Sábado, 07 Septiembre 2024 08:35

Suaza: sombreros con historia, café especial, rosquillas y tradición

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El municipio es enamorador, tiene agricultura, artesanía, turismo y muchas iniciativas empresariales que van desde sombreros suaceños hasta amasijos y variedades de café.

Sin duda valió la pena ir a tomar una buena taza de café en el negocio opita “Rosquillas con Amor” aquella mañana soleada bogotana en la que la amabilidad de Cristina y la sonrisa afable de Leandra nos sirvieran de agradable preámbulo para saber de una joya turística y productiva del sur del país en donde la magia es común denominador, ese día nos convencimos que la próxima visita de este medio sería precisamente a Suaza, un municipio ubicado en el suroriente del Huila fundado en 1748 muy a pesar de que los españoles llegaron al espectacular sitio en 1628, aproximadamente tiempo en el que gobernaban los indígenas andaquíes que con el tiempo fueron conminados a pasar sus vidas en encomiendas, ese sistema de corte feudal que implicaba sumisión, trabajo y protección, pero que terminó quitando tierras y esclavizando a los indígenas que eran entregados a los distinguidos hijos de España para que trabajaran básicamente en agricultura y cría de animales.

A la brava los indígenas terminaron evangelizados, tanto así que los españoles edificaron una iglesia en proximidades de Timaná dándole forma a una villa, pero según los historiadores los aguerridos andaquíes no creyeron muchos cuentos y se fueron lanza en ristre contra los abusos y optaron por atacar el lugar de manera recurrente entre 1637 y 1662, en esos embates los aborígenes prendieron fuego a la iglesia y a las casas, una práctica repetida que le dio origen al nombre de la villa, Las Quemadas.

Después de muchos acontecimientos, Suaza se ordena como parroquia independiente en 1842 llega como primer sacerdote Inocente Delgado. Cabe anotar que en ese año el distrito municipal nace con el nombre de Santa Librada, nombre que tuvo hasta 1934 ya que por petición de la Asamblea Departamental del Huila su nombre se reemplazó por Suaza tal cual el río que atraviesa el cálido y fértil valle.

 

 

Luego de llamar al Huila y fijar fechas nos desplazamos al sur del muy rico departamento, no en vano llamado Tierra de Promisión por el vate y escritor José Eustasio Rivera, nos esperaba la comunidad suaceña que por fin nos dio su bienvenida bajo el calor del medio día, de hecho nos pasamos de la población y por poco despertamos en Florencia, un pestañeo entre el torpor del sueño y el mundo real nos dejó con los ojos abiertos y con una frase eléctrica así como desesperada, “señor déjenos aquí”.

Antes de dormitar es prudente decir que la ruta que conduce de Neiva a Suaza es todo un espectáculo natural, el vehículo deja ver a medida que avanza unos paisajes paradisiacos y llenos de belleza verde, sin duda parajes de montaña y valles interandinos que cautivan y producen una tremenda relajación. Esa visual llega a Suaza, un municipio hermoso, cargado de miradas amables y sonrisas bonitas, qué alegría, ya estábamos en Suaza, terruño de gente buena, trabajadora, agricultora y artesana. Esta municipalidad es cuna del vetusto y lujoso sombrero Suaceño, una prenda exótica y sumamente tradicional del que ya precisaremos.

Suaza, por excelencia sombrerero, cafetero, agrícola y turístico está ubicado en la parte central del valle interandino y es atravesado por el río Suaza que baja con fuerza de los Farallones de la Fragua, esa altura fría encajada en la cordillera oriental, parte de un sistema orográfico o de montaña cercano al Macizo Colombiano. Esta afluente igualmente baña los municipios de Acevedo, Guadalupe, Altamira y Garzón. El río tiene varias particularidades, una de ellas nacer cerca y atravesar un conjunto cavernario dentro de lo que se destaca la Cueva de los Guácharos.

La agenda era generosa, por fortuna estábamos en manos de Ever Enrique Parra y del empresario Emerson Almario Mora, la primera visita estaba trazada desde la capital del país, nos dirigíamos a la casa de la emprendedora “Chavita Botello” una colombiana de 96 años con ganas de llegar a 100 apostándole a un mejor país.

 

 

Igualmente, Suaza es conocida porque cuenta con un grandilocuente embajador, nada más y nada menos que el reconocido científico Luis Orlando Castro Cabrera, un hombre brillante que nació el 24 de abril de 1948. Llegó a este mundo de retos fruto del amor de sus padres Pablo Castro Hoyos y la señora Soledad Cabrera Tovar. Su apego al conocimiento fue identificado a temprana edad, el segundo hijo del matrimonio Castro Cabrera fue muy rápido a la Escuela de Suaza, pero ante su notable rendimiento y capacidad fue promovido al segundo grado. Su pueblo le sirvió para canalizar grandes conocimientos y dar los primeros pasos en la intelectualidad y la ciencia. Su bachillerato lo hizo en el Colegio Simón Bolívar de Garzón, Huila, también con tremendas sorpresas ya que hizo de manera impecable primero y tercero bachillerato, sus notas fueron tan elevadas y su nivel tan superior que llevaron a que los directivos del colegio le permitieran validar en un periodo los grados cuarto, quinto y sexto, por ello fue bachiller demasiado joven.

No era conforme, el brillante estudiante ya con la marca de la bienaventuranza académica y el don del conocimiento fue ganador del Premio de Matemáticas y Física del Huila, posteriormente ingresa a la Universidad Nacional en donde estudió ingeniería eléctrica, también dedicó dos años de su vida a estudiar electro-diagnóstico humano, para este fin sus prácticas las adelantó en el Hospital New York Center, reitero, no fue conforme, a la par hizo un master en física pura.

Con los años elige el título de Master en Ciencias con especialidad en física y da inicio a su doctorado en ciencias. Tras consolidarse como una eminencia y una realidad hecha a pulso, responsabilidad y adeudo, Luis Orlando Castro Cabrera es nombrado profesor en la Universidad de Nueva York. Retorna a Colombia atendiendo el programa de cerebros fugados al Centro de Investigaciones de la Universidad Nacional y más adelante llega al Instituto de Asuntos Nucleares. Actualmente es cofundador, presidente del Consejo Directivo y Director Científico de Biotecnología Salus Mundi. Optó por nacionalizarse en México en 2011.

Para Suaza el honor es total, pues su hijo ha sido merecedor de innumerables reconocimientos inclusive fue postulado a premios tan relevantes como el Príncipe de Asturias y el Rolex Award.

 

 

Durante años Cabrera se ha dedicado a la investigación y defensa de suelos sanos, tanto que actualmente desde Salus Mundi define la empresa como la mejor alternativa para reducir costos de producción y mejorar la productividad agrícola con alimentos sanos. Con la biotecnología Salusmundi es posible crear, recuperar, mejorar y biorremediar suelos perjudicados por malas prácticas agrícolas y por distintas actividades antropogénicas.

En 2011 Castro Cabrera se alzó con el premio ABC, ha sido reiteradamente aplaudido y no por cumplido, de hecho, sus conocimientos fueron trascendentales en 12 títulos de patentes. Vale anotar que en la aplicación de su trabajo científico ha recuperado suelos agrícolas deteriorados por agroquímicos, mejorando su condición y desde luego la calidad de los productos que de allí brotan.

En su larga y exitosa carrera son muchas las anécdotas que han quedado en la mente de este suaceño, por allá en 1993 una honorable concejal le preguntó que si en su maletín llevaba una bacteria porque ella no las conocía. El célebre científico pensó que la edil le estaba tomando el pelo, pero de manera increíble era muy en serio su pregunta.

En fin, Orlando Castro Cabrera, amigo de esta casa, le puso un sello adicional de prestigio a la tierra del sombrero suaceño y encumbró el nombre del municipio ya que aparece como esos lugares ignotos de donde brotó talento y un trascendental aporte desde la ciencia a la humanidad.

 

Rosquillas con Amor, la marca de doña “Chava”

La señora Isabel Botello de Soto es todo un emblema en Suaza, sus manos como las de sus ancestros fueron bendecidas para darle sabor a distintos amasijos y preparaciones, verbigracia achira, bizcochos, rosquillas, tamales y todas las delicias provenientes del eterno y sagrado maíz. En la familia el negocio fue una pasión y por eso los suaceños al igual que los visitantes disfrutaron de las horneadas que dejaron prendado a más de uno, sin duda hay sabor y diferencia en los productos que generalmente se acompañan con una mágica taza de café, la misma que sintetiza sabores y fragancias que narran la historia de los suelos escogidos para las siembras del grano suave, hoy el mejor del país y seguramente del mundo.

 

 

En charla con Diariolaeconomia.com, la empresaria Isabel Botello anotó que su negocio “Rosquillas con Amor” es la consecuencia del gusto por los emprendimientos y los negocios que desarrolló desde muy pequeña cuando veía de su señora madre y las tías el arte de amasar y hornear productos de espectacular sabor. Anotó que no toda la achira es igual porque cada hogar o factoría guarda su secreto tal y como pasa con el pandeyuca o el mismo pan de maíz amasado con cuajada.

Anotó que los productos elaborados, mejorados e innovados saben mejor con la generosa oferta de café de especialidad ya que en las montañas de Suaza prosperan granos de gran calidad con diferentes opciones y orígenes habida cuenta que hay borbón rosado, borbón rojo, geisha, típica, java y muchas otras calidades del bebestible.

Destacó que en medio de las vicisitudes el café sigue siendo una alternativa de renta y una inagotable fuente de empleo, un aporte al tejido social y a la inclusión que permanece vigente y con mucha fuerza en un mercado en el que sigue posicionando calidad y know how.

A sus 96 años doña “Chavita” continúa lucida, entera y con vitalidad, si bien tiene un tono cansino en su voz, es notorio que sigue muy fuerte y lista para aportar ideas y apoyar los nuevos productos que llegan con todo éxito al mercado de Bogotá.

No olvida que muy niña quedó huérfana de madre lo cual hizo que todo fuera más complejo porque un hogar sin el liderazgo materno cambia de rumbo y se torna difícil, en opinión de la nonagenaria con la partida de su progenitora fue mucho lo que cambió su vida porque hubo que apelar a la autoconstrucción, al estoicismo y el arrojo, quizás lo que la llevó a estudiar en el colegio La Presentación en Neiva, lugar en donde estuvo por espacio de unos años porque resultaba triste dejar a su señor padre Jacinto Botello solo en el campo. Después llegan al pueblo y la vida cambia de tono con sus cinco hermanos, hoy de los cinco subsisten dos, pero definitivamente doña “Chavita” fue hecha de acero puro porque sigue firme y sumamente atenta.

 

 

Nació en 1928, pero con los años tuvo que familiarizarse con un tema que parece no tener fin, la guerra, en ese tiempo ya con algunos años en su infancia escuchaba de los ataques y bombarderos en Europa, estaba en pleno auge la Segunda Guerra Mundial que se desarrolló entre el primero de septiembre de 1939 y el dos de septiembre de 1945, Isabel, con algún sentimiento de miedo se recostaba en el regazo de su tía María, la señora buena persona que los ayudó a criar y quien narraba el caos no solo del mundo sino del país que estaba arropado por una violencia impía y sin cuartel.

En su niñez le aterraba de la guerra el hecho que un fenómeno de esos acabara con tantas familias inocentes porque en los bombardeos no se tenía en cuenta quienes eran las personas que terminaban atomizadas lo que incluía niños, ancianos y padres protectores derribados por la inclemencia del conflicto.

El nueve de abril de 1948, el famoso bogotazo, la tomó por sorpresa, el país se encendió por el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán y arrancó una violencia bipartidista igualmente desalmada y sin límites. En ese tiempo la valiente mujer tenía 20 años, estaba soltera y gracias a las emisoras que lograban sintonizar en los viejos radios de tubos, era posible saber todo lo que acontecía en Bogotá y otras regiones, sin duda nada bueno.

Aún recuerda cuando le decía a Jacinto su padre que salieran del campo, le recomendó vender la finca y comprar una casa grande en el pueblo para erigir un buen negocio, pero don Jacinto era muy terco y como todo viejo solo quería trabajar duro sin salir de la finca.

 

 

La vida siguió y el negocio estaba en el ADN de Isabel, quiso tener un gran negocio de comida, mucho más ambicioso por la carta y la calidad de platos que pensó llevar a la mesa, pero lamentó que muchos planes quedan en el impulso por la pereza de la gente que ya no quiere trabajar. La atención no iba a ser un problema porque con la enorme familia se había hecho el curso, puesto que hubo navidades, San Pedros y visitas en las que se atendió un número considerable de personas.

 

“Tuvimos tiempos en que pasamos muy sabroso, íbamos al campo en donde había más familia y de esa manera disfrutamos muchos años, lamentablemente todo ha cambiado, atrás quedaron las buenas costumbres, el trabajo artesanal, la buena mesa, los valores y el temor a Dios. Disfrutamos de reuniones con amigas y amigos, pero todo muy sano y bajo el mejor comportamiento, no hubo contradicciones, peleas ni nada parecido, la vida era amable, llevable, mucho más grata”, declaró la señora Isabel Botello de Soto.

 

Un dato nada ínfimo es que don Jacinto siempre expresó que no volvería a casarse porque no quería que alguien llegara a darles mala vida a sus hijos, principio que sostuvo de manera inquebrantable porque siempre permaneció con sus adorados retoños, esos que con tanto amor le quedaron de su especial matrimonio.

Cuando el amor golpeó la puerta, Isabel tenía claro que sería para siempre y apuntando a una hermosa familia, razón por la cual le dio el sí a don Juan de Dios Soto Olaya con quien contrajo nupcias. De esa unión nacieron 11 hijos, la completa dicha de una mujer que fue excelente mamá pues multiplicó el amor tras la ausencia temprana de su amada madre.

 

 

Con algo de nostalgia y emoción dijo que la felicidad la experimenta cuando se siente en familia, acompañada y con todos los seres que ama a su alrededor, agradeció al creador el hecho que nunca faltara nada en la casa y manifestó su pesar cuando se habla de disputas o guerras, de hambre o enfermedades, sencillamente porque sabe que vive en un país rico en donde todos, absolutamente todos deberían estar muy bien.

Salimos de la casa de la adorable “Chavita”, no sin antes tomar un café de gran cuerpo y saborear unos bizcochos con nueva fórmula que pronto estarán en el mercado de Bogotá. Atrás quedó un mundo de laboriosidad, un hogar emprendedor y lleno de dulzura.

Sobre la empresa, la nieta de “Chavita”, Leidy Cristina Soto Bustos anotó que la idea de darle vida a “Rosquillas con Amor”, aparte de apostar por una marca dinámica y de alto valor agregado es optimizar su portafolio, innovar de manera permanente y garantizar sostenibilidad en el tiempo con una serie de productos huilenses de enorme condición. En síntesis, una factoría de raigambre cultural y regional que quiere crecer en Bogotá y poder ofrecer empleo a mujeres cabeza de hogar, la marca nació como un homenaje a quienes ya partieron, pero que siguen presentes en el recuerdo porque además dejaron una huella matizada por colores, parte de la gracia y el embeleso de la valiente propuesta comercial.

El asunto, aclaró Soto Bustos, no es quedarse solo en el contexto nacional, dentro de las metas de la empresa está exportar las delicias del Huila porque existe la convicción que hay producto para mostrar y lograr un posicionamiento trascendental en el mercado internacional, una labor que demanda diligencias, licencias y certificaciones, un tema en el que ya se está trabajando.

 

Suaza, un paraíso que crece en turismo

 

 

Ever Enrique Parra es un suaceño de pura cepa, con el tiempo y debido a que conoce cada rincón del municipio se afianzó como gestor turístico, trabajó en la Casa de la Cultura y por eso es un diseminador de las costumbres y tradiciones de su pueblo natal. Sabe que hay de por medio un potencial turístico por el paisaje, la agricultura y los ecosistemas que corrientemente son diversos y llamativos.

Este apasionado promotor del turismo, muy joven, con apenas 46 años de edad recorre su terruño y lleva el mensaje de Suaza para que nacionales y extranjeros aprecien y saquen el mayor provecho de un destino que literalmente lo tiene todo.

El experto en turismo anotó que el “Valle de las Orquídeas”, como se conoce a Suaza es un viaje obligado porque cuenta con unos paisajes y sitios agradables, además porque es una región rica en cultura, con grandes oportunidades eco-turísticas y de turismo religioso.

Parra no escondió su orgullo al decir que en Suaza se hacen los mejores sombreros del mundo, unas prendas tan añejas y hermosas que estuvieron en la cabeza de los generales independentistas José María Córdova y Simón Bolívar por citar algunos personajes que se han hecho a este solicitado sombrero, el suaceño, más tradicional y antiguo que el aguadeño o el mismo “vueltiao” de la Costa Norte.

 

“Queremos que nos visiten y así poderles mostrar a los viajeros y turistas del país y el globo las maravillas que guarda Suaza, un municipio con historia precolombina, con capítulos en tiempos de la conquista y la colonia, pero igual majestuoso en la República. Este es un pueblo amable y bastante amañador, quienes vienen no se quieren ir y todo porque hay gente hospitalaria, amable, trabajadora y dispuesta a servir, igual tenemos sitios fabulosos, cascadas vírgenes y montañas, así como miradores que se disfrutan con caminatas ecológicas”, apuntó el gentil gestor de turismo Ever Parra.

 

 

 

Destacó que dentro de los atractivos del cálido valle del río Suaza está el café, hoy de especialidad y de gran aroma, sabor y cuerpo. Desde su punto de vista, el municipio sigue creciendo en cafés especiales y por eso ve junto al valor agregado y al origen una oportunidad de oro para el agroturismo, sobre todo ese de caficultura en donde la gente compra experiencia, tranquilidad y el mejor trato.

La caficultura, añadió, sigue siendo organizada y por eso destacó que el sector cafetero tiene garantizada la sostenibilidad y el mercado con un café suave y único que crece en las montañas que bordean la hermosa población.
Es bien claro, viajar a Suaza es un enorme placer, llegar a esta tierra emociona por todos los atractivos que tiene, llama poderosamente la atención el sombrero blanco suaceño, ícono de la región que decora la plaza principal en donde igual hay una fuente de agua, árboles, arbustos y bellas flores, todo para pasar tardes cálidas de 24, 28 y 30 grados centígrados.

Un patrimonio de Suaza, manifestó Ever Enrique Parra, son sus artesanos quienes con sus manos bendecidas y un especial talento tejen sombreros y le ponen un sello personal a una marca registrada y a toda una denominación de origen, otra prenda infaltable para llevar como obsequio o recuerdo son los ponchos bordados, una labor que hace la firma Suaza Más Turística la cual ha enviado sus espectaculares trabajos a Chile, Estados Unidos y Ecuador.

Insistió en que Suaza tiene mucho que mostrarle al mundo, arte, talento, biodiversidad, aves y una fauna silvestre que asombra y maravilla a cualquiera que no conozca los sitios bellos del trópico.

Un programa ecológico que se impulsa en la región tiene que ver con las alcancías ecológicas, proyecto apadrinado por el benemérito Luis Orlando Castro Cabrera quien busca que las personas creen una cultura del reciclaje y logren separar materiales o aparatos que puedan resultar útiles a la hora de ponerlos a cumplir otras funciones, todo por un mejor ambiente y unos ecosistemas sanos con cero contaminación.

 

Hotel Chanchala, confort, amabilidad y curiosidades

Cuando se llega a Suaza el hospedaje no es problema, hay buena oferta de hoteles y de sitios expertos en gastronomía. Uno de ellos es Chanchala Hotel Suaza, un lugar muy bien edificado, con inmejorable ubicación en donde reina el buen servicio, la limpieza, la buena mesa y todo tipo de curiosidades, pero insisto, la gentileza está a la orden del día.

 

 

El señor Emerson Almario Mora es uno de los socios del hotel Chanchala y tiene claro que uno de los objetivos primordiales es recibir y hacer sentir mejor que en su propia casa a los turistas que llegan de todas partes los cuales deben quedar impactados con la atención y la mejor imagen de un municipio que crece de manera interesante en visitas.

Por ser un pueblo de pocas construcciones y no saturado de urbanismo Suaza es el lugar indicado para que el cuerpo y el alma armonicen y logren descansar y ponerse a tono, ello por las montañas, los paisajes y un verde permanente que hace juego con las claras aguas del río que cruza apresurado para llegar al río grande de la Magdalena.

Es tan calmado y seguro el municipio, apuntó el empresario, que las familias pueden tomar un verdadero descanso reencontrándose con la naturaleza y con un clima que acaricia y hace el momento mucho más ameno.

Aparte del río está el centro poblado conocido como Gallardo en donde está la iglesia más acogedora de la región lugar muy visitado por feligreses marianos que le rinden homenaje a Nuestra Señora de Aránzazu en una fiesta religiosa que se celebra el nueve de septiembre, sin embargo, en el lugar de manera permanente hay misas y puertas abiertas ya que muchos le atribuyen milagros a la gran madre.

El municipio tiene entre cuatro y cinco hoteles, pero igual cuenta con otro tipo de hospedajes y soluciones que van desde el descanso y la relajación hasta la salida amatoria.

 

 

La idea de Chanchala cuando era proyecto y que recalcó una vez abrió sus puertas fue atender familias y acoger personas que buscan un espacio ideal para el descanso, los negocios o el trabajo.

 

“Chanchala es un proyecto a gran escala, apenas vamos en la segunda fase y la idea es llegar a tener absolutamente de todo, es decir que el turista pueda disfrutar de un buen descanso, de un buen momento en la piscina, deleitarse con un buen café o un excelente vino que son varios en la región. Dentro del plan está atender eventos corporativos y familiares, pero todo con altos estándares de calidad, groso modo, ese es el proyecto Chanchala”, explicó Emerson Almario Mora.

 

Con todos los encantos y soluciones que brinda el municipio no hay excusa para no ir a Suaza, las visitas a la Virgen crecen y los peregrinos siguen llevando gente al hotel que tiene 18 habitaciones, pero que tiene capacidad para 24 alcobas en el edificio actual. El proyecto contempla construir y poner en oferta las suites presidenciales para los turistas que quieren lo mejor.

El hotel fue posible por la suma de varios capitales familiares que creyeron en el proyecto y por esa mirada futurista que mostraba que el municipio necesitaba otro tipo de hospedaje algo que se logró porque en Chanchala converge la cultura cafetera, los objetos antiguos y curiosos, así como la rockola, los vinos y el arte. En el hotel hay en exhibición y venta varias marcas cafeteras de la región todas de grandes atributos en taza.

 

El hotel tiene opciones para quien busca hospedarse con calidad, pero no se necesitan presupuestos muy elevados para dormir bien o pasarla mejor. Este hotel no usa aire acondicionado porque en las noches no se requiere en vista que baja la temperatura, igual para el día hay unos potentes ventiladores y unas cajas o entradas de aire en la construcción que dan una permanente sensación de frescura.

Emerson Almario Mora tiene una tremenda afición, colecciona objetos y en el hotel está una maleta del siglo pasado que parece del antepasado la cual perteneció al señor Cayetano Mora un colonizador y artífice de la región, este hombre fue acaudalado y llegó a tener propiedades en el Huila y el Caquetá. La de don Cayetano no es la única hay otras valijas antiguas, una de la familia Riascos, personas dueñas de una gran hacienda, de los Bautista y otras, en el lobby del hotel hay un rimbombante cuadro firmado por Miller Alviz Parra Navia, egregio pintor de Suaza y obras de Carlos Calderón escultor que ha puesto su nombre en esculturas famosas en el Huila.

También, señaló el hotelero, es apreciado el arte de Filomeno Hernández, el artista insignia de Suaza conocido por su fino pincel y por ser disruptivo en el momento de crear formas y figuras. Actualmente este suaceño vive en Suiza y tiene muchísimas pinturas reconocidas.

En una mesa antigua y bien decorada el empresario conserva una foto de su abuelo, el señor Daniel Almario que tuvo 18 hijos, A los Almario se les conoce con el apodo de los pollos por lo que resulta más fácil hacer uso de la tradición del remoquete y no preguntar por el Hotel Chanchala sino por el hotel del pollo. Cabe anotar que el nombre Chanchala fue tomado de la fabricación del sombrero Suaza ya que es un artefacto, base o trípode en donde se elabora este prestigioso sombrero.

El término es ancestral y viene de varias generaciones, aunque la expresión Chanchala es conocido en India, de hecho, es un vocablo sánscrito que quiere decir vibrante, inestable, tembloroso y en movimiento. El hotel, reveló Emerson Almario Mora, se iba a llamar Aránzazu, pero asegura que la Virgen, su norte, no lo quiso así, escogió un homenaje a los artesanos y al sombrero Suaza.

 

 

En Suaza algunos creen que sus raíces vienen de la Cacica Gaitana que gobernó las comunidades indígenas vecinas de Timaná en 1538, mujer que al parecer compartía lazos sanguíneos con los pueblos Paeces y Yalcones, de hecho, hay estudios que dicen que la Gaitana era de la zona alta de Suaza, en la ruta de Timaná, municipio con el que se comparten linderos.

El tema antropológico es bien interesante pues en las pulcras y claras aguas de las quebradas Satía y Los Chorros es común extraer ollas de barro con huesos humanos, es decir que este fue un campo sagrado o cementerio, las ollas se explican porque el indígena de la región era agricultor, artesano y orfebre más no experto en trabajos de oro como si lo hicieron otras familias precolombinas.

En su plática, Emerson Almario Mora afirmó que la hotelería necesita tranquilidad, prosperidad y condiciones para poder seguir construyendo país desde el sector privado. Dijo que el sector hotelero necesita más oxígeno porque aún hay hoteles que llevan el lastre de la pandemia, razón por la cual sería ideal tener una carga tributaria menos onerosa para seguir adelante con los proyectos turísticos de valor agregado.

Este respetable empresario fue agricultor, comerciante, transportador y transformador, pero reconoce, el terror que existió y sigue existiendo es con la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, DIAN, entidad que debe facilitar las cosas, aplicar mayor pedagogía y tener como herramienta un código tributario sensato que haga posible crecer y apostar por el país, pero lamentablemente en las últimas décadas aumentaron las contribuciones, se vio menos progreso y creció la corrupción.

Hoy, recalcó, el país necesita soluciones, equidad y unos cobros justos en la parte impositiva porque Colombia necesita dinamizar su economía con mayor demanda, la que está deprimida porque al contribuyente le cobran por todo, un asunto que lastimó el crecimiento y el desarrollo sobre pilares de equilibrio y total legalidad., algo muy opaco porque la economía en cadena sigue frenada, pero como en todo siempre hay soluciones y total optimismo.

 

Sombrero de Suaza, ¡qué patrimonio!

El gran atractivo de Suaza, entre tantas cosas, es el sombrero suaceño, una joya hecha a mano por artesanos que tiene un elevado valor por calidad, tradición, origen y la exquisitez de portarlo. Este sombrero es elaborado con palma de iraca y su manufactura, un arte de vieja data le da un valor artesanal y cultural de grandes proporciones, el de Suaza es un sombrero extrafino, con estilo y calidad en su tejido. Según los conocedores esta exclusiva prenda se fabrica desde 1830 en pleno siglo XIX, en sus inicios el sombrero fue exportado a Estados Unidos y a las Antillas, igual fue socializado en Londres en 1851 con ocasión de una feria o muestra de la industria de todas las naciones.

 

 

La artesana huilense Emelina Hurtado nació hace 77 años en una vereda de Guadalupe, Huila, municipio vecino de Suaza. Esta mujer de gran fortaleza y cargada de arte aseguró que prácticamente lleva toda una vida elaborando sombreros suaceños, empezó cuando apenas era una niña, tenía seguramente, afirmó, diez años, como quien dice, 67 años dedicada a fabricar los sombreros que al parecer más cuestan en Colombia.

Sentada en un rincón de la fábrica con una mirada seria, dejó escapar una tímida sonrisa cuando le pedí el favor de darme una entrevista, de inmediato se acomodó, ayudó con la fotografía al trabajar común y corriente sin pensar en la charla que iniciaríamos. De entrada, anotó que se siente orgullosa del talento con el que llegó al mundo pues hacer un sombrero no es cosa fácil ya que requiere de conocimiento, paciencia, experiencia y años de práctica que como ya sabemos le sobran.

Es admirable que esta agradable señora siga metida de lleno en el oficio de crear sombreros suaceños con su vista entera, al ciento por ciento. Ahora último siente la necesidad de utilizar gafas, pero le agradece a Dios por la fortaleza y poder seguir en un arte que obviamente no es de todos ni para todos.

Un sombrero tarda dependiendo de la hebra y del encargo, puede demorar 20, 25 y hasta 30 días. En las cuentas de Emelina en un año puede fabricar algo más de 13 sombreros, pero el tema es relativo.

 

 

El trabajo de esta artesana es muy valioso, su labor empieza desde coger el cogollo, arreglarlo, tejer y entregar el sombrero, en síntesis, hace todo el proceso. Es madre de una hija que quedó viuda y con cinco hijos que alimentar, si bien aprendió el arte del sombrero suaceño, dedica el tiempo a ganar dinero por otro lado en tanto Emelina consciente de las dificultades le colabora económicamente pues se trata de sus nietos.

Dijo que hay tristeza en su vida y en la de otras personas que no obtienen mayor ganancia por su trabajo pues hay artesanas que perciben un ingreso por su condición de creadoras, algo que ella no logra después de décadas de creación en un producto icónico para el departamento, el municipio y el país.

 

“Me hicieron anotar, agregar papeles y me dijeron que esperara, pero esperando estoy y no he recibido nada de artesanías de Colombia o del Gobierno, tristemente tener este conocimiento y haber dedicado una vida a un producto vital no me ha servido de mucho, pero no pierdo la fe, de pronto resulta alguna cosita”, expuso la artesana Emelina Hurtado.

 

Sombrereros en la sombra

 

 

“En el nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo. Qué Dios bendiga estas manos para que hagan un buen trabajo y quede muy bien hecho el terminado de este sombrero, gracias señor”. Con esta oración empieza la jornada del artesano Jaime Hurtado, uno de los más reconocidos golpeadores o terminadores de sombrero Suaza. Antes del ritual este campesino lava sus manos y las deja listas para el trabajo que hace con el mazo de madera, herramienta importante porque con ella y los impactos secos le da firmeza, estirado y brillo al estupendo tocado.

Es notorio, detrás de un sombrero Suaza hay un trabajo grande que demanda ojo avizor, talento y compromiso, en este producto hay una cadena que saca provecho pues todo empieza con el sector primario y la palma de Iraca, luego el proceso de obtención de fibra, preparación y tejido, un trabajo que culmina con los acabados y detalles que pide un sombrero de estas calidades.

El artesano Jairo Hurtado con 73 años de existencia lleva 35 años en la agricultura y en el arte de sombreros suaceños 48 abriles, dos trabajos para sacar pecho pues el agro garantiza seguridad alimentaria y la artesanía le pone sello especial a la región, al departamento y a Colombia.

Este trabajo hecho totalmente a mano necesita quien le dé acabados perfectos porque el sombrero llega crudo y necesita las manos que le den lustro y lo dejen apto para el mercado. En este oficio han pasado varias generaciones de los Hurtado, el bisabuelo, el abuelo, su padre y desde luego el amable Jaime, fácilmente más de 100 años, casi que fueron pioneros de un trabajo que le dio identidad al sur del Huila, particularmente a Suaza.

 

 

Este trabajo que ya hacía el papá del abuelo de Jaime fue pasando a los hijos hasta consolidar una saga de artesanos totalmente idóneos y confiables que le dieron realce a una prenda lujosa que terminó siendo emblema, patrimonio, activo cultural y tradición. Los antepasados del contertulio fueron la base del sombrero Suaceño, muchos recibieron los Santos Oleos enseñando las técnicas y otros fueron acopiando conocimiento hasta darle sostenibilidad a un oficio que resulta una fina carta de presentación hoy en manos de nietos, hijos y primos.

Recordó que al comienzo los niños miraban como su abuelo trabajaba el sombrero y luego les pasaban un chapeo terminado para que los pequeños empezaran a desarrollar su propio arte. Las clases eran interesantes, pero algunas llevaban coscorrón incluido porque en el proceso de instrucción se dañaban algunos sombreros.

Para Jaime Hurtado el sombrero Suaza es un legado y un producto autóctono del municipio que le da relieve a Colombia y se iza como una prenda de fama internacional porque se han despachado sombreros para Estados Unidos, Canadá, España y muchos otros países.

En la región nació Asosuaza, una asociación que agrupa artesanos que buscan mejores condiciones, de un lado por el arte que manejan y por el cultivo de la palma de iraca que fue sembrada en una finca del municipio para que no falte la materia prima esencial para la elaboración del apetecido sombrero.

Lamentablemente el negocio de los sombreros es un mercado que deja plata en Bogotá, Medellín y el extranjero, pero muy poca ganancia en los artesanos que reciben muy poco por la fabricación. Ahora con la asociación no se descarta contactar a los fabricantes de sombreros de todo el país y darle vida a una agremiación artesanal mucho más sólida que represente y defienda los intereses de los sombrereros nacionales que merecen mucho más por su labor y por darle identidad al país desde distintas regiones.

 

 

Apuntó que con los sombreros de Suaza pasa lo mismo que con la agricultura, la plata se queda en los bolsillos de los revendedores o intermediarios y las migajas pasan a los que siembran o crean artesanía y lo mejor origen y sello nacional ante el mundo.

En agricultura Jaime es muy dinámico en su finca de tres hectáreas siembra caña, yuca, plátano, frutales, cítricos y café, pero la situación no es fácil para los labriegos por el clima lo cual es un tremendo lío porque algunos acceden a créditos, pero llegan los daños por invierno o verano quedando solamente la deuda.

Un problema adicional es la mano de obra porque contratar gente honesta, puntual y responsable es toda una lotería, pues muchos no quieren cumplir, quieren subsidios o sencillamente aprovechar descuidos para darle en la cabeza al finquero.

A criterio de Hurtado es urgente que el gobierno se ocupe de los agricultores y los artesanos porque actualmente se sienten a la deriva y sin apoyo. Anotó que asusta la creación de más impuestos porque Colombia lleva décadas subiendo las tarifas sin que se note mejoría en la calidad de vida de la gente o en la puesta en marcha de verdadera infraestructura, todo sigue en el olvido, no hay bienes públicos, no hay garantías, pero en medio de las tragedias y los embates del clima aparecen las reformas tributarias que no se ven en Colombia pues una vez se aprueban el tema es corrupción.

 

“A los campesinos y artesanos no nos determinan, solo nos tienen en cuenta para subirnos el estrato y quitarnos lo poco que tenemos. En estos sectores tan vulnerables no queremos regalos, diplomas o reconocimientos verbales, solo pedimos lo que merecemos, un ingreso decente y un acompañamiento del gobierno porque hacemos un trabajo esencial y hasta diplomático porque hacemos las prendas con las que Colombia brilla en el extranjero, pero de eso nadie habla”, expresó Hurtado.

 

 

 

En una semana Jaime puede trabajar en 100 sombreros, pero eso tiene su costo en salud pues sus manos terminan inflamadas y con dolor, pero cuando hay necesidad de por medio no hay otra que hacerle.

Hoy por hoy este artesano encendió las alertas porque se aproxima el invierno y hay quebradas como la Tatia y La Bejuca que suelen ser muy agresivas en creciente y tan solo hay un muro de contención en el barrio Las Delicias que puede no ser tan útil y propiciar una tragedia de grandes magnitudes. Así en medio de dificultades y pendientes de tiempos lejanos los artesanos y agricultores le siguen poniendo el pecho a la brisa amén del poco reconocimiento y asistencia.

 

Casa del Sombrero Suaza, una gran muestra de manufactura

Un lugar obligado para visitar en el sur del Huila es la Casa del Sombrero Suaza, allí los hay de todos los estilos, formas, tamaños y gustos, el lugar es ideal para adquirir un buen sombrero porque mantiene el estilo tradicional y la calidad de las prendas que brinda al exigente público.

 

 

En la Casa del Sombrero Suaza nos atendió amablemente Patricia Ramírez y nos contó la afable colaboradora que la marca lleva más de 130 años de tradición, un negocio que va en la tercera generación y empujando con fuerza para seguir adelante.

Anotó que el sombrero Suaza es totalmente elaborado a mano, factor que lo hace costoso además porque tiene muchísima calidad pues dura entre 20 y 30 años, pero aclaró que después de determinado tiempo a la prenda se le puede hacer mantenimiento para que quede como nuevo.

La fabricación, expuso, puede durar ocho, diez, quince, veinte días, un mes o mes y medio, dependiendo del calibre de la hebra y del tamaño del ala del sombrero. Hay sombreros grandes alones fabricados con fibra gruesa que resultan más económicos, los hay pequeños de fibra delgada que son costosos, pero siempre con su diferenciación y atributo que los hace especiales.

El sombrero Suaceño tiene y tuvo diferentes hormas, una particularidad en las distintas épocas. Un sombrero Suaza económico puede costar 400.000 pesos y uno de gama alta 2.5 millones de pesos, hecho con fibra delgada y con todos los detalles de un tocado extrafino.

A la Casa del Sombrero Suaza van los colombianos con el mejor gusto en sombreros, son muy comunes en ferias, cabalgatas y ocasiones especiales, igual han ido uruguayos, argentinos, estadounidenses, españoles y de otros países a llevar lo mejor de la manufactura del municipio, las abultadas ventas dan cuenta que el negocio es muy conocido y de gran reputación.

 

 

Los extranjeros compran de todo, pero en este local aparte de sombreros hay aretes, bolsos y otras artesanías elaboradas con iraca. Este sombrero, especificó Patricia Ramírez es la renta de muchas familias artesanas que han educado a sus hijos gracias a la fabricación del sombrero Suaza que también es elaborado en municipios cercanos como Guadalupe y Acevedo, básicamente por artesanas del campo.

La palmicha o iraca requiere de todo un proceso para que termine como un estupendo sombrero en vista que después de la siembra, se recogen los cogollos y se procede con la cocción, pelado y escogencia de la hebra, un proceso que pide secado en sombra, sin mucho viento porque de no ser así se tuesta la paja y fácilmente se parte, un material que no ayuda en la fabricación porque deja defectos y poca estética.

Las ventas se dan y es notorio el movimiento, pero hay ventas grandes que son una bendición como la adquisición de la señora que llevó cinco sombreros a España para sus hijos, el esposo y amigos de la casa.

Si bien se trata de una compra exótica lo cierto es que el sombrero suaceño es una prenda que durará toda la vida con la ventaja que se le puede cambiar la horma y remozarlos con mantenimiento porque con el tiempo se ponen amarillos o café, pero que con un buen trabajo artesanal recupera su color blanco o natural.

Lamentablemente lo bueno no dura y terminó nuestra visita a Suaza, al bello “Valle de las orquídeas y cuna del sombrero suaceño”, un lugar apacible y de total ensueño en donde el tiempo se hace amable y la vida recobra sentido.
Suaza tiene suelos dadivosos y espléndidos, por eso la agricultura es prometedora y rentable, igual su ganadería. El municipio produce café, ahuyama, cítricos, madera, maracuyá y ahuyama. Su economía es sólida y más allá de la agricultura y el sector pecuario los ingresos llegan por turismo, artesanías y otros servicios.

Hay que retornar a Suaza, será placentero saludar los nuevos amigos, comer pizza artesanal y muy saludable en Arte y Sabor, una esquina amable de la plaza principal, persignarnos frente a la parroquia San Lorenzo y agradecer los buenos momentos en un pueblo de gente estupenda.

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