Miércoles, 03 Junio 2020 12:51

Pandemia cambió al mundo y a sus sistemas de producción

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Asinfar y su capítulo agro dicen que con el agotamiento de la globalización se vienen grandes retos al amparo de la evolución económica.

Para nadie es un secreto que el mundo será otro después de la pandemia, los seres humanos saben que están arribando nuevos retos, pero igual nuevas amenazas que finalmente son la consecuencia de un planeta desbordado en chimeneas, plásticos, químicos, cáncer, deforestación, pobreza y el surgimiento de las llamadas enfermedades huérfanas. Todo llegó a un punto de saturación y con el fácil transporte de enfermedades, unas nuevas, otras de regreso, sobrevinieron el pavor y muerte lo cual unido a las quiebras y postración económica, hizo que los países indiscutiblemente archivaran el modelo económico, enviando la globalización y sus secuelas al archivo histórico.

Asinfar Agro, hizo un análisis juicioso del nuevo escenario y dejó sobre la mesa unos puntos que sin lugar a dudas ponen a más de uno a pensar. Saquen ustedes mismos sus propias conclusiones.

La crisis del COVID-19 ha afectado a todos los sectores de la economía local y global al detener casi en su totalidad la producción. Los cambios en las perspectivas personales y sociales, así como las oportunidades que de este hecho se desprendan requieren entender una serie de factores y fenómenos ya existentes que la crisis evidenció y aceleró, y que abren nuevos caminos para la mejora del sector agrícola en un futuro próximo.

El agotamiento de la liberalización económica internacional, la ruptura de las cadenas globales de suministro, el creciente proteccionismo, la parálisis de la OMC y la pérdida de dinámica en la negociación de tratados de libre comercio, evidencian un cambio importante en la evolución económica internacional. Hay muestras claras de este proceso como el Brexit en el Reino Unido, en endurecimiento de las leyes migratorias en Estados Unidos, las sanciones comerciales de Estados unidos hacia China y Rusia, la adopción de decenas de medidas proteccionistas en diversos países.

Tal es la crisis que aun voces que han defendido por décadas la liberación comercial ahora llaman a fortalecer la intervención del Estado. Hoy, el mismo gobierno ha cambiado su discurso, ahora, hablando de la defensa de la producción nacional, pero sin adoptar medidas concretas que viabilicen esto como la prioridad para las compras nacionales o el aumento de aranceles.

 

Las cifras y el contexto

Son bastantes los desafíos productivos del país en estos momentos. Incluso el ministro de Comercio, Industria y Turismo, José Manuel Restrepo el pasado 17 de abril mencionó que “trabajamos en motivar la producción nacional” (El Espectador, 2020), aceptando que el sector agropecuario y de alimentos tiene la necesidad de reactivarse, pero sin tomar las medidas correspondientes. También, en el comercio internacional, como distintos académicos mencionan “la pandemia del COVID-19 ha desvelado falencias institucionales en la adopción de medidas de subsidios, apoyo y estímulo a la población y empresas, así como de la capacidad de las entidades públicas para responder a la emergencia sanitaria. Pero, además, una vez superada la fase de mitigación y supresión del virus, se abrirá la posibilidad de debatir -con evidencia empírica sólida- los impactos negativos causados con anterioridad por la reducción del aparato estatal y productivo nacional” (Restrepo y Valencia, 2020).

Uno de los objetivos de Estados unidos en el TLC con Colombia fue disputar el mercado colombiano de maíz y otros cereales. Como en el acuerdo CAN – Mercosur se aplicó la franja andina de precios, esos países que eran los principales exportadores de esos productos hacia Colombia fueron desplazados por la producción de Estados unidos como resultado del TLC, por lo que éste aumentó su participación hasta el 99 % entre 2015 y 2017 desplazando a Argentina y Brasil como los principales proveedores de maíz para Colombia. Esta tendencia cambió en 2019 cuando las ventas de maíz desde Brasil y Argentina hacia Colombia ganaron mayor participación desplazando las ventas de Estados unidos, hasta poco más del 66 % por cuenta de problemas logísticos y de transporte en este país por problemas invernales. A la vez, Estados Unidos, en el reporte del Departamento de Agricultura del pasado 31 de marzo destaca que Colombia es el mayor comprador de productos estadounidenses agrícolas en Suramérica con compras valoradas en USD 2.700 millones y que “las oportunidades para los productos agrícolas de Estados Unidos abundan en Colombia luego de que se suscribió el TLC”.

Con este panorama, el gobierno expidió el pasado 7 de abril de 2020 el decreto 523, el cual suspendió el Sistema Andino de Franja de precios en productos como el maíz hasta el 30 de junio prorrogable por tres meses, lo cual fomentaría el suministro de estos productos al país ante la carencia de producción, vital para el consumo de animales, la cual es resultado de las distintas negociaciones comerciales.

Ya el mismo Departamento de Agricultura de Estados Unidos, en 2019, había mencionado en su boletín de promoción que “el mercado colombiano es uno de los más prósperos para incrementar las exportaciones de alimentos y productos agrícolas, gracias a las oportunidades abiertas por el TLC, que están permitiendo que las ventas estén alcanzando niveles récord” (Portafolio, 2019), destacando el aumento en 10 veces las ventas de maíz y de 6 veces de soya y harina de soya. “En resumen, señala, la agencia gubernamental, a partir del 2012 las exportaciones agrícolas se han más que duplicado, alcanzando una cifra de USD 2.900 millones, al cierre del 2018. El aumento de la demanda de alimentos y las condiciones arancelarias favorables, han contribuido a dicha expansión” (Portafolio, 2019).

Esta situación se suma a las importaciones de alimentos que en Colombia llegan a los 14 millones de toneladas para el año 2019. En promedio, el crecimiento de estas importaciones es superior al 5 % anual entre 2016 y 2019 y las cuales están explicadas en mayor parte por las importaciones del sector agropecuario, seguido por la elaboración de productos alimenticios y por último las bebidas.

La evidencia del peligro que esto ha planteado a la capacidad de producción colombiana es notoria hasta el punto de que las mismas fuentes gubernamentales lo han tenido que reconocer El ex viceministro de Agricultura, Luis Arango Nieto, menciona que “depender hoy de alimentos foráneos es un riesgo”, y agrega que “hay países cerrando las exportaciones de alimentos:

Serbia y Kazajistán en harina de trigo, aceite de girasol y hortalizas; Rusia en trigo y granos procesados; Vietnam y Filipinas en arroz; Honduras y El Salvador en frijol rojo. Estos países poco afectan a Colombia, pero en el futuro otros países pueden tomar medidas similares” (Portafolio, 6 de mayo de 2020).

Las ventajas y protección que hoy ofrecen otros países al sector agropecuario, entendiendo la situación actual, muestran que Colombia se encuentra lejos de esa realidad. Las importaciones de alimentos y bebidas en el país ascienden a los 14 millones de toneladas para el año 2019 y, según la SAC, más del 30 % del consumo nacional de alimentos es importado, y presenta un crecimiento superior al 8 %, tan solo para el 2019, en las importaciones de productos de cultivos agrícolas permanentes y transitorios.

 

Conclusiones y perspectivas

La actual coyuntura indudablemente ha mostrado la importancia de la producción nacional ante la desaceleración del comercio mundial, las medidas de limitación de las exportaciones de algunos países, además de que sectores productivos como el sector agropecuario juegan un papel importante en este caso y es el llamado a liderar las nuevas políticas productivas, dejando a un lado las crecientes importaciones. Analistas y expertos coinciden en que esta es la oportunidad para el país para volver a hablar de la producción nacional, no solo por hablar de mayor producción y generación de valor nacional, sino por un tema de seguridad alimentaria, la cual las importaciones ponen en riesgo.

Los que antes defendían al libre comercio como la forma de lograr desarrollo en los países han tenido que modificar sus enfoques. La eliminación de aranceles no debe afectar a la producción nacional. Bienvenido el comercio y la competencia, pero la economía debe cuidarse del comercio desleal subsidiado en otros países, al mismo tiempo que se incentive y se cuide el esfuerzo del productor nacional, que a su vez es la fuerza que estimula el trabajo y el consumo.

Los retos de política serán crecientes y las decisiones relacionadas con los créditos, la producción y la reorganización del sector agropecuario serán fundamentales para la nueva hoja de ruta de este en el país. Un eje fundamental en esa discusión serán los beneficios que han otorgado los TLC a productores extranjeros y que han afectado sectores que hoy son fundamentales para el desarrollo del país y vitales para afrontar la problemática actual, uno de estos sectores es el agropecuario, importante para lograr la llamada soberanía alimentaria. Asinfar - Agro invita al fortalecimiento de la Industria nacional, de los programas de sustitución de importaciones y al compromiso del país con el Agro.

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