Los cambios en el clima siguen causando impactos en algunos ecosistemas lo cual está llevando a que la humanidad adquiera nuevos hábitos y maneras de trabajar la tierra pues una de las consecuencias es la muerte de los suelos o la llamada degradación por recurrentes explotaciones y la saturación de síntesis química, aspectos que suman en una ecuación compleja que tiene por igual los sobresaltos climáticos. El tema no es nuevo, de hecho Roma sucumbió por el impredecible comportamiento atmosférico y desde hace miles de años el globo tuvo que acomodarse por tan apremiante fenómeno.
Dentro del análisis sobre clima llama poderosamente la atención que hay algunos cambios ya presentes y es la aniquilación por calor de las pulgas en lugares como Bogotá, suena increíble, pero las pulgas están pasando de moda, los tremendos calores las tienen diezmadas y por ello quedarán en el recuerdo las horribles ronchas, esa insoportable comezón, las rascadas exageradas y arrancadoras de piel, pero igual las incómodas visitas en donde los anfitriones invitaban a pasar la noche y desde luego el abrigo le correspondía a una gruesa cobija “Cuatro Tigres”, en muchas ocasiones plagada de pulga, de esos pulgueros tan agudos que la gente se iba a rascar y las pulgas les quitaban la mano.
Las pulgas fueron el enemigo a vencer en las casas bogotanas, por eso los colchones arcaicos forrados en telas de flor o rayas azules eran sometidos a extensas jornadas de fumigación con Detil o Baygon, luego recibían un generoso baño de sol en donde los indeseables ecosistemas de cama eran erradicados, los parásitos como la pulga dejaban de molestar un tiempo, pero cuando retornaban las noches eran un trauma, sin cerrar los ojos una verdadera pesadilla.
La pulga le ha hecho la vida imposible al ser humano, no en vano fue la gran responsable de la Peste Bubónica o peste Negra, patología o zoonosis generada por una bacteria llamada Yersinia pestis que redundaba en la formación de nódulos bubónicos, impacto que llegaba acompañado de infección septicémica o neumónica. Esta enfermedad según los expertos pudo tener sus orígenes en Asia Central u Oriental, infección que utilizó para su expansión la Ruta de la Seda hasta incursionar en Crimea en 1347. De allí de distribuyó por toda Europa utilizando un eficaz medio de transporte, la rata negra, el vector más letal en la historia de la humanidad que vivía plácidamente en embarcaciones mercantes genovesas.
Su diseminación fue muy rápida, la cuenca del Mediterráneo fue copada por la pulga infectada y con prontitud arribó a África, el occidente de Asia y lo que faltaba de Europa. Los cronistas detallan que seguramente dio saltos impresionantes desde Constantinopla, hoy Estambul, Sicilia y la península italiana.
Esta enfermedad al bajar de los barcos se esparció en buena medida por las personas, ocasionando perturbaciones religiosas, económicas y sociales, dejando una tremenda marca en el pasado de Europa ya que la Peste Negra resultó la segunda calamidad que golpeó a los europeos en la conocida Baja Edad Media, hay que recordar que el gran trofeo le correspondió a la Gran Hambruna. Dentro de los cálculos de los expertos se estima que esta patología le produjo la muerte al 30 o 60 por ciento de los habitantes continentales.
Estos brotes de peste Bubónica volvieron a distintos lugares delo planeta hasta principios del siglo XIX, pero el tema no se quedó en el pasado, está de vuelta y la enfermedad ya ha cobrado la vida de muchas personas en América Latina en lo corrido del siglo XXI.
Quienes han hecho seguimiento a esta infección coinciden en afirmar que la Peste Negra fue la pandemia más letal en la existencia de la raza humana puesto que algunos afirman que la Gran Mortalidad apagó más de 200 millones de vidas, una cifra que empezó a dispararse en Eurasia hasta el norte de África. Para el capítulo europeo su punto crítico, afirman, se dio desde 1347 hasta 1351.
El profesor de Posgrado de Meteorología de la Universidad Nacional de Colombia, Emel Enrique Vega Rodríguez le dijo a Diariolaeconomia.com, que con cargo al cambio climático, en Bogotá y zonas altas como el Altiplano cundiboyacense, las pulgas están desapareciendo por el estrés climático. Expuso que estos parásitos normalmente son organismos que requieren unos requerimientos climáticos mínimos haciendo que el rango de temperatura en el cual ella existe confortablemente sea de entre 10 y 20 grados Celsius, sin embargo, el versado advirtió que la pulga soporta temperaturas hasta de dos Celsius por encima de cero hasta 23 grados Celsius.
Detalló que en Bogotá durante los años de sequía matizados por días intensamente soleados y con bajo contenido de vapor de agua se permitió que todo el espectro de radiación incida sobre los suelos y sobre la zona urbana, unas temperaturas elevadas que calentaron concreto, hormigón y asfalto, llevando a que Bogotá haya experimentado jornadas con temperaturas de 24 grados Celsius. Por ello, indicó Vega Rodríguez, entre 2014 y 2016 la capital tuvo semanas consecutivas con temperaturas en horas diurnas por arriba de los 24 grados Celsius y las pulgas no soportan esa intensidad o estrés calorífico lo que hizo que simple y llanamente murieran.
Vega señaló que en la medida en que los ambientes fueron teniendo altas temperaturas y se fue calentando el interior de casas y apartamentos, aspecto al que se sumaron pisos, paredes y rincones, el nuevo escenario generó incomodidad y estrés en las pulgas hasta llevarlas a la línea de extinción.
Sin pulgas, pero con garrapatas
Sin duda alguna no hay dicha completa, si bien las pulgas están de salida, a Bogotá está llegando otro parásito igualmente indeseable que ataca al hombre, sus animales de granja y mascotas. El calentamiento capitalino produjo condiciones propicias para que insectos de climas cálidos optarán por llegar al Distrito Capital y no precisamente de vacaciones.
Es por esa nueva atmosfera en donde aparecen las garrapatas, un caos en el trópico bajo por los daños que causan en los hatos de engorde de bovinos. En su comentario el profesor e inquieto por los temas de clima, dijo que los ganaderos de Bogotá y su zona de influencia no conocían las garrapatas, precisó que hace 30 años este bicho no existía en las zonas de producción agrícola de la ciudad capital. A la garrapata se le ve muy activa en climas cálidos y templados, pero nadie imaginó que Bogotá aumentará su temperatura para darle albergue a un problema que aminora las utilidades de los ganaderos bien sea de carne, leche o doble propósito.
“Ya los ganaderos de Ubaté, del Altiplano Cundiboyacense y de la Sabana de Bogotá empezaron a reportar presencia de garrapatas en sus hatos ganaderos y algunos ciudadanos y gente del común están diciendo que cuando los perros salen a pasear a los parques, regresan a sus casas con garrapatas, un peligro porque algunos de estos bichos atacan los perros ocasionándoles vulnerabilidad y serios inconvenientes de salud”, apuntó el profesor de Posgrado de Meteorología de la Universidad Nacional de Colombia, Emel Enrique Vega Rodríguez invitado al XXXIX Congreso Nacional Arrocero.
Tal y como está ocurriendo con pulgas y garrapatas, en el mundo se verán grandes transformaciones en los ecosistemas, un lío que padecerá con mucho rigor Colombia por el desconocimiento de los temas climáticos, su funcionamiento y de los patrones de circulación que genera la inestabilidad atmosférica y el calentamiento global en territorio colombiano. Vega dijo que como estaban las cosas, daba para pensar que el clima era constante como lo fue por décadas, tal y como ocurrió en los 50,60 y 70 en donde no se vieron cambios sustanciales en los patrones de circulación y menos se avizoraba que el globo y el país fueran a experimentar cambios sumamente fuertes, pero el presente, conceptuó el experimentado catedrático, muestra que en algunas regiones del país los patrones en su amplia gama, pero básicamente los de productividad y precipitaciones han cambiado sustancialmente.
Reveló que en el páramo de Sumapaz se ha notado que las temperaturas han aumentado en las últimas décadas, lo cual se nota con temperaturas máximas más altas y promedias con mayor capacidad térmica. Las temperaturas mínimas, enfatizó, no muestran tantas alteraciones, pero dijo que igualmente los regímenes de vientos han cambiado porque ahora son más intensos en la Provincia del Sumapaz y esa intensificación del viento, subrayó, ha traído consigo un aumento en la tasa evaporativa haciendo que durante las épocas de sequía el estrés por resequedad empiece a aparecer en épocas más tempranas, totalmente diferente a períodos pasados.
“Hoy el periodo de sequía en esas regiones comienza a finales de diciembre y enero, anteriormente los campesinos de la región decían que el pasto comenzaba a secarse en los inicios de enero y durante el mes de marzo cuando las pasturas perdían todo su atributo, a la fecha a finales de diciembre tanto pastizales como cuerpos de agua se secan lo cual es una muestra que las temperaturas se han disparado, pero además de que el flujo de vientos se exacerbó acelerando el proceso de resecamiento de los suelos”, oriento Emel Vega.
Cambio climático, un problema milenario
En opinión del ingeniero hidrometeorólogo, el cambio climático ha afectado el desarrollo de las sociedades desde hace mucho tiempo, no es un problema nuevo, siempre existió y desde mucho antes del desarrollo de las sociedades comunitarias ya venían experimentándose este tipo de comportamientos atmosféricos inestables. En el pasado reciente, exactamente en la edad media, el héroe mongol Gengis Kan se desplazó desde Mongolia con toda su población a occidente cruzando los montes Urales hasta alcanzar Europa, todo debido a un cambio climático. El conocedor dijo que los mongoles cultivaban trigo pues dos hallazgos arqueológicos han demostrado que esta nación sembraba dos variedades de este cereal básico las cuales bajo las condiciones actuales sería imposible plantarlas lo que demuestra que tenían suelos fértiles con unos regímenes climáticos, de precipitación y temperatura favorables como para desarrollar el cultivo de trigo que hoy por las características climáticas de Mongolia sería inverosímil o quimérico hacerlo.
Sostuvo que lo que respecta a Colombia igual el territorio experimenta cambios sumamente drásticos que ya se hacen perceptibles pues siempre se habló de que Colombia contaba con seis nevados en sus diferentes regiones, número que se mantuvo hasta el año pasado porque ya el volcán nevado Santa Isabel que venía mostrando un gran deterioro en la cobertura de nieve perdió totalmente la capa de agua cristalizada o hielo y por ello desde el mes de octubre de 2023 desaparecieron esos vestigios, es decir que hoy el país tan solo tiene cinco nevados, Sierra Nevada de Santa Marta, la Sierra del Cocuy, Nevado del Tolima, nevado del Huila y el del Ruíz. Lo grave del asunto, comentó, es que se cree que hacia el año 2060 no quedará un solo nevado lo cual es muy grave toda vez que esos picos helados juegan un rol trascendental en las fuentes hídricas porque cumplen un papel derradiacional bastante importante porque los albedo de los nevados es bastante alto, más o menos, explicó el experto, la capacidad de reflexión de los hielos es del 80 por ciento, entonces ¿qué pasa?, dentro del balance radiativo, entre la absorción y la reflexión condicionan las temperaturas que se experimentan sobre algunas regiones y las tasas evaporativas.
Expuso que si desparece el nevado, el albedo o la capacidad de reflectiva de esa zona pasaría de un 80 por ciento a un 35 por ciento lo que quiere decir que la absorción de energía sería del 65 por ciento lo que hace que las temperaturas se incrementen y si suben esas temperaturas se exacerban o se aumentan las tasas evaporativas.
“Si en esas zonas de páramo las tasas evaporativas se acrecientan más de lo debido, entonces el colchón de agua en los acuíferos colgantes de los nevados mostraría una reducción en sus niveles y en consecuencia la oferta de agua en los manantiales o nacederos descendería toda vez que la particularidad de la mayoría de nuestras quebradas que es que generalmente nacen en alguna zona de páramo en las diferentes regiones del país. Es un hecho, si esa es la tendencia caería el suministro de agua en las zonas bajas que aprovechan las aguas que bajan de los páramos para el embalse, bien sea para la producción de energía eléctrica, el consumo de agua potable o para alimentar con recurso hídrico los múltiples distritos de riego que tenemos en el país”, explicó el ingeniero Emel Enrique Vega Rodríguez.
Una contracción en la oferta de agua o en su disponibilidad, precisó el versado, golpearía los embalses y subsecuentemente muchos municipios, veredas y poblaciones dentro del territorio colombiano, recalcó que las zonas altas o de páramo, también las de nevados, deben permanecer cubiertas de nubes durante las horas del día porque dentro del régimen hídrico y climático natural de las zonas altas, para evitar un exceso de incidencia de radiación durante las horas del día sobre las áreas de montaña, la nubosidad ayuda con su alto albedo, es decir, una importante capacidad reflectiva, pero resulta que actualmente esas zonas desde donde procede el vapor de agua que asciende a través de los vientos anabáticos o de ladera arriba para producir nubes en las partes altas de la cordillera durante el día procede de los valles y resulta, señaló, que en esas hondonadas con zonas pantanosas que almacenan aguas en las zonas de amortiguación de los ríos se han perdido porque fueron talados los complejos de humedales para darle vía libre a la elaboración de pastizales para ganadería y espacios para desarrollar proyectos de sembradío.
El asunto, lamentó el catedrático, es delicado porque las zonas estratégicas no deberían perderse y por eso durante algunas épocas los remanentes de agua que se acumulaban en esas zonas bajas que producían nubosidad y precipitación en las zonas de páramo cayeron en su nivel afectando el entorno y la estabilidad climática.
“Hay que ver lo que ocurrió a mitad del año en el Pie de Monte Llanero y en la zona oriental donde los volúmenes de agua que surten o abastecen al sistema Chingaza, no produjeron las cantidades de líquido esperadas y ello, explicó Vega Rodríguez encuentra respuesta en la tala indiscriminada en las zonas de humedales en el complejo lagunar del rio Amazonas, entonces es claro que necesitamos recuperar los complejos lagunares de poca profundidad en las zonas boscosas”, manifestó el ingeniero.
Hay cosas positivas y de alto impacto que el hombre puede hacer por el medio ambiente, verbigracia no talar árboles, dejar de lado la minería irregular con sus tóxicos y respetar las especies de fauna y flora, sin embargo el reconocido profesor es consciente que la intensión de todo ser humano a la hora de intervenir en la naturaleza es siempre tratando de generar el bien y producir algo que sea benéfico para la sociedad, el problema, detalló, es que se ha cometido un error garrafal y es no hacer los estudios previos de factibilidad para no errar al intervenir y omitir los mismos análisis de procesos de degradación que podrían impactar la intervención en algunos sectores.
Sin ser agrónomo, aclaró Vega, escucho de algunos ingenieros agrícolas y agrónomos que el mundo entraría en una fase de agotamiento productivo por el uso indebido y precario manejo que se les está dando a los suelos que siguen mostrando altos estándares de degradación con lo cual se ha perdido la fertilidad de los suelos, un factor en donde entran los excesos de producción y de síntesis química que arrasa con la vida los predios.
Al problema se suma la falta de cobertura vegetal que impida la incidencia de radiación solar de onda corta, más específicamente a la exposición ultravioleta que ha venido eliminando todo lo que es la microbioma o conjunto de microrganismos como hongos, bacterias, actinomicetos y protozoos que habitan el suelo, igual la micro-fauna pues si un agricultor quiere determinar si un predio está sano y goza de buena salud debe detallar si dentro de él hay presencia de lombrices, termitas, hormigas y otros seres decisivos para el bienestar de las tierras de cultivo.
El muy amable profesor recalcó que cuando hay suelos en donde se nota el exceso de incidencia de radiación o exposición ultravioleta, las lombrices y la totalidad de bichos inquilinos naturales de la tierra desaparecen, una mala noticia porque la función de algunos insectos y microrganismos es precisamente mantener la fertilidad de los suelos, mantenerlos vivos y altamente productivos.
Dijo tajantemente que partiendo de ese hecho no es difícil deducir que los suelos se han venido deteriorando y que en efecto la productividad de esos predios podría verse amenazada por una merma en la producción.
Conflicto nuclear golpea climáticamente a nivel regional
El profesor de Posgrado de Meteorología de la Universidad Nacional de Colombia, Emel Enrique Vega Rodríguez quien participó en el XXXIX Congreso Nacional Arrocero comentó que un conflicto nuclear agudiza los problemas de clima y productividad agrícola. Sobre el eventual desarrollo de una guerra de mayores proporciones el ilustre conocedor no afectaría tanto el clima a nivel global, pero advirtió que las zonas en donde se producirían los impactos la reacción sería casi que inmediata pues vendría una pérdida de vegetación impresionante y la alta radiactividad que produce mayor calor le haría mucho daño a cientos de hectáreas de boque y al perderse la cobertura vegetal obviamente el suelo desnudo recibiría mayor cantidad de radiación, otro factor de incremento en la temperatura, una acción que ralentizaría la producción de precipitaciones, un nuevo problema para los ecosistemas, pero aseveró que adicionalmente la gran tasa de radiación conllevaría a mutaciones en el entorno biológico y algunos animalitos experimentarían cambios de un tipo aún insospechado.
Para tener una idea, el catedrático afirmó que la fuga radiactiva en Chernóbil el 26 de abril de 1986 en el norte de Ucrania muestra eso puesto que muchas especies animales que habitan allí anteriormente no eran endémicos, han mutado y por eso los venados son diferentes al igual que los zorros, los lobos y otros grupos de fauna.
Emel Enrique Vega Rodríguez dijo que lo que respecta a Colombia, no muestra mayor complejidad en la medida que no llegue una ojiva cerca que altere los patrones de circulación, pero indicó que el material radiactivo se propagaría en la atmosfera porque viajaría con los vientos y entonces el país tendría lluvias radiactivas sobre el territorio que sí podrían traer apuros porque finalmente todo ese material radiactivo se acumularía en los suelos afectando los ecosistemas, la producción agrícola y obviamente a la población.