Sábado, 07 Septiembre 2024 08:35

Suaza: sombreros con historia, café especial, rosquillas y tradición

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El municipio es enamorador, tiene agricultura, artesanía, turismo y muchas iniciativas empresariales que van desde sombreros suaceños hasta amasijos y variedades de café.

Sin duda valió la pena ir a tomar una buena taza de café en el negocio opita “Rosquillas con Amor” aquella mañana soleada bogotana en la que la amabilidad de Cristina y la sonrisa afable de Leandra nos sirvieran de agradable preámbulo para saber de una joya turística y productiva del sur del país en donde la magia es común denominador, ese día nos convencimos que la próxima visita de este medio sería precisamente a Suaza, un municipio ubicado en el suroriente del Huila fundado en 1748 muy a pesar de que los españoles llegaron al espectacular sitio en 1628, aproximadamente tiempo en el que gobernaban los indígenas andaquíes que con el tiempo fueron conminados a pasar sus vidas en encomiendas, ese sistema de corte feudal que implicaba sumisión, trabajo y protección, pero que terminó quitando tierras y esclavizando a los indígenas que eran entregados a los distinguidos hijos de España para que trabajaran básicamente en agricultura y cría de animales.

A la brava los indígenas terminaron evangelizados, tanto así que los españoles edificaron una iglesia en proximidades de Timaná dándole forma a una villa, pero según los historiadores los aguerridos andaquíes no creyeron muchos cuentos y se fueron lanza en ristre contra los abusos y optaron por atacar el lugar de manera recurrente entre 1637 y 1662, en esos embates los aborígenes prendieron fuego a la iglesia y a las casas, una práctica repetida que le dio origen al nombre de la villa, Las Quemadas.

Después de muchos acontecimientos, Suaza se ordena como parroquia independiente en 1842 llega como primer sacerdote Inocente Delgado. Cabe anotar que en ese año el distrito municipal nace con el nombre de Santa Librada, nombre que tuvo hasta 1934 ya que por petición de la Asamblea Departamental del Huila su nombre se reemplazó por Suaza tal cual el río que atraviesa el cálido y fértil valle.

 

 

Luego de llamar al Huila y fijar fechas nos desplazamos al sur del muy rico departamento, no en vano llamado Tierra de Promisión por el vate y escritor José Eustasio Rivera, nos esperaba la comunidad suaceña que por fin nos dio su bienvenida bajo el calor del medio día, de hecho nos pasamos de la población y por poco despertamos en Florencia, un pestañeo entre el torpor del sueño y el mundo real nos dejó con los ojos abiertos y con una frase eléctrica así como desesperada, “señor déjenos aquí”.

Antes de dormitar es prudente decir que la ruta que conduce de Neiva a Suaza es todo un espectáculo natural, el vehículo deja ver a medida que avanza unos paisajes paradisiacos y llenos de belleza verde, sin duda parajes de montaña y valles interandinos que cautivan y producen una tremenda relajación. Esa visual llega a Suaza, un municipio hermoso, cargado de miradas amables y sonrisas bonitas, qué alegría, ya estábamos en Suaza, terruño de gente buena, trabajadora, agricultora y artesana. Esta municipalidad es cuna del vetusto y lujoso sombrero Suaceño, una prenda exótica y sumamente tradicional del que ya precisaremos.

Suaza, por excelencia sombrerero, cafetero, agrícola y turístico está ubicado en la parte central del valle interandino y es atravesado por el río Suaza que baja con fuerza de los Farallones de la Fragua, esa altura fría encajada en la cordillera oriental, parte de un sistema orográfico o de montaña cercano al Macizo Colombiano. Esta afluente igualmente baña los municipios de Acevedo, Guadalupe, Altamira y Garzón. El río tiene varias particularidades, una de ellas nacer cerca y atravesar un conjunto cavernario dentro de lo que se destaca la Cueva de los Guácharos.

La agenda era generosa, por fortuna estábamos en manos de Ever Enrique Parra y del empresario Emerson Almario Mora, la primera visita estaba trazada desde la capital del país, nos dirigíamos a la casa de la emprendedora “Chavita Botello” una colombiana de 96 años con ganas de llegar a 100 apostándole a un mejor país.

 

 

Igualmente, Suaza es conocida porque cuenta con un grandilocuente embajador, nada más y nada menos que el reconocido científico Luis Orlando Castro Cabrera, un hombre brillante que nació el 24 de abril de 1948. Llegó a este mundo de retos fruto del amor de sus padres Pablo Castro Hoyos y la señora Soledad Cabrera Tovar. Su apego al conocimiento fue identificado a temprana edad, el segundo hijo del matrimonio Castro Cabrera fue muy rápido a la Escuela de Suaza, pero ante su notable rendimiento y capacidad fue promovido al segundo grado. Su pueblo le sirvió para canalizar grandes conocimientos y dar los primeros pasos en la intelectualidad y la ciencia. Su bachillerato lo hizo en el Colegio Simón Bolívar de Garzón, Huila, también con tremendas sorpresas ya que hizo de manera impecable primero y tercero bachillerato, sus notas fueron tan elevadas y su nivel tan superior que llevaron a que los directivos del colegio le permitieran validar en un periodo los grados cuarto, quinto y sexto, por ello fue bachiller demasiado joven.

No era conforme, el brillante estudiante ya con la marca de la bienaventuranza académica y el don del conocimiento fue ganador del Premio de Matemáticas y Física del Huila, posteriormente ingresa a la Universidad Nacional en donde estudió ingeniería eléctrica, también dedicó dos años de su vida a estudiar electro-diagnóstico humano, para este fin sus prácticas las adelantó en el Hospital New York Center, reitero, no fue conforme, a la par hizo un master en física pura.

Con los años elige el título de Master en Ciencias con especialidad en física y da inicio a su doctorado en ciencias. Tras consolidarse como una eminencia y una realidad hecha a pulso, responsabilidad y adeudo, Luis Orlando Castro Cabrera es nombrado profesor en la Universidad de Nueva York. Retorna a Colombia atendiendo el programa de cerebros fugados al Centro de Investigaciones de la Universidad Nacional y más adelante llega al Instituto de Asuntos Nucleares. Actualmente es cofundador, presidente del Consejo Directivo y Director Científico de Biotecnología Salus Mundi. Optó por nacionalizarse en México en 2011.

Para Suaza el honor es total, pues su hijo ha sido merecedor de innumerables reconocimientos inclusive fue postulado a premios tan relevantes como el Príncipe de Asturias y el Rolex Award.

 

 

Durante años Cabrera se ha dedicado a la investigación y defensa de suelos sanos, tanto que actualmente desde Salus Mundi define la empresa como la mejor alternativa para reducir costos de producción y mejorar la productividad agrícola con alimentos sanos. Con la biotecnología Salusmundi es posible crear, recuperar, mejorar y biorremediar suelos perjudicados por malas prácticas agrícolas y por distintas actividades antropogénicas.

En 2011 Castro Cabrera se alzó con el premio ABC, ha sido reiteradamente aplaudido y no por cumplido, de hecho, sus conocimientos fueron trascendentales en 12 títulos de patentes. Vale anotar que en la aplicación de su trabajo científico ha recuperado suelos agrícolas deteriorados por agroquímicos, mejorando su condición y desde luego la calidad de los productos que de allí brotan.

En su larga y exitosa carrera son muchas las anécdotas que han quedado en la mente de este suaceño, por allá en 1993 una honorable concejal le preguntó que si en su maletín llevaba una bacteria porque ella no las conocía. El célebre científico pensó que la edil le estaba tomando el pelo, pero de manera increíble era muy en serio su pregunta.

En fin, Orlando Castro Cabrera, amigo de esta casa, le puso un sello adicional de prestigio a la tierra del sombrero suaceño y encumbró el nombre del municipio ya que aparece como esos lugares ignotos de donde brotó talento y un trascendental aporte desde la ciencia a la humanidad.

 

Rosquillas con Amor, la marca de doña “Chava”

La señora Isabel Botello de Soto es todo un emblema en Suaza, sus manos como las de sus ancestros fueron bendecidas para darle sabor a distintos amasijos y preparaciones, verbigracia achira, bizcochos, rosquillas, tamales y todas las delicias provenientes del eterno y sagrado maíz. En la familia el negocio fue una pasión y por eso los suaceños al igual que los visitantes disfrutaron de las horneadas que dejaron prendado a más de uno, sin duda hay sabor y diferencia en los productos que generalmente se acompañan con una mágica taza de café, la misma que sintetiza sabores y fragancias que narran la historia de los suelos escogidos para las siembras del grano suave, hoy el mejor del país y seguramente del mundo.

 

 

En charla con Diariolaeconomia.com, la empresaria Isabel Botello anotó que su negocio “Rosquillas con Amor” es la consecuencia del gusto por los emprendimientos y los negocios que desarrolló desde muy pequeña cuando veía de su señora madre y las tías el arte de amasar y hornear productos de espectacular sabor. Anotó que no toda la achira es igual porque cada hogar o factoría guarda su secreto tal y como pasa con el pandeyuca o el mismo pan de maíz amasado con cuajada.

Anotó que los productos elaborados, mejorados e innovados saben mejor con la generosa oferta de café de especialidad ya que en las montañas de Suaza prosperan granos de gran calidad con diferentes opciones y orígenes habida cuenta que hay borbón rosado, borbón rojo, geisha, típica, java y muchas otras calidades del bebestible.

Destacó que en medio de las vicisitudes el café sigue siendo una alternativa de renta y una inagotable fuente de empleo, un aporte al tejido social y a la inclusión que permanece vigente y con mucha fuerza en un mercado en el que sigue posicionando calidad y know how.

A sus 96 años doña “Chavita” continúa lucida, entera y con vitalidad, si bien tiene un tono cansino en su voz, es notorio que sigue muy fuerte y lista para aportar ideas y apoyar los nuevos productos que llegan con todo éxito al mercado de Bogotá.

No olvida que muy niña quedó huérfana de madre lo cual hizo que todo fuera más complejo porque un hogar sin el liderazgo materno cambia de rumbo y se torna difícil, en opinión de la nonagenaria con la partida de su progenitora fue mucho lo que cambió su vida porque hubo que apelar a la autoconstrucción, al estoicismo y el arrojo, quizás lo que la llevó a estudiar en el colegio La Presentación en Neiva, lugar en donde estuvo por espacio de unos años porque resultaba triste dejar a su señor padre Jacinto Botello solo en el campo. Después llegan al pueblo y la vida cambia de tono con sus cinco hermanos, hoy de los cinco subsisten dos, pero definitivamente doña “Chavita” fue hecha de acero puro porque sigue firme y sumamente atenta.

 

 

Nació en 1928, pero con los años tuvo que familiarizarse con un tema que parece no tener fin, la guerra, en ese tiempo ya con algunos años en su infancia escuchaba de los ataques y bombarderos en Europa, estaba en pleno auge la Segunda Guerra Mundial que se desarrolló entre el primero de septiembre de 1939 y el dos de septiembre de 1945, Isabel, con algún sentimiento de miedo se recostaba en el regazo de su tía María, la señora buena persona que los ayudó a criar y quien narraba el caos no solo del mundo sino del país que estaba arropado por una violencia impía y sin cuartel.

En su niñez le aterraba de la guerra el hecho que un fenómeno de esos acabara con tantas familias inocentes porque en los bombardeos no se tenía en cuenta quienes eran las personas que terminaban atomizadas lo que incluía niños, ancianos y padres protectores derribados por la inclemencia del conflicto.

El nueve de abril de 1948, el famoso bogotazo, la tomó por sorpresa, el país se encendió por el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán y arrancó una violencia bipartidista igualmente desalmada y sin límites. En ese tiempo la valiente mujer tenía 20 años, estaba soltera y gracias a las emisoras que lograban sintonizar en los viejos radios de tubos, era posible saber todo lo que acontecía en Bogotá y otras regiones, sin duda nada bueno.

Aún recuerda cuando le decía a Jacinto su padre que salieran del campo, le recomendó vender la finca y comprar una casa grande en el pueblo para erigir un buen negocio, pero don Jacinto era muy terco y como todo viejo solo quería trabajar duro sin salir de la finca.

 

 

La vida siguió y el negocio estaba en el ADN de Isabel, quiso tener un gran negocio de comida, mucho más ambicioso por la carta y la calidad de platos que pensó llevar a la mesa, pero lamentó que muchos planes quedan en el impulso por la pereza de la gente que ya no quiere trabajar. La atención no iba a ser un problema porque con la enorme familia se había hecho el curso, puesto que hubo navidades, San Pedros y visitas en las que se atendió un número considerable de personas.

 

“Tuvimos tiempos en que pasamos muy sabroso, íbamos al campo en donde había más familia y de esa manera disfrutamos muchos años, lamentablemente todo ha cambiado, atrás quedaron las buenas costumbres, el trabajo artesanal, la buena mesa, los valores y el temor a Dios. Disfrutamos de reuniones con amigas y amigos, pero todo muy sano y bajo el mejor comportamiento, no hubo contradicciones, peleas ni nada parecido, la vida era amable, llevable, mucho más grata”, declaró la señora Isabel Botello de Soto.

 

Un dato nada ínfimo es que don Jacinto siempre expresó que no volvería a casarse porque no quería que alguien llegara a darles mala vida a sus hijos, principio que sostuvo de manera inquebrantable porque siempre permaneció con sus adorados retoños, esos que con tanto amor le quedaron de su especial matrimonio.

Cuando el amor golpeó la puerta, Isabel tenía claro que sería para siempre y apuntando a una hermosa familia, razón por la cual le dio el sí a don Juan de Dios Soto Olaya con quien contrajo nupcias. De esa unión nacieron 11 hijos, la completa dicha de una mujer que fue excelente mamá pues multiplicó el amor tras la ausencia temprana de su amada madre.

 

 

Con algo de nostalgia y emoción dijo que la felicidad la experimenta cuando se siente en familia, acompañada y con todos los seres que ama a su alrededor, agradeció al creador el hecho que nunca faltara nada en la casa y manifestó su pesar cuando se habla de disputas o guerras, de hambre o enfermedades, sencillamente porque sabe que vive en un país rico en donde todos, absolutamente todos deberían estar muy bien.

Salimos de la casa de la adorable “Chavita”, no sin antes tomar un café de gran cuerpo y saborear unos bizcochos con nueva fórmula que pronto estarán en el mercado de Bogotá. Atrás quedó un mundo de laboriosidad, un hogar emprendedor y lleno de dulzura.

Sobre la empresa, la nieta de “Chavita”, Leidy Cristina Soto Bustos anotó que la idea de darle vida a “Rosquillas con Amor”, aparte de apostar por una marca dinámica y de alto valor agregado es optimizar su portafolio, innovar de manera permanente y garantizar sostenibilidad en el tiempo con una serie de productos huilenses de enorme condición. En síntesis, una factoría de raigambre cultural y regional que quiere crecer en Bogotá y poder ofrecer empleo a mujeres cabeza de hogar, la marca nació como un homenaje a quienes ya partieron, pero que siguen presentes en el recuerdo porque además dejaron una huella matizada por colores, parte de la gracia y el embeleso de la valiente propuesta comercial.

El asunto, aclaró Soto Bustos, no es quedarse solo en el contexto nacional, dentro de las metas de la empresa está exportar las delicias del Huila porque existe la convicción que hay producto para mostrar y lograr un posicionamiento trascendental en el mercado internacional, una labor que demanda diligencias, licencias y certificaciones, un tema en el que ya se está trabajando.

 

Suaza, un paraíso que crece en turismo

 

 

Ever Enrique Parra es un suaceño de pura cepa, con el tiempo y debido a que conoce cada rincón del municipio se afianzó como gestor turístico, trabajó en la Casa de la Cultura y por eso es un diseminador de las costumbres y tradiciones de su pueblo natal. Sabe que hay de por medio un potencial turístico por el paisaje, la agricultura y los ecosistemas que corrientemente son diversos y llamativos.

Este apasionado promotor del turismo, muy joven, con apenas 46 años de edad recorre su terruño y lleva el mensaje de Suaza para que nacionales y extranjeros aprecien y saquen el mayor provecho de un destino que literalmente lo tiene todo.

El experto en turismo anotó que el “Valle de las Orquídeas”, como se conoce a Suaza es un viaje obligado porque cuenta con unos paisajes y sitios agradables, además porque es una región rica en cultura, con grandes oportunidades eco-turísticas y de turismo religioso.

Parra no escondió su orgullo al decir que en Suaza se hacen los mejores sombreros del mundo, unas prendas tan añejas y hermosas que estuvieron en la cabeza de los generales independentistas José María Córdova y Simón Bolívar por citar algunos personajes que se han hecho a este solicitado sombrero, el suaceño, más tradicional y antiguo que el aguadeño o el mismo “vueltiao” de la Costa Norte.

 

“Queremos que nos visiten y así poderles mostrar a los viajeros y turistas del país y el globo las maravillas que guarda Suaza, un municipio con historia precolombina, con capítulos en tiempos de la conquista y la colonia, pero igual majestuoso en la República. Este es un pueblo amable y bastante amañador, quienes vienen no se quieren ir y todo porque hay gente hospitalaria, amable, trabajadora y dispuesta a servir, igual tenemos sitios fabulosos, cascadas vírgenes y montañas, así como miradores que se disfrutan con caminatas ecológicas”, apuntó el gentil gestor de turismo Ever Parra.

 

 

 

Destacó que dentro de los atractivos del cálido valle del río Suaza está el café, hoy de especialidad y de gran aroma, sabor y cuerpo. Desde su punto de vista, el municipio sigue creciendo en cafés especiales y por eso ve junto al valor agregado y al origen una oportunidad de oro para el agroturismo, sobre todo ese de caficultura en donde la gente compra experiencia, tranquilidad y el mejor trato.

La caficultura, añadió, sigue siendo organizada y por eso destacó que el sector cafetero tiene garantizada la sostenibilidad y el mercado con un café suave y único que crece en las montañas que bordean la hermosa población.
Es bien claro, viajar a Suaza es un enorme placer, llegar a esta tierra emociona por todos los atractivos que tiene, llama poderosamente la atención el sombrero blanco suaceño, ícono de la región que decora la plaza principal en donde igual hay una fuente de agua, árboles, arbustos y bellas flores, todo para pasar tardes cálidas de 24, 28 y 30 grados centígrados.

Un patrimonio de Suaza, manifestó Ever Enrique Parra, son sus artesanos quienes con sus manos bendecidas y un especial talento tejen sombreros y le ponen un sello personal a una marca registrada y a toda una denominación de origen, otra prenda infaltable para llevar como obsequio o recuerdo son los ponchos bordados, una labor que hace la firma Suaza Más Turística la cual ha enviado sus espectaculares trabajos a Chile, Estados Unidos y Ecuador.

Insistió en que Suaza tiene mucho que mostrarle al mundo, arte, talento, biodiversidad, aves y una fauna silvestre que asombra y maravilla a cualquiera que no conozca los sitios bellos del trópico.

Un programa ecológico que se impulsa en la región tiene que ver con las alcancías ecológicas, proyecto apadrinado por el benemérito Luis Orlando Castro Cabrera quien busca que las personas creen una cultura del reciclaje y logren separar materiales o aparatos que puedan resultar útiles a la hora de ponerlos a cumplir otras funciones, todo por un mejor ambiente y unos ecosistemas sanos con cero contaminación.

 

Hotel Chanchala, confort, amabilidad y curiosidades

Cuando se llega a Suaza el hospedaje no es problema, hay buena oferta de hoteles y de sitios expertos en gastronomía. Uno de ellos es Chanchala Hotel Suaza, un lugar muy bien edificado, con inmejorable ubicación en donde reina el buen servicio, la limpieza, la buena mesa y todo tipo de curiosidades, pero insisto, la gentileza está a la orden del día.