Sábado, 08 Marzo 2025 09:25

Altos precios del café una maravilla, pero hoy pagan la carga muy barata

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Los caficultores de Risaralda consideran que el precio actual será importante si aguanta hasta la cosecha, pero dicen que hoy los particulares no están reconociendo el precio de sustentación.

El café sigue dando de qué hablar, por momentos las noticias ponen a llorar a muchos, pero en otros escenarios regala felicidad, holgura económica, calidad de vida y desarrollo. La historia cafetera suele ser grata y enriquecedora. Por las matas del grano suave colombiano ha pasado de todo, unos inicios clericales, pero luego un inicio comercial que terminó literalmente arrasado por la Guerra de los Mil Días que tuvo lugar entre 1899 y 1902.

No todo fue tragedia pues el caficultor tuvo la resiliencia como un marcado común denominador, después de los hechos de fin del siglo XIX y la alborada del siglo XX, la caficultura experimentó un repunte interesante en donde aparecieron bonanzas y momentos afables, verbigracia el nacimiento de la Federación Nacional de Cafeteros en 1927, luego en 1928 empieza la asistencia técnica, en 1938 los productores y la institucionalidad le dan vida al Centro Nacional de Investigación del Café, CENICAFÉ y en 1958 incursiona el mecanismo de compra a través de las cooperativas que aseguró compras transparentes a los caficultores de contado y en sitios cercanos a las fincas.

Con el tiempo tras subidas y bajadas se firma el Pacto Cafetero o Acuerdo de Cuotas el 28 de septiembre de 1962, pero como lo bueno dura poco el cuatro de julio de 1989 vino la ruptura del convenio llevando la caficultura a una profunda crisis. El tema no fue nuevo pues a finales de 1937 igual colapsó un acuerdo de similares características.

Como se puede apreciar hay historia económica de sobra y también social habida cuenta que las familias cafeteras sufrieron los embates de la violencia y de una guerra sin cuartel con la aparición de guerrillas y grupos armados ilegales que generalmente descargan equivocadamente sus objetivos en las gentes más humildes y desprotegidas, las del campo.

 

 

Fueron muchos los inconvenientes, la roya y la broca arruinaban productores, la lucha fue intensa y gracias a las nuevas variedades se pudo paliar el asunto, de todas maneras, con el cambio climático el desafío fue y es mayor porque nada se sabe sobre la eventual aparición de nuevas plagas.

Como si eso fuera poco, la caficultura enfrentó flagelos como el narcotráfico que se llevó buena parte de la mano de obra a zonas cocaleras, la inseguridad, el secuestro y la delincuencia común aportaron al drama, una sumatoria que deja a los caficultores como verdaderos valientes.

Hoy las siembras siguen con distintas técnicas y variedades, Colombia no solo produce el café más suave del mundo, sino que ofrece en todas las regiones cafés especiales, totalmente diferenciados y llenos de calidad, aroma y sabor. En esta ocasión nos ocuparemos del departamento de Risaralda, una región espectacular, de buenas personas y muy trabajadoras, un altar del café matizado por montañas en donde los atributos del bebestible superan lo imaginable en gustos y exigencias.

Risaralda es un departamento de gran belleza y atracción por sus precedentes empresariales, agrícolas y artesanales. Fue tierra de indígenas Quimbayas, Caramantas y Gorrones. En 1537 llegaron los primeros españoles en esa ocasión Sebastián de Belalcázar, luego llegaron otras expediciones como la de Juan de Vadillo que con gente proveniente de España fundaron algunos municipios, pero el lugar de alta complejidad no atrajo mucho a los españoles razón por la que estuvo a la deriva hasta la mitad del siglo XIX, momentos en los que llegó el café con la colonización antioqueña.

No se puede omitir que, en tiempos de la colonia y los primeros instantes de la República, la comarca estuvo subordinada a la Provincia de Popayán, es por eso que en 1821 Risaralda hizo parte del departamento del Cauca, por allá en 1905 es incorporado al departamento de Caldas y finalmente es erigido como departamento autónomo en 1966 con Pereira como su capital.

Frente a los conflictos y guerras civiles desarrolladas a lo largo del siglo XIX muchas familias de Antioquia partieron al sur queriendo fundar nuevas poblaciones y desde ellas abrir rutas comerciales con los estados de Cauca y Cundinamarca, era el momento de la Colonización Antioqueña, tiempo en el que fueron instituidos gran parte de los pueblos y luego del auge que tomó el café desde 1880, algunos productos tradicionales pasaron a un segundo plano como sucedió con maíz, frijol y plátano, con la caficultura aumentaron los recursos y prosperó la industria y el comercio que lograron interesantes sinergias. En fin, son más de 300 años de caficultura en donde los momentos fueron amables, luctuosos, de reto y enormes pruebas, las que se pasaron porque el café sigue muy vivo aunque su permanencia podría ser de corto vuelo en adelante.

 

 

El caficultor y fundador del restaurante y mirador Café don Gabo, Edgar Herrera, le dijo a Diariolaeconomia.com, que sigue apostándole con todo al cultivo del grano excelso porque es una actividad que va en las venas pues viene de familia cafetera y hoy hace parte de una segunda generación que apunta a seguir de largo por el amor que su hija tiene por esta bonita labor que puede darle paso a la tercera y a una cuarta, porque si algo sobra es apego por la caficultura.

Lamentó que los cultivos de café en Pereira han ido mermando, una triste realidad pues los productores están afrontando una crisis de hace tres o cuatro años acumulada y en este momento, anotó, hay expectativa por un precio muy alto que apareció cuando no había café. Explicó que la caída de siembras de grano en Pereira obedeció a la creciente demanda por activos o inmuebles campestres, a la poca mano de obra y a un oscuro panorama en lo atinente a relevo generacional, un problema mayúsculo porque ante el bajo interés por el café y la agricultura los hacendados tienen que decidir qué hacer con las tierras porque al paso en que va el sector se volverá a los tiempos del monte puro.

Anotó que al campo lo han perjudicado las políticas de Estado de los diferentes gobiernos porque crearon subsidios y regalos de plata en lugar de incentivar el campo productivo y las industrias para generar empleo y dignidad, pero caso opuesto se optó por ganar adeptos inactivos con plata de la gente que trabaja, craso error. También se perdió el encanto de ir a las fincas con los hijos, actividad que resultaba útil porque los más pequeños iban aprendiendo sobre Re-Ré, labores varias del campo, generando apego y relevo generacional, hoy expuso, ocupar un menor en un cafetal es un delito y el más desafortunado escenario porque se acabó con parte de la cultura y la crianza en zonas rurales, actualmente para llevar una persona a una siembra cafetera tiene que ser con cédula en mano.

 

“Esto es increíble, se habla de explotación de menores, pero hay muchachos de 14, 15 o 16 años que ya tienen la novia en embarazo, consumen todo tipo de alucinógenos y toman bebidas alcohólicas de manera impresionante, pero no pueden ir a un cultivo de café, un resultado inexplicable de las políticas de Estado porque lleva a que a un muchacho de 18 años se le tenga que enseñar a trabajar y a esas alturas del paseo ya no va a querer. No solo se esfumó la cultura cafetera, sino que no volvieron los colegios agropecuarios o vocacionales, momentos en los que se iba a los cultivos y se les enseñaba a los estudiantes a manejar las fincas cafeteras como una verdadera empresa, lo cierto es que el café hay que cogerlo y no a todos los podemos volver gerentes o industriales, hay que recolectar y sembrar nuestro producto estrella, y eso necesita apego y formación también”, declaró el señor Herrera.

 

 

 

Reconoció que en medio de las dificultades, para cosechar café no hay tanto lío, indicó que en Pereira todavía no se sufre por eso, pero aclaro que antes de la plantación es necesario preparar colinos, abonar, desyerbar, platear, deschuponar y todas las labores que si no se hacen, al final del ejercicio no habrá que recoger ya que habrá cosechas muy malas y unos cafetales en rastrojo a los que la gente no les querrá entrar, un tema muy complejo en el tema de café que para el empresario y productor no hay solución porque dentro de uno, dos o tres años el problema de mano de obra será mucho más grande.

El contexto no es nada halagüeño pues si hubiese tierras cafeteras con posibilidad de renovar para aumentar la obtención de grano muchos productores, incluyendo a quien nos atendió, lo pensarían. Precisó que hay dinero suficiente para hacer la perentoria renovación, igual asistencia técnica por parte del Banco Agrario, buenas líneas de crédito del Fondo para el Financiamiento del Sector Agropecuario, Finagro, pero es complicado que alguien se endeude o se meta en una obligación a sabiendas que en dos años no habrá con quien recolectar y lo más duro que no habrá con quien preparar suelos y hacer labores culturales esenciales en café.

Actualmente pagar un kilo recolectado es muy costoso, la mano de obra escasea y es un problema porque anteriormente los colaboradores trabajaban de seis de la mañana a cinco de la tarde, hoy lo hacen de siete a cuatro sin notificar a los dueños de la finca, los viernes para muchos la salida es a las dos de la tarde sin que un patrón pueda hacer o decir nada, al menor reparo se queda sin trabajadores a quienes ningún precio les sirve pues los guadañeros cobran 160.000 pesos por día y si llueve de malas el jefe, ahora bien, si se reventó una guaya a la guadaña hay que ir hasta Pereira para comprar una pieza que cuenta en promedio mil pesos, un motivo más para frenar el trabajo.

Un recolector de café cobra aproximadamente entre 1.500 y 1.600 pesos el kilo y algunos cosechan 200 kilos es decir 200 o 300.000 pesos diarios, devengan millón y medio de pesos a la semana, unos seis millones mensuales, algo muy bueno porque son ganancias de ocho o quince días, a lo mucho un mes. Esta gente, comentó Herrera, tiene un pico de cosecha y después el ingreso cae y quedan mal enseñados y de allí parten los problemas sociales porque después no van a querer trabajar al día y si lo hacen, los finqueros no pueden pagar toda esa plata pues queda con unos costos muy altos y unos precios que van a desinflarse porque los de hoy bastante buenos, no se han podido disfrutar.

 

 

Las cotizaciones actuales son, más que excelente precio, un espectacular indicador, pero no hay café para remunerar, por si fuera poco, expresó Herrera, hubo depósitos y cooperativas que no compraron, una pésima noticia porque un número importante de caficultores pusieron café al precio que fijó un determinado comprador que absorbió grano al monto que impuso, desde luego por debajo de los valores trazados por el mercado. Lo perverso, lamentó, es que ni siquiera se cumple con la única garantía del café que es el pago de contado, pero hubo momentos en que los productores dieron su café barato y fiado.

 

“Deben cumplirse las reglas de juego en donde hay un factor de rendimiento, un análisis establecido y unas normas trazadas, pero lamentablemente un cafetero no le puede poner valor a su grano, finalmente termina llevando su producto al escenario de ¿a cómo me lo paga?, y aparecen los reparos, como que hay mucha broca, esta malo, es pasilla, en fin, el tema es que da para pagar el café a tanto y no hay opción”, apuntó el caficultor y empresario.

 

En el sector cafetero hay muchas cosas por corregir y mejorar, en principio apostar con mayor decisión por valor agregado y decir verdades porque los cafeteros que hacen los procesos de café especial y brindan calidad se ven en desventaja con cafés o pasillas importadas que ingresan al mercado sin que nadie cuestione por qué se vende grano extranjero y de regular calidad como si fuera colombiano. Algunos productores dicen que es urgente frenar el comercio desleal de café y permitir que al consumidor llegue café especial con denominación de origen, un negocio rentable y la opción de que los nacionales tomen su café, el suave colombiano.

Frente a la serie de cambios y decisiones que demanda la caficultura el Gerente de Café Don Gabo, Edgar Herrera, manifestó que como campesino de la situación de los caficultores porque no tiene sentido que gente en Bogotá que no sabe qué es una mata de café ocupe cargos y gane dinero, el que aportan los agricultores y eso, afirmó, hace pensar que hay una gran cantidad de recursos que se pueden redireccionar y llevar directamente al campo como se hizo hace unos años, plata que se refleje en vías, instalación de placa huella, infraestructura y acueductos con las regalías de los seis centavos de dólar que se están quedando en las altas esferas de los colaboradores de la FNC y todo con un problema adicional y de más grueso calibre, se habla de una cifra superior a los 14 millones de sacos, un número del que la caficultura colombiana está muy lejos pues seguramente, explicó Herrera, las cuentas las hacen con el café que sale por puerto, pero en ese tema de comercio exterior están los cafés que entran de Brasil, Vietnam y Perú, una situación que en un tiempo llevó a revolver café colombiano con otras denominaciones y el mercado castigó al sector quitándole la prima de calidad.

 

 

Cuestionó que sobre argumentos difíciles de asimilar algunos personajes hicieron una mala negociación y revolvieron el café excelso colombiano con otros granos importados y todo terminó como era de esperarse de la peor manera.

 

“Uno es campesino, pero no pendejo, cómo van a pensar que la Federación Nacional de Cafeteros o almacenes generales de depósito de alta reputación, con toda la línea, trazabilidad y conocimiento, puntualmente Almaviva o Almacafé van a decir que accidentalmente se fue un café local con granos de Perú, Ecuador o robustas de Brasil, eso es pensar que los caficultores son estúpidos, pero increíblemente salieron lesionados y duramente castigados pues perdieron la prima, un diferencial que tocaba los 80 centavos de dólar para pasar a negativo”, anotó el cafetero.

 

El empresario anotó que dentro de la necesaria evolución del café está el agregar valor y vender café especial de diferentes variedades, por ejemplo, Tabi, Borbón Rosado, Borbón Rojo, Geisha, Caturra, Típica, Ombligón, Java y otras, pero a juicio de Herrera para llegar lejos en ese asunto se necesita un apalancamiento del sector para que la FNC entre a decir que no vuelve a exportar en verde, sacar todo el café al exterior e industrializar como lo hace Costa Rica que no saca una sola libra en Verde pues todo lo tuesta, el punto, añadió, es lograr el encadenamiento como tal para crecer, aunque reconoció que en el tema se ha avanzado puesto que todos quieren vender café tostado, el pocillo con la marca o montar una tienda de café o lugar de tertulia, negocio que debe crecer, eso sí, evitando la saturación.

Sería ideal poder vender en el mercado nacional los 14 millones de sacos que según la FNC se produjeron en 2024, pero no es posible y se hace necesario despachar grano en verde, sin embargo, insistió, sí debería quedarse una buena cantidad para tostarse y exportarse. Ese, enfatizó, es un esfuerzo que han hecho los cafeteros pequeños, medianos y algunos grandes, todo de acuerdo a su capacidad, incluyendo el amigo al que se le envía por DHL como también por FedEx 10 o 20 libras, a otros igual acomodándoles libras en la maleta, unas cantidades que no son representativas, que pueden crecer con apoyo, financiación y estructura productiva, obviamente explorando mercados y detectando que café quieren y con qué tipo de tostión.

 

 

Con el mayor esfuerzo y estrategia el Café Don Gabo ha estado en China, Riad, Italia y otras latitudes en donde ha viajado y quienes lo llevan llaman a Colombia para dar el afortunado reporte, “ha gustado mucho”.

Completar el ejercicio completamente no es asunto fácil porque una sola licencia para exportar café por la firma DHL vale en promedio 750.000 pesos la cual cubre apenas 50 libras.

La idea, expuso Herrera, es fundar una agremiación muy fuerte de cafés especiales, una asociación o corporación que defiende los intereses de los productores, tostadores, baristas y otros profesionales en la cadena de café diferenciado. Para el empresario sería formidable lograr sinergias que lleven a mejorar calidades y subir los patrones en países productores y consumidores.

El propósito, subrayó, es llegar allá, el problema, reconoció, es tener caficultura especial y de gran calidad cuando se logre la meta pues la caficultura pende de un hilo por muchos factores y uno de ellos es rentabilidad porque en ocasiones por bien hecha que esté la tarea el indicador de ganancia no da, no se ve por ninguna parte.

Un tema que queda claro y que es muy comentado por quienes saben de café es que si las pasillas, cafés robustas o granos de inferior calidad provenientes de Perú, Ecuador, Brasil y Vietnam, no habría materia prima para el mercado nacional, para tiendas de gran formato, de bajo costo, inclusive para Colcafé que es el mayor tostador de café soluble y granos baratos para el pueblo, un tema con el que se debe ser consecuente porque si todo el café bueno se quedará en el país se estaría hablando de libras promedio de 35.000 o 40.000 pesos cuando en Tiendas D1 se consigue la libra a 13.000 pesos, un precio que dice por sí solo de dónde salió el café.

 

“Digamos que hasta ahí está bien, ¿en dónde hay reparo?, las Federación autoriza los ingresos de café que ya entran libremente y sin considerarse contrabando como pasaba hace un tiempo que llegaba café por Ipiales sin que nadie notara nada y eran 20 tractomulas llenas en un retén o pasando el peaje de Rumichaca, igual todo eso pasó, pero lo grave es que la FNC permita que ese café traído de otros países lo mezclen con grano nacional y lo envíen a puerto para cumplirles a clientes internacionales, pero quien compra no es caído del zarzo, sencillamente lo probó y vio que era el conocido gato por liebre pues se trataba de unas mezclas nada que ver con el café acordado a buen precio por el origen, y todo porque a la Federación Nacional de Cafeteros lo único que le importa son los seis centavos de dólar de la contribución cafetera y eso se paga una vez el producto sale del puerto que es en donde se puede cuantificar la cantidad de grano para recolectar la contribución, repito si no hay café en el país, ¿de dónde vamos a sacar más de 14 millones de sacos?”, puntualizó el cafetero.

 

 

 

Es tan compleja la situación que a la fecha hay menos cafeteros en Colombia pues algunos migraron a ganadería, aguacate Hass y otras labores que pueden estar en el mismo comercio. Los caficultores muchas veces optan por vender las fincas en donde siguen creciendo soluciones de vivienda o condominios.

Luego de observar y analizar algunas estadísticas y los mismos costos de producción más las dificultades con mano de obra y los terribles sobrecostos, el empresario risaraldense que por obvias razones hay menos gente dedicada al café con una situación que invita a la acción ya que los caficultores grandes están desapareciendo y van quedando muy pequeños núcleos como pasa en el Huila que es el primer productor de grano, pero en minifundio, una condición que los ha hecho rentables. Explicó que, para el caso del Eje Cafetero, el sur de Antioquia y el suroeste el caso es diferente porque hay grandes productores a los que han satanizado y les han negado hasta los beneficios. Por decir algo, en un crédito Finagro manejado por el Banco Agrario a un pequeño productor le condonan la deuda, pero al grande no, pues quien juega en grande gana en grande y si apuesta pequeño, gana o pierde en esa misma proporción.

 

“Aquí le perdonan la deuda al que gastó diez bultos de abono, pero a ese que invirtió en 1.000 bultos no bajo la premisa que es grande, pero omiten que igual perdió cuando las cosas no salen bien por clima, altos costos de producción, carencia de trabajadores o simplemente porque los precios se deprimen en bolsa. Si no hay subsidio o ayudas estatales el dueño de la finca termina reventado y la gente sin empleo, un mal dato para la economía porque sin plata circulando no hay demanda. Es deplorable, pero esas fincas hermosas y florecientes de toda la zona de Quindío, Quimbaya, Montenegro, Alcalá y otras, ya no están”, reveló el fundador del restaurante y mirador Café don Gabo, Edgar Herrera.

 

Hay un trato indebido con el gran productor, que se necesita en toda explotación agropecuaria, pues no es lo mismo poner en puerto 50 o 100 cargas de café a ese que cultiva a gran escala y pone más de 100.000, la falta de apoyo en todos los niveles es algo absurdo.

Un problema grave en caficultura, dijo Herrera, es el rastrojo porque hay malezas que el agricultor no conoce pues muchas veces se combate una maleza de hoja ancha, pero ese veneno utilizado para exterminarla termina en un venadillo, mariguano macho o unos pastos que no se pueden controlar y el mismo comerciante o agrónomo le dice al labrador no utilice Roundup, y si no, ponga mejor glufosinato de amonio y si no sirve apueste por Paraquat y el dueño de la finca termina loco y lo alarmante es que no se puede conseguir gente para desmontar o quitar malezas con machete porque los extensionistas lo prohibieron porque según los técnicos esa técnica deteriora la raíz y se contribuye a una muerte temprana del árbol, luego hay que fumigar piso y en esa fumigada queda el agricultor porque no es fácil controlar las malezas.

 

Una cosa es querer y otra, poder

 

 

Al hacer una amplia lectura del sector cafetero en Colombia, el empresario Edgar Herrera dijo que la caficultura va muy mal pues el productor intenta vivir con la tradición, mantenerse y seguir, pero infortunadamente cuando revisa números el negocio no da, carece de rentabilidad y de ñapa hay un tema delicado, la actualización catastral con lo que las fincas pasaron a pagar siete y hasta ocho veces más de predial. En el caso del contertulio pagó un impuesto sobre la propiedad 10 veces más caro por su finca, algo refutable porque él vive de ella, de lo que produce. Denunció que tuvo una finca en donde pagaba entre 1.8 y dos millones de pesos anuales, ahora paga 22 millones de pesos por predial, el tema es que no hay quién atienda el reclamo.

Ante esa jocosa situación lo más acertado es olvidarse del campo y vender lotes o la propiedad entera, hoy todo el mundo quiere un pequeño lote campestre y muchos se quejan porque dicen que con esas ventas se contribuye con el acabose de la región, pero lo cierto es que por apego o capricho un propietario no se puede ir a la ruina, un contexto que hoy experimenta Pereira en donde hay muchas fincas campestres aprovechando además la cercanía con el Parque del Café, a Panaca y en pleno corredor turístico del triángulo del café, y por eso la caficultura de Risaralda se desplazó a la alta montaña en poblaciones como Pueblo Rico, Apía, Mistrató, Belén de Umbría y otros en donde la mano de obra es aún favorable por la alta presencia de resguardos indígenas.

Es muy preocupante, pero con los últimos reportes de la ruralidad adiós café, adiós agricultura, no más cosechas y contra cualquier pronóstico se dejó la seguridad alimentaria posible en los campos para darle terreno al cemento y a unas obras que no alimentan.

El agricultor pidió la atención del gobierno por los altos niveles de exposición con el tema alimentario porque debe trazarse una hoja de ruta y mirar qué hacer porque con el café a las tierras se les revolvió plátano, un cultivo alternativo muy propicio porque ayudó a sostener una caja menor, pero nada dura puesto que mientras en la tienda un plátano vale 2.000 pesos en las fincas eso vale un kilo, pero hoy ese kilo en finca está a 700 pesos, un precio a cómo lo quieran pagar y se vuelve al asunto inicial, no hay garantía de compra o un precio establecido con un mínimo en donde resulte rentable sembrar plátano que otrora ayudaba con los costos de producción de la finca entera.

 

 

Herrera siembra un plátano de muy buena calidad y sumamente bien presentado a 700 pesos el kilo, pero hay gente que lo tiene en 400 pesos y ese que se maduró ya no vale nada en la finca porque en la tienda no lo bajan de 2.000 pesos.

La Federación Nacional de Cafeteros está cerca de cumplir 100 años de vida, pero en opinión de Herrera al paso en que va todo el otro centenario no se dará pues muchos cruzan los dedos para que aún haya caficultura en las próximas dos cosechas. Dijo que los productores van muy mal y si no hay quien siembre pues no habrá federación, tristemente, señaló el empresario, el café de Colombia tiene fecha de vencimiento como sector productivo. Dijo que si más familias se van del café será menor la contribución cafetera y por ello urge implementar un modelo de economía primaria en café muy parecido al de Brasil, puras cooperativas y que cada quien se defienda como pueda lo que implica buscar clientes en el exterior, potenciar la asociatividad y dejar al gobierno libre de cualquier compromiso o vínculo, hoy por tantos vicios y burocracia la institucionalidad cafetera no sirvió para nada, el café agoniza y no pasa nada.

 

“Nadie niega que la caficultura es muy bonita por el paisaje, por la gente y por el entorno natural en el que se mueve, igual son cómodas las tiendas Juan Valdez que no son de la FNC, es una empresa de Procafecol, al caficultor le pertenece el logo, la imagen, conchita y el caficultor, pero nada más, siguen explotando una marca que nos pertenece, solo que si vamos a esas tiendas sin plata no nos dan un tinto”, concluyó el caficultor y empresario Edgar Herrera.

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