Domingo, 05 Octubre 2025 01:59

Congreso no aprobaría reforma financiera, urge tributaria estructural

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Un sector de la Cámara de Representantes dijo que el país necesita medidas audaces para optimizar el recaudo, pero bajando el gasto y poniendo freno a la corrupción.

Todo parece indicar que los gravámenes han perseguido al sufrido pueblo colombiano, según los cronistas las cargas impositivas se pagaban desde épocas precolombinas cuando las comunidades indígenas solventaban a los caciques un impuesto equivalente a lo que cada familia producía en sus núcleos, es decir que era necesario hacer cuentas a la hora de sembrar porque bienes como papa, yuca y maíz tenían como destino los acopios de zipazgos, cacicazgos y la alta alcurnia de la Colombia aborigen y prehispánica.

Como todo lo que cuesta y duele, se hace perenne con la llegada de la colonia fueron creados nuevos impuestos, el diezmo por citar algo, tenía como destino la iglesia católica que de algo tenía que vivir, igual se pago la alcabala que fue el IVA del momento habida cuenta que se pagó por las ventas del comercio, pero también a las aduanas puesto que se gravaban importaciones y exportaciones. Otra tarifa se estableció en esos tiempos fundacionales para los estancos en donde se expresaba el monopolio estatal en la producción y comercialización de tabaco, aguardiente y sal.

Colombia es un país que puede decirse, ha alcanzado su punto de saturación por reformas tributarias que quitan competitividad, no aportan en desarrollo y castigan fuertemente los ingresos empresariales y familiares, de hecho, impuestos como el IVA afectan la demanda de bienes y servicios, pero otros como el de renta, hoy en el 35 por ciento, alejan inversionistas, cierran empresas, impactan las ventas y frenan la economía.

Debe dejarse claro que el impuesto de renta no aplica exclusivamente para empresarios, igual se les impone a las personas naturales una tarifa que se mueve entre 0 y 39 por ciento. Hay que recordar que las primeras reformas tributarias del siglo XX se dieron por medio de las leyes 26 de 1914 y 69 de 1917 las mismas que impusieron tarifas al llamado consumo suntuario, una medida que encareció los bienes de manufactura al igual que a productos como cerveza, cartas o naipes y hasta fósforos.

Las reformas tributarias como tal empezaron en el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo que le dio vida a una estructura impositiva a través de la Ley 78 de 1935 que tuvo que ser perfeccionada y terminada con la Ley 63 de 1936. En esa reforma, el distinguidísimo Primer Mandatario aplicó impuestos sobre las herencias, asignaciones y donaciones, mejor dicho, era mejor que papá y mamá tuvieran la fortaleza de Matusalén para no darle gusto al Estado con un desembolso injusto al que hoy le llaman ganancia ocasional como si la casa materna o paterna fuera el resultado, no del trabajo, el sacrificio y el esfuerzo, sino de una actividad de ocio, suerte y azar.

 

 

Lo anteriormente citado dice que toda la vida el ser humano ha sufrido y no ha tenido derecho a la felicidad porque la mínima sonrisa muy seguramente se transformaba en impuestos, Así le pasó a Europa con el feudalismo en donde los reyes se quedaban con todo lo que tenían u obtenía la plebe y el mismo campesinado que finalmente pasaba hambre y moría en condiciones indignas, algo muy afín con el mundo de hoy, una tesis que deja muy mal parada la figura de evolución.

Los colombianos, no en vano, siguen quejándose por el alto costo de la vida, nacer en Colombia seguramente es un lujo o una condición onerosa en donde se dificulta crear empresas, trabajar, educar hijos, alimentar familias o recrearse, este último, un término en franco desuso.

En las últimas décadas el país solo ha sabido hablar de reformas tributarias y ahora último de reformas financieras, todas, sinónimos de mayores tarifas, menor dinámica comercial y empresarial, en síntesis, una pesadilla de la que nadie se salva anualmente y obviamente el saludo de cada mandato.

En desarrollo del Congreso de Confecámaras 2025 en Cartagena Diariolaeconomia.com, habló con el Representante a la Cámara por Antioquia y experto en temas tributarios, Óscar Darío Pérez Pineda, quien de entrada afirmó que hay muy pocas probabilidades de que el Congreso apruebe la Ley de Financiamiento porque es un proyecto de 16.3 billones de pesos que mantiene impuestos al consumo, a licores, cervezas, que aumenta las tarifas a ganancias ocasionales y que igualmente disminuye la base para ser contribuyente del impuesto de patrimonio.

 

 

Igualmente expuso que la propuesta no es muy afortunada porque sube el impuesto de renta para las clases medias y contiene una serie de medidas de tipo administrativo que afectarán al contribuyente porque le da unos instrumentos a la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, DIAN, visiblemente excesivos porque quien no facture como corresponde porque le falte el NIT o un dígito de este código, puede pagar una multa del uno por ciento de la facturación, una completa locura puesto que el uno por ciento es el 10 por mil, o sea que tiene unas implicaciones muy grandes en los contribuyentes colombianos que no están para reformas tributarias ni para que les metan la mano al bolsillo a la gente totalmente cansada de pagar, pagar y pagar.

 

“Estamos esperando que el gobierno nos diga cómo va a ahorrar y si eso no se aprueba pues de manera elemental el ejecutivo tiene que disminuir el presupuesto en el año 2026, justamente en enero, en 16 billones de pesos. Yo siento que el Congreso no va a apoyar eso, quizás se abran algunas puertas con otros proyectos de ley que hay en las comisiones económicas, más exactamente en la Tercera que habla de un mecanismo para recaudar la cartera que está pendiente en la DIAN que es de 60 billones de pesos y en las entidades territoriales, de pronto con algunos beneficios, rebajando intereses y sanciones en un 80 por ciento, un proyecto al que le auguro muy pocas posibilidades de que pase”, declaró el señor Pérez Pinilla.

 

Dijo que abaratar el país no es tan sencillo bajando impuesto a la renta, poniendo un IVA menor o acabando exenciones porque el gasto tributario vale 130 billones de pesos, una suma que trae implícitas las exenciones, los beneficios, rebajas y descuentos tributarios, pero expuso que 80 billones son IVA, es decir que acabar las exenciones no sería viable porque hacerlo llevaría a ponerle IVA a todo y no se sabe de donde saldrá el valiente que se atreva a proponer esa fórmula.

Agregó que, en la teoría, en las conferencias y en los paneles es muy fácil opinar, pero todo se hace sumamente complejo, apuntó, cuando se llevan las hipótesis a la realidad. Por otro lado, se mostró de acuerdo con hacer una reforma tributaria estructural, de la que se viene hablando desde hace años, una ley que debe concretarse, pero de la mano de un gobierno fresco que tenga capital político y no como el actual que no es ni fresco ni cuenta con capital político porque a su criterio lo perdió desde el primer día en que empezó a gobernar.

 

 

De cara a la reactivación económica del país, el congresista y contador público de la Universidad de Medellín Oscar Darío Pérez Pinilla expresó que la nueva tributaria tendrá que ser consensuada y abordada con academia, empresarios y actores económicos porque consideró importante conservar la riqueza y por eso, puntualizó, el sector privado debe tener protagonismo en la vida económica de un país toda vez que en el gobierno actual satanizaron al empresariado lo que explica por qué la inversión está en caída libre, pues el país tiene hoy apenas un 16 por ciento del PIB cuando se ubicó en el 21 por ciento, una caída drástica, además agregó que el ahorro no funciona y en su opinión lo único que funciona en Colombia es el consumo que según algunos observadores proviene de unas fuentes muy dudosas como la economía del narcotráfico que tiene 15.000 0 20.000 millones de dólares rondando por el comercio y la dinámica económica, también, señaló, está la plata de la minería ilegal, sobre todo la del oro que con la onza a 3.700 dólares en un país que produce en promedio 60 millones de toneladas del deseable material aurífero en un sector en donde el 70 por ciento de extractores son informales porque no todas son actividades mineras ilegales.

Aparte de todo, expuso, están las mesas que llegan a 13,000 millones de dólares de lo que se espera todas sean sanas y no objeto del lavado y de malas prácticas, aunque allí hay mejores informes porque a criterio del congresista, hay muy buenos colombianos trabajando duro en el exterior.

 

“Todos estos son análisis que se deben hacer para tomar medidas acertadas. La economía debe crecer como reflejo del repunte en las empresas y el empleo sano no como se argumenta que la tasa de desempleo es del 8.6 por ciento cuando el 57 por ciento de la ocupación es informal, un indicador que genera inquietud en asuntos de reforma laboral en donde la pregunta que surge es ¿cuáles serán los efectos en la generación de empleo?, sin duda aspectos vitales para considerar y obviamente cuando se presente una reforma tributaria estructural habrá que ver cual es el nivel de evasión que según la DIAN está cercano a los 100 billones de pesos, allí se habla de facturación electrónica y todos esos aspectos pesan, de todas maneras estoy de acuerdo, Colombia necesita con urgencia una reforma tributaria estructural, pero no será este gobierno el que la presentará porque en un año electoral es casi que imposible que prospere una iniciativa de ese calibre y segundo el mandato actual no ha tenido el músculo para presentar ninguna reforma tributaria estructural, por el contrario, la que llevó al Congreso le hizo mucho daño al país, hablo de la ley 2277 que afectó la economía con los impuestos saludables, un pretexto para subirle tarifas a los productos de consumo popular, es decir que se le aumentó el valor de la comida a la gente”, aseveró Pérez Pinilla.

 

Sobre el tema se mostró de acuerdo con enseñarle a la gente a comer de forma saludable, pero indició que eso hace parte de una pedagogía y todo un proceso educativo. Con la ley, reiteró, gravaron las bebidas azucaradas, las infusiones, el té, aromáticas, café, carnes frías, productos de paquete, panadería y derivados lácteos, sin exagerar, precisó, gravaron todo lo que ofrecen las tiendas, un gravamen nada pequeño ya que es el 20 por ciento de impuesto al consumo en donde no hay devolución de IVA que es del 19 por ciento. En este caso la gente paga el 20 plano y de una vez, sin ningún otro nombre, es impuesto al consumo.

 

 

La reforma tributaria, subrayó, le hizo mucho daño a la economía porque además subió la ganancia ocasional que estaba en el 10 y pasó al 15 por ciento, asimismo incrementó el impuesto de renta a términos gravosísimos, subió el impuesto al patrimonio, acabó con la calidad de exentos de algunos bienes de la canasta familiar que pasaron a excluidos y como si fuera poco afectó la inversión porque subió la tarifa impositiva para los dividendos, las remesas y otros frentes.

Así las cosas, informó el Representante a la Cámara Oscar Darío Pérez Pinilla, la inversión en lugar de aterrizar en Colombia decidió irse para Perú, Chile y otros destinos en donde el índice de llegada de capital es más que generoso e invita a replicar acciones.

Lamentablemente, dijo Pérez Pinilla, el dinero de los impuestos va a un bolsillo roto porque el gobierno es prodigo en gasto ineficiente y por eso antes de pensar en impuestos lo perentorio es que el ejecutivo diga cómo disminuirá ese rubro. De acuerdo con el parlamentario no es útil tener 538.000 contratos de prestación de servicios, algo inoficioso y que se ve con la creación de embajadas en Haití, África, Casa Colombia en Nueva York, Japón y Davos, un gobierno derrochador que regala recursos a unas ONG y a otras organizaciones o entidades muy complicadas.

 

“El gobierno podría tener autoridad moral para reclamar impuestos cuando el mismo diga que está reduciendo el gasto”, juzgó el conocido conocedor de asuntos tributarios.

 

Entrando a otros temas, Oscar Darío Pérez afirmó que con el gobierno actual todo está impactado y vio inconveniente dar por terminado el TLC con Israel que representa 2.500 millones de dólares, una cifra a la que no se debe renunciar porque son mal contados 10 billones de pesos. Por otro lado, aconsejó prudencia con Estados Unidos, país con el que no se puede jugar porque el 40 por ciento de las exportaciones colombianas van a ese mercado norteamericano. Generar fisuras y discusiones saca a Colombia de un gran comprador, dejando el país productivo en el limbo demostrando que hay en la política exterior un elevado poder de destrucción.

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