Colombia siembra café, seguramente de manera ornamental desde 1791 cuando fue traído desde Guyana hasta la Orinoquía por la comunidad Jesuita en cabeza del presbítero José Gumilla, las mayores siembras y exportaciones tienen como referencia 1835 cuando empezó a exportarse grano por la Aduana de Cúcuta, un café que venía de Salazar de las Palmas en Norte de Santander, siembra motivada por el sacerdote Francisco Romero que logró un canje interesante, perdonar pecados por cultivos del bebestible, tremendo arranque.
De las siembras se dice que fueron usuales en 1787 tanto en Girón, Santander, como en Muzo, Boyacá, igual hay teorías que relacionan la llegada del café por Santa Marta, pero más allá del origen y de su arribo lo cierto es que la expansión cafetera se dio relativamente rápida con momentos muy felices y capítulos lamentables, todo un compendio narrado en medio de oraciones, guerras, pactos y bonanzas.
Hoy el país ve precios altos y algunos relacionan las generosas cotizaciones con una nueva era de prosperidad y opulencia, pero nada puede ser dicha en agricultura cuando el producto que se vende no está en cosecha, es decir que los datos económicos y estadísticos son buenos, pero las realidades muy distintas ya que si no se monetiza un buen momento jamás hubo bonanza.
En Colombia ha habido varios momentos de regocijo por los precios, quizás el primer buen registro en precios se dio entre 1870 y 1897. Cabe anotar que en 1791 vino la revolución haitiana, todo un problema para la industria de la bebida porque Haití producía en promedio el 55 por ciento del grano que se exportaba a Europa, una situación que derivó en alzas importantes en la libra de café, fenómeno que fortaleció las haciendas y la economía cafetera de las colonias inglesas y francesas en las Antillas y Guyana.
En 1820 entraron al mercado del café países de gran prospectiva como Brasil y Java. Ya en 1870 la caficultura experimenta una importante expansión en Centro y Suramérica ya que se dinamizaron los cultivos en Brasil, Colombia, Venezuela, Costa Rica, El Salvador, Haití, El Salvador, México y Guatemala. En 1890 el mundo cafetero no la pasó bien porque se desplomaron las producciones en Brasil, Java y Cuba, pero ya en 1897 una sobreoferta de grano mandó los precios al piso pues de 0,21 centavos de dólar la libra en 1880, el valor se ubicó en 0,13 centavos en 1824 y 0.07 centavos de dólar en 1831.
El siglo XX hace su incursión con buenas noticias para los cafeteros porque aumentó el consumo y los precios mejoraron, una fiesta que duró hasta 1929 cuando a Estados Unidos lo golpeó la Gran Depresión, un golpe que finalmente recibió el mundo entero, en ese momento el café cayó a 0,10 centavos de dólar por libra, una situación que mejoró con otro buen instante de la caficultura en los primeros cuatro años de la década de los 50 pues en 1945 con el fin de la Segunda Guerra Mundial volvieron los precios rentables, una dicha que duró hasta 1956.
La bonanza cafetera de los años 70
La verdadera bonanza cafetera se dio en Colombia en los años 70, tiempos de crisis petrolera, inflación elevada y una alarmante pérdida del poder compra de los activos financieros. Eran momentos difíciles y por ello los especuladores optaron por migrar a commodities rentables como café y azúcar, las monedas estaban en plena crisis.
El café tuvo un auge tremendo en este periodo pues entre 1967 y 1972 las exportaciones de café pasaron de 1.800 a 4.200 millones de dólares, el momento era retador porque entre 1970 y 1976 el consumo crecía, pero no así las siembras por las restricciones que existieron y que finalmente condujo a un déficit de los inventarios que pasaron de 56 millones de sacos en 1970 a 22 millones en 1978.
En 1975 hizo su nefasta aparición la Helada Negra en Brasil, situación que puso en rojo la oferta de café teniendo en cuenta que los brasileros fueron y son grandes jugadores en el mercado. Los daños fueron irreparables en Paraná, Mato Grosso y Sao Paulo, un hecho que puso los inventario en 28 millones de sacos, pero como consecuencia del clima el stock se ubicó casi en cero en 1978.
En Colombia el contexto fue otro pues los caficultores vendieron grano a razón de 3,70 dólares la libra en 1975, las dinámicas fueron cambiando con el acuerdo de cuotas y eso llegó al sistema de siembra que dejó de lado el café arábigo para pasar al Caturra, un incremento con costos ambientales considerables porque para sembrar los nuevos palos fue necesario acabar con los guamos, unos árboles de sombra que ayudaban en una buena caficultura. Con esa práctica el país dejó los 3.000 árboles por cuadra para manejar 10.000 por hectárea, una caficultura tecnificada y altamente demandante de abono.
El asunto en cifras gustaba porque con los dineros canalizados entre 1974 y 1976 el parque cafetero creció ostensiblemente al dejar los ocho millones de sacos para exportar 12 millones anuales, nada despreciable. Con esa bonanza los cafeteros estrenaron carro, compraron mejor ropa, mejoraron los equipos y herramientas, pero además quedó plata para viajar y hacerle mejoras a la finca, sin duda tiempos buenos y era entendible porque la carga que a comienzos de 1976 valía 3.500 pesos, a finales de ese periodo lo que incluye diciembre, se pagó a 7.000 pesos.
En los años 80 hubo otro buen momento, más exactamente en 1985, pero el tema se avinagró con la caída del Pacto Cafetero en 1989 y desde allí los precios en un mercado globalizado se fue en picada.
Hoy el café se paga a 3’ 219.000 pesos la carga de 125 kilos, no obstante logró precios en los últimos días por encima de los 3.3 millones de pesos, con todo y el buen reporte en Nueva York, las noticias no alegran a muchos en Colombia porque las alzas en valor llegaron, pero no en cosecha, eso sí, todos cruzan los dedos para que el precio aguante y remunere de mejor manera a los caficultores que hacen la tarea para poner café de calidad en los distintos puertos del mundo.
Los productores quieren que el precio se mantenga y poder decir que la anhelada bonanza volvió, pero tal y como están las cosas aún no se pueden poner serpentinas, aplaudir o iniciar la parranda, la cosecha empieza a finales de marzo y si hay precios iguales a los de hoy el panorama puede ser muy útil, de lo contrario es un billete de lotería con el número, pero con sorteo carente de vigencia.
El productor y exdirector Ejecutivo del Comité de Cafeteros del Huila, Jorge Enrique Montenegro Polanía, le dijo a Diariolaeconomia.com, que los precios altos como los actuales solamente le sirven a la caficultura en tiempos de cosecha, pero dejó claro que hoy no hay café por lo que el pequeño festín lo hacen quienes tienen extensión y todavía recolección a baja escala o “pepeo”, nada significativo ni de gran relevancia para la economía.
A criterio del conocedor el precio del café está muy bueno, empero recalcó que lastimosamente no hay café y expuso que en ese sentido si el caficultor analiza, la cotización está más no la producción porque sencillamente no hay cosecha de café y lo ideal es que se dieran esas dos cosas.
“Eso de que los cafeteros están pasando por un buen momento no es nada cierto porque no se puede confundir un indicador maravilloso en valor con el ingreso real de los productores que no están en plena producción luego realmente no se genera una dinámica económica que pudiera darle al caficultor el recurso necesario en ejercicio de esos buenos precios que se hacen tangibles o palpables en desarrollo de una cosecha. Repito, lo que se quiere es que la recolección se dé con esos buenos precios”, expuso el reconocido experto en temas cafeteros.
Montenegro Polanía afirmó que no se niega el instante de excelentes precios que posiblemente sean la respuesta a la falta de inventarios y a una inexistente producción, es decir que el cafetero hoy no se está beneficiando porque no tiene nada que ofrecer. Lo ideal es que esas cifras sean las mismas para los meses de marzo abril y mayo y todos los ciclos de cosecha.
A juicio del caficultor, se puede hablar de bonanza cuando hay muy buenos precios, excelente productividad y amplio tiempo, todo bajo condiciones ideales, solo bajo esos parámetros puede hablarse de bonanza, de lo contrario nada tiene asidero. Hoy, recalcó, NO hay bonanza y el boom está solo en los precios solo que no hay producción o cantidades de café.
Dijo que el pepeo ayuda a algunos que siguen recolectando algo de grano, pero insistió en que solo con una cosecha máxima, usualmente entre abril y mayo, los precios actuales pueden llevar a una bonanza.
“La ecuación infortunadamente no es completa porque hay muy buenos precios, pero nada de cosecha, un indicador estéril, pues solamente recolectando grano, los productores pueden hacerse con esos valores en el café”, apuntó Montenegro Polanía.
Las lluvias, una buena noticia
Finalmente el versado en café dijo que las lluvias que caen por estos días le hacen mucho bien a la caficultura porque garantizan cosechas y buenas condiciones para el productor, aunque anotó que en asuntos de café lo mejor es que todo vaya pasando porque en esta siembra lo impredecible generalmente llega.
“Desde luego el clima actual favorece no solamente al café sino a los cultivos y ese relevo entre lluvia y sol es una situación atmosférica ideal para el café. La cosecha puede venir ideal, pero lo mejor es esperar y no incurrir en especulación porque eso puede afectar los precios, en caficultura la prudencia es un insumo vital”, anotó el ex Director Ejecutivo del Comité de Cafeteros del Huila.
Café Pacundí, buen ingreso invita a seguir sembrando café
A su turno, el Gerente de Café Pacundí Héctor Delgado manifestó que, si bien hay precios altos, estos no se le deben ni a Petro ni a Uribe y menos al Gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, es tan solo un ejercicio de mercado en donde a menor oferta, mayores son los precios y como el café es un producto consumido mundialmente, cuando escasea aumenta su valor.
Anotó que en estos momentos no hay café porque en Brasil hay enfermedades y heladas, pero también en Asia influye la transición de cultivos de café. Dijo que no puede dejarse de lado que también en el globo hay una migración de lo rural a lo urbano lo que redunda en menor mano de obra, un lío no solo de Colombia sino un fenómeno mundial en donde ya, muy seguramente, muchas personas han dejado de cultivar.
El buen precio, explicó le sirve con cosecha al agricultor, pero dificulta la actividad del transformador o de la agroindustria que debe invertir más pesos para poder comprar la materia prima. El alto precio puede castigar el consumo habida cuenta que la gente deberá pagar más por un buen café pues finalmente la fuente de los precios causa un impacto en los precios al público del producto terminado.
Todo esto demuestra que lo más recomendable es seguir sembrando café, pero con la paciencia que pide el ciclo de producción, un aguante de cinco o seis años, toda una siembra marcada por el compromiso en donde las plantaciones no se derrumben solamente porque cayó el precio. En ese sentido, subrayó que como en todo la lealtad con el cultivo realmente paga.
En su análisis, Delgado dijo que Colombia tiene en el café un aliado estratégico para hacer sustitución de cultivos, pasar de lo ilícito a lo lícito en donde la rentabilidad cafetera podría ser interesante por remuneración, pero además por tranquilidad y un cambio de vida trascendental por cuanto la caficultura ofrece oportunidades, dignidad y otros roles que involucran afortunadamente a la familia y a las comunidades.
El café, insistió, es la mejor alternativa en rentabilidad y logros en las metas de paz que tienen los departamentos con mayores índices de violencia y allí el gobierno colombiano tendría que hacer una labor juiciosa en cultura y trabajo porque finalmente detrás de la coca han surgido nuevas culturas en donde todo es impositivo. Unas buenas siembras de café llevarían sosiego y unas entradas económicas apropiadas para quienes se lancen al apasionante mundo del café, abandonando unas siembras que tanto daño le hacen a la humanidad.
“Yo sé que no todos los adictos en el mundo van a dejar de consumir cocaína y otras sustancias que matan y destruyen sociedades, pero lo ideal es que no sea Colombia el país que produzca y suministre alcaloides, lo que se quiere es tener un país agrícola lleno de café, alimentos y materias primas, toda una reactivación de la economía agropecuaria, lo que siempre nos ha identificado. Necesitamos llevarles cosas buenas a las personas en todo el planeta, una labor loable que debe ejecutarse garantizándole dignidad al campesino que tanto necesita retomar la rentabilidad y la misma sostenibilidad”, dogmatizó el empresario.
Anotó que sería grandioso que el Gerente General de la Federación Nacional de Cafeteros acompañado por los ministros de Agricultura, Comercio, Educación y las mimas embajadas, fueran por todas las regiones vulnerables llevándoles propuestas puntuales a las comunidades para que hagan la transición al café y cultiven grano y el nuevo país, el de la legalidad.
Desde su perspectiva, Colombia no debe quedarse en cafés especiales y sus múltiples variedades pues en zonas cálidas y planas sería ideal iniciar siembras de robusta para que los industriales colombianos tengan la posibilidad de los dos tipos de café y asegurar con ello mezclas de gran característica para ir con toda tranquilidad a los mercados internacionales y replicar lo de Suiza que cuenta en sus torrefactoras con café de todo el mundo.
Solo con la facilidad de cafés suaves y granos tipo robusta, Colombia podría tener una adecuada transformación que no solo podría marcar un hito por las calidades que pueden resultar sino por los bajos costos que ayudarían de manera importante al procesador.
Igual propuso facilitar la importación de cafés robustas de Brasil y Ecuador para hacer transformaciones que lleguen a consumidores internacionales que piden otro tipo de café y una tostión totalmente diferente.
Hoy el Casanare tiene siembras y proyectos experimentales de robusta con muy buenos resultados, algo que lleva a pensar que si un piloto resulta bien en una región podría llevarse a otra para aumentar el radio de soluciones y tener con esa opción materias primas a la mano.
Delgado anotó que importar cafés tipo robusta es prudente porque hoy el mundo no quiere mayoritariamente café diferenciado sino la usual bebida regular, esa que lleva mezcla y se sale del caché que generalmente lleva una bebida especial, el tema es que el cliente en otros países busca productos baratos o cafés más fuertes entre tantas cosas.
Esa tendencia se ve en Italia, España o Turquía por citar algunos países en donde quieren cafés más fuertes y por ello la idea es sembrar robustas en áreas importantes para que den las cantidades necesarias para venderle al mundo, de igual manera poder importar ese tipo de grano para tener un gremio caficultor también metido en la transformación.
El tema de las pasillas importadas, bien sea de café suave o robusta, es a la fecha un tremendo debate en salud pues mucho se habla del cáncer que este tipo de material puede causar en los seres humanos. Sin embargo, el empresario dijo que en pasillas las hay de mala, regular y buena calidad, una situación que obliga a entrar en los estándares aplicables para un confiable consumo, un tema que lleva a poner techos y pisos pues no se trata de importar o exportar basura, tan solo café de distinta cualidad, un robusta fuerte y duro, ese que tanto gusta en el extranjero.
Un aspecto en el que se debe ser muy claros y honestos es en decirle al consumidor nacional o internacional, qué porcentaje de café es colombiano como también el origen y la cantidad de café que viene de afuera ya que en Colombia hizo carrera vender café de mala calidad importado en bolsas muy bonitas que hacen pensar que se trata de café colombiano cuando la realidad es otra, pasillas muy malas obtenidas en Colombia revueltas con otras importadas que no traen ni su trazabilidad, un Blend demoniaco y nada decoroso.
Igual la industria debe analizar muy bien qué tipo de materia prima puede ser más útil por calidad, precios y característica pues un robusta nacional podría tener mejor comportamiento y de acuerdo a la tasa de cambio mucho más negocio, igual como dice el contertulio, habrá que ver a futuro si los volúmenes abastecen la industria local.
“En café pasa como en los lácteos, las industrias deben informar cuando un producto lleva lactosuero para que el consumidor tenga certeza de lo que está consumiendo”, dijo Héctor Delgado afamado transformador de Pacho, Cundinamarca.
Sobre los altos precios del café, Delgado afirmó que si logran extenderse hasta la cosecha será una noticia venturosa para un sector que trabaja duro y merece lo mejor, ello, apuntó, debería traducirse en mejor calidad de vida, pago de acreencias y optimización de las fincas, pero el tema, recalcó, es que las cotizaciones esperen la cosecha.
Aclaró que en café no han aumentado las cantidades porque muchos cafetales han sido sometidos a muchas situaciones, es decir, ahora mismo, el cafetero ve los altos costos, pero seguramente el cafeto esté zoqueado, un proceso más austero que la poda porque conlleva a remover buena parte del tronco y sus tallos, dicho de otra forma, unas matas intervenidas y en recuperación.
Aparte de la zoca, expresó el industrial, no es extraño ver cafetos afectados por el clima que afectó la planta impidiendo cosechas abundantes. Por otro lado, detalló, la cosecha viene a finales de marzo y comienzos de abril, es decir que los productores no han sacado provecho de los altos precios, todo se reduce a “pepeos”, pero nada más.
Ahora, manifestó, resta esperar que el café salga en abundancia y de muy buena calidad para que los caficultores puedan disfrutar de unas cotizaciones que de verdad se merecen unos caficultores totalmente de minifundio como se ve en Pacho, la región del Rionegro y generalmente en Cundinamarca.
“Aquí en Pacho un cafetero tiene como máximo tres o cuatro fanegadas, los grandes cultivos de café los tuvo el departamento a finales del siglo XVIII y en la alborada del siglo XX”, puntualizó el Gerente de Café Pacundí.
La marca sigue creciendo, en 2024 el café viajó a Texas en donde tuvo buena acogida razón por la cual este año la empresa siguió despachando bebestible a esa región de Estados Unidos. Si bien hay pedidos de cafés regulares que salen sin engaños, Pacundí también brinda para el rincón del mundo que sea cafés de especialidad como Borbón Rosado, Borbón Rojo, Geisha, Típica, Ombligón, Caturra, Tabi, Java o el que pidan.