Sábado, 16 Septiembre 2017 01:03

Con un agro fortalecido es posible sacar la pata del barro: Cornpepag

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Según los agricultores, el proceso de paz per se es algo favorable, pero requiere de tierra, semillas y de una economía solidaria que entusiasme a muchos a retomar las labores agrícolas y pecuarias. Dicen que Colombia Siembra fracasó.

Quienes viven en el campo, lo sufren y lo conocen, aseguran que la pobreza absoluta no desaparece sobre todo en las familias que viven en la otra Colombia o en las zonas apartadas donde no llega el estado con sus beneficios. En esas zonas no hay luz eléctrica, no conocen la dignidad, no conocen la televisión, no saben de agua potable, jamás imaginan un baño con batería y menos saben de calidad de vida como un todo. Es tanta la pobreza y el atraso que muchas personas que habitan ranchos de bareque cocinan aún con leña en hornilla de piso. Es increíble, pero después de siglos de conquista se puede aseverar que tuvieron mejor nivel de vida las culturas precolombinas como los Muiscas, de eso no cabe la menor duda entre otras cosas porque comían de manera abundante, exótica y sin químicos.

El presidente de la Corporación Nacional de Pequeños Productores Agrícolas, Cornpepag, Bonisalvo Susa Molina, le dijo a Diariolaeconomia.com, que para que la paz sea posible al 100 por ciento es necesario contar con un agro fuerte, una agroindustria justa y una inversión rural para optimizar la productividad y mejorar en competitividad.

Demandó del gobierno compromisos y le dio la bienvenida a la cooperación internacional que muy seguramente ayudará a los productores para que siembren, cosechen y hagan transformación porque sabe que la verdadera utilidad está en el valor agregado.

Precisó que el campo en Colombia como negocio no es rentable porque infortunadamente el valor de los insumos es altamente elevado. Aseveró que para que las cosas en el agro marchen bien hay que corregir muchas cosas y también meter en cintura algunas mafias que como las del fríjol hacen con el mercado lo que quieren porque revuelven las calidades y pagan el grano de calidad a valores irrisorios, es decir que el campesino que siembra calidad es víctima de la “parveada” en la Central de Abastos.

A juicio de Susa la política agropecuaria debe tener en cuenta a la mujer cabeza de hogar, mejorar la educación y fomentar el estudio vocacional. De igual manera afirmó que la tasa de interés para el productor del campo debería ser la mitad de la que cobra la banca comercial que aún estando en un 50 por ciento, al compararla con la tasa de otros países, resultaría sumamente onerosa. Otra salida sería la cobertura de precios en las cosechas con el fin de que los ciclos no impacten la rentabilidad.

Explicó que los campesinos enfrentan el hambre con productos de pancoger como la guatila, la calabaza, la arracacha y el maíz. Dependiendo de los pisos térmicos, indicó, también hacen uso de la pesca que sobrevive porque la minería acabó con muchos afluentes y prácticamente envenenó las aguas dulces de dónde venían buenos peces para la mesa.

A criterio del dirigente, las gentes del campo, y muchas de la ciudad, que por lo general no tienen ingresos que les permitan respirar muy tranquilos, adquieren como productos básicos arroz, pastas, huevo, plátano, papa y panela. La carne, señaló, poco se ve y hay regiones tan pobres en las que se come carne cada dos meses y eso cuando alguien sacrifica un animal en su predio. “Hay sitios de Colombia en donde comer carne es todo un acontecimiento”.

Hoy hay un lío de consideración y es que la producción agrícola está disminuyendo porque el campesino no cuenta con recursos para invertir en sus hectáreas o fanegadas destinadas para el cultivo. Hay zonas en Boyacá en donde hace ocho años eran sembradas y cosechadas 400 cargas de papa, hoy esa producción bajó a 150 cargas lo que habla por sí solo del abandono de un campo que necesita inversión y un revolcón total en la forma de producir pues la asociatividad es la única salida para hacerle frente al clima, a los TLC y a los intermediarios.

“Hace ocho años estábamos llenos de indígenas ecuatorianos que vendían sus ruanas y sus confecciones, hoy casi no se ven porque el gobierno de Quito implementó modelos campesinos para fomentar la productividad y los que estaban en Colombia decidieron regresar a sus campos en donde hoy viven dignamente con ingresos por el esquema de microempresas rurales”, anotó el presidente de la Cornpepag.

Para Susa la asociatividad en el campo es determinante porque todos trabajan en grupo, pero igual ganan en grupo y con calidad de ingreso porque a la fecha hay campesinos que trabajan muy duro y no devengan más de 200.000 pesos mensuales. Añadió que muchos productores viven empeñados, debiendo hasta la camisa a los bancos o a los indeseables sistemas de gota a gota.

Las asociaciones productivas y los fondos rotatorios en el agro, exteriorizó el dirigente campesino, son las claves para que la agricultura sea viable y así lograr que muchos campesinos pobres saquen la pata del barro, básicamente los pequeños productores. Advirtió que de seguir con la intermediación y con un campo envejecido y poco productivo, el país perderá su autoabastecimiento y pondrá en jaque la seguridad alimentaria.

Los campesinos no esconden su tristeza cuando se habla de importar alimentos porque saben que en Colombia hay potencial para sembrar y alimentar a los nacionales e inclusive generando oferta exportable. Dicen que traer arroz, arveja, lenteja, maíz o lácteos es absurdo cuando en Colombia hay producto agrícola de mucha calidad, pero esa conciencia, aseguran, no la tienen los gobiernos.

“La mano de obra en el campo como pasa en el café está envejecida y por eso muchos hablan de encarecimiento en los jornales y la verdad no es que sea así lo que pasa es que bajaron ostensiblemente los rendimientos. Tristemente a muchos jóvenes del campo se los tragó la ciudad y los que se tuvieron que quedar fueron atraídos por la hoja de coca, es decir que el problema no es menor”, apuntó Susa.

Los productores de fríjol y la Corporación buscan crecer para educar personas jóvenes para el campo y por ello no descartan pagar universidades con carreras afines a la ruralidad para que los profesionales de la economía agropecuaria sean formados por los frutos de la tierra.

Colombia Siembra, fue un fracaso

En opinión del presidente de la Corporación Nacional de Pequeños Productores Agrícolas, el programa estatal Colombia Siembra fracasó porque en principio fue presentada como una figura muy buena para los pequeños productores, pero lamentablemente ésta se deformó en la implementación porque no llenó las expectativas de los productores del campo.

De otro lado, indicó Susa, Colombia Siembra resultó siendo un crédito igual a los que otorga el Banco Agrario, razón por la cual muchos agricultores que estaban reportados en las centrales de riesgo, no pudieron salir adelante porque hubo trato o manejo de banca comercial.

Como si fuera poco hubo unos productos que tenían Incentivo a la Capitalización Rural, ICR, del 40 por ciento de descuento en el crédito, pero resultó que cuando lo pequeños iban a reclamar ese ICR, los grandes ya habían cobrado y el cupo para los pequeños fue casi que de cero.

Para el líder campesino, palabras más, palabras menos Colombia Siembra fue como un hermanito gemelo de “Agro Ingreso Seguro” porque si bien no estuvo salpicado de corrupción, si fue adaptado para las grandes chequeras dejando al agricultor más vulnerable de lado.

Indicó que las Unidades Municipales de Asistencia Técnica Agropecuaria, UMATAS, generaron igualmente una expectativa en las regiones porque se desplazaron a los municipios vendiendo una idea grandiosa porque “Colombia Siembra” era la salida con desarrollo a la problemática rural del país, pero definitivamente nada positivo sucedió.

“Ahí está la triste y cruda realidad de los campesinos, yo no sé de dónde el Ministerio de Agricultura y el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, sacan tantas cifras e indicadores favorables en la ruralidad cuando el campo colombiano todavía no ha empezado a recuperarse de las pérdidas que dejó el conflicto armado, pero que hoy permite ver el futuro con optimismo solo si hacemos la tarea al derecho y dejamos de pensar en los labriegos estadounidenses o europeos porque de seguir así, las cosas en lo social, en lo político y en lo económico no serán viables así algunas entidades nos pinten pajaritos en el aire”, sentenció Bonisalvo Susa Molina.

Este productor del campo manifestó que el campo solamente puede ser rentable y productivo con la tecnificación rural, con transferencia de tecnología y mecanización más ahora que las familias que habían partido hace veinte años están regresando a sus fincas para ver como las reactivan, pero sin respaldo ni eco estatal porque según el vocero, muchos están desilusionados ante el desdén que se avizora.

Diferente al nefasto ayer, los campesinos tienen confianza y quieren trabajar lo cual explica el por qué muchos jóvenes están quedándose en los campos, pero es allí en donde debe estar el gobierno diciendo “Aquí estoy”.

En Colombia y en cualquier parte del mundo la paz se hace con inversión social y eso lo tienen claro algunos congresistas y el ministro del Posconflicto que saben que el campo urge de una renovación para lo cual es perentorio contar con un ministro de Agricultura que sea idóneo de las labores agropecuarias y que no sea por un ratico sino por mucho tiempo porque un funcionario en la cartera agraria de un año no es funcional ni conveniente para la política estatal agropecuaria.

Cornpepag dice que un ministro de Agricultura debe estar en su cargo mínimo cuatro años para que pueda sacar adelante la política pública del agro y pueda darle derrotero a los proyectos para que tengan indicador de ejecución y todo el acompañamiento porque hay casos en donde hubo ayuda para los campesinos y meses después resultaron con las manos vacías.

Una opción para la ruralidad es formar microempresarios del campo a través de los proyectos y haciendo uso de los grandes fondos rotatorios que se pueden ir conformando con los mismos emprendimientos o planes productivos que luego de un buen aporte puede subsidiar productores que a su vez son los dueños de fondo.

“Al conformar el capital de trabajo y tras haber afianzado las asociaciones para la compra y venta de fríjol así como de otros productos agropecuarios podría implementarse un modelo de compra de insumos a escala con lo cual bajarían los costos de producción y ese argumento inclusive lo comparten multinacionales de la agroquímica que operan en Colombia. Hoy en día para que a un pequeño agricultor le llegue un bulto de abono o un insumo como el Fitoraz hay que esperar que pase por cuatro intermediarios”, apuntó el presidente de Cornpepag.

Insistió en las inversiones que deben hacer los sectores público y privado en el campo colombiano que está llamado a ser una de las más importantes despensas del mundo por la calidad de suelos, por el clima, por el medio ambiente y por la capacidad de trabajo de los agricultores que desde hace 40 años vienen perdiendo plata y siguen apostándole a los predios productivos como pasa con la papa.

A propósito de papa, un bulto cuesta 20.000 pesos y muchos ignoran que para poder venderla hay que adquirir una carga de costales que cuesta 9.000 pesos, 500 pesos la cabuya y 20.000 pesos de jornal, es decir hay una crisis manifiesta que aparte de los pequeños productores y los afectados, nadie quiere ver.

Una necesidad de los productores campesinos es contar con infraestructura de transformación con valor agregado porque el gobierno invirtió, según Susa, en unos elefantes blancos, porque hubo dinero para la procesadora de yuca en Manizales porque se quedó en esa raíz y no amplió la línea de procesamiento con más productos adelantando lo que se conoce como economía de escala.

La Corporación Nacional de Pequeños Productores Agrícolas agrupa 30 asociaciones en los 13 departamentos productores de alimentos en donde el cultivo de fríjol se articula con maíz, verdura, tubérculos, frutas, cultivos exóticos, lácteos y otros productos.

“El modelo de fondo rotatorio con indicador de ejecución, es el único que salvará al campo colombiano porque en ocho años podríamos tener no menos de 50 microempresas rurales muy competitivas a nivel nacional y porque no a nivel internacional porque aparte de participar en la producción primaria se pueden ir consolidando como cadenas comercializadoras para llegar a las grandes tiendas y al gran comercio con un solo intermediario que en este caso sería la asociación de productores, es decir hay una idea concebida en el campo y muy en favor del campo”, expresó Susa.

Hoy la cadena de intermediación se queda con casi el 100 por ciento de las utilidades en desmedro de los campesinos que de adoptar esta figura podrían contar con asociaciones ganadoras y con fondos rotatorios eficientes que brinden tranquilidad e inclusive una utilidad que debe ser destinada a mejorar la calidad de vida de los campesinos.

En este momento hay un anteproyecto listo el cual vale 57.000 millones de pesos, pero que en marcha les llevará beneficio a 14.264 productores incluidos los del Caquetá que fue otrora zona de conflicto. Igual beneficio recibirían los frijoleros de la bota caucana y de varias regiones del país.

Este proyecto que fue diseñado por los productores ha tenido buen recibo en el ejecutivo y en todo lo que tiene que ver con tareas y modelos para la paz tanto públicas como privadas, advirtiendo que sería muy útil el concurso de la Unión Europea y de otros organismos multilaterales.

Ahí están los productores del campo esperando soluciones porque necesitan poner sus tierras a producir, necesitan transformar, requieren de distritos de riego y mejoramiento en la producción.

En asuntos de medio ambiente hay mucho por hacer porque las siembras de fríjol le quitan al ecosistema 480.000 árboles anuales, de todas maneras una agricultura de este alimento hecha con responsabilidad reforesta y crece hasta generar 955.000 jornales por año.

Allá están los agricultores, aperados de ruanas, pantalones de overol y gruesos sacos en las tierras altas de páramo en donde la neblina no deja ni asomar, además porque lo espesa de ésta invita a estar en casa al calor de un cafecito o una aguadepanela recién hecha, esa que combate el frío del recinto con los vapores de la ebullición de la dulce y rica infusión.

De todas maneras con el mismo frío, con lluvia y con tan solo un café ese mismo campesino debe madrugar a ver campos de cultivo y a ordeñar las vacas lecheras.

En un muy diferente escenario, otros labriegos enfrentan un sol intenso y sofocante que incomoda y produce una sed insoportable que hace beber agua cada minuto. Bajo esas inclementes temperaturas igual hay que sembrar, regar, fumigar y cosechar, no hay tiempo para renegar ni para los lamentos. Lo cierto es que los agricultores del llano, de la Costa Atlántica, de los valles, de las montañas de picos blancos, los cafeteros, los de la selva y todos los que ponen el pan en la mesa de todo un país sufren su trabajo, lo soportan a cambio de desprecio, ironía y una remuneración más que humillante. Ojalá y todo cambie porque una Colombia con vocación agrícola sin agricultura es difícil de imaginar.

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