Sábado, 21 Septiembre 2024 06:34

La caficultura es un activo y no debemos abandonarla: productores

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La caficultura es un activo y no debemos abandonarla: productores Imagen-de-Diego-Leite-en-Pixabay

Los momentos son difíciles, el clima castiga y la comercialización no es justa, pero el café no puede morir y debe seguir llevando progreso y calidad de vida al campo.

En la vida es común pasar por algunos procesos y experiencias hasta que definitivamente encontramos nuestra vocación y es justo allí cuando abrimos el derrotero por el cual irá cada una de nuestras vidas. Igual hay que reconocer que algunas personas encuentran todo hecho ya que sus familias trabajaron tan duro que con esfuerzo y compromiso dejaron fincas, explotaciones o empresas, un patrimonio que se heredó, en unos casos la continuación del éxito, en otros el caos y el punto final a una tremenda historia. Sencillamente somos humanos y tan proclives somos a los grandes logros como al fracaso, igual a recapacitar y volver a trazar la hoja de ruta, nunca es tarde.

En asuntos de café las narraciones podrían ser infinitas por cuanto a todos los productores y a sus familias ese tipo de siembra les dejó muchas marcas, recuerdos y anécdotas que van desde lo más jocoso hasta lo fantasmal, escabroso por temas de violencia así como sentimental porque con el café nacieron amores, llegaron hijos y crecieron esperanzas, pero así mismo se fueron padres, hermanos, hijos, amigos y enormes recuerdos, en fin, en esa agricultura hubo espacio para reír, llorar y lamentar, eran tiempos difíciles en los que apenas se construía país y en los que algunos con cuestionables prácticas querían ser dueños de todo, hasta de la vida.

Un ejemplo fue la Colonización Antioqueña que empezó a finales del siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XX, un proceso social y económico que le dio origen a los latifundios y minifundios. En esos tiempos se fundaron poblaciones y ciudades desmontando selva con machete y hacha, el aguante fue importante y grandes aliados los animales utilizados para la fuerza motriz como bueyes, mulas, caballos y burros. Las primeras salidas de Antioquia permitieron la fundación de Sonsón en 1797, Abejorral, 1808 y Aguadas en 1814. De todas maneras, la colonización tomó mayor fuerza en 1870 y se extendió por territorios promisorios como sur de Antioquia, Caldas, Risaralda, Quindío, Norte del Valle y Tolima.

 

 

En el siglo XIX llegó la expansión cafetera y tomó impulso la exportación del grano haciendo de la siembra una bendición para los nuevos departamentos pues permitió crear novedosos capitales que potenciaron la industria y el comercio y le dieron mayor valor a la tierra.

Dentro de ese proceso de colonización hubo salidas al norte y el occidente de Antioquia, pero estas no alcanzaron a tener la importancia de las migraciones y conquistas del sur. Luego vinieron otras campañas por fuera de la Colonización Antioqueña hacia el sur del Huila, el Caquetá y los departamentos del Trapecio Amazónico, algunas no han parado en este sector del país.

El café que tuvo sus inicios en la cordillera oriental fue de buen recibo en los suelos de las cordilleras central y occidental con lo que inició una historia espectacular llamada caficultura, prácticamente la identidad de un pueblo y de una espectacular nación.

Uno de los departamentos que se focalizó en los cultivos de café de comprobada y certificada calidad fue el Huila, región que hoy exporta no solo materia prima sino café diferenciado, un producto de tantos atributos que ha enamorado distintos mercados.

 

 

En diálogo con Diariolaeconomia.com, el caficultor Ricardo Medina Ochoa dijo que la caficultura puede tener encima mil problemas, pero aseveró que por ningún motivo debe abandonarse porque es un activo de gran valía que no puede perder Colombia un país obnubilado por las modas agrarias como la ganadería o siembras como el aguacate Hass y otras, pero siempre importante y determinante en las exportaciones.

Al avanzar en su plática, Medina Ochoa apuntó que sin duda los momentos son difíciles por donde se le mire, el clima castiga y la comercialización no es justa, pero el café no puede morir y debe seguir llevando progreso y calidad de vida al campo como lo hecho por espacio de 300 años.

El caficultor dijo que por inconvenientes que hayan, dejar de lado la siembra de café es muy difícil porque el mundo sigue demandando café excelso colombiano y el globo tiene claro que una cosa es el robusta de Brasil o de Vietnam y otro capítulo es el café arábica colombiano en donde la exclusividad y atributo se imponen, una gama alta que todos siguen pidiendo y que no dejarán de exigir más aún con el boom de los cafés especiales o gourmet.

Igual hay un consumo alto en Colombia en donde se hace perentorio educar a los nacionales para que compren café de verdad y no permitir el engaño de cafés nacionales tostados que vienen como pasillas de otros lugares, un punto que el gobierno debe tener en cuenta porque puede haber publicidad engañosa y un detrimento considerable en la caficultura.

Un dolor de cabeza es el clima porque llovió durante tres años consecutivos, pero luego vino el milagro de San Isidro Labrador que puso un verano intenso que al parecer por lo que se escucha solo le sirvió a Coca Cola.

 

 

Entre cafeteros se comentan que, en medio del clima y las vicisitudes, el café sigue siendo rentable luego se mantiene el dicho de la región, “el café es el café”, hoy están apareciendo variedades más resistentes una labor para destacar del centro Nacional de Investigación del Café, Cenicafé, y la federación Nacional de Cafeteros, FNC.

En condiciones cada hectárea en la finca del contertulio debe producir por cosecha 50 cargas que es el punto de renta, hoy la producción se encuentra en 30 cargas que a un buen precio salva la papeleta.

El productor aseguró que prácticamente gateó entre cafetales y narró que viene de una familia dedicada al café y por ello su apego a un cultivo que ha sido generoso con las regiones, con su calidad de vida y el desarrollo del país.

Ya con 52 años dice que desde muy niño estuvo entre los cafetos, pero hizo un alto en la actividad para ir a Bogotá en donde la vida lo terminó de curtir pues allí sus manos no fueron suficientes para subsistir, en ese tiempo lo salvó su afinada voz. Las grandes fortunas como se ha observado suelen lograrse en la adversidad y quizás esa fue la conclusión de Medina Ochoa tras su estadía en la fría capital.

La historia empezó con un plan que pintaba muy bien, viajar a los Llanos Orientales, pero en pleno paseo él y sus compañeros de aventura fueron víctimas de un atraco que los dejó sin un solo peso. La situación apremiaba, el estómago mandaba señales y el tiempo no daba espera, el hoy cafetero se acordó de su gusto por la música popular y luego de respirar tomó un bus en donde puso a prueba su talento, cantó, no le fue mal, aparte de los aplausos de un escaso público recibió la primera compensación como artista, dicho coloquialmente, bajó bandera.

 

 

Es increíble pero la delincuencia común hizo que aflorara la vena artística de Ricardo Medina Ochoa pues después del primer día vinieron otros y con ellos un interesante capital ya que hubo buses en los que viajan 30 o más pasajeros. En el comienzo y por los nervios arrancaban de una, pero gracias a los consejos de la gente hablaron previo a la música, inicialmente saludaban, se presentaban y procedían a llenar con letras de Julio Jaramillo el oído del público al que le brindaban una especial serenata que era muy bien remunerada.

 

“Con los temas de la vieja guardia y con todo el preámbulo del caso la gente empezó a dar billete. Amada es imposible borrar de mi memoria. Me persigue el recuerdo de tu extraño mirar, esa risa tan tuya, tus labios tentadores que dejaron su encanto prendido en mi ansiedad”, evocó con canto el caficultor.

 

Esta experiencia vivida por Ricardo, aparte de resultar muy positiva, fortaleció la manera de ver el mundo y los negocios, aprendió a manejar los nervios y el escenario que no solamente es una tarima adecuada, empieza en un andén, un bus o un local de comidas. Fueron meses muy duros, vivió en el centro de Bogotá en el complicado eje de la Avenida Caracas, pero todo eso le sirvió para darles valor a sus ancestros y regresar al Huila a sembrar el mejor café, grano que ha enviado a todo el mundo.

 

“Hay cosas que uno piensan no le van a servir en la vida, primero me subí a cantar en un bus por probar y luego por necesidad, de todo lo que viví en Bogotá saqué muchísimo para triunfar en el café en donde llevo toda una vida y pienso seguir porque no renuncio a esa siembra. Hoy el esfuerzo sí que ha valido la pena porque el café pasó de los dos millones la carga, un precio de referencia muy bueno porque hay que agregarle primas y bonificaciones. Estamos muy contentos con el precio, pero como no hay felicidad plena, hoy el clima nos tiene pensativos”, declaró el señor Medina Ochoa.

 

Mal o bien, Brasil, el referente del negocio cafetero

 

 

Anotó que si bien hay tristeza en Brasil por todo lo que está pasando con el clima, lo que aconteció con la sequía empujó el precio de cafés suaves en Colombia aunque ya hay pronósticos de lluvia, factor que pesa en las cotizaciones que podrían estar yendo a la baja, de todas formas, apuntó, en temas atmosféricos no hay nada escrito y de manera súbita algo puede pasar.

Manifestó que es increíble, pero cuando Brasil llora Colombia ríe y a la inversa porque hay momentos en los que la fiesta se hace el gigante suramericano. En alguna ocasión a un productor colombiano le dijeron en tierra brasilera que el café de Colombia desaparecería porque el mercado lo tenían en la mano y en ese tiempo hubo heladas y climas tremendos que impactaron la caficultura que en su mayoría es robusta para mezcla, unos granos de no muy buena calidad demandantes de café arábica colombiano para mejorar las mezclas.

Un aspecto que no debe obviar Brasil es que así como ellos ingresaron al contrato C exclusivo de Colombia y los productores de café suave, Colombia puede y está entrando en siembras de robusta, grano que pinta muy bien en zonas planas como el Casanare, departamento que ya muestra unas siembras de muy alta calidad, como quien dice que Brasil podría estar poniéndose nervioso porque en Colombia hay suelos propicios para todo. A la hora de citar inconvenientes está el hecho de que Brasil no solamente siembra café en regiones como Minas Gerais, Espíritu Santo y Sao Paulo sino en lugares de la selva amazónica en el que la deforestació0n fue el común denominador tal y como ha pasado con la agricultura a gran escala de soya y maíz, como también en ganadería que le pasarán una factura muy costosa al planeta, fenómeno que viene dándose desde hace varias décadas.

En opinión de Ricardo Medina Ochoa, no siempre caza el tigre y Dios sabe en qué momento le da la mano al caficultor colombiano que lleva más de 300 años sembrando en las montañas que se levantan en las tres cordilleras andinas, un producto que arribó a Colombia por allá en el siglo XVIII con la comunidad Jesuita.

 

 

El famoso “Cofrade” Alfonso Palacio Rudas”, egregio tolimense decía en vida que el café es el único muerto que no se deja enterrar y claro que no se equivocó, además todo parece indicar que Dios toma café colombiano, muy del sur del Huila y seguramente gusta del de Suaza, municipio en donde ha crecido exponencialmente la caficultura.

Anotó que afortunadamente el Huila sigue arriba en la producción de café en donde hay dos características, cantidad y calidad pues el departamento opita es el primer productor de grano en Colombia.

En Suaza el tema es bien particular porque aparte de los granos que se exportan a manera de commoditie, hay un trabajo bastante atrayente con los cafés de especialidad en donde se producen variedades de gran propiedad y con una taza de gran calificación.

Otro trabajo admirable, expuso el productor, se hace en café tipo blend o mezcla de distintos granos y orígenes que le redundan en una taza de caracteres diferentes a las que usualmente se experimentan con café individual de determinada variedad. En opinión del conocedor con este método se logra una taza completa y de mayor equilibrio.

Suaza, por su calidad de suelos está en capacidad de ofertar café en todas sus expresiones, Geisha, Típica, Java, Borbón Rojo, Borbón Rosado, Tabi, Variedad Colombia, Maragogipe, Caturra y Variedad Castillo. Hoy en día a nadie se le hace raro escuchar tantas denominaciones de café, pero en el terruño suaceño sigue tomando fuerza el Borbón Rosado, sin embargo, hay gente muy metida en el tema del micro-lote, el café blend y el impulso de las tostadoras.
Actualmente el producto de café de Suaza sale para otros países con valor agregado a muy buen pecio y con el mayor prestigio.

Si bien el café pergamino sigue siendo un mercado muy fuerte para las mezclas, son importantes los pedidos de café especial de diferentes zonas del mundo. Actualmente hay oportunidad de crecer con el precioso grano en Estados Unidos en donde quieren seguir tomando café no bueno, maravilloso.

El café de Suaza sabe a esperanza, paz, amor, cítricos, caramelo, a bellas mujeres y a paisaje inigualable, toda una síntesis de exclusividad, trabajo, esfuerzo e innovación. Como es usual en el gremio cafetero, la caficultura involucra toda la familia, algo muy encomiable porque se produce café al amparo del techo materno y paterno y recordando los tiempos atávicos de abuelos y fundadores.

En la familia Medina Ochoa el café lleva más de tres generaciones, abuelos, padres y los cafeteros de hoy, una tradición de vieja data en donde los productores valoran la tierra y un cultivo esencial para Colombia para en todas las etapas de la historia a los labriegos les ha ido bien, se vistieron, comieron, compraron herramienta, enseres para la casa y se dieron los gustos que merece quien duro trabaja.

El café, recalcó el agricultor, ha sido un aporte determinante a la economía colombiana, pero igual a las mejoras sociales y a la construcción de infraestructura y bienes públicos, así como aporte al desarrollo rural gracias a un modelo productivo que de replicarse pondría la agricultura como un todo en un nivel mucho más elevado y prometedor.

 

La apuesta es por bio-abonos

 

 

A la fecha Ricardo Medina Ochoa siembra café en 12 hectáreas en donde las cosechas son de gran atributo por la calidad de los suelos, en todo caso, los productores ya piensan en cambiar el chip agrícola desplazando la síntesis química porque de un lado se apartaría a caficultores y consumidores del cáncer y de otro se aseguraría mercado con Europa y otros países en donde no quieren saber de trazas químicas en los alimentos pese a despachar toneladas de agroquímicos a América Latina.

Los caficultores son conscientes que deben entrar en una agricultura de transición, totalmente limpia, sin tóxicos y llena de inocuidad, igual quieren sembrar en predios no conseguidos por deforestación porque igual saben que de ser así la pasarán mal con los países del Viejo Mundo.

 

“Uno agradece que la Unión Europea se preocupe por la manera de producir en Colombia y América Latina, pero genera inquietud que no dan ejemplo y que siguen produciendo venenos para venderlos en este lugar del mundo para luego sancionarnos o cerrarnos las puertas, ahí el tema es de doble moral y falta de coherencia porque nadie que quiera todo limpio comercializa polvo o mugre, es un asunto de sentido común. Algunos países de Europa y otros de Norteamérica han hecho las peores avanzadas en deforestación en sus territorios y fuera de ellos, algo que llama poderosamente la atención”, aseveró Medina Ochoa.

 

Un lío es la falta de cultura del finquero por consumir café colombiano, lamentablemente vende las cargas de café, se las pagan y lo primero que hacen en comprar cafés producidos por la industria que son pasillas, pasadas de tostado y totalmente peligrosas porque desarrollan algunas modalidades de cáncer.