Domingo, 10 Marzo 2024 02:01

Café San Alberto, en taza, toda una obra de arte

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Con permanente innovación, esta marca quindiana de grano excelso logró con caficultura e inventiva, poner aún más alto el prestigio del café colombiano. La gracia del valor agregado.

En la vida hay personas, empresas y marcas que supieron escalar, ganar y optimizar, esos que hoy cabalgan sobre corceles fuertes y potentes de autoridad dejaron siempre de lado el conformismo, apostaron por ir más allá y alcanzar con una que otra fórmula el éxito merecido, quizás arriesgaron, pero tocaron el cielo y hoy estando en ese olimpo de los mejores no paran, siguen empujando y buscando nuevos laureles, expresamente los que salieron del incómodo cuarto de la monotonía gritaron “eureka” con sus atrevimientos, a la fecha expresados en una espectacular taza de café, solo que siguieron creciendo y trazando los parámetros de desarrollo, atributo y sostenibilidad.

Ese adeudo por la calidad no se quedó en un símil de la expresión de Arquímedes de Siracusa, no, conllevó a nuevas exploraciones, mezclas, estudios y análisis para obtener con arrojo nuevas aptitudes, sabores, fragancias y tonalidades especiales al gusto, sin duda cada logro conminó a otro, haciendo del trabajo cafetero, lo que incluye beneficio y transformación, una dedicación pasional y comprometida que, gracias a una labor vocacional, condujo a estándares de elevadísima propiedad.

En esta ocasión nos centraremos en Café San Alberto, un grano sembrado y cosechado en las montañas del Quindío que ha recibido nada más y nada menos que 30 premios, todos, consecuencia del reconocimiento a un trabajo exigente que termina en excelencia puesto que los gustos más exigentes en el mundo se han deleitado y rendido ante la calidad, los sabores únicos, fragancias deslumbrantes, tremenda consistencia y toda la calidad del exclusivo bebestible.

Esta historia empezó a narrarse con orgullo quindiano en 1972 cuando Gustavo Leyva, fundador de la empresa adquirió la finca la Alsacia que fue rebautizada San Alberto como homenaje a su fallecido hijo Gustavo Alberto. En 1976 el empresario y caficultor compró la finca contigua a la hacienda para ratificar allí la casa principal. Después de un tiempo y de hacer tareas para replicar, el precursor y gran patricio de la destacadísima marca, dejó de existir en 1985, su esposa Melva dijo presente y se hizo cargo de la administración.

 

 

Por allá en 1990, la marca da un gran salto puesto que se hizo con la finca La Ponderosa, una propiedad vecina que tenía y tiene como característica tener las mayores alturas en altozano, entre 1.700 y 1.800 metros sobre el nivel del mar, en 1995 quedó totalmente vinculado el lote de mayor altitud, La Ponderosa. En 1996 llega el relevo generacional y la hija mayor, Olga asume la operación al adquirirla en su totalidad con su esposo, el señor Eduardo, así las cosas, en 1997 la casa principal y las instalaciones desinadas a la agroindustria son totalmente remodeladas.

En 2005 bajo el liderazgo de Eduardo Villota se produce un importante proceso de transformación y empezaron a recogerse los frutos porque ya en 2006 tras los trabajos hechos en favor del medio ambiente llegan las certificaciones, en este caso y por responsabilidad social la marca recibe el reconocimiento ambiental UTZ.

Todo marchó muy bien en vista que en 2007 los hijos de Olga y Eduardo le dan vida al Grupo Kallpasaba, una decisión que con disciplina y estricto manejo consiguen la consolidación de una marca con todo para emular, la familia había logrado avances, mejoras y toda una evolución en agricultura y caficultura, San Alberto se mostraba horonda como la grandilocuente factoría de valor agregado.

En 2008 se suma a la casa San Alberto la finca El Paraíso y en 2009 son inauguradas la terraza San Alberto en Buenavista, Quindío, y el laboratorio de calidad, una adición de mejoras y mayores logros. 2010 es inolvidable porque la empresa recibe la certificación internacional de agricultura sostenible Rain Forest Alliance. En ese mismo año se produce la primera exportación de San Alberto a Corea delo sur.

Ni que decir de 2011 cuando Café San Alberto recibió la medalla de oro como producto del año en la Feria Mundial de Alimentos, realizada en Moscú, una gran dicha y una buena premoción, era el primero de muchos premios.

No cabe duda, es San Alberto un café que llegó a la gama alta y a los más encumbrado de la excelencia porque se creyeron el cuento, trabajaron y obtuvieron quizás el mejor premio, confianza y reconocimiento del consumidor nacional e internacional, algo atiborrado de respetabilidad y orgullo, un motivo suficiente para seguir por la senda de ser cada día mejor, los techos en la marca no se conocen, son metas y objetivos recurrentes.

 

 

En charla con Diariolaeconomia.com, el Director de Café San Alberto, Juan Pablo Villota Leyva expuso que la excelencia es fruto de un trabajo hecho con paciencia y con esmero en donde la buena noticia para los caficultores es que se puede aprender a producir un buen café y que con una adecuada estrategia de comercialización es viable hacer cosas distintas y romper paradigmas porque actualmente tomar café San Alberto se ha vuelto algo habitual para un nicho del mercado y afortunadamente, precisó, el crecimiento sigue dándose a diario porque se vende una bolsa más que el día anterior.

Hoy la empresa dice que parte de la magia del café es el terruá, es decir el origen o ese microclima en donde se ubica el cultivo que para este caso es Buenavista, un municipio del Quindío lleno de magia, un sitio en donde ayudan los vientos y es mucho más intensa la luminosidad, un factor que se une a la técnica de la familia que lleva más de 50 años trabajando en el café, una saga que aprendió a procesar el grano de una manera distinta, particular y repetible.

El grupo cafetero, dijo Villota Leyva, tiene variedades como Caturra y Castillo que han dado los premios internacionales y hacen parte de la base o del negocio principal, pero reconoció que la empresa de vez en cuando se atreve a probar locuras como el Geisha Corazón que es un ensamble de 90 por ciento Geisha y 10 por ciento de Caturra-Castillo, igual hay un acople nuevo llamado Cisne Negro, todo un secreto, la variedad es de total reserva y lo afortunado es que se vende la totalidad de lo poco que saca la firma al mercado que dicho sea de paso ya está preparado para atender una oferta bastante diferente en café.

 

La rentabilidad está en el valor agregado

 

 

A criterio de Juan Pablo Villota, la apuesta debe ser por valor agregado y en ese sentido el empresario expresó que la otra noticia positiva para quien siembra grano es que no hay que pensar única y exclusivamente en exportar porque el consumo interno viene mejorando y anotó que el colombiano día a día aprende que la taza de café ya no es de 500 pesos sino que hay opciones en bebidas diferenciadas de 10.00, 12.000 y 20.000 pesos que se vende con bastante dinámica porque culturalmente el cliente aprendió a valorar el esfuerzo de quienes producen café y elevan sus propiedades.

 

“Todo lo que hacemos nosotros con el Comité de Cafeteros, con la Federación Nacional de Cafeteros y el resto de marcas de café, es evangelizar a ese nuevo consumidor que está dispuesto a comprar mejor café y por supuesto es sacar provecho de un valor agregado porque el commoditie es un negocio en donde el caficultor no es capaz de jugar, actualmente no le interesa porque descubrió que es muy bueno generando valor, produciendo obras de arte a través del café, algo que resulta de gran valía para el colombiano como para el extranjero”, declaró el señor Villota Leyva.

 

Según el experto, el turismo es un magnífico complemento para el negocio del café porque Colombia es no solamente pionera en producir un grano sobresaliente sino en experiencias cafeteras de altísimo nivel en donde San Alberto tiene operaciones en Cartagena, cuatro en Bogotá y la más querida, la ubicada en la mitad de Buenavista, precisamente en la plantación San Alberto.

 

 

El tema de vender café y probar otro tipo de negocio es verdaderamente rentable, muchos que se salieron de las exportaciones experimentaron mayores utilidades, pero para que ese ejercicio sea bastante lucrativo y sostenible, aseveró Villota, hay que invertir mucho dinero, lo cual cubre mercadeo, locación, mobiliario, baristas preparados, buenas máquinas, pero no quedándose en la matemática sencilla de multiplicar y dividir, sin embargo, enfatizó, siempre será mejor negocio vender el café ya preparado que crudo en pergamino.

Los puntos de venta crecen exponencialmente, a la marca le va bien en el mercado internacional, pero descubrió grande potenciales en el mercado interno razón por la cual pondrá una nueva tienda en Bogotá a mediados de año que será toda una insignia como todas las que operan bajo la marca.

El negocio prospera admirablemente en Cartagena y en el Quindío la terraza fue ampliada, por lo que ese pequeño mirador y la estrecha tienda de café que en 2007 rompió paradigmas en el departamento y en el mismo país, porque una pequeña plantación decidió en ese entonces instalar una tienda de café en su lote ha generado frutos y no solamente ha dinamizado la categoría en Buenavista y en la cordillera central en donde fue establecido el Quindío, sino que hoy con todo orgullo sus directivos dicen que ampliaron el lugar, lo hicieron más cómodo y así es más fácil atender más visitantes colombianos y extranjeros.

 

 

De la tienda inicial, afirmó el Director de Café San Alberto, tan solo se conserva el mismo espacio en cuanto a paisaje, pero la capacidad fue ampliada visiblemente porque se duplicó el aforo, con esas mejoras fueron agrandados los baños y en general las instalaciones todo con el fin de que los consumidores se dejen convencer de retornar, El vocero indicó que está seguro que muchos caficultores siguen la empresa y aprovechó para enviarles un especial y afectuoso saludo puesto que San Alberto fue históricamente un líder entre los pequeños productores ya que la finca San Alberto es un activo de 40 hectáreas, una propiedad no muy grande en donde se sienten igual a todos, viven la caficultura al amparo de la institucionalidad porque la marca considera que ser cafetero vale la pena, siempre y cuando se hagan cosas distintas pues el asunto está en proponer.

 

“Estamos muy inquietos, seguimos proponiendo con lo hecho en Buena vista, se creció San Alberto y la invitación es para que todos en Colombia o en el exterior permitan que se les atienda en unas instalaciones en donde lo único que se hace es tomar muy buen café”, acentuó Villota.

 

 

Parte del éxito de café San Alberto ha radicado en apostar por innovación y tozudez. A juicio del empresario nunca se llega a donde se quiere porque siempre habrá un peldaño más arriba, algo que se hace a través de invención, creación e insistencia. La empresa pone en práctica constantemente el término japonés Kaizen que tiene que ver con mejoramiento continuo, dicho de otra manera, adelantar cambios en los procesos para alcanzar mejoras en calidad y eficiencia, algo que ha funcionado.

La firma prueba en todos los frentes de la cadena, maneja distintas maneras de secar, nuevas variedades, así como diversas formas de tostar y preparar, siempre intentando nuevos procesos, algo que caído muy bien en el consumidor y en el mercado.

 

Robusta, ¿por qué no?

En el tema de robustas el Director de Café San Alberto Juan Pablo Villota Leyva manifestó que si se hace bien la tarea y el mercado internacional necesita volumen, no hay razón para cerrarle la puerta a una opción en mezclas, pero igual en una oportunidad para la economía y el tejido social.

Ante esa posibilidad que ya está en prueba en el Casanare, tan solo hay que tomar una medida y es proteger muy bien el café tipo arábica colombiano puesto que siempre será el Rolls Royce del café en el mundo y demanda cuidado, de todas formas, opinó que, si el robusta es útil y hay negocio, ¿por qué no?

 

 

La otra función de tener cafés robustas es que se podrían hacer mezclas de calidad, eso sí, diciéndole al consumidor que lo que está tomando no es cien por ciento arábica, no habría problema, lo importante, comentó, es no dañar el buen trabajo que se ha hecho con el posicionamiento del café de Colombia que es 100 por ciento arábica y un muy buen café lavado. Si el país, escribió, es capaz de diferenciar el producto hay que hacerlo, de lo contario, señaló, lo mejor es quedarse quietos, pero ante la demanda generosa y que la oferta no cumple con los niveles de exigencia llenando países a vender cualquier cosa, Colombia debería atreverse a vender un grano robusta de calidad, pero siempre y cuando no se dañe la gallina de los huevos de oro que sería el bebestible tipo arábica.

 

La gente debe aprender a tomar café

En días pasados algunos conocedores de café advertían sobre el riesgo de tomar cafés procesados a base de pasillas habida cuenta que esos granos de desecho, sea cual sea su origen están expuestos a la ocratoxina A, generada por diversas especies de Aspergillus y Penicillium, una micotoxina conocida que contamina a nivel global, víveres como cereales, granos de café y otros productos como las pasas, vino, jugo de uva, especias y regaliz, una causa reconocida de desarrollar cáncer.

El hecho es que los colombianos están en todo su derecho de tomar café bueno, con atributo y por consiguiente garante de salud, algo que solamente se logra con el consumo de cafés certificados, de alta calidad y debidamente procesados, todos con su respectiva denominación de origen.

 

 

Para sorpresa de muchos, puntualizó el empresario, el colombiano ya no toma el mismo café de hace quince años, por fortuna la gente aprendió a distinguir calidades, luego eso llevó a que la marca más popular del país no comercialice los mismos volúmenes de hace quince años, ya son menos, dijo quienes tragan entero.

 

“Ya sabemos que esa bebida sumamente oscuro, recalentado y quemado que sabe a pura leña no es nada bueno. El cliente entendió que es perentorio comprar un café de mejor calidad y ahí va poco a poco. El café es como el vino o el wiski, hay categorías y siempre habrá café popular o de lujo San Alberto, igual hay vino de caja que es de una y tiene alcohol, el tema no es satanizar el café masivo, sencillamente el consumidor comprendió que esa no es la única opción, hay café A, B, C Y D, anteriormente creíamos que todo era D, hoy esa categoría sigue siendo fuerte, pero algunos nos atrevemos a vender café tipo A, B o C y el mercado está reaccionado de muy buena manera”, dijo Villota Leyva.

 

La gente es consciente que el café de calidad cuesta y por eso está invirtiendo un poco más a la hora de pasar un rato al sabor de una buena taza de la siempre anhelada bebida.

Sin duda y lo reconoce la firma, los quindianos tienen una marca que es embajadora de la región y por eso siempre que hay campañas de mercadeo brota ese orgullo de llevar la bandera de Colombia, del departamento y por supuesto del siempre querido Buenavista.