali, Valle del Cauca, creció felizmente en el barrio Siete de Agosto y luego descubrió muchas de sus vocaciones, una de ellas enseñar.
Después de su matrimonio hace 18 años, Lisardo encontró otro amor, la caficultura y desde entonces decidió entregarse de lleno a ella porque le alegraba el alma y le permitía optimizar la calidad de vida su familia. Hoy con su señora logró afianzar una empresa cafetera que le hace soñar con el futuro de su hija la cual quiere ver convertida en toda una profesional y por qué no, en un referente de Timaná ya que ha mostrado talento y un empuje que invita a pensar que la vida le seguirá sonriendo.
Actualmente Lisardo siembra diez hectáreas con café que combina con cítricos y plátano, en la finca hay naranjos, aguacate y limones, igual cosecha yuca y maíz, su predio no es ocioso y por el contrario muestra buena productividad. La caficultura ha resultado más que afortunada y por ello en su propiedad hay Cenicafé Uno, Variedad Colombia, Castillo y Tambo.
Ante el auge de los cafés especiales, don Lisardo empezó a separar lotes para sembrar cafés de gama alta y sumamente diferenciados, empero dice que el Cenicafé Uno es muy buen grano pues expresa todo un potencial en taza, con cuerpo inmejorable y un sabor único.
Aseveró que 18 años de caficultura han resultado más que una universidad porque en línea con el país, los productores aprendieron a sobrevivir después de la caída del Pacto Cafetero en 1989, un escenario que los hizo aguantadores, resilientes, innovadores, audaces, capaces y recursivos.
Expresó que todo, después del desplome del acuerdo de cuotas, ha sido aprendizaje en vista que vinieron los retos comerciales, climáticos y fitosanitarios, una retahíla de situaciones que graduó a los mejores caficultores, haciéndolos más fuertes, visionarios, mejores personas y enormes administradores. Hoy, comentó Vargas Pinto, hay conciencia que la tecnología es una herramienta como también que genéticamente hay una opción de sostenibilidad porque las nuevas variedades están diseñadas para soportar agua y sol en tiempos difíciles e intempestivos, muy acordes con la realidad atmosférica.
En la caficultura hay disciplina, compromiso y genialidad, es innegable que el país tiene una enorme deuda de gratitud con un sector que apostó por el desarrollo, el mejor modo de vida campesina y por aspectos esenciales como la identidad que acopió el país con marcas como Juan Valdez y Café de Colombia, pero igual un vademécum de variedades en café suave para todo tipo de paladar.
Vargas manifestó que no es de poca monta saber que sus manos y las de 540.000 familias le dieron al país cédula, nombre y apellido, Colombia es café y el mundo sabe del territorio por su bebestible suave y sus características formidables. De alguna manera Juan Valdez y el Café de Colombia limpian la precaria imagen de los colombianos a quienes se tildan de todo lo malo, ello por todo lo que ocurre con algunas personas de mal proceder que no representan una nación en donde el crimen, la prostitución y otros flagelos no se pueden generalizar habida cuenta que son reprochables actos que enlodan, pero que no deben trascender a todo un pueblo o afectar su salida del país, sencillamente porque en Colombia los buenos son casi todos.
Orondo recalcó que actualmente Colombia se caracteriza por tener muy buenas variedades de café las cuales son distintas en cualquiera que sea su presentación, verde, pergamino, lavado o cargados de valore agregado.
Secuestro, un hecho ominoso
De manera injusta y por el actuar de gente sin corazón ni pudor, Lisardo fue secuestrado en 1999 por el frente quince de las Farc en el Caquetá, una pesadilla que duró hasta bien adentrado el año 2000, una práctica que este humilde caficultor consideraba superada y que al ver nuevamente el accionar de los grupos armados al margen de la ley no puede evitar ser atrapado por los nervios muy a pesar que no es una mala persona, que jamás se involucró con nada diferente a la educación o el café, o a hechos que lo expusieran o le pasaran factura, con su mirada entre tranquila, prevenida y recia indicó que jamás ha hecho algo lamentable que lo lleve a pasar por una retaliación.
Este otrora educador estuvo atado, pésimamente nutrido y con una sensación gigante de impotencia, muy triste por un cautiverio no merecido y horrorizado por el desenlace, en esos momentos, dijo, no solo someten el cuerpo, también martirizan y apartan el alma, prácticamente se está muerto en vida. Narró que es difícil traer a la mente los momentos en los que estuvo con una soga a la espalda o amarrado en las noches de pies y manos.
“Al escuchar las noticias de hoy, uno quisiera como salir del país porque el tiempo se devuelve, desafortunadamente eso está pasando en Colombia y no sabemos a dónde vamos a llegar”, declaró el señor Vargas Pinto.
El impacto del secuestro es muy grande, las personas no salen bien de la selva y todo en sus vidas es temor y prevención. Lisardo tuvo hace unos días una experiencia indeseable, al ver en televisión un especial sobre la deforestación en la Amazonía el sonido de las aves, el grito de los monos aulladores y toda la banda musical de la selva provocó pánico en este buen hombre, sintió un intenso corrientazo y el miedo hizo presa de él, prácticamente revivió los momentos de su rapto.
No hay duda por lo que se escucha y se ve, Lisardo es un grandilocuente ser humano, excelente padre y esposo, amigo incondicional y una persona dispuesta a colaborar con la comunidad y dar lo mejor de si a la caficultura. Es consciente que en Colombia caben todos y que hay opciones económicas que se logran trabajando o emprendiendo, no ve consecuente la práctica del secuestro u otra que lesione seres humanos y familias, anhela una Colombia para los colombianos, atiborrada de oportunidad y progreso, una patria sin pobreza ni hambre, un lugar en donde todo sea mejor, sin odios, venganzas o simples actos impíos.
Sostuvo que Colombia es un país muy hermoso, dotado con diversidad de climas, riquezas y paisajes, desde desiertos hasta llanuras, selvas, sabanas y nevados, un lugar especial en el mundo que debe convidar al optimismo, la inclusión y el trabajo, sin embargo, lamentó que todo lo malo esté de retorno porque eso hace la vida muy difícil y las metas demasiado lejanas.
En cautiverio Lisardo tuvo una compañía que atesoró y atesora entre sus manos, una Biblia que leyó y en donde lo marcó el Salmo 91, aparte de su escapulario, una protección divina que permanecen en su alma y su corazón. Ante esta situación afirmó que todo lo bueno que se haga en vida debe ponerse en las manos de Dios.
“En el momento de mi secuestro llevaba una biblia que jamás había cargado, nunca me preocupé por la Sagrada Escritura, en ese momento me dio por leerla y hoy la conservo pues me acompaña y está cerca de mi cama. En ese tiempo pasó un señor y me dijo que le leyera el Salmo 91 y para mi eso es sinónimo de tranquilidad cuando mi mente revive momentos o tengo dificultades, pienso en ese bello Salmo, me acuerdo de las palabras de esa persona y por eso estoy con las cosas de Dios a la mano”, apuntó el caficultor.
El café, una puerta a la tranquilidad
Para el cafetero Lisardo Vargas Pinto, después de su secuestro lo más grande que le ha pasado en vida es ser caficultor, una actividad que lo motiva, lo distrae y lo ayuda, además le da valor porque le puso en el camino buenos amigos, seguramente los ángeles que Dios envía para sobrellevar el trance.
Nunca imaginó que con un árbol de café consiguiera tantos amigos y múltiples puertas abiertas, Lisardo encontró en la siembra de café una santa paz y el remedio para curar una depresión que lo invadió después de semejante experiencia.
Sin duda una buena siembra, las buenas cosechas, la reputación ganada en el sector y las ventas de grano a buen precio sirven, según dijo, de aliciente para seguir adelante y trazar nuevas metas sin el fantasma del secuestro o la quimera atroz de un hecho que le opacó su estancia y sus sueños, con el café, subrayó, logró volver a la vida y a darle sentido a sus actos y amar con mayor intensidad a su bella familia.
La caficultura le ha aportado mucho a la nueva vida de Lisardo, poco a poco su tormento va siendo parte de un pasado que, si bien puede ser indeleble, con laboriosidad y logros van metiendo la experiencia en el viejo baúl con muchos candados, para dejarlo en cualquier rincón en ese oscuro cuarto de San Alejo porque por fortuna y entre cafetos pudo volver a empezar.
El café, precisó Vargas Pinto, es una empresa muy bonita que el caficultor forma y proyecta, de tal manera que garantice éxitos y buena prospectiva en vista que si una persona es productiva se mantiene bien, ejemplo de ellos es que este caficultor caleño ha podido, con la ayuda de su esposa, sostener su familia y darle a su hija todo lo que demanda una señorita amable y risueña que ya habla dos idiomas porque no tuvo que pasar por el portón de la vida en donde se hace la transición de niña a mujer, para definir los puertos a dónde quiere llevar el gran barco de proyectos, deseos y metas.
El café, con buenos manejos y rigurosidad administrativa, explicó Lisardo Vargas, es un aliado importante cuando de crecer o vivir bien se trata porque con caficultura consiguió cosas y más que lo material tener paz y vida, también tener liquidez para educar a su nena a quien pudo pagarle los cursos de inglés.
En medio de la injusticia que rodeó su secuestro, este caficultor supo perdonar y todo gracias a que tiene una esposa, su mano derecha y amiga incondicional, pero también una hija hermosa que le da luz a su vida, unos amores grandes que no le permiten odiar ni desear el mal a nadie, ni siquiera a sus captores, hoy, dijo, piensa de otra manera y de forma constructiva.
En opinión del caficultor no hay satisfacción más grande que llevar con trabajo el pan a la mesa pues no es amigo de regalos, ayudas o asistencialismo, una práctica poco sana que saca los trabajadores del campo y de las empresas, castigando duramente la productividad. Jamás le han obsequiado nada, paga lo que compra y su remuneración cubre los gastos de la casa. La vida de Lisardo no ha sido fácil, desde los ocho años experimentó un cambio radical de vida cuando quedó huérfano de papá y al ser el mayor de cuatro hermanos debió trabajar desde los diez años para que su familia no colapsara, dicho en otras palabras, el paso de este gran hombre por la tierra ha estado teñido por la dificultad, empero, aprendió a ser una buena persona, a trabajar y responder por sus obligaciones, hoy todo mejora porque su núcleo familiar lo rodea y el brío que sacó para pasar al otro lado del río lo bendijo.
Le molesta ver juventud llena de peros, esquivando responsabilidades y apartándose de los retos, él supo que fue escasez, trabajó con los zapatos que llevaba a la escuela y aprendió a valorar cualquier logro por pequeño que fuera. La vida lo golpeó con fuerza, pero de manera increíble Lisardo respondió con empuje, ilusiones y amor.
“Hoy anhelo que mi hija tenga una buena carrera, que se pueda defender a futuro y claro está ver a mi Colombia en paz que podamos ir de un lado a otro sin el temor de una pesca milagrosa o un abominable secuestro, algo que repito, me llena de terror. A futuro quiero tener una finca muy bien organizada, con todo tipo de acoplamientos y mejoras, que llegue un trabajador y se sienta en su propia casa, quiero salud, fuerza, bienestar y progreso para seguir viviendo a plenitud con mi familia”, concluyó el caficultor Lisardo Vargas Pinto.
Salimos de Timaná, hablamos de café en Pitalito y partí para Bogotá, con el recuerdo que dejan las buenas personas. Hoy Lisardo sigue con entusiasmo soñando en su finca El Bosque y proyectando caficultura en otro predio bautizado Bellavista, dos lugares de donde brota un café de gran atributo en taza y toda la felicidad porque después de lo vivido a este productor le llegó la mejor cosecha, la que lleva en su corazón a manera de padre, esposo, amigo y obviamente caficultor.