Según los registros históricos, hace 12.000 años apareció la agricultura como la gran opción alimentaria y punto final de la vida nómada, con las labores del campo no solo se acudió a la tierra para sembrar sino que llegaron otras actividades como capturar y domesticar animales para sacarles provecho, dejando de lado la dependencia de la temible y peligrosa caza, de hecho se calcula que la ganadería pudo tener sus inicios hace 10.000 años.
En síntesis desde su nacimiento, la mujer ha sido la columna vertebral de las sociedades campesinas porque han participado activamente en la producción y procesamiento de alimentos así como de materias primas, de todas maneras el rol y la importancia de la mano de obra femenina ha tenido distintas miradas pues son diversas las culturas y las mismas regiones. Pese al esfuerzo y aporte ha habido discriminación y un trato desigual ya que a las mujeres no se les remuneraba igual que a los hombres en tiempos de labranza y recolección, injustamente multiplicaban sus tareas, ayudaban en los campos, pero tenían que cumplir con tareas hogareñas, las que siguen adelantando tales como tener la casa limpia, cuidar los niños, preparar los alimentos y atender a los esposos, un trabajo totalmente duro y lo peor, gratis. Claro está que este oficio llegó a hacerse esclavizante por malos tratos, violencia intrafamiliar y agresión contra las damas de la casa, temas que aún persisten que invitan a la sociedad y a los gobiernos a tener ojo avizor.
El campo ha cambiado, pero la importancia de la mujer en su sostenibilidad crece de manera importante sobre todo cuando hay de por medio cultivos comerciales, en los últimos años como se ha notado y continua siendo queja, la fuerza laboral sigue cediendo terreno con mayor fuerza desde los años 90, sin embargo las Naciones Unidas en un documento dicen que la relación aumentó en lo atinente a las mujeres especialmente en los países en vía de desarrollo. Para la muestra un botón, en África y Asia cerca del 50 por ciento de la fuerza laboral está compuesta por mujeres.
La tendencia fue bautizada como la “feminización de la agricultura” es decir una progresiva participación de las mujeres en la fuerza laboral agrícola, bien sea como empresarias o agricultoras independientes, también como trabajadoras familiares no asalariadas o como colaboradoras remuneradas. Hoy la mujer trabaja en campos agrícolas y explotaciones pecuarias sin embargo, es común ver féminas trabajando agroindustria, transformación y las distintas cadenas del sector primario.
Algunos analistas han considerado que el papel de la mujer en la agricultura es posiblemente más trascendental que el del hombre y es un tema que puede comprobarse desde tiempos lejanos, según estudios de la Universidad de Cambridge en la prehistoria las mujeres desarrollaron brazos sumamente fuertes y macizos pues al analizar unos huesos humanos femeninos de hace más de 6.000 años es visible una relación entre el húmero de los brazos y la tibia de las piernas que única y exclusivamente se explica por una demoledora carga de trabajo en las extremidades superiores. Los hallazgos coinciden con la transición a la agricultura en las colectividades europeas, un papel protagónico de las mujeres en la labranza totalmente opacado y casi que escondido en el tiempo.
La investigación señala que al pasar de la caza a la siembra permanente y cría de animales de granja en el Neolítico, vinieron cambios en la estructura ósea de los hombres que redundó en menor resistencia en la tibia, principal viga en la estructura de los huesos puntualmente de las piernas.
Retomando el tema mujer, los investigadores notaron que en esos primeros milenios de la agricultura la morfología demuestra que el mal llamado sexo débil cumplía con diferentes actividades agrícolas demandantes de mucho esfuerzo, resistencia y largas jornadas, a las mujeres les correspondió cultivar, recolectar las cosechas, transformar cereales, es decir molerlos, cuidar vacunos y otras especies menores, transportar agua de las fuentes hídricas a los núcleos de producción a los sitios de vivienda, cuidar y vigilar los animales, conseguir su alimento y como si fuera poco cumplir con el curtido de las pieles y otros menesteres.
Salta a la luz que la dinámica física realizada por la mujer en el periodo neolítico fue determinante para alcanzar, seguramente el más grande logro, la puesta en marcha a gran escala de una cultura agrícola y ganadera, dos actividades vitales en la evolución. No cabe duda entonces, como algunos lo han dicho, la mujer resultó ser la piedra angular de la agricultura.
Otros estudios revelan que en las sociedades precolombinas andinas, a las niñas se les enseñaba hacer cruce de plantas para lograr de esa manera nuevas variedades. En esos tiempos, las mujeres indígenas eran igualmente esenciales en la explotación del campo y desde luego en la transformación como también preparación de alimentos.
Hoy la mujer sigue siendo la base de la economía agropecuaria en distintas partes del planeta, siembran, cosechan, cuidan animales, atienden hogares y muestran compromiso, pero además responsabilidad, cumplimiento e innovación, es por ello que en áfrica y en otras latitudes siguen creciendo los microcréditos para mujeres campesinas puesto que poner esa cartera en productividad femenina es ir a la fija, se logra productividad, progreso y pago oportuno de las acreencias.
En Colombia hay muchos nombres de mujeres del campo, una de ellas es María Antonia Santos Plata, heroína que nació el 10 de abril de 1782 en Pinchote, Santander. Aparte de ser uno de los emblemas de la revolución contra la opresión española. Desde muy pequeña Antonia Santos se dedicó a las labores agrícolas y con el tiempo alimentó su rebeldía contra la corona española.
Igual ocurrió con Manuela Beltrán, mujer clave en la emancipación libertadora, también santandereana nació un 13 de marzo de 1724 en el Socorro, su familia sembró tabaco y fabricó cigarros artesanales, ella estuvo muy atenta a las plantaciones hasta que optó por irse lanza en ristre contra la corona. En fin, muchas mujeres desde tiempos prehispánicos, republicanos y modernos han dejado huella y siguen a la vanguardia de la economía rural. En varios sectores agrícolas la mujer es paradigma de buenas prácticas, innovación, responsabilidad, visión y emprendimiento.
Los años han pasado y las juiciosas agricultoras siguen a mostrando que son definitivas en las duras tareas del campo, han demostrado que saben lo que hacen y que los productos obtenidos de sus manos tienen muy destacados atributos. Ellas, las campesinas y empresarias de la ruralidad supieron decir “aquí estamos”, en pie y proponiendo nuevas opciones para seguir garantizando seguridad alimentaria, suministro y oferta exportable.
Ese es el caso del arroz del Casanare en donde una asociación con todos los pergaminos agrupa mujeres llenas de iniciativa e ímpetu para poner en el mercado un cereal de reconocida calidad que sigue mejorando para competir con todo lo que se venga porque en cinco años los estadounidenses seguramente querrán inundar el mercado con producto americano porque para ese entonces habrá arancel cero, pero la idea es corroborar que los alimentos nacionales tienen muchas más ventajas y que hacen parte, entre otras cosas, de la soberanía alimentaria de Colombia.
De hecho este año las productoras de arroz casanareñas asistieron orondas y con muchas experiencias por narrar al XXXIX Congreso Nacional de arroceros, un escenario ideal para contarle al país y al mundo que hay trabajo de la mujer en los campos y que de cara a los grandes desafíos sobran las ganas y el empuje más no se contempla ni por las curvas el miedo pues no hay que olvidar que en las llanuras un tal Florentino le dio paliza al diablo, hecho que evocó en su pelea con el condenado el catire José Amalio el mismo que llevaba a la Virgen del Carmen prendida a su escapulario.
En charla con Diariolaeconomia.com, la Agricultura y empresaria de Aguazul, Casanare, miembro de la Asociación de Mujeres Arroceras del Casanare, Milena García Pérez expreso su beneplácito por hacer parte de la segunda generación arrocera del municipio en donde las mujeres decidieron unirse para fortalecer el sector y mirar al unísono retos, pero también oportunidades y nuevas estrategias porque avizoran un futuro grandioso en donde el arroz nacional puede catapultarse por calidad y diferenciación, todo un portafolio para competir con el que sea en donde sea.
En la llanura y sus alrededores, incluida Bogotá en lo alto de la cordillera Oriental sigue dando de qué hablar la Asociación de Mujeres Arroceras del Casanare, 32 decididas y valerosas damas de la ruralidad que cubren con su dinámica agraria nueve municipios en el departamento.
Este año la asociación cierra con 7.000 hectáreas aproximadamente y tienen como meta trabajar con todo en el 2025 para alcanzar objetivos, cristalizar sueños y afianzar propósitos. Dentro del plan de trabajo, explicó García Pérez, no está acrecentar el área sembrada sino apostar por innovación y puesta en marcha de la tecnología para lograr mejores rendimientos, todo dentro de un marco de eficiencia, ahorro, bajos costos de producción y sostenibilidad.
En su plática, la amable y muy conocedora arrocera anotó que dentro de las finalidades de la asociación está el seguir trabajando con el programa de Adopción Masiva de Tecnología. AMTEC, un modelo creado por la Federación Nacional de Arroceros, Fedearroz, sustentado en sostenibilidad y responsabilidad social que busca además afinar en organización, competitividad y la rentabilidad al productor, todo con la implementación de tecnologías de manera integral para ampliar los rendimientos y reducir los costos de producción en los arrozales.
“AMTEC es una herramienta que Fedearroz nos la está dando y la seguimos aplicando. Las mujeres nos caracterizamos por aprovechar todos estos recursos que nos brindan la federación y el gobierno nacional. Está decidido que seguiremos adelante con estos instrumentos pues más que aumentar área nos interesa ser más competitivas y sostenibles. Para hacerlo es necesario que logremos obtener grandes producciones con el mismo número de hectáreas que hoy tenemos”, declaró la señora Milena García Pérez.
La comprometida agricultora precisó que no se equivoca quien dice que el arroz del Casanare es el mejor del país y porque no de muchas latitudes ya que hay variedades que permiten cosechar los mejores granos y destacó el arroz gourmet de Fedearroz, un cereal muy especial, algo que incentiva a consumir arroz de Colombia, agricultura nacional porque es lograda con esfuerzo, calidad, inocuidad, conocimiento y mucha entrega.
A criterio de la asociada, la compra de arroz nacional en el mercado local resultará trascendental porque ayudará a mitigar todo ese impacto de precios, pero además contribuirá con el acatamiento inamovible y el encargo de cumplir con la soberanía alimentaria del país, pero siempre y cuando los arroceros se sientan beneficiados con el desarrollo de su actividad agraria económicamente.
Recalcó que en temas de arroz, más allá que se agota el tiempo, es trabajar con mucha calma, bajo parámetros de responsabilidad, de manera articulada y hacer que los cultivos de arroz sean sostenibles en el tiempo para lo cual es perentorio bajar costos, una labor que debe hacerse al pie de la letra porque se acerca el momento en el que todos los productores y comercializadores de arroz tanto de Colombia como de Estados Unidos quedarán con cero arancel, pero subrayó que solamente con la implementación de la tecnología, Colombia será competitiva.
Con unas respuestas pasmosas añadió que si bien, hay que hacer la tarea, también se esperan actividades de los gobiernos nacional y departamental que deben ir de la mano y que tienen que ver con apuestas en infraestructura, construcción y arreglo de vías primarias, secundarias y terciarias porque desafortunadamente en Casanare hasta sus vías principales están afectadas impactando la logística y subiendo costos a la hora de transportar arroz y otros productos claves en la canasta familiar.
La deuda histórica con Casanare, replicó Milena García Pérez se mide igual en todo lo que tiene que ver con bienes públicos porque hay demasiadas falencias y pendientes, pues si bien la movilidad terrestre es un caos en determinados momentos del año, igual lo es la conectividad en tecnología pues resulta deplorable que en el año 2024, a las puertas de recibir el primer cuarto del siglo XXI en 2025, no haya comunicaciones eficientes, Internet y tecnología a la mano.
En opinión de la agricultora, todos esos faltantes, insolvencias y desatinos que generan tantas dificultades hacen que de manera articulada se saque adelante una labor grande en donde deben crearse sinergias importantes entre Fedearroz, los agricultores, el ministerio de Agricultura y el grueso de los mandatos nacional y departamental.
El día a día de las mujeres arroceras no es nada fácil, el reloj en la mañana activa el despertador a las cuatro de la madrugada, los ojos se abren de a poco, pero espiritualmente tal y como se cerraron, con muchísima incertidumbre y angustia debido a un cambio climático que está afectando los cultivos y que tiene pensando a las valientes agricultoras sobre cómo será su labor habida cuenta que hay una planificación que fuerza de la naturaleza cambia.
El asunto es recibir el día, despachar los hijos, dejar temas de la casa resueltos y partir para los campos en donde deben direccionarse labores que arrancan muy temprano en las fincas pues siempre estará pendiente una abonada, quizás la fumigación y retornar a la casa con mucha prisa para ver que todo vaya bien con los hijos en colegios o universidades.
“En mi caso, salgo a trabajar con mi hijo porque el pilotea el dron, una tarea que empieza muy temprano pues para ir al campo con la cabeza bien puesta hay que estar entre las cinco o las seis de la mañana listos y con todo caminando para que el tiempo rinda. El regreso es tarde porque en épocas tanto de preparación como de recolección el horario es 24/7, si 24 horas siete días a la semana puesto que deben solucionarse los problemas porque el arroz no da espera de dejarlo tres o cuatro días frenado para seguir cortando, no, es en el momento en que se debe ejecutar la labor, como quien dice se hace o se hace pues de lo contrario vendrá afectación en los precios, en la entrega del producto y otras vicisitudes, luego se verán impactados los ingresos, un lujo que nadie se puede dar”, expuso la agricultora.
Independiente de que la asociación sea comandada por mujeres, en los trabajos está presente la mano de obra masculina, pero a juicio de Milena García, las mujeres son muy trabajadoras, empoderadas, empresarias y con una visión más rigurosa a la hora de adelantar cada una de sus actividades, verbigracia orientar tareas, definir metas y trazar derroteros para seguir creciendo y optimizando el sector.
Otra mirada especial se hace en el frente financiero, en la recopilación de gastos, revisión de proveedores, detallar que sirve y que sobra, dicho de otra manera, hay una apuesta enorme en eficiencia y por ello la asociación conquistó un espacio y se pudo dar cuenta que muy pronto reportará crecimiento pues llegaron al grupo cinco mujeres jóvenes, provenientes de generaciones que van quedando atrás, un dato amable porque eso hace prever que con el tiempo se llegará a un importante número de mujeres arroceras a nivel nacional.
La asociación agrupa no solo arroceras con todo el amor por el campo y la consciencia de mejorar sino mujeres guapas, inteligentes que llevan el ADN agrícola y que tienen además muy claro todo lo referente al relevo generacional, de hecho Milena García Pérez es segunda generación pues tomó las riendas que le dejó su padre un arrocero federado, de corazón y brío que dedicó 35 años al cultivo del arroz. La excelente invitada apuntó que con su hijo lleva 23 años adoptando tecnología, incursionando en dron y en el sistema RTK necesario en aplicaciones de precisión, también manipulado por su retoño.
En sus siembras Milena se apalanca en tecnología, un capítulo en el que ha sido trascendental su hijo Juan Sebastián Amézquita García que tiene claro que solo así mejorarán productividad, rendimientos y rentabilidad, pues con instrumentos de avanzada utilizados en corto tiempo y en el momento exacto todo será positivo porque se reflejará automáticamente en el estado de pérdidas y ganancias de la finca.
“Creo que la mayoría de nosotras las mujeres arroceras de la asociación tenemos esa oportunidad de tener orientadores tecnológicos, bien sean sobrinos, hijos y hasta nietos más adelante, algo que nos fortalece mucho y nos facilita seguir adelante en estas gestas rurales”, manifestó García Pérez.
Hoy, aseveró la agricultora, Colombia en materia arrocera cuenta con una llanura comprometida, productiva y sostenible en vista que Casanare es una despensa agrícola, prestigio que el departamento seguirá ostentando porque tiene tierras muy fértiles y apropiadas para siembras y ganadería, todo acompañado de gentes muy trabajadoras y conscientes que el agro es el alimento de toda Colombia, pero también de una industrialización que potenciará la cadena, una apuesta indeleble.
Hoy la destacada arrocera evoca a su señor padre Luis Felipe García, un ser humano grandilocuente y aferrado al trabajo del campo que abandonó para siempre el mundo de los mortales hace siete años, partió cuando apenas cumplía 70 años, eso sí dejando un legado como el trabajo, la palabra, el credo, ni que hablar del respeto, la honradez y el apego por la ruralidad pues hay familia con fincas en plena producción que fueron convertidos a la agricultura por un enamorado de la labranza y las buenas cosechas, las que seguramente mira alegre desde la inmensidad del cielo.
Al Congreso Arrocero, Milena acudió con su tío que hace parte del comité de arroceros de Aguazul, una persona que le repite sobre la herencia agrícola que lleva en la sangre y sobre el orgullo con el que debe portar botas, camisa manga larga y sombrero para entrar a los predios y darla con toda pues desde su percepción, la gran mujer arrocera, considera que los agricultores y en especial la asociación tiene ese valor agregado, unas fieles y firmes productoras en tierra porque son las que negocian directamente, compran sus productos y toman decisiones, en ocasiones en compañía de sus seres amados, algo importante porque en el arroz hay coequiperos y para formar familia y sociedad lo ideal es que todos en el entorno tengan la camiseta bien puesta, de todas maneras son las matronas del arroz las que lideran todos los procesos tal y como ocurre en los hogares y en las factorías o grupos en donde se dan los mejores resultados, todo porque las féminas tienen alma y disposición gerencial.
Las mujeres dedicadas al cultivo del arroz van siempre para adelante, no importa sol, agua o desafíos atmosféricos, si tienen que caminar caminan sin medir trochas o sabanas inundables, usan sus camionetas, motos, tractores o montan a caballo, el vehículo es lo de menos, los resultados son todo, sencillamente la ley de esas mujeres recias, conocidas por ser echadas para adelante.
Mientras se produzca arroz de calidad se compite con cualquiera
Al igual que acontece con el café, si hay arroz diferenciado, con atributo y cargado de variedad muy seguramente Colombia va a competir de tú a tú con los cereales que lleguen de Estados Unidos por la vía del TLC. Hay un propósito y es seguir mejorando en calidad y de manera decidida exportar arroz distinto a Estados Unidos, cautivar gustos y paladares en ese país. El objetivo se puede cumplir siempre y cuando se sigan produciendo los mejores arroceros consecuencia de utilizar la tecnología y semillas certificadas porque se ha trabajado muy duro desde Fedearroz para que sus agricultores sean sostenibles y competitivos.
Todo lo bueno que tiene el arroz colombiano, dijo Milena García Pérez se puede demostrar, pero acentuó que es necesario tener un agudo sentido de pertenencia y los nacionales, los de la fiebre amarilla en el metropolitano, la cumbia, el porro, la salsa y tanta alegría, deben apuntarle a eso, a consumir con empeño lo que producen los suelos colombianos, sin importar que un producto importado de pronto llegue más barato pues debe haber mentalidad y capacidad de entender que los agricultores locales generan empleo, riqueza, crecimiento y desarrollo.
Los arroceros, señaló, llegan a las comunidades, propenden por tejido y responsabilidad social y trabajan bajo parámetros muy definidos, impacto ambiental, innovación, transformación y aún más por el bienestar de la gente lo que incluye opciones, ingreso, calidad de vida y oportunidad, eso porque la asociación están alrededor de mujeres alimentadoras que se acompañan de sus hijos, a los que se apoyan con escuelas cercanas y quienes recibirán en pocos días una bonita y feliz navidad.
“Eso lo hacemos gracias a que podemos trabajar debido a que producimos, razón de peso para que la gente en Colombia compre nuestros productos ya que se trata de una cadena agrícola en donde nos beneficiamos todos. A la gente no se le puede olvidar a qué sabe el delicioso arroz colombiano, que sabe mejor cuando se sabe que se cultiva y cosecha en Colombia y lo mejor por las mujeres arroceras del Casanare”, concluyó la conocedora.
Las mujeres arroceras deben abarcar todo el país
A su turno la presidente de la Asociación de Mujeres Arroceras del Casanare Judy Herrera Riaño invitó a todas las mujeres productoras de arroz del país para que se asocien y logren afianzar un gremio que logre fortalecerse pues la idea es tener una asociación en toda Colombia y de esa manera poder exportar los arroces diferenciados y producidos por agricultoras colombianas.
Afirmó que las arroceras casanareñas dieron el primer paso, pero expresó que lo deseado es que el resto del país, las mujeres de ruralidad y el resto de las zonas con producción de arroz sigan el ejemplo del Casanare para consolidar una sola fuerza.
Dejó claro que el arroz de Casanare y el cereal que produce Colombia es de lejos el mejor por cuanto los arroces importados de manera obligada deben ser mezclados con granos colombianos porque los que llegan del extranjero no tiene buenas características y solo con el de Colombia el arroz que viene de afuera puede tener rendimiento en cocción.
Un aspecto a tener en cuenta y que ha sido motivo de preocupación es no solo qué calidad tiene en arroz foráneo sino con qué trazabilidad cuenta porque al país ha ingresado cereal con metales pesados y no se sabe qué tipo de trazas puedan aparecer, algo delicado porque la gente en Colombia quiere arroz del bueno y no de ese importado que puede producir cáncer.
“Ese es un punto bien importante y para tener en cuenta, pero desafortunadamente desde el punto de vista estatal ha habido compromisos que con antelación hicieron otros gobiernos y por eso existen permisos para que lleguen esos productos, algo que deprime porque el alimento que se siembra en Colombia es sostenible, abastece al país y sin problema puede apostarle a las exportaciones, infortunadamente los tratados comerciales, mal o bien negociados, se tienen que cumplir y se convirtieron en la llave que les abrió la puerta a los arroces que viene del extranjero”, indicó Judy Herrera Riaño.
Lo importante, manifestó la directiva, es que los colombianos le den la importancia que merece el arroz colombiano, que igual se informen y sepan sobre los riesgos que se corren en materia de salud por alimentos excesivamente fumigados, logrados con síntesis química y totalmente apartados de la confiabilidad.
Hoy los productores mancomunadamente trabajan con Fedearroz en disminuir la huella de carbono, algo importante por lo que se busca bajar esas emisiones para que el arroz nacional sea limpio y benéfico para la naturaleza al igual que para los humanos que lo consumen.
“Quien quiera comer arroz de buen sabor y con toda la tranquilidad en salud debe consumir cereal colombiano, quien desee lo mejor en su mesa tiene que comprar arroz casanareño, realmente excelente”, finalizó la presidente de la Asociación de Mujeres Arroceras del Casanare Judy Herrera Riaño.
La mujer es y seguirá siendo la gran protagonista de la productividad y los grandes procesos de cambio, renovación y liderazgo. En la última etapa del siglo XVIII en medio de la Revolución Industrial las mujeres dan un nuevo paso hacia adelante e ingresan al machista mercado laboral, eso sí injustificadamente con menos salario que los hombres y sin igualdad de derechos en el entorno de trabajo. En el amanecer del siglo XIX vinieron huelgas de mujeres trabajadoras en las fábricas estadounidenses con el fin de lograr condiciones dignas y equidad.
De manera paralela la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas sirvió de marco para que las colaboradoras exigieran el derecho al voto pues no se les permitía elegir en las urnas por el simple hecho de ser del mal bautizado sexo débil.
En razón a que llegaron las guerras mundiales a mediados del siglo XX más mujeres arribaron a las distintas factorías norteamericanas mientras que los hombres se mantenían en el frente de batalla. Fueron ellas, las mujeres las que mantuvieron la productividad, fueron el soporte de la economía y debido a esa mano de obra el país del Tío Sam no colapsó.
En medio de reclamos, reyertas y conquistas apareció un cartel que se hizo famoso, era la imagen de Rosie la Remachadora, el retrato llevaba abajo una leyenda muy particular, “We Can Do It”, en español, “nosotras podemos hacerlo”. Este inmarchitable cartel fue diseñado en Estados Unidos en desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, conflicto empezó en 1939 y finalizó en 1945. La finalidad del poster era revitalizar el ánimo de la población.
Después de permanecer en el ostracismo el afiche se convirtió en símbolo feminista en los años 80, de todas maneras desde el Neolítico, las mujeres han puesto su fuerza laboral al servicio del desarrollo, fueron determinantes como soportes de la economía y fueron brillando con luz propia en diversos escenarios. Así de sencillo, en arroz, ganadería, arte, artesanía, moda, literatura, ingeniería, arquitectura, periodismo, política, derecho, agricultura, toda, economía, bellas artes, poesía y en los más retadores contextos la mujer durante siglos mostró que en medio de las talanqueras, ella con todo desparpajo puede hacerlo.