Hasta el cansancio los expertos han advertido sobre los riesgos para la salud humana y la sostenibilidad del planeta de hacer agricultura con síntesis química, ya que esta práctica mata los suelos, envenena los acuíferos y genera todo tipo de enfermedades porque lamentablemente los alimentos están llegando impregnados de tóxicos y patógenos, los mismos que han disparado los casos oncológicos que generalmente no tienen un final feliz.
El manual de las buenas prácticas agrícolas seguramente deberá revisarse porque no se trata de cultivar por cultivar sino de poner semillas de vida en medio de métodos limpios, garantes de salud y compatibles con los ecosistemas. Es urgente hacer la transición hacia las siembras responsables, abandonando todo tipo de exceso como fertilizantes malsanos y un uso indebido de herbicidas, así como de fungicidas.
Desde 1913 como consecuencia de las investigaciones de los alemanes Fritz Haber y Carl Bosch, el hombre ha utilizado fertilizantes artificiales a través de la síntesis del amoniaco sobre la base de hidrogeno y nitrógeno. La fórmula revolucionó la ruralidad productiva, logró una rápida y vertiginosa expansión, pero como todo lo que se hace a gran escala, pasó una elevada factura.
Algunos teóricos aseguran que la síntesis química fue todo un milagro pues sin los fertilizantes originados en ella, aproximadamente el 50 por ciento de la población mundial ya no estaría, el hambre hubiese hecho fácil presa de ella. De cualquier modo, no todos piensan igual y consideran que las siembras pudieron tener otro ingrediente, de perfil orgánico, que hubiese evitado el aterrador indicador actual, un tercio de la tierra cultivable del mundo ha desaparecido en los últimos 40 años, precisamente por la aplicación de químicos.
Hoy las firmas más responsables trabajan en biotecnología sobre la base que el suelo es una comunidad viva y que el 79 por ciento de la atmosfera está compuesta por nitrógeno. En resumen, bacterias más el valioso nitrógeno dan como resultado una espectacular agricultura.
A quienes pensaban que la agricultura sin química no era viable, hoy los trabajos adelantados de manera exitosa en biotecnología enseñan que el patrón iba por mal camino, que la actividad agrícola debe repensarse porque hay alternativas y enormes soluciones para rescatar una ruralidad golpeada, sacarla de la ruina, dándole viabilidad sobre la base de suelos sanos y esencialmente vivos.
En diálogo con Diariolaeconomia.com, el Director Científico de Salus Mundi, Luis Orlando Castro Cabrera, aseguró que la biotecnología es la clave de la agricultura eficiente y confiable que está llamada a entregarle al campo rendimientos, salud y toda la trazabilidad posible, ya que se trata de una producción de alimentos que debe llegar a los hogares totalmente limpia y libre de agentes patógenos. Sin eufemismos, un agro para la nutrición y no para llorarlo en el camposanto.
En opinión del científico entre la situación compleja de logística, la guerra en Ucrania y todo el lío de desabastecimiento y encarecimiento de agroinsumos, acaba de condenar al globo a una verdadera crisis de alimentos, que muy seguramente será aprovechada empresarialmente por las multinacionales dedicadas a producir agroquímica, independiente de las vicisitudes que estén rodeando la humanidad.
Según el connotado investigador, el problema de la población en 2050 es bastante serio, puesto que el planeta estará sobre los 9.000 millones de habitantes y para eso, tal y como lo dice la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, habrá necesidad de duplicar la producción de alimentos, un desafío complejo porque al haber baja comercialización de los fertilizantes nitrogenados en un porcentaje importante, las siembras se harán irrealizables.
Apuntó que Occidente no le comprará insumos a Rusia por diferentes razones, en esencia la invasión a Ucrania. El experto señaló que la solidaridad de Bielorrusia con el gobierno de Moscú se suma al tremendo apuro sin dejar por fuera del análisis la producción ucraniana que para recuperarla pasarán años habida cuenta que las fábricas fueron destruidas. En resumen, dijo Castro Cabrera, se trata de 11 millones de toneladas de fertilizantes nitrogenados, de Urea para ser más específicos, menos en el mercado mundial, lo que explica las exponenciales subidas de precio en el nutriente.
Todo ese entorno, explicó el conocedor, generó un alza abrupta en ese tipo de fertilizantes que disparó los costos del insumo, a tal punto que en un mes o menos, una tonelada de Urea se conseguirá a razón de 1.000 dólares en promedio para comercializarla en Colombia, es decir más de cuatro millones de pesos. Precisó que esa tonelada tasada hace dos años en 800.000 pesos escaló en valor haciendo inviable la agricultura más si se tienen en cuenta los precios actuales de los alimentos.
“Tuve una reunión aquí en México en donde trabajo, con una de las organizaciones más grandes productoras de cebada, quienes obtienen el cereal para la afamada cervecería Modelo, me dijeron que no van a cultivar porque no es rentable a los precios que les ofrece la acreditada fábrica de cerveza. Si bien no es un tema puntual de alimentos, sirve de ejemplo porque nos preguntamos, ¿qué va a pasar con el maíz que es menos rentable que la cebada?, ¿qué pasará con el trigo, otro cereal básico y de los que más se consumen en el globo? Todo este contexto hace que la crisis alimentaria nos afecte en los tres últimos meses del año 2023, es decir que el próximo año tendremos más de 1.600 millones de habitantes a punto de morir por inanición, esos son mis cálculos”, reveló el señor Castro Cabrera.
Anotó que al hacer los cómputos sobre las reservas que tiene el país es justo reconocer un buen trabajo hecho por Colombia en cabeza del ministerio de Agricultura en cuanto al conocimiento de saber hasta cuándo van a alcanzar los fertilizantes nitrogenados, la mala noticia, aseveró el Director Científico de Salus Mundi, es que muy a pesar que le durarán más que a otros países, alcanzarán hasta junio del año próximo, eso sí a un precio imposible.
Surgen otras preguntas, afirmó, ¿qué pasa con el arroz?, ¿qué pasa con el maíz en Colombia y con todos los cultivos, para dónde va la papa? Expuso que desde 1940, Colombia viene utilizando agroquímicos y ahora lo delicado es que los productores no pueden adquirir los abonos por su precio y por la venidera escasez de alimentos generada por los costos de producción y por el desabastecimiento en el mercado mundial de fertilizantes, principalmente nitrogenados, una situación que lleva a concluir que no habrá víveres o provisiones del campo para comprar.
Problemas y soluciones
A criterio del científico Luis Orlando Castro Cabrera, no servirá tener dinero en el bolsillo para comprar comida, sencillamente porque no habrá alimentos en los mercados. En este momento según cifras de la FAO, aseveró, hay 800 millones de personas en el mundo aguantando hambre, pero entre octubre y diciembre del otro año serán 1.600 millones, una situación alarmante.
Expresó su preocupación por cuanto en medio del apuro, no se habla de las soluciones existentes y con inmejorables resultados con en el abono orgánico en vista que la biotecnología ha avanzado muchísimo y está disponible en el mercado mundial de productos biotecnológicos que bajan los costos de los fertilizantes. En ese sentido, sostuvo, hay un problema grave y es el cambio de cultura, porque los agricultores se enseñaron a que un agrónomo les indique la cantidad explícita para una hectárea de determinado cultivo, verbigracia, 800 o 1.000 kilos de urea para arroz, plátano o papa, todo bajo la garantía de una producción.
“Ahora van a tener que aplicar por lo menos dos toneladas de biofertilizantes que no les costará a los agricultores cuatro millones de pesos sino 700.000 u 800.000 pesos porque ya en Colombia se están elaborando esos fertilizantes como es el caso del Valle del Cauca, en donde hay una planta produciendo este material biológico. Ahora, la capacidad de la empresa es algo que yo no sé a dónde pueda llegar, pero sin duda esa es la solución. A decir verdad, estoy asustado con la situación porque no es sencillo manejarla, no es cuestión de Estado, de debates políticos, interrogantes de los empresarios del campo, no, el punto es que todos tenemos que cambiar el chip y empezar a producir orgánico con la garantía que la biotecnología de hoy no va a reducir la productividad del campo”, agregó el reconocido hombre de ciencia.
El tema biotecnológico es muy importante y el grupo científico que dirige el muy respetable investigador colombiano Luis Orlando Castro Cabrera, ha tenido algunos logros, aunque reconoce que son los únicos. La firma tiene gracias a ingentes esfuerzos, patentes y depósitos de microrganismos nitrificantes.
Al igual que les recuerda a sus alumnos, Castro deploró que a la gente se le olvidó lo que respira porque la humanidad actúa con alto nivel de torpeza, pues el 79 por ciento de la atmosfera terrestre es nitrógeno y el país iba a Ucrania, cuando existían las plantas en ese país, o a la misma Rusia a pesar de las limitaciones comerciales con esa nación y Bielorrusia, a comprar nitrógeno para llevarlo a Colombia, desconociendo que hay baterías que toman nitrógeno atmosférico, llevando la molécula nitrogenada a su pared celular hasta conducirlo al ciclo del nitrógeno para sustituir, en el concepto del Instituto Mexicano de Investigación de Familia y Población, IMIFAP, equivalente al ICA y Agrosavia juntos, hasta el 50 por ciento, pero la realidad y algo comprobado como también validado científicamente es que se puede llegar al 75 por ciento de sustitución del ingrediente nitrogenado, además de todo, sostuvo el docto, se solubiliza el fósforo.
“Esta cuña siempre la hago, pero el Huila tiene la mejor roca fosfórica que yo conozco en el mundo y el problema para aplicar es que es un P2O4, es decir un fósforo no soluble en agua y las bacterias oxidantes que le meten a esa cadena de P2O4 más oxígeno lo convierten en P205, óxido de fósforo, hidrosoluble y asimilable. Surge una inquietud, ¿para qué comprar pentóxido de fósforo a las multinacionales, que es tan caro, cuando se tiene ese recurso de la roca fosfórica?, ¿por qué adquirir otras sustancias o moléculas químicas, si contamos con rocas en donde la acción de las bacterias oxidantes nos ayuda a asimilarlas? Yo he hablado y he venido hablando en los últimos doce años que el futuro de la agricultura es orgánico-mineral, es decir no tenemos que depender de los agroquímicos sino simplemente dejar que la naturaleza haga su trabajo conforme está dispuesta”, señaló Castro Cabrera.
En su observación, el científico manifestó que es perentorio revertir un daño hecho por el hombre, tomando en consideración que esas bacterias oxidantes y nitrificantes al igual que las encargadas de controlar plagas, las cuales existían antes de 1940 en los suelos, regresen, ya que terminaron exterminadas. Añadió que hoy, cuando se toman bacterias del suelo virgen, de Amazonas, por ejemplo, y se ponen en tierras cultivadas con papa, arroz o caña de azúcar, plantación de lo mejor manejado orgánicamente, no sobreviven por la trazabilidad química.
Este inquieto científico y sus colaboradores han tardado hasta nueve años convirtiendo una bacteria en quimiorresistente, no en vano Castro Cabrera es el creador del concepto de quimiorresistencia a nivel global. Cabe anotar que esta tenacidad consiste en darle fortaleza a las bacterias benéficas que no se mueren con la trazabilidad química y caso opuesto viven y se reproducen a una velocidad sorprendente.
Detalló que, en su entorno, las bacterias tienen una vida de ocho horas, en condiciones ideales se puede reproducir 200 veces, es decir que, si se hace una progresión geométrica, es fácil demostrar que se está recuperando el suelo.
El equipo mostró la manera como el método funciona, adelantó unos trabajos que motivaron el montaje de la planta de bioabono de cuarta generación, unos abonos que recuperan los suelos en el Valle del Cauca y en unos predios que son prácticamente areneros en la hacienda experimental “Paso Ancho” en el municipio de Palmira, el producto redundo en una producción que pasó de cinco toneladas por hectárea a más de 9.6 toneladas de maíz, todo por el rescate de la tierra cultivable en vista que ya no hay dependencia de los agroquímicos.
En su charla, Castro Cabrera indicó que el conocimiento científico está, la comprobación igual, razón por la cual invitó a todos los interesados a visitar las tierras que maneja la empresa en el Valle del Cauca. El Gobierno colombiano contactó al investigador a través del ministerio de Agricultura y por eso se avanza en un proyecto liderado por la cartera agropecuaria, el Centro Internacional de Agricultura Tropical, CIAT, capítulo Cali, la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales, Leguminosas y Soya, Fenalce y Salus Mundi, que consiste en un proyecto demostrativo de 200 hectáreas de maíz en las tierras más pobres que tiene Colombia ubicadas en los Llanos Orientales, toda una evidencia de las bondades de la biotecnología para que el Gobierno y las instituciones científicas, con el seguimiento de personas expertas como el Gerente de Fenalce Henry Vanegas Angarita, que a su vez es un doctor en fitomejoramiento vegetal de la Universidad Nacional de Palmira, puedan verlo, acreditarlo desde el punto de vista científico y poner ese conocimiento en manos de los agricultores colombianos.
Una agricultura por el agua y los polinizadores
Dentro de los incontables líos de la agricultura y el uso de agroquímicos está la aniquilación sistemática de abejas y colibríes, todo un problema porque sin ellos las cosechas no serán posibles.
Al referirse al asunto, el también asesor curricular del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, igual llamado el Tec de Monterrey, hoy por hoy la principal universidad de América Latina y una de las cien mejores del mundo, dijo que la polinización es absolutamente necesaria para un gran número de cultivos.
“Se habla de las abejas, pero los colibríes, cucarrones y el universo de polinizadores de todos los tipos los matamos porque la química, sin que ello signifique que no la haya usado en ocasiones, extermina a ese enemigo que afecta la agricultura, pero no está direccionado solamente al patógeno. Recuerdo que cuando trabajaba en la Universidad Nacional de Colombia, en los cultivos de flores vendían un producto que garantizaba que los 50 centímetros del suelo aplicado con un rotovator quedaban estériles, algo terrible porque estéril es una palabra criminal cuando se habla de los suelos que son vivos y respiran, puesto que la alimentación de este son las bacterias. Cuando hay lombrices por consiguiente hay vida. Las personas tenemos más bacterias en el organismo que células humanas. Si nosotros comiéramos una rica tilapia a la hora del almuerzo y no tuviéramos bacterias en el sistema digestivo, nos intoxicaríamos y moriríamos. El mundo de las bacterias es enorme, las patógenas que yo conozco son inferiores al dos por ciento. Me he dedicado los últimos 47 años a conocer bacterias y esos microorganismos que están en el suelo, NO se pueden matar”, subrayó Castro Cabrera.
En la actualidad, comentó el científico, hay tecnologías para saber sobre la actividad del suelo y por ello se mide la respirometría bacteriana, que esencialmente calcula el consumo de oxígeno de los microorganismos en el proceso de oxidación de un sustrato, y determinar por esa vía si hay un suelo vivo. Existen en consecuencia, anotó, muchos métodos porque ya la ciencia ha caminado hasta allá, obviamente con la conocida resistencia.
En una conferencia dictada por el investigador en el marco del Foro Económico Mundial para América del Norte en el año 2014, auspiciada por un profesor de matemática financiera de Columbia University oriundo de Bogotá, llamado Camilo Galvis, les dijo a todos esos empresarios que no eran solo norteamericanos sino del mundo entero, que lastimosamente debió vivir la época en donde resultó más importante el dinero que la vida, les remarcó que las fábricas no respetan la sana existencia y cuestionó en su intervención que ninguna multinacional hubiese cerrado una línea productiva nociva para el planeta y la salud de los seres vivos siendo la más rentable.
Desde su punto de vista, no basta con lanzar campañas de siembra de árboles, anunciar la puesta en marcha de acueductos a la población rural y salir por televisión como mecenas del medio ambiente, pero con una infausta realidad, están dañando la vida y así no hay nada. Manifestó que el peor de los animales y el ser más destructor en la tierra es el hombre, creó un Dios, el dinero y pasó por encima de la vida, algo lamentable, difícil de aceptar, pero un hecho cierto.
“El ser humano es el único animal capaz de ir en contra de su hábitat porque daña la biofísica, que es el estudio entre el ambiente que genera la vida y vida misma. Eso es un caos, pero es una triste realidad, el hombre atacó y diezmó los ambientes”, deploró el intelectual.
La producción agrícola no es confiable
En opinión del encomiable investigador, hoy en el mundo no hay alimentos aptos para el consumo humano y por ello, dijo que le llenaría de mucho orgullo que los científicos dieran todo de sí para garantizarles a nietos y bisnietos una alimentación sana, limpia y apropiada, pues en este momento la trazabilidad química de los productos agrícolas es muy alta y eso responde al por qué la humanidad tiene problemas tan graves como el cáncer.
Igual, expresó, hay inquietud porque el organismo no se defiende con la rapidez con la que lo hacía hace unos 100 o 150 años, siendo blanco fácil de los virus, ya que se perdieron las defensas como consecuencia de los químicos utilizados en las siembras, un factor que cambió al hombre, haciéndolo más vulnerable a todos esos efectos infecciosos y de todo tipo que seguirán presentándose, lo que explica el por qué tienen razón quienes pronostican nuevas y más fuertes epidemias que cobrarán la vida de muchísima gente.
Algunos productores del campo reconocen que la síntesis química es como el vicio de la tierra, pues la gran mayoría de agricultores cree que si no fertiliza con agroquímicos no habrá cosechas abundantes. El asunto pasa por la falta de educación y por el concientizar desde varias tribunas al mundo, de la urgencia que representa para la humanidad y el planeta, hacer cambios en las prácticas de siembra.
En su disertación, Castro Cabrera especificó, que, en ese punto, la responsabilidad no es solo del Gobierno sino de todos como sociedad, ya que las comunidades son culpables en mayor o menor grado de lo que está pasando porque se llevó la agricultura al vicio de los agroquímicos, además hay desobediencia en el sentido que si un agrónomo recomienda utilizar un kilo en promedio de fungicida por hectárea para atacar un fusarium nocivo, el agricultor aplica dos kilos, todo un atentado contra la naturaleza.
“No consumo algunos alimentos cuando conozco la forma como los producen. No soy un científico que vive encerrado en su laboratorio apartado del mundo exterior, yo visito cultivos, asisto a la siembra, analizó la fumigación y asisto a la recolección. En algunos cultivos, por costumbre, se fumigan con venenos de etiqueta roja los productos para que no se afecten después de la cosecha, luego, envenenan el producto para venderlo a los supermercados, es algo aterrador, pero confío en que estas recomendaciones que hacemos de manera abierta y desinteresada, basada en la rectitud y pulcritud científica, la puedan seguir los labriegos para que mejoren sus prácticas agrícolas”, puntualizó el investigador.
Cuando se presentó la crisis del dalbulus maidis, evocó Castro Cabrera, el Gerente General de Fenalce al unísono con una empresaria del Valle del Cauca dijeron que había llegado la enfermedad asociada al enanismo o pequeñez del maíz que causa enormes pérdidas en los cultivos, a un punto de gravedad que inclusive podría poner en riesgo la producción mundial del alimento, algo muy grave si se tiene en cuenta la importancia que tiene el maíz en la dieta de los humanos.
En el momento de ser notificado del problema, Castro pidió cuatro meses para conocer el Dalbulus maidis, una plaga que nació en Brasil, y que se mueve de sur a norte. Al entrar de lleno en el trabajo investigativo el asombro fue total ya que los microrganismos que alteraron el ciclo de la también llamada “chicharrita” en México, reaccionaron al impacto biológico que resultó más efectivo que la aplicación de agroquímicos.
“Logramos un control de adultos del 98.9 %, y el ciento por ciento del daño del dalbulus maidis. Alguien inclusive desestimó a manera de hipótesis el accionar de los microorganismos y estimó que todo obedeció a una excelente nutrición de la planta que llevó a que resistiera el ataque. Lo cierto es que no hubo daño en ese maíz, labor seguida por el CIAT, Fenalce y los empresarios del campo que deben recibir la retribución por todo su esfuerzo puesto que el agricultor demanda cuidado porque se necesita tres veces al día durante toda una vida”, comentó el Director Científico de Salus Mundi, en latín, Salvando el Mundo.
A propósito del campo, el investigador anotó que al productor primario hay que darle todas las herramientas para que tenga rentabilidad y verdadera utilidad, permitirle al campo elevar los niveles tecnológicos para que las nuevas generaciones regresen a la ruralidad, haciendo una mejor labor debido a la evolución.
No es tabú, en Colombia se ha hecho un manejo poco responsable de la agricultura, el propio Germán Castro Caicedo hablaba de las fumigaciones en la década del setenta con agente naranja y de seguir por esa senda precisó el contertulio, a los pueblos no los matará el hambre sino los productos como “agentes naranjas”, los agroquímicos venenosos de etiqueta roja y otras sustancias peligrosas.
Castro Cabrera denunció que lamentablemente en los países en vía de desarrollo, concretamente de América Latina y Asia, están permitiendo el uso de moléculas químicas que están prohibidas. Deploró que las casas dedicadas a la agroquímica saquen al mercado precisamente moléculas más agresivas, de tal magnitud que una dilución en 200 litros de agua de 37 gramos, envenena 2.000 metros cúbicos de suelo, es decir, en una hectárea, a 20 centímetros de profundidad queda envenenado el suelo para que no se puedan reproducir los patógenos, pero lo caótico es que la solución mata actores benéficos, toda una dependencia de la síntesis química para el desarrollo y la producción.
Afortunadamente con la biotecnología de hoy, recalcó Castro, no se reduce la productividad, luego es más barato, más sano y sumamente apropiado hacer agricultura verde, ya que en muy poco tiempo habrá producto apto para el consumo humano.
“Siempre estaré atento a charlar sobre estos temas, que se justifique el que haya nacido, de hecho, hay un nuevo campo en la medicina y es el ambiente, lo que el hombre respira y come, el sitio por donde se mueve”, concluyó el Director Científico de Salus Mundi, Luis Orlando Castro Cabrera, el científico nacido en Suaza, Huila.
Resulta llamativo el hecho que Salus Mundi transforme en bio-abonos un recurso que los humanos ven como basura, es decir residuos orgánicos de las ciudades, desechos de desarrollos agrícolas y pecuarios entre otros. Según la empresa por cada 1.000 millones de toneladas de desechos orgánicos, el 95 por ciento de estos es quemado, convirtiéndose en ceniza contaminante.
Sin duda los suelos viven, pues para no ir tan lejos en una cucharada de tierra, perfectamente hay entre 50 millones y cuatro billones de microorganismos. Lo anterior es prueba contundente que la agricultura debe abandonar la química, los predios cultivables agonizan y la degradación de ese suelo aprovechable para producir alimentos cuesta en promedio 400.000 millones de dólares anuales. El mundo, es cierto, está pidiendo comida, pero atiborrada de vida.
En este momento Salus Mundi convierte la biomasa en un bioabono utilizando bacterias y hongos que le dan a los suelos una característica de vida y plantas mucho más saludables y resistentes a las trazas de agroquímicos. Este fertilizante aumenta la producción de alimentos del nueve al 400 por ciento en cultivos como aguacate, ají, tomate y otros. Permite un ahorro de agua de hasta el 25 por ciento.
La industria de fertilizantes factura anualmente 212.000 millones de dólares y consume entre el uno y el dos por ciento de la energía global. La síntesis química daña ecosistemas y lleva veneno a ríos lagos, mares y otros acuíferos. La proyección asusta, en 25 años la oferta de alimentos caerá en 12 por ciento, generando incrementos superiores al 30 por ciento, un tremendo lío si no son tomados con seriedad y celeridad los correctivos.